Tan Frío Como La Nieve

A partir de ese día, Mariana comenzo a azotarlo más seguido, cualquier excusa era suficiente para azotarlo durante largo tiempo. Usualmente Adrían se desmayaba despues de un tiempo, y siempre despertaba en el piso de su habitación.

Mariana cada notó que cada vez que lo golpeaba Adrían ya no lloraba en silencio, solo se limitaba a esperar que se detuviera o que el dolor lo hiciera perder la conciencia.

Ella solo queria verlo sufrir y su que le suplicara que se detuviera, más sin en cambio el lloraba pero jamás le suplicó tal cosa, ella veía que cada vez que lo azotaba la mirada de Adrían poco a poco perdía la poca luz que le quedaba a esos hermosos ojos grises que se empezaban a tornar negros. Más ella no paraba, todo lo contrario, cada vez lo azotaba más y más fuerte para terminar por apagar la esperanza de Adrían.

Ella gozaba con el dolor que le causaba, más a ún que parecía que sus heridas curaban más rapido de lo normal, a esta altura cualquier ser humano normal hubiera muerto.

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Un día Mariana tenía una reunión con unos de sus socios en ciudad Dragón, ella era dueña de 2 cafeterías, 1 tienda de vestidos y una joyería. Ella emprendería un viaje de 2 día a la ciudad para ello, así que mando a llamar a Adrían.

-Buenos días mi señora, ¿Me mando a llamar? Dijo Adrían tras tocar la puerta.

- Si, entra.- Dijo mientras despegaba la mirada de unos papeles que necesitaba revisar para la reunión.

-Necesito que me acompañes a Ciudad Dragón. Obviamente fingirás estar enfermo en cuanto lleguemos ahí, no quiero que nadie te vea en ese horrible estado.

-Solo necesito que sepan que fuiste conmigo y nada más, no quiero que algún noble entrometido venga a buscarte en mi ausencia para cread lazos contigo.

Adrían agacho un poco la cabeza y dijo.-Si es lo que mi señora desea lo hare.- Antes de salir de la oficina volvió a hablar.

-¿En cuanto tiempo partiremos?

-Mañana al medio día, así que necesito que te des prisa de acomodar lo que llevaremos para el viaje.

-Si eso es todo mi señora, entonces me retiro.- hizo una reverencia y salió de la habitación.

Al terminar sus deberes subió a su habitación y preparó su baño, se desvistió y se observo al espejo completamente desnudo. Las heridas de los azotes ya estaban cerrando, miró más de cerca completamente extrañado de que no tuvierá cicatrices en toda la espalda, pecho y piernas por heridas provocadas por sus padres, solo estaban las heridas más recientes.

Despues de revisar el se contemplo, tenía el cuerpo bien formado, un abdomen marcado pero sin ser exagerado, unas piernas con músculo sin llegar a ser exagerado, tenía buenas proporciones y el lo sabía.

A lo largo de su vida le hicieron saber que no era así, que era un niño horrible, el estaba seguro que no era cierto ya que de vez en cuando se miraba a un espejo y podia ver sus ojos de un hermoso color gris casi blanco, y sus mejillas algo delgadas por la desnutrición pero rollizas.

Aunque ahora que miraba, sus ojos se estaban tornando negros, y de aquellas mejillas sonrosadas solo quedaba una piel pálida y sin vida.

Entendió que asi era ya que se estaba acabando su fuerza para vivir, ahora solo estaba sobreviviendo, escapando de las garras de un inminente final.

Normalmente la habitación de Adrían era oscura, sin un solo rayo de luz, las cortinas eran gruesas y en la noche todo se veia cual boca de lobo, una persona normal no vería ni la punta de su nariz, pero para Adrían era fácil moverse en ella, estar en esa habitación le traía paz y solamente escuchaba los latidos del corazón.

A medida que cerraba su corazón, pudo sentir que otra puerta se abría, al principio tuvo miedo ya que no sabia que saldría de ahi. Pero entre más pasaba el tiempo, ya no temia lo que habia dentro, solo esperaría a que aquello saliera solo.

Al terminar sus tareas al día siguiente, solo quedaba emprender el viaje. Ambos subieron al carruaje y se alejaron de la mansión, era un día otoñal, frio, anunciando la llegada del invierno.