Objetivo: Venganza

ELISA

Mateo se tomó dos semanas del trabajo para descansar, mientras que yo renuncié y empecé a familiarizarme con la empresa de mis padres, en la que ayudaré a mi padre con todo tipos de trámites y pedidos, de modo que él pueda poner un poco de su carga en mí. 

Algunos trabajadores me miraron mal por llegar de improviso y ocupar un puesto alto, pero mi padre estaba encantado de enseñarme y tenerme allí, así que no presté atención a las personas y me concentré en eso. 

Por las tardes iba a ver a Mateo, quien cada día que pasaba estaba con menos dolor y sus moretones cambiaban un poco de color. 

Afortunadamente, en esas dos semanas, no vimos nuevamente a Rodrigo, ni a esa fiscal que me mató. Sin embargo, sabemos gracias a Alicia, nuestra amiga en el trabajo, que Rodrigo está tratando de hacerse la víctima y conquistar a una de las diseñadoras veteranas. 

-Es bueno que esté distraído- digo, cuando nos juntamos en su casa. 

-No será por mucho- responde Mateo. 

-Lo sé. No es de la clase de persona que deja pasar las cosas, de lo contrario no me hubiera mandado a asesinar después de tantos años. 

-Asumo que está esperando a ver si lo denunciamos o algo así- dice él. 

-Quizá. Por eso tenemos que apresurarnos y actuar antes de que lo haga él. Sólo lamento haber demorado tanto en encontrar a estas personas. 

-Quizá deberíamos ir solamente mi hermano y yo- propone Mateo. 

-No, soy la que los conoce. Al menos a dos de ellas- digo, sabiendo lo peligroso que es lo que vamos a hacer esta noche. 

Mateo rueda en la cama, dónde estamos tirados conversando y se pone sobre mí. -Si se pone peligroso correremos ¿Ok? 

Asiento y lo beso.

No puedo creer que me quiera, incluso cuando soy esta clase de persona. Pienso, mientras nos besamos un poco más. 

Y como planeamos, unas horas más tarde estamos yendo rumbo a los barrios bajos, con ropa oscura y ocultando nuestras caras, para encontrarnos con un par de hermanas que conocí en la cárcel. Ellas eran personas muy jodidas, pero no eran ni por lejos las únicas o las peores, allí dentro conocí todo tipo de personas. 

Cuando llegamos debajo de un puente, que es el lugar que frecuentan para drogarse, somos inmediatamente detenidos por las miradas aterradoras de todas las personas presentes. 

-¿Quién?- pregunta un hombre, sin molestarse en detener su consumo. 

-Busco a las hermanas mono- digo, refiriéndome al apodo de ambas. Por lo que sé, el sobrenombre es debido a lo oportunistas que son, al menos eso escuché de ellas. Alguien más dijo que era porque eran muy peludas de cuerpo. 

-¿Quién me busca?- pregunta una mujer que mide poco más que un metro y medio, con un tono receloso. Ella se acerca y veo que se trata de la menor de ellas. Monito. 

-Estoy aquí para realizar un encargo- digo. 

-Ya- dice, relajándose un poco. -Mi hermana está desmayada en algún lado, pero trataré contigo. Vengan a mi oficina- ella nos lleva un poco más lejos bajo el puente y nos sienta en unos cajones. 

-¿Cómo nos conoces?- pregunta inmediatamente después, estudiándonos en la escasa luz proveniente de algunas fogatas aquí y allá. 

-No quiero decirte- respondo. 

-Hey, no estoy para bromas. Y si son polis...- dice, poniendo su tono más duro. 

-No lo somos y no quiero decirte- repito. 

Ella se levanta a toda velocidad y viene hacia mi, sacando mi capucha, antes de que tenga tiempo para hacer algo. 

Levanto una mano, deteniendo a Mateo de hacer algo, mientras miro hacía Monito. 

Ella me suelta y se vuelve a sentar. 

-Tienes una buena mirada. Entonces, ¿cuál es el encargo?- pregunta, así que supongo que pasé la prueba. 

-Un secuestro- respondo, sin dudarlo. 

-¿Cuánto ofreces?- le digo un monto de dinero normal. Uno que no levantaría las sospechas en mi cuenta al revisarla. 

-¿Estás de broma? ¿Crees que es fácil? Dame más o vete a la mierda. 

-Es un estafador de mujeres- digo, tendiéndole una foto de Rodrigo y un papel con los datos. 

-Debiste decirlo antes. ¿Quieres que lo matemos también?- pregunta, sin inmutarse. -Aunque el precio será otro. 

Por lo que escuché en mi vida pasada, el padre de ambas las vendió cuando eran muy jóvenes, así que guardan un gran rencor por algunos tipos de hombres. 

-No es necesario- respondo. Necesito algunas respuestas de Rodrigo sobre cuál es la relación de esa fiscal con él. 

-Le diré a Mono- dice, refiriéndose a su hermana mayor. -Dame un número y el dinero. Cobramos por adelantado.

Repito el número de un teléfono desechable y ella lo memoriza a la primera, para nada pareciendo drogada.

-En esta semana espera la llamada- dice, recibiendo el dinero que le tiendo. -Ahora, largate.

Nos levantamos y nos retiramos rápidamente, alejándonos de las miradas frías e interesadas de algunas personas. 

-¿No crees que se irán con el dinero?- pregunta Mateo, cuando ya estamos lejos del puente. 

-Son el tipo de personas que aceptan cualquier tipo de trabajo, mientras les genere interés y odian a los hombres como Rodrigo. Seguramente lo investigarán un poco antes de moverse, sólo para disfrutar cuando lo atrapen. 

-Vaya. ¿Eran tus amigas en la cárcel?- pregunta Mateo, sonando curioso.

-No. Cuando llegué a la cárcel, fui atacada lo suficiente como para aprender que no debía confiar demasiado en nadie- Mateo no dice nada, simplemente me agarra la mano, tratando de consolarme en silencio y lo agradezco, porque en ese tiempo deseé mucho que alguien estuviera a mi lado y ahora lo tengo.