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Una Mujer En La Mafia #2 -

Una Mujer En La Mafia #2 -

Status: Terminada
Genre:Romance / Completas / Mafia / Reencuentro
Popularitas:6.5k
Nilai: 5
nombre de autor: Ashly Rijo

Segundo libro de- UNA MUJER EN LA MAFIA. Aclarando solo dudas del primer libro. No es que es una historia larga. Solo hice esta breve historia para aclarar algunas dudas.

NovelToon tiene autorización de Ashly Rijo para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Una mujer en la mafia

Antes de que pudiera decir algo más, la voz familiar de Simón rompió el aire como un trueno.

—¿Pasa algo?

Me giré rápidamente, agradeciendo su presencia, aunque el miedo y la tensión seguían presentes. Simón estaba parado a pocos metros de nosotros, con los ojos clavados en James. Su mandíbula estaba tensa, y el tono protector en su voz hizo que mi corazón diera un pequeño vuelco.

James, por su parte, solo sonrió. Esa sonrisa cargada de sarcasmo que siempre lograba encender cualquier situación.

—Mira quién decidió unirse —dijo, cruzando los brazos con una calma fingida—. Justo a tiempo para jugar al caballero en armadura brillante, ¿no?

—No estoy jugando a nada, James —respondió Simón, avanzando un paso hacia nosotros. Su mirada rápidamente pasó de James a mí, como si estuviera asegurándose de que yo estuviera bien.

La sonrisa de James se ensanchó, pero no alcanzó sus ojos.

—¿A si? —repitió con un tono burlón—. Claro, porque llevártela lejos de todo lo que conocía fue una gran muestra de protección. ¿O fue solo una forma de asegurarte de partirme en la mitad? Se como era, pero a ella nunca le haría daño.

Simón apretó los puños, pero su postura seguía firme, controlada.

—La alejé porque era lo correcto —dijo, con un tono que no admitía discusión—. No iba a dejarla en medio de tu caos, de tus problemas, y mucho menos cerca de ti después de todo lo que hiciste para estar a su lado a pesar del peligro.

James dejó escapar una risa corta, completamente desprovista de humor.

—¿De lo que hice? —preguntó, dando un paso hacia Simón, lo suficiente como para que sus caras quedaran peligrosamente cerca—. Hablas como si fueras un santo, pero sabemos que no eres mejor que yo. La única diferencia es que tú usaste el miedo como excusa para apartarla.

—No era miedo —respondió Simón, su tono bajo pero lleno de fuerza.

—Simón… —empecé, pero él levantó una mano para detenerme.

—Escucha, sé que esto parece un desastre —continuó, pasándose una mano por el cabello, un gesto que hacía cuando estaba tratando de organizar sus pensamientos—. Pero quiero que entiendas algo, porque parece que James está empeñado en envenenar todo.

—¿Qué cosa? —pregunté, aunque ya podía imaginar lo que iba a decir.

Simón me miró a los ojos, directo y sin rastro de duda.

—No estoy aquí porque sea celoso, ni porque quiera controlar tu vida. Estoy aquí porque te prometí algo hace mucho tiempo, algo que también le prometí a James.

Fruncí el ceño, confundida.

—¿A James?

—Sí —respondió, dejando escapar un suspiro—. Él y yo… seguimos siendo amigos, aunque no lo parezca ahora. Hemos pasado por muchas cosas juntos, y no importa lo complicado que sea, sigo respetándolo. Fue él quien, un día, me lo pidió y ahora solo me culpa.

—¿Qué te pidió?

Simón hizo una pausa, como si estuviera eligiendo cuidadosamente sus palabras.

—Que te cuidara. Que me asegurara de que estuvieras a salvo, especialmente si alguna vez él no podía hacerlo.

—Ah, qué conmovedor —dijo con sarcasmo, apoyándose en el marco de la puerta— Ya le contaste nuestra gran historia de amistad, Simón. Te regalo un caramelo ahora por eso.

Simón no se movió, pero su expresión se endureció al instante.

—No tengo nada que esconder, James. Ella tiene derecho a saber la verdad, algo que tu no se la quieres dar.

—¿La verdad? —repitió James, dejando escapar una risa seca —. Claro, porque todo esto no tiene nada que ver con tus propios intereses, ¿verdad?

—Basta, James —dijo Simón con firmeza, su tono controlado pero lleno de advertencia—. No estoy aquí para competir contigo ni para lo que sea que te estés imaginando. Estoy cumpliendo con lo que me pediste.

—¿Lo que te pedí? —James arqueó una ceja, su voz teñida de incredulidad—. Ah, sí, la vieja promesa de cuidar de ella. Qué noble de tu parte, Simón, pero parece que llevaste ese mandato un poco demasiado lejos.

Intervine, incapaz de quedarme callada por más tiempo.

—¿Qué demonios significa eso, James? —pregunté, con la frustración creciendo en mi interior—. ¿Por qué siempre tienes que convertir todo en una pelea?

James se giró hacia mí, su mirada atravesándome como una cuchilla.

—Porque, querida, resulta que me molesta ver cómo alguien que se supone que era mi amigo usa mi ausencia para jugar al héroe contigo.

—¡Eso no es lo que está pasando! —exclamé, mis palabras saliendo antes de que pudiera detenerlas.

—No importa lo que digas, James —interrumpió Simón, dando un paso hacia él—. Sabes perfectamente que esto no tiene nada que ver con competir por ella. Estoy aquí porque tú me pediste que la cuidara, y eso es exactamente lo que estoy haciendo.

James dejó escapar un resoplido, una mezcla de burla y frustración.

—¿Y crees que eso te hace mejor que yo? —preguntó, con un tono bajo pero cargado de veneno—. Porque déjame decirte algo, Simón: no importa cuánto intentes protegerla, ella siempre será mía.

Esas palabras cayeron como un golpe, y sentí cómo mi cuerpo se tensaba.

—¡Yo no soy de nadie! —solté, mirándolo directamente a los ojos—. Ni de ti, ni de Simón, ni de nadie.

James me observó en silencio por un momento, como si mis palabras lo hubieran sorprendido. Pero en lugar de retroceder, su mirada se suavizó un poco, aunque seguía siendo intensa.

—Lo sé —dijo finalmente, su voz más baja pero no menos firme—. Pero no puedo evitarlo. No puedo dejar de sentir que te perdí.

Simón suspiró, rompiendo el momento.

—James, este no es el momento ni el lugar para esto. Si realmente te importa, deberías estar pensando en lo que es mejor para ella, no en tus propios sentimientos.

Por un segundo, James pareció considerar sus palabras, pero luego sacudió la cabeza, como si desechara la idea por completo.

—No me vengas con sermones, Simón. Ya has hecho suficiente. Y me voy, tengo que buscar a mi hija ya.

Y con esas palabras, se giró y salió de la habitación, dejando tras de sí una tensión que parecía imposible de disolver.

1
Nereida Hernández montes
Malo
Rosalia Gonzalez
Bueno
Ylsi Alvarez
Excelente
Joscarina Figueroa
Actualización
actualización
actualización
actualización
actualización
Joscarina Figueroa
Autora actualiza rápido por favor
Ashly Rijo: Chicas despacio. Es que trabajo y llego super cansada a casa. Pero os quiero por estar tan pendientes cada día. Me esforzaré un poco más.
total 1 replies
Joscarina Figueroa
Autora soy nueva lectora por favor actualiza rápido
Ashly Rijo: Ok jjjj.
total 1 replies
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