Mauricio Silva, un exitoso empresario de 38 años, se encontraba en una posición inesperada. Conocido en la alta sociedad por su inteligencia, carisma y atractivo, Mauricio había disfrutado de la vida de soltero por muchos años. Las cenas de gala, los eventos benéficos y las reuniones de negocios eran su hábitat natural. Sin embargo, su vida dio un giro radical cuando se convirtió en el tutor legal de Samanta Santos, la hija de su mejor amigo fallecido.Samanta, de 20 años, era todo un desafío. Conocida entre sus amigos y conocidos como el "demonio", no por maldad, sino por su espíritu indomable y travieso.
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Capítulo 4 : Conversación Reveladora
La cena había terminado y la tensión en el aire era palpable. Samanta se había retirado a su habitación, dejándolos solos en el comedor. Mauricio sabía que había llegado el momento de hablar con Tania sobre su comportamiento.
—Tania, necesitamos hablar sobre cómo has estado tratando a Samanta —dijo Mauricio con seriedad, mirando a Tania directamente a los ojos.
Tania suspiró y cruzó los brazos, claramente a la defensiva.
—¿Qué pasa con Samanta? ¿Por qué siempre estás del lado de ella? —preguntó, su voz teñida de resentimiento.
Mauricio frunció el ceño, intentando mantener la calma.
—No se trata de tomar partido. Se trata de tratar a las personas con respeto. Samanta está pasando por un momento difícil y necesita sentirse bienvenida aquí. He notado que no has sido muy amable con ella —dijo.
Tania soltó una risa sarcástica.
—¿Amable? Mauricio, ella es una intrusa en nuestra vida. Yo estaba bien contigo antes de que ella apareciera —respondió, claramente molesta.
—Tania, Samanta no es una intrusa. Es parte de esta familia ahora, y tenemos la responsabilidad de cuidarla. Si no puedes aceptar eso, tenemos un problema —dijo Mauricio, su tono firme.
Tania se quedó en silencio por un momento, evaluando las palabras de Mauricio. Finalmente, habló con una voz más suave.
—Está bien, quizás he sido un poco dura con ella. Pero es que todo esto me ha tomado por sorpresa. Un día estábamos bien y al siguiente, tienes a una adolescente viviendo con nosotros. Es difícil de manejar —admitió.
Mauricio asintió, entendiendo su punto de vista.
—Lo sé, Tania. Ha sido un gran cambio para todos nosotros. Pero necesito que entiendas que Samanta no eligió esto. Ella perdió a sus padres y ahora nosotros somos su familia. Tenemos que hacer lo mejor para ella —dijo.
Tania suspiró de nuevo, esta vez con resignación.
—Lo intentaré, Mauricio. De verdad lo intentaré. Pero también necesito que tú entiendas que esto ha sido difícil para mí. Siento que estoy perdiendo tu atención —dijo, su voz quebrándose un poco.
Mauricio sintió una punzada de culpa. No había considerado cuánto podría estar afectando todo esto a Tania.
—Lo siento, Tania. No quise hacerte sentir así. He estado tan enfocado en Samanta que no he prestado suficiente atención a tus sentimientos. Prometo que intentaré equilibrar mejor las cosas —dijo, acercándose a ella y tomando sus manos.
Tania asintió, apreciando el gesto.
—Gracias, Mauricio. Eso significa mucho para mí. Pero déjame preguntarte algo —dijo, mirándolo fijamente.
—Claro, dime —respondió Mauricio, un poco desconcertado.
—¿Será que te estás preocupando tanto por Samanta porque sientes algo por ella? —preguntó, su voz llena de curiosidad y un toque de celos.
Mauricio parpadeó, sorprendido por la pregunta.
—¿Qué? No, Tania. Samanta es solo una niña. Mi preocupación por ella es porque soy su tutor y quiero lo mejor para ella. No hay nada más —dijo, tratando de sonar convincente.
Tania lo miró, buscando señales de que estuviera diciendo la verdad.
—Espero que sea así, Mauricio. Porque si descubro que hay algo más, no sé cómo podría manejarlo —dijo, su voz temblando ligeramente.
Mauricio apretó sus manos con más fuerza.
—Te lo prometo, Tania. Solo quiero lo mejor para todos nosotros. Intentemos trabajar juntos para hacer de esta situación algo positivo —dijo, con la esperanza de calmar sus miedos.
Tania asintió, finalmente relajándose un poco.
—De acuerdo, Mauricio. Haré mi mejor esfuerzo —dijo, forzando una sonrisa.
Mauricio sintió una mezcla de alivio y preocupación. Sabía que las cosas no serían fáciles, pero estaba decidido a hacer todo lo posible para que funcionaran. Se acercó a Tania y la abrazó, deseando que sus palabras fueran suficientes para tranquilizarla.
Al día siguiente, Mauricio decidió hablar con Samanta sobre lo que había pasado.
—Samanta, necesito hablar contigo —dijo, entrando en su habitación.
Samanta levantó la vista de sus libros, preocupada.
—¿Qué pasa, Mauricio? —preguntó.
—Hablé con Tania anoche. Le expliqué cómo te has sentido y le pedí que intentara ser más amable contigo. Espero que las cosas mejoren a partir de ahora —dijo.
Samanta se sintió aliviada y agradecida.
—Gracias, Mauricio. De verdad, significa mucho para mí —dijo, sonriendo.
Mauricio le devolvió la sonrisa.
—No tienes que agradecerme. Solo quiero que te sientas bien aquí. Eres parte de esta familia y siempre lo serás —dijo, sinceramente.
Con esa conversación, Mauricio esperaba que las cosas finalmente empezaran a mejorar. Sabía que no sería fácil, pero estaba dispuesto a hacer todo lo posible para que todos en su hogar se sintieran felices y seguros.