La novela trata de la vida de Rouse y Henry, él es profesor de la universidad de letras y ella su alumna, ambos se embarcan en un romance prohibido. Él le enseña un nuevo mundo de morbo y pasión, cumpliendo todas sus fantasías, pero no todo siempre es color de rosa. El padre de Henry y su ex se unirán para cambiarlo todo por un propósito egoísta.
Traiciones, engaños, malentendidos y más tendrán que vivir y decidir si vale la pena seguir juntos o no.
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Capítulo 22
Al otro día después de las clases, Henry va a ver a su padre para hablar sobre Morgana y la empresa, debe dejarle las cosas claras de una buena vez, sino seguirá teniendo problemas con Rouse y es lo que menos quiere.
Al llegar a la casa de su padre, lo recibe el mayordomo, le pide su abrigo y luego lo guía hacía el despacho de Charles, donde siempre está.
Al entrar, lo primero que ve Henry es a su padre tras su enorme escritorio de roble, su computadora y un montón de papeles muy cuidadosamente ordenados alrededor, en lo alto de la pared, detrás de Charles reposaba una cabeza de Leon gigante, con muchas cicatrices. Otra de las tantas cosas que odiaba de su padre, la caza indiscriminada de animales. Resopló, odiaba ir ahí, odiaba el olor a puro y a whisky que había en el ambiente, los tonos de las paredes y los muebles, la lujosa alfombra, las excentricidades que se alegraba de demostrar, como si eso fuera a hacerlo ver más respetable. Simplemente lo odiaba todo de allí.
-¿Te vas a quedar parado o te vas a sentar? - preguntó Charles sin despegar los ojos de los papeles que tenía en la mano.
Henry se sentó frente a él sumamente incómodo, todo aquello le recordaba a cuando era un adolescente tratando de llamar la atención de su padre, necesitado de un poco de cariño aún que sea, pero ya no, pensaba él. Ahora todo era diferente, ya era un hombre y entendía perfectamente que su padre jamás sería cariñoso con él o su hermana.
-Necesito hablar con vos - dijo de pronto Henry
-Yo también - lo escaneo con la mirada para luego volver a sus papeles - pero supongo que lo que me quieres decir no es algo que yo quiera.
-Tenemos que declarar públicamente que es mentira eso de mi supuesto compromiso con Morgana, sabes que nunca me casaré con ella - repuso firme y ligeramente irritado, no veía la necesidad de explicar algo tan obvio.
-Eso no va a ser posible - dijo tan solo Charles, aún sin mirarlo
-Ya hablé con Nat, y a ella no le molesta en absoluto lo que digan - intentó negociar por las buenas
- Tu hermana no sabe, ni entiende nada aún sobre el mundo empresarial - criticó con desagrado, cosa que Henry notó
-A vos no te importa ni un carajo mi hermana, mucho menos yo. No entiendo porque seguís insistiendo con todo este teatro - Se alteró Henry poniéndose bruscamente de pie, solo ahí su padre dejó los papeles y lo miro fijo a los ojos.
-Por supuesto que me importan, solo que no de la manera que ustedes quieren, ahora siéntate - volvió a sus papeles - ¿querés algo de beber?
-Sabes que no tomo alcohol - reprochó Henry volviendose a sentar
-¿Jugo o gaseosa? - pregunto nuevamente Charles, al no obtener respuesta lo miro nuevamente - además de estos temas, quiero que hablemos sobre unos asuntos académicos, pretendo hacer unas donaciones a universidades y quería hablarte de ello
Antes de que Henry pudiese aportar algo, el mayordomo entró al despacho, traía una bandeja con un vaso de jugo de frutilla y otro más con whisky y una pequeña frapera con hielo. Los dejó y cuando se estaba por retirar, entró Morgana con aires de grandeza.
-¡¿Qué haces acá?! - gritó Henry poniéndose de pie y mirando a su padre acusadoramente
-Vino a buscar unos papeles que se dejó su padre el otro día, me olvidé de avisarte que vendría - justificó a Morgana, luego los miró a ambos - y ahora que recuerdo, esos papeles están en mi habitación, en la caja fuerte, así que si me disculpan, ya vuelvo.
Y muy astutamente se retiró dejándolos solos.
-Vaya vaya, pareciera que me tienes miedo, tranquilo querido, no te morderé - le dio una mirada lasciva - a menos de que vos quieras, claro
-Preferiria que me ignores como yo planeo hacerlo con vos, no quiero tener nada que ver con vos, ya te lo había dicho - se volvió a sentar Henry, tomando su jugo.
-No entiendo porque te pones así, ¿acaso no recuerdas lo bien que la pasábamos antes? ¿las cosas que me hacías? ¿cómo yo te chupaba todo? - lo provocaba ella acercándose a él
-También recuerdo cómo te acostabas con mí mejor amigo y unos cuantos más - le recordó él y ella rodó los ojos.
Morgana comenzó a pasearse por la habitación, tomando todo pero sin importancia, Henry seguía tomando su jugo en silencio, mirando sus manos.
De pronto Henry cansado de esperar, se puso de pie de golpe y salió del despacho, al salir se encontró con el mayordomo
-Simud, dime ¿dónde está mi padre?
-Lo siento señor, eso venía a informarle, su padre estaba muy cansado hoy y se quedó profundamente dormido en su recámara, lo siento.
Henry cada vez más irritado, quiso irse de allí, pero empezó a sentir como su cuerpo sudaba, su visión se tornó borrosa, todo le daba vueltas. No entendía nada, intentó dar unos pasos y se derrumbó en el suelo.
Simud y Morgana lo sujetaron de cada lado.
-Simud, llevemoslo a su cuarto, no se siente nada bien al parecer - ordenó ella con una sonrisa
Aunque Henry intentó negarse, le fue imposible poner impedimento, ya que no podía dar un paso acertado, prácticamente lo llevaban a rastras.
Al llegar al cuarto, Morgana echó a Simud alegando que como era su prometido, ella debía encargarse, a Simud no le gustó nada, pero no podía hacer nada.
Henry estaba todo afiebrado en medio de la cama, tenía muchísimo calor, era como si un fuego interior lo quemara. De pronto sintió como la cama a su lado se hundía y notó a Morgana.
-Tranquilo cariño, yo te ayudaré, por lo viejos tiempos - le susurró ella suavemente, colocando su mano en su erección debajo de los pantalones.
Él intentó resistirse, se movía para todos lados, intentaba levantarse cuando notó como Morgana se iba deshaciendo de su ropa lentamente hasta quedar sin nada puesto, acercándose a él. Ella comenzó a desvestirlo, aunque con mucho esfuerzo ya que él no se la ponía fácil.
Finalmente logró dejarlo completamente desnudo y con su erección latente, hinchada y a punto de explotar.
-Dejame complacerte mi amor - le susurraba ella posando sus manos en su miembro
-¡No! - logró gritar Henry - ¡No te quiero a vos, no te deseo!
-¿No? pero mira cómo estás - decía ella mientras trataba de llevarlo a su boca.
Henry comenzó a moverse desesperado, se puso boca abajo como pudo antes de caer en la inconsciencia absoluta.