Sofia acaba de divorciarse luego de un matrimonio tranquilo en el que la falta de comunicación entres ella y su exesposo Erik los llevo al divorcio. En esta etapa de su vida ella decide renacer y hacer todas esas cosas que nunca hizo por lo que primero empieza con un nuevo trabajo.
Alessandro es el nuevo jefe de Sofia, el ayuda a la mujer a mejorar cada día mientras que poco a poco se va acercando a ella con el fin de no dejarla jamás.
NovelToon tiene autorización de Paola Alejandra Paolini para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
capitulo 21 mas 21
Caminamos de la mano hasta donde está su motocicleta. Al estar descalzos el me ayuda a colocar mis zapatillas luego de el mismo ocuparse de las suyas.
Nuevamente me ayuda a trepar la enorme bestia que es su moto y cuando se pone al volante enseguida lo rodeo con mis brazos. Arranca y conduce de nuevo a la ciudad pasando por calles silenciosas al ser muy entrada la noche, no me había percatado de la hora, pero al parecer ya es media noche.
—El café lo tomamos en mi departamento —dice cuando estamos parados en una esquina con semáforos.
—Donde te sientas cómodo —digo sin dejar de sostenerme a él.
Con un nuevo rugido de la motocicleta al ponerse en marcha, acelera las ultimas cuadras y pronto me ayuda a descender para guiarme atreves del gimnasio a su departamento.
Traspasando una puerta pulida de madera nos encontramos en una sala pequeña con un mueble donde deja las llaves y me indica que me adelante. Miro todo a mi alrededor notando lo acogedor que es para tratarse de un departamento de hombre.
El recibidor dar lugar a una sala de estar con un sillón de varios cuerpos rodeado de otros más pequeños, todos guiados hacia una chimenea que se encuentra apagada ya que estamos en verano. Los muebles muestran una estantería repleta de libros y otra con puertas serradas. Girando a mi derecha puedo ver un pasillo y lo que parece ser una cocina que se comunica con la sala. Como separación hay una barra de desayuno con dos banquetas. La cocina se la ve digna de un chef. Al acercarme puedo notar innumerables electrodomésticos y una heladera de dos puertas que me causan intriga y envidia por parte iguales.
Sobre un mármol negro brilla una cocina donde su fino metal brilla reluciente. Mas abajo, empotrado en el mueble se puede ver el vidrio espejado de un hermoso horno. Ya me imagino cocinando nuestras cenas, pero tengo que borrar esos pensamientos porque no se si el querría verme cocinar en su espacio para él.
—Tu departamento es hermoso —alago sin dejar de ver las puertas pulidas de los muebles de su fantástica cocina.
—Gracias, entonces... ¿Café? —pregunta.
—Claro —murmuro y me acomodo en una de las banquetas para ver cómo se maneja en su espacio personal, imaginándolo hacer esto diariamente.
Se mueve con comodidad por todo el espacio y cuando ya tiene dos relucientes y humeantes tazas de café, se dirige a mi posición con tazas en mano. Coloca una frente a mí y deja la otra cerca de la mía para colocar su perfecto y enorme cuerpo en la banqueta libre.
Sorbo tras sorbo solo nos observamos como si ambos estuviéramos evaluando quien tirara la primera piedra. Cuando esta batalla de miradas ya me esta ganado suspiro.
—Y bien... —murmuro.
—Y bien... —repite.
—¿Como estas seguro de que lo que te gusta en el campo... mmm... sexual, digamos, tiene que ver con el sadomasoquismo? —pregunto yendo directo al grano.
—Buena pregunta... en realidad como ya sabrás tengo poca experiencia en cualquier ámbito sexual, pero se muy bien lo que necesito cuando siento deseo —finalia alargando su mano, pasando uno de sus dedos por mi brazo.
Mi piel se extrémese por el tacto y siento ese cosquilleo que me llega hasta en lo profundo de mi ser. Dios, si solo con un roce me pone cachonda, como será cuando por fin podamos superar todas las metas que tenemos en camino.
—Y... ¿Qué es lo que necesitas? —pregunto en un susurro viendo como su dedo sigue trazando mi piel.
—Necesito tener el completo control —responde dejando que su aliento erice mi piel.
Esta sentado al lado mío y se puede afirmar que su único tacto es ese simple baile que hace su dedo en mi brazo, pero esa respuesta me llego tan directa que siento toda la piel estremecerse y cuando nuestras miradas se encuentras siento el deseo repentino de caer a sus pies y cumplir con todas sus peticiones.
—ok... bueno... debo admitir que no estoy muy familiarizada con todo ese tipo de cosas, pero me gustaría que nos informemos y exploremos —murmuro tomando con seriedad sus necesidades.
—¿Me estás diciendo que estas dispuesta a explorar tus límites y dejar hacer de ti lo que se me antoje? —pregunta y puedo notar cierta esperanza en su voz.
—Si, algo así —confirmo—. Confió en ti.
—¿Como puedes hacerlo? —la incredulidad esta plasmada en esa simple pregunta.
—No hace mucho que nos conocemos y desde que estoy contigo solo me has cuidado, me has ayudado y sobe todo has respetado mis espacios —murmuro.
—No creo que te haya respetado mucho cuando me estaba... bueno ya sabes... —balbucea tan tierno que no me cabe la idea de su rudeza mesclada con esa inseguridad que muestra a veces.
—¿Masturbándote? —pregunto a lo que la suelta una respiración profunda—. Para mí fue una especie de elogio y creo haberte pedido dejarme ver cómo te tocas si yo no puedo ser la que lo hace.
—¡Dios! Lo dices como si fuera cualquier cosa —exclama sorprendido, pero mirándome de pronto con esa mirada hambrienta que quisiera que desate verdaderamente.
—Confió en ti —repito—, no te diría lo que pienso si no fuera así —admito trato de tocar su brazo, al comienzo se sobresalta con mi tacto, pero luego se relaja y me deja hacerlo.
—Me siento verdaderamente cómodo contigo —murmura luego de un silencio que ambos disfrutamos de las caricias que nos propiciamos—. Podría pasar un dia completo solo así —resalta el hecho de que no hemos dejado de acariciarnos tiernamente sin involucrar palabras y realmente se siente cómodo.
—Me gusta estar contigo de cualquier forma... —aunque quisiera explorar un poco más, me guardo ese pensamiento porque si el piensa que me espanta con sus deseos, yo puedo espantarlo con mis pensamientos.
No recuerdo cuando fue la última vez que me sentí tan libertina hacia otro hombre; ni con mi ex llegue a sentirme tan necesitada de complacerlo verdaderamente, pero acá estoy teniendo pensamiento que nunca creí llegar a tener.
—¿Me dejarías intentar algo? —pregunta.
—Si, sabes que si —digo esperanzada de que se quite los pantalones y me deje ver como acaricia su enorme eje mientras yo me preguntó si entrara completamente en mí.
Uff... un cosquilleo me invade de repente y mis mejillas arden con ese pensamiento. Suerte que el salió por el pasillo que comunica con el resto del departamento sin ver el bochorno reflejado en mi rostro.
Al cabo de un momento lo veo regresar con algo que parece ser unos pañuelos de sedas e inmediatamente me imagino atada. Mi núcleo late ante la expectativa de estar completamente a su merced, a su antojo.
—¿Puedo atarte? —pregunta y como respuesta solo tiendo mis manos hacia él.
La sonrisa que ocupa su cara me hace prometerme tratar siempre de que su rostro luzca así, siempre. Sonriente.
Toma una de mis manos entre las suyas y enseguida se nota la diferencia en el tamaña, siendo la suya mucho más grande que la mía y además el color que contrasta con el mío. Siento que somos la mezcla perfecta, el con su piel dorada y yo con la mía clara como la crema.
Luego de dejar un delicado beso entre mis nudillos, camina hacia mi espalda y ata ambas manos detrás. Luego vuelve en frente de mí y procede a estudiar cada parte expuesta de mí. No es mucha porque estoy completamente vestida, pero eso no impida que sus manos acarician mis curvas y luego arrodillándose a mis pies, acaricia primero uno de mis tobillos y se encarga de lentamente de quitar me zapatilla. Saca otro de sus pañuelos que ocultaba en el bolsillo de su pantalón y ata mi tobillo con él.
Procede hacer el mismo tratamiento con mi otro pie para después ocupar nuevamente el lugar en frente de mí.
—¿Te gusta lo que ves? —pregunto.
—No hables a menos que te lo pida, no me miras, baja tu mirada a tus rodillas y respondiendo a tu pregunta, si me encanta tenerte atada —su tono es medido y relajado, nada que ver con mi corazón que late desenfrenado mientas obedezco y miro mis rodillas—. Buena chica —elogia y me acaricia la cabeza como si fuera un animal, una perra, la suya más específicamente—. Ahora necesito tu permiso para tomarte una fotografía, puedes responderme con palabras.
—Puedes hacerlo, señor —murmuro y siento la necesidad de ver su reacción. El gemido que salió de su garganta al escuchar mi respuesta me tienta a mirarlo, pero no lo hago, soy una niña obediente.
El clic de su teléfono me anuncia que ya ha tomado la fotografía y me duele la nuca por querer ver que hace. Mas solo mantengo la posición prometida, esperando por nuevas indicaciones.
—Por ser una niña muy obediente y cumplir con este deseo mío te dejare levanta la mirada para que recibas tu premio —dice.
Ni lerda ni perezosa levanto la mirada, me encuentro con la suya, pero inmediatamente el pecho de su fuerte cuerpo ocupa su lugar. Casi tiemblo de emoción cuando veo claramente sus intenciones. Sus brazos a un palmo de mi conducen sus manos a sus pantalones. Levanto la mirada hacia sus ojos que me miran con apremio mientras sus dedos recorren el camino que traza la cremallera de su pantalón.
Vuelvo la mirada a la fuete de todos mis deseos donde quisiera tener una moneda para ser partícipe de este cuento y pedir para que este momento se repita miles de veces.
Con la destreza que lo caracteriza, su riguroso miembro aparece ante mí, relamo mis labios, mientras reprimo un gemido de deseo y remuevo mis caderas en mi lugar al sentir que el calor se incremente entre mis piernas.
Sus manos llegan como paños de calor a cubrir su eje y masajearlo para mi completo deleite. Sus gemidos rompen el silencio y me siento remover cuando mi propia humedad hace notar que mi deseo crece tanto como el de él.
Sus manos se mueven sobre sí mismo con una rudeza lúdica, mientras sus gemidos acompañan los movimientos. Me encuentro estirándome hacia su deseo, tratando de llegar a él y tenerlo lo más cerca posible. Mi boca se abre invitándolo a que entre, pero él se aleja sin dejar de gestionar sus movimientos frenéticos que me hacen gemir de deseo y frustración.
—¿Te gusta lo que ves? —su voz ronca rompe los gemidos que salen de su garganta.
—Si, señor —respondo.
—¿Lo quieres en tu boca? —gimo ante sus palabras sin dejar de ver como sus manos fuertes estrangulan su tersa piel.
—Si, señor —respondo igual de codiciosa.
—¿Me quieres en tu garganta?
—Si, señor —a esta altura mis caderas danzan sobre la silla, necesitando un alivio que está muy lejos de llagar.
—Pues se una buena niña y quédate quieta —dice y casi llorando hago lo que me pide y todos mis movimientos cesan. Prácticamente soy una estatua. Una que chorrea ante su macho aquí presente—. Me vuelve loco tu obediencia.
—Soy toda tuya, señor —respondo.
—Recibe tu premio, buena niña —dice y toma mi cara, coloca su mástil entre mis labios expectantes—. Respira —murmura con voz torturada y de una sola estocada apuñala mi garganta.
¿Respirar? Ya quisiera yo.
Semejante bastón de carne corta de forma inmediatita todas mis ansias de aire puro. Lágrimas de ahogo caen por mis mejillas mientras machaca la profundidad de mi cuello. A pesar de sentirme completamente asfixiada logro soltar un gemido a lo que parece enloquecer porque sus movimientos se vuelven más precisos y frecuentes y cuando parece que no va a terminar jamás, que no volveré a respirar jamás en la vida, lo saca completamente de mí. Tomo una rápida exhalación e inhalación para respirar agitadamente, sus labios devoran los míos y se aparta nuevamente dejando un hilo de saliva que se rompe enseguida cuando su carnosidad vuelve a irrumpir en mi cavidad bucal.
Bendito Dios regreso tu inspiración y t reseteaste después con esos días d bloqueos q tuviste felicidades