En un mundo dominado por vampiros, Louise, el último omega humano, es capturado por el despiadado rey vampiro, Dorian Vespera. Lo que comienza como un juego de manipulación se convierte en una relación compleja y peligrosa, desafiando las reglas de un imperio donde los humanos son solo alimento. Mientras Louise lucha por encontrar a su hermana y ganar su lugar en la corte, su vínculo con Dorian pone en juego el equilibrio del reino, arrastrándolos a ambos hacia un destino oscuro y profundo, donde la lealtad y el deseo chocan.
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la aceptación del imperio
La noticia del compromiso entre Dorian y Louise había recorrido el imperio rápidamente, generando no solo asombro sino también una mezcla de especulación y escepticismo. Aunque el título de prometido del rey otorgaba a Louise un estatus importante, la aceptación del imperio, sobre todo de los altos mandos y la nobleza vampírica, no era algo que se pudiera asegurar con solo un título. Louise, consciente de la fragilidad de su posición, sabía que debía moverse con cautela, pero también con decisión. Su misión era clara: si iba a ganarse la confianza de los que rodeaban a Dorian, tendría que demostrar su valía de manera visible y efectiva.
La situación con Magnus, aunque temporalmente apaciguada, había dejado un vacío de poder y una tensión persistente entre las facciones. Louise notaba que cada conversación, cada reunión en la corte estaba marcada por una tensión sutil, como si todos esperaran el próximo movimiento. Aprovechando su nueva posición, empezó a involucrarse de forma activa en los asuntos estratégicos y logísticos, buscando entender más a fondo las necesidades del imperio y las inquietudes de sus habitantes. En cada consejo y reunión, Louise se mantenía al tanto de los problemas que aquejaban a los territorios y cuando tenía oportunidad, sugería mejoras que fueran de beneficio para todos.
Dorian, observando desde la distancia, aprobaba esta iniciativa de Louise. Su confianza en él había crecido y aunque en ocasiones una chispa de posesividad y celos intentaba nublar su juicio, sabía que el papel de Louise en la corte estaba siendo bien recibido por algunos de los oficiales. -Louise,- le dijo una noche mientras caminaban por los jardines de palacio, -has captado la atención de muchos aquí. Incluso mis generales parecen tomarte en serio, lo cual no es fácil de lograr.-
-Es lo que quiero,- respondió Louise, manteniendo su mirada fija en el horizonte. -No soy solo una figura decorativa. Si voy a estar a tu lado, necesito demostrar que puedo hacer más, que mi lugar en el imperio tiene un propósito.-
Las palabras de Louise eran sinceras, aunque parte de esa sinceridad residía en la necesidad de encontrar a su hermana, otra parte surgía del deseo de pertenecer, de sentirse útil en un mundo que en otro tiempo lo habría rechazado. A medida que pasaban los días, los soldados y oficiales empezaron a notar su compromiso. Louise se presentaba en reuniones militares, revisaba informes de batalla y compartía su visión sobre cómo mejorar las defensas. Se ganaba el respeto no solo con sus ideas, sino con su disposición a escuchar y adaptarse, algo que contrastaba con la actitud autoritaria que muchos vampiros de la corte mostraban.
Un día, durante una reunión de consejo en la que se discutían nuevas estrategias para enfrentar a las fuerzas aliadas de Magnus y el otro imperio, Louise tomó la palabra. Había estudiado los movimientos de sus enemigos y propuesto una serie de estrategias defensivas, aunque arriesgadas, mostraban una comprensión táctica de la situación. Su propuesta incluía reubicar algunas tropas para asegurar áreas vulnerables y reducir el número de ataques frontales, en favor de tácticas más discretas y efectivas. -Si queremos proteger al imperio, debemos ser inteligentes, no solo fuertes,- dijo, mirando a cada uno de los presentes en la sala.
Al principio, algunos oficiales se mostraron escépticos. Sin embargo, cuando Dorian respaldó las palabras de Louise, la resistencia fue disminuyendo. La nobleza y los militares empezaron a ver en Louise no solo al prometido del rey, sino a alguien con capacidad de liderazgo y visión estratégica. Los días siguientes fueron una prueba para él, ya que muchas miradas lo seguían, evaluando cada uno de sus movimientos y palabras. Pero Louise no se dejaba intimidar, sabía que este era un paso necesario en su plan para ganarse el respeto y la confianza de aquellos que lo rodeaban.
Mientras tanto, Dorian observaba este progreso con orgullo y recelo. Si bien se complacía al ver que Louise tomaba en serio su papel en el imperio, una parte de él temía que este crecimiento pudiera despertar ambiciones oscuras en los demás. La situación con Magnus aún era un tema delicado y la amenaza de una alianza externa seguía siendo inminente. Sin embargo, Dorian se resistía a frenar el avance de Louise. Lo que comenzó como una estrategia para mantenerlo bajo su control, ahora se había transformado en una especie de fascinación: ver cómo Louise crecía, cómo su influencia en la corte aumentaba.
Una noche, en una celebración oficial en el palacio, varios nobles se acercaron a Louise, reconociendo su reciente aporte a la seguridad del imperio. Louise, manteniendo su compostura, aceptó las felicitaciones y aprovechó cada oportunidad para cimentar su lugar en la corte. Las palabras de aliento y los gestos de aprobación lo fortalecían, pero también le recordaban la necesidad de avanzar con cautela.
Durante la misma celebración, un general de alto rango, uno de los más cercanos a Dorian, se acercó a Louise y con una mirada respetuosa, le dijo:
-Nunca imaginé que un humano pudiera aportar tanto a nuestra estrategia militar. Tienes una visión que muchos aquí necesitamos. El imperio está en buenas manos si decides quedarte.-
Ese comentario no solo fue un reconocimiento, sino también una prueba de que, poco a poco, Louise estaba logrando lo que había planeado. Sin embargo, este ascenso no estaba libre de consecuencias. Los rumores en la corte empezaban a crecer, algunos cuestionaban la influencia que Louise podía tener sobre Dorian. Las facciones en el imperio que aún eran leales a Magnus, aunque en silencio, comenzaban a inquietarse ante el papel que Louise estaba desempeñando y la posibilidad de que él fuera un obstáculo en sus propios planes de usurpación.
Louise sabía que estaba caminando sobre una línea delgada, pero eso no le impedía seguir adelante. La aprobación que iba ganando no solo lo acercaba a su meta de encontrar a su hermana, sino que también consolidaba su posición como alguien valioso para el imperio. En los días que siguieron, fue invitado a más reuniones y comenzó a ser incluido en decisiones importantes que afectaban a la nación. Cada paso era una victoria, y aunque Dorian seguía celoso de cualquier atención que recibiera Louise, también reconocía el valor de tenerlo a su lado.
La aceptación del imperio no era algo que se ganara fácilmente, pero Louise, con su inteligencia y determinación, estaba logrando lo imposible. Aunque algunos aún desconfiaban de él, su influencia se hacía evidente. La resistencia de los nobles más recelosos disminuía y aquellos que una vez lo consideraron una amenaza para el trono ahora lo veían como una figura que fortalecía al reino.
No obstante, esta creciente influencia también traía consigo nuevas amenazas. La facción de rebeldes que aún apoyaba a Magnus empezaba a organizarse a escondidas, buscando una oportunidad para desestabilizar el reino. Louise era consciente de que su papel en la corte lo hacía un blanco, pero no permitiría que eso lo detuviera. Mientras tanto, Dorian, aunque satisfecho con los avances de Louise, no podía evitar sentir una preocupación creciente por su seguridad. Sabía que había enemigos en las sombras y si bien, él mismo estaba dispuesto a proteger a Louise con todo lo que tenía, también temía que sus propias decisiones pudieran ponerlo en peligro.
El compromiso de Louise y Dorian seguía siendo el tema central de las conversaciones, pero detrás de cada sonrisa y saludo, ambos sabían que la paz era solo una ilusión.