Dalia es una mujer de carácter fuerte, a sus 23 años ella está dirigiendo la empresa familiar, su abuela que es la persona a la que más respeta le pide que se casé, pues quiere tener nietos. Dalia no está de acuerdo pero para complacerla decide casarse, aunque no será con cualquiera. Debe ser con alguien que ella pueda manejar.
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Capitulo 4
... Unas horas después, Eliseo regresa de la empresa. Dalia le habla cuando está por subir.
— Hermanito.
— ¿Qué quieres?
— Informarte sobre una decisión que tome.
— ¿De que se trata?
— De Maritza.
— Ya te dije que...
— Ella no sabe hablar con señas. Quiero que aprenda, y también quiero aprender.
— ¿Por qué me estás diciendo ésto?
— Ella teme que te enojes. Quiere tu permiso.
— ¿Y si es un pretexto para escapar?
— Yo voy a ir con ella. Y si aún no estás tranquilo, puedes mandar a uno de tus hombres con nosotras.
— No. Haré algo mejor.
— ¿Qué?
— Le contratare una profesora.
— Eres el colmo.
— ¿Ahora cuál es el problema?
— El problema es que la tienes encerrada. Maritza no es tu prisionera.
— Es mi esposa. Y no planeo ser el marido imbécil al que abandonan. — Elíseo sube a su habitación. Maritza está leyendo, ella lo escucha entrar y se levanta rápidamente. — Hola. — El se acerca e intenta besarla, ella lo evade. — Dalia me contó sobre las clases de señas. — Maritza toma su libreta.
"¿Me vas a dejar?"
— Voy a contratar una maestra.
"No es necesario. Puedo ir a las clases en grupo, son más económicas"
— ¿Quieres ver a otro hombres? ¿Es eso? — Ella niega rápidamente. — No vas a salir de esta casa. ¿Entiendes? — Maritza sale corriendo de la habitación.
... Maritza busca a Dalia y le cuenta lo que Eliseo le dijo.
— Lo siento. No puedo hacer otra cosa por ti.
"Gracias de todos modos."
... Unos meses después, Maritza y Dalia terminan su curso. Ambas están muy contentas, ahora se pueden comunicar por medio de señas.
— ¿Quieres ir de compras? — Pregunta Dalia.
— Eliseo no me deja.
— Yo hablaré con el.
— No creó que te escuché.
— De todos modos lo voy a intentar. — Justo en ese momento se aparece Eliseo. Dalia se pone en frente de el. — Hola.
— ¿Está vez que es?
— Maritza y yo terminamos el curso. Queremos ir de compras. ¿Podemos?
— Vicente.
— Dígame señor.
— Manda a traer ropa de las mejores boutiques de la ciudad.
— Está bien señor. Con permiso.
— Problema resuelto hermanita. — Dalia lo mira con resentimiento. Maritza por otro lado evita verlo.
— Tú eres...
— Querías comprar, ¿No? Ya está. — El sube a su habitación tranquilamente.
— Te dije que no aceptaría.
— Parece que ahora lo conoces mejor que yo.
— Supongo.
... Un mes después, Dalia y Maritza arman un plan para que ella se escape de la casa. Pues sigue sin querer estar con Eliseo. Todo está resuelto, la vez pasada la descubrieron por qué el auto tenía GPS, ahora tomará un taxi.
— No tengo dinero en efectivo. Pero mis joyas valen mucho. Llévalas contigo.
— No puedo aceptarlas.
— Si te divorcias te corresponde la mitad de los bienes de mi hermano, por ahora no puedes, así que toma ésto.
— Gracias por todo. Eres una gran mujer. — Dalia abraza una última vez a su cuñada, le pide que se cuide y tenga una vida bonita. Maritza le agradece por todo y sale de la casa.
Dalia hace que se vaya la luz por unos minutos, tiempo suficiente para que Maritza se escape.
Unas horas después, todo el personal está buscando a su cuñada, su hermano está furioso por la ineptitud de todos sus empleados. En ese momento Dalia ni se aparece por su cara.
Los días pasan y la búsqueda continúa. Eliseo se ve muy deprimido, Dalia incluso llega a sentir lastima por su hermano, pero sabe que el se lo busco, no debió tratar a Maritza cómo su objeto.
— Señorita. Su hermano quiere hablar con usted. — Dalia toma aire y va a la habitación de el.
— ¿Querías verme?
— ¿Ayudaste a mi esposa?
— No.
— No te creó. En esta casa, sólo tu tienes el valor para desafiarme. — Dalia no le ve sentido a seguir mintiendo.
— Tienes razón. Lo hice.
— ¿Por qué? — Eliseo avienta el vaso de vidrio que tiene en la mano. Ella se mueve para no ser golpeada.
— Por qué eres un animal. Desde el primer día trataste a Maritza cómo a un objeto, la tuviste encerrada por más de 11 meses, y quién sabe cuántas porquerías le hiciste en ese tiempo.
— No le hice nada.
— Eso que te lo crea nuestra abuela. Yo sé que la tocabas sin su consentimiento.
— ¿Ella te lo dijo?
— Viendo su apariencia lamentable, no me era difícil sacar conclusiones.
— Sacaste las conclusiones equivocadas. Yo no abusaba de mi esposa.
— Dile esas mentiras a Elisa, sólo ella te creería.
— Te estoy diciendo la verdad, ella tenía sexo conmigo por gusto.
— Ella te odia. Si tenía sexo contigo seguramente era por miedo.
— No quiero seguir hablando de eso. Dime dónde está.
— No se.
— Dalia no te atrevas a mentirme.
— No miento. La ayude a escapar, pero nunca le pregunté a dónde se iría.
— Te crees muy asusta. Pero déjame decirte que muy pronto la voy a encontrar, la voy a traer de regreso, y haré con ella todo lo que quiero.
— ¿Por qué no la dejas en paz? Dale el divorcio y búscate a otra.
— No. Yo nunca podré querer a otra.
— ¿Querer? No me hagas reír. Tu no quieres a Maritza.
— Si la quiero.
— Si la quisieras no la habrías comprado.
— Lo hice por su bien. Su padre se la hubiera vendido a cualquier otro. Y no exactamente para matrimonio.
— ¿Qué quieres decir?
— Me la ofreció cómo amante. Y quién sabe a cuántos más. — Dalia abre los ojos con sorpresa. — Tú me consideras de lo peor. Pero no lo soy, yo le di mi apellido por qué la quiero, y quería protegerla de otros hombres. Si quieres hacer lo mismo, dime dónde está.
— No lo sé.
— Señor. La encontramos. — Vicente entra sin tocar.
— ¿Dónde está?
— Aquí, ya la trajeron. — Eliseo quiere ir en seguida.
— Espera. — Dalia se para frente a el. — Si de verdad la quieres, no la trates cómo un objeto. Demuéstrale que la extrañaste, no le grites y mucho menos le levantes la mano.
Eliseo hace a su hermana a un lado y baja corriendo. Maritza tiene mucho miedo, sobre todo cuándo ve que todos los empleados se van y los dejan solos.
— ¿Dónde estuviste? — Ella no le responde. — De todos modos me voy a enterar. — Eliseo le acerca la libreta y el lapicero.
"Estuve en un hotel."
— ¿Con quién?
"Sola, te lo juro." — El la ve temerosa y piensa en lo que le dijo su hermana.
— Ve a dormir. — Maritza lo observa aún temerosa. — ¿No me escuchaste? VETE A DORMIR. — Ella sube corriendo.