Thailor Brown es un joven omega que trabaja en la empresa del prestigioso CEO, Dimitrei Uvarov. Él es un alfa imponente que llevó a la cima a su empresa desde muy joven, pero su padre, al estar enfermo, exige que este contraiga matrimonio pronto.
Al conocer a Thailor, Dimitrei decide usarlo a él para que finja ser su pareja y si el joven no acepta amenaza con arruinar su carrera dentro de la empresa, así que Thailor no tiene más opción que aceptar el trato.
¿Podrá esta relación ir más allá de un contrato?
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24
Al acercarse el final de la jornada laboral, el ambiente en la oficina comenzaba a calmarse. Sin embargo, las luces de varias salas aún seguían encendidas, y los últimos rayos del sol de la tarde se colaban por las enormes ventanas que adornaban los pisos del edificio, tiñendo el espacio de un cálido tono dorado. La mayoría de los empleados ya habían salido, pero la sensación de productividad aún flotaba en el aire.
Dimitrei estaba sentado en su silla de cuero negro, con el rostro tenso y su mirada fija en la pantalla de su computadora, que ahora mostraba un fondo de salvapantallas en movimiento. Los colores en la pantalla bailaban con suavidad, pero en su mente, una tormenta de pensamientos lo abrumaba. El elegante reloj sobre su muñeca emitía un suave tic-tac, recordándole que el tiempo no esperaba, pero su mente seguía atrapada en los eventos de esa tarde.
Inhaló profundamente, intentando calmarse, pero el remordimiento comenzó a apoderarse de él desde esa tarde. Su pulso estaba acelerado, aunque externamente mantenía su postura fría y controlada.
La discusión que había tenido con Thailor aún rondaba en su cabeza, como un eco persistente que no podía ignorar. Aunque no le había gritado a su pareja exclusiva, su tono duro y la frialdad de su mirada fueron suficientes para herir a Thailor, lo cual pesaba en su conciencia.
Dimitrei sabía que Thailor no había hecho nada malo. Pero su propia inseguridad, mezclada con el ego imponente que siempre había llevado consigo, lo había llevado a reaccionar de forma desproporcionada. Se levantó de su silla con determinación, el crujido del cuero rompiendo el silencio, decidido a disculparse.
El pasillo estaba casi vacío, con solo unos pocos empleados que aún no se habían marchado. Los talones de sus zapatos resonaban suavemente sobre el mármol pulido, mientras caminaba hacia la oficina de Thailor. Cada paso que daba se sentía pesado, cargado de pensamientos que no terminaban de ordenarse en su mente.
Thailor seguía allí, sentado frente a su escritorio perfectamente ordenado, con el cabello rubio cayendo suavemente sobre sus gafas. El resplandor de la pantalla del ordenador iluminaba su rostro concentrado, dándole un aura tranquila y dedicada, a pesar de la tensión que ambos sabían que aún flotaba en el aire.
Algunos empleados, que aún estaban en sus puestos, notaron la presencia imponente de Dimitrei, sintiendo cierta tensión en el ambiente. Sabían que algo serio había pasado, y aunque ninguno se atrevía a mirar directamente, las miradas furtivas hacia la puerta de la oficina de Thailor dejaban claro que todos estaban pendientes.
Thailor, al notar una sombra que oscureció su escritorio, levantó la cabeza. Por un momento, el silencio incómodo llenó el aire entre ellos. Los ojos de Thailor brillaban bajo la luz tenue de la pantalla, pero también había un rastro de incertidumbre en ellos.
—¿Dimi? —dijo Thailor, su voz suave, pero cargada de calidez. El tono habitual que usaba para suavizar las cosas entre ellos.
Intentó sonreír, aunque Dimitrei, que lo conocía demasiado bien, podía ver el rastro de tristeza en sus ojos. A pesar de todo, Thailor siempre mantenía su profesionalismo impecable, incluso en los momentos más complicados, como este.
—Vamos, es hora de irnos a casa —contestó Dimitrei, pero su voz sonaba más débil de lo que había planeado. Miró a Thailor a los ojos, buscando algo que calmara la tormenta interna que sentía.
—Todavía no he terminado mi trabajo. ¿No se supone que pasado mañana vamos a Rusia? —respondió Thailor, tratando de mantener su tono neutral, pero con una sutil duda en su voz.
Aun así, Dimitrei pudo percibir la preocupación oculta en esas palabras. Thailor quería asegurarse de que todo estuviera en orden antes de partir, como siempre lo hacía, fiel a su carácter meticuloso.
Asintió levemente, mientras arrastraba una silla hacia el escritorio de Thailor y se sentaba. El sonido del metal rozando el suelo resonó en la habitación, intensificando el silencio entre ellos. A pesar de la calidez del ambiente que lo rodeaba, el corazón de Dimitrei seguía frío, incapaz de deshacerse de la culpa que lo carcomía.
—Delega esa tarea a alguien más. Te vienes conmigo ahora —ordenó Dimitrei, con una autoridad que no dejaba espacio para discusión, aunque su tono reflejaba la batalla interna que estaba librando.
Thailor sonrió ligeramente, aunque en sus ojos aún había una chispa de incomodidad. —De acuerdo, espera un momento.
Con agilidad y precisión, comenzó a recoger sus cosas, apagando la computadora con un movimiento firme. Dimitrei lo observaba fijamente, con una intensidad que hizo que Thailor se sintiera algo incómodo, como si los ojos de Dimitrei buscaran algo más allá de la superficie.
—Esta tarde hablé de una manera que no debí. Sé que no tenías culpa en lo que pasó, pero aun así fui injusto contigo. Perdóname, Thailor —dijo Dimitrei, sorprendiéndolo. Las palabras salieron más sinceras de lo que él mismo esperaba, como si al fin hubiera dejado de lado su orgullo por un instante.
Thailor se quedó inmóvil por un momento, paralizado por esas palabras que resonaron en el silencio de la oficina. No solo él, sino también los pocos empleados presentes se mostraban impactados. Las miradas disimuladas lo confirmaban; ninguno de ellos había esperado que Dimitrei, el hombre más poderoso de la empresa, se disculpara.
El aire en la habitación pareció detenerse, y el tiempo se ralentizó por unos segundos.
El hombre más poderoso de la empresa se estaba disculpando con su pareja, demostrando que su corazón ya le pertenecía por completo, incluso si Dimitrei aún no lo admitía abiertamente.
Thailor lo miró, buscando sinceridad en cada palabra. —Lo entiendo, Dimi —respondió con suavidad—. No comprendía antes, pero ahora lo hago.
Dimitrei negó con la cabeza y tomó la mano de Thailor, que descansaba sobre el escritorio, apretándola con fuerza. Thailor sintió la sinceridad en ese gesto, aunque también un leve nerviosismo. La calidez del toque de Dimitrei contrastaba con la frialdad que había sentido durante su conversación previa.
No estaban solos, y Thailor no pudo evitar preguntarse si Dimitrei solo estaba actuando frente a los demás, o si realmente esas disculpas eran una apertura genuina hacia él.
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