Ariadna Callis, una joven de 16 años con una personalidad vibrante y un cuerpo que desafía los estereotipos, vive entre las constantes travesuras de sus hermanos mayores, Nikos y Theo, y el caos del último año de preparatoria. Aunque es fuerte y segura, Ariadna no está preparada para la entrada de Eryx Soterios, un joven de 18 años recién llegado al pueblo.
Eryx, reservado y enigmático, carga con un pasado oscuro que lo ha dejado lleno de resentimientos. Su aparente frialdad se convierte en un desafío para Ariadna, quien no teme a sus respuestas cortantes ni a su actitud distante. Sin embargo, cada encuentro entre ellos desata emociones contradictorias que ninguno puede ignorar.
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Capítulo 24: Promesas bajo el cielo estrellado
El jardín estaba en completo silencio, salvo por el suave canto de los grillos. La confesión y el beso que acababan de compartir habían dejado a Ariadna y Eryx en un estado de calma inexplicable, pero también de incertidumbre. Ninguno quería romper el frágil momento, como si temieran que al hablar la magia se desvaneciera.
Ariadna se apoyó en la barandilla del balcón, sus ojos fijos en las estrellas. Sentía que el universo era más vasto y más brillante de lo que había sido nunca. Por primera vez, su corazón no solo latía con fuerza, sino con un propósito. Pero también había preguntas que no podía ignorar.
—Eryx —dijo finalmente, sin mirarlo directamente—, ¿y ahora qué?
Él estaba de pie detrás de ella, mirándola con una mezcla de devoción y conflicto. Su mandíbula se tensó mientras buscaba las palabras adecuadas.
—No lo sé —admitió, acercándose un poco más—. Esto es... complicado.
Ariadna soltó una risa suave, pero sin alegría.
—Eso es quedarse corto. Mis hermanos jamás lo aceptarían, Eryx.
Él suspiró, sabiendo que tenía razón. Nikos y Theo no eran solo hermanos protectores; eran territoriales. Y aunque nunca había sido particularmente cercano a ellos, sabía que lo veían como alguien más mayor, alguien que no debía involucrarse con su hermana pequeña.
—No quiero que esto sea un problema para ti —dijo Eryx con voz firme, aunque sus ojos traicionaban su inseguridad—. Si te sientes insegura, si esto te hace sentir mal...
Ariadna lo interrumpió, girándose para enfrentarlo.
—No digas eso. No quiero que te alejes, Eryx. Lo que siento por ti... es demasiado importante para mí.
Eryx quedó en silencio, sorprendido por su sinceridad. Esa era una de las cosas que más admiraba de ella: su valentía para decir lo que sentía, incluso cuando era difícil.
—Entonces tenemos que ser cuidadosos —dijo finalmente, su voz más suave—. Por ahora, esto debe ser nuestro secreto.
Ariadna asintió lentamente, entendiendo que no tenían otra opción.
—Está bien. Pero prométeme algo.
—¿Qué cosa? —preguntó Eryx, acercándose aún más.
Ella lo miró fijamente, con sus ojos brillando bajo la tenue luz de la luna.
—Prométeme que esto no es solo un impulso, que no te arrepentirás mañana.
Eryx la tomó suavemente por las manos, inclinándose hacia ella hasta que sus frentes casi se tocaban.
—Te lo prometo, Ariadna. No hay nada impulsivo en lo que siento por ti. He luchado contra esto durante semanas, pero ya no puedo seguir negándolo.
Las palabras de Eryx eran un bálsamo para el corazón de Ariadna, disipando los miedos que había acumulado desde que se dio cuenta de sus sentimientos.
Se quedaron así, en silencio, sosteniéndose mutuamente como si el mundo alrededor no existiera. Pero esa burbuja de intimidad se rompió cuando ambos escucharon un ruido en la casa.
—¿Qué fue eso? —preguntó Ariadna en un susurro, mirando hacia la puerta del balcón.
Eryx se tensó inmediatamente, sus instintos de protección activándose.
—Quédate aquí —ordenó, avanzando hacia la puerta.
—Eryx, no...
Pero él ya había salido, caminando con cautela hacia el pasillo. El sonido se repitió, esta vez más claro: pasos, como si alguien bajara las escaleras.
Eryx frunció el ceño. Era tarde, y todos deberían estar durmiendo. Avanzó en silencio, bajando las escaleras con cuidado. Cuando llegó al pie de la escalera, vio una figura en la cocina.
—¿Theo? —preguntó, aliviado al reconocer al hermano de Ariadna.
Theo se giró, claramente sorprendido.
—¿Eryx? ¿Qué haces levantado a esta hora?
Eryx improvisó rápidamente.
—No podía dormir. ¿Y tú?
Theo levantó una bolsa de pan y un tarro de mermelada.
—Tenía hambre. ¿Y Ariadna? Pensé que la había visto en el balcón.
Eryx mantuvo su expresión neutral, pero por dentro sintió cómo su corazón daba un vuelco.
—Sí, creo que estaba ahí hace un rato —respondió casualmente—. Probablemente ya se haya ido a dormir.
Theo lo miró por un momento, como si intentara leer entre líneas, pero finalmente asintió.
—Bueno, yo vuelvo a mi cuarto. Nos vemos en la mañana.
—Claro. Buenas noches, Theo.
Eryx esperó a que Theo desapareciera antes de subir de nuevo al balcón. Cuando llegó, encontró a Ariadna esperando ansiosamente, su rostro lleno de preocupación.
—¿Todo bien? —preguntó, casi sin aliento.
Eryx asintió, relajándose al verla.
—Sí. Era Theo. Solo fue a buscar algo de comer.
Ariadna dejó escapar un suspiro de alivio.
—Eso fue demasiado cerca.
Eryx esbozó una leve sonrisa, acercándose a ella.
—Tendremos que ser más cuidadosos, ¿recuerdas?
Ariadna asintió, pero su mirada seguía siendo seria.
—¿De verdad crees que esto puede funcionar, Eryx?
Él no respondió de inmediato. En lugar de eso, tomó su mano y la sostuvo con firmeza.
—No tengo todas las respuestas, Ariadna. Pero lo que sé es que no quiero rendirme antes de intentarlo.
Sus palabras, aunque simples, llenaron a Ariadna de una esperanza que no sabía que necesitaba.
—Entonces lo intentaremos juntos —dijo ella, con una pequeña sonrisa.
Eryx asintió, apretando su mano suavemente.
—Juntos.
Y así, bajo el cielo estrellado, sellaron un pacto silencioso. No sería fácil, pero ambos estaban dispuestos a luchar por lo que sentían. Porque, aunque el camino estaba lleno de obstáculos, el amor que compartían era más fuerte que cualquier temor.