Tercer libro de la saga colores
El Conde Lean se encuentra en la búsqueda de su futura esposa, una tarea que parecía sencilla al principio se convierte en toda una odisea debido a la presión de la sociedad que juzga su honor y su enorme problema con las damas, sin pensar que la solución está más cerca de lo que cree cuando asiste a un evento de dudosa reputación.
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DE PASEO EN EL LAGO
...MARTA:...
No podía concentrarme en los besos, no con sus dedos acariciando entre mis piernas. Cada caricia era una ola de calor y hormigueo, algo exquisito que me hacía inquietar por dentro.
Mi piel se sentía sensible, sin ninguna tela de por medio y el placer era tan intenso que era insoportable.
Gemí cuando acarició de forma circular, allí, en la parte más sensible.
Se separó y enterré las manos en su cabello. Bajó sus dedos, con un poco de inseguridad tocó ese lugar donde lo necesitaba y clamaba ser llenado.
— Por favor, lo necesito — Se me salió de la boca y me la cubrí con la palma.
Lean me observó con el brillo de excitación en su mirada y acostó a mi lado, sin dejar de observarme.
— Eso sonó exquisito
Me pegué a su cuerpo cuando deslizó un dedo en mi interior. Gemí, tomándolo de la camisa. Necesitaba que se quitara la ropa.
— ¿Le hice daño? — Preguntó, preocupado ante mi reacción.
— No.
Bajé mi mano y tomé su muñeca, para impulsar a seguir.
Movió su dedo, con lentitud y sentí escalofríos subiendo por mis muslos.
Llené la habitación de gemidos, no podía parar. Lean era un experto con los dedos, acarició hasta que colapse, sintiendo los espasmos con más fuerza. Me quedé temblando y jadeando cuando apartó la mano.
Esto era maravilloso.
Lean se quitó la camisa.
Revelando su torso musculoso, con pocos vellos esparcidos por su pecho y también por debajo de su abdomen marcado.
Elevé mi mano para tocarlo, la piel bajo mis yemas era firme y suave, bajé por la hilera de cuadros, hasta las líneas uve que se perdían bajo los pantalones.
— Es usted toda una escultura perfectamente tallada.
— Jamás me habían dicho un piropo como ese — Confesó, con la respiración cortada — De hecho ninguno.
— Mentiroso, un hombre como usted debe tener a muchas mujeres suspirando.
Se levantó, muy nervioso.
— Yo las alejaba y con el tiempo dejaron de acercarse.
— ¿Por qué lo hacía?
Deslizó sus pantalones hacia abajo y olvidé por completo nuestra conversación cuando quedó completamente desnudo ante mí.
Le di una mirada descarada.
Estaba tan dotado y listo para poseer.
Su sable era grande, me causó un poco de temor, pero no lo demostré cuando se trepó a la cama, colocando su cuerpo encima de mí, pero apoyándose de sus brazos para no lastimarme con su peso.
Mi cuerpo respondió a la vista.
Me elevé un poco para besarlo.
Un golpe en la puerta se escuchó y Lean rompió el beso.
— No abriré — Gruñó, enojado por la interrupción, me besó otra vez, pero los golpes siguieron.
No podía concentrarme, ni estar cómoda con esa persona al otro lado de la puerta.
— Tendrá que ver quien es.
Apretó su boca en una línea.
— Si es Joshua, le romperé el hocico — Gruñó alejándose a regañadientes.
Me cubrí con el camisón, ya que lo tenía enrollado por encima de los senos.
— ¿Qué sucede? — Alzó la voz, sentándose sobre la cama.
— ¡Señor, disculpe que venga tan tarde, pero es que hubo un problema en los almacenes de vino! — Se oyó una voz de hombre desde afuera — ¡Necesito que venga a ver!
— ¡Estoy ocupado!
Lean estaba molesto y quien no, estábamos tardando demasiado en consumar nuestro matrimonio, la espera era larga y ya no podíamos posponerla más.
— ¡Pero señor...
— ¿Qué tan grave es?
— ¡Lo suficiente para venir a molestarlo, necesito que venga! — Dijo el hombre y Lean se quedó pensativo.
— Ve, se oye preocupado — Le dije, con tono suave.
— Es nuestra luna de miel, no quiero dejarla aquí — Me observó por encima de su ancho hombro.
— Continuaremos después.
— Odio las interrupciones y hemos esperado mucho para esto, yo he esperado demasiado — Se levantó con ímpetu, tenía un trasero de infarto — ¡Espere abajo, necesito alistarme!
¿A qué se refería con qué él había esperado demasiado?
— ¡Si, mi lord!
Escuché como los pasos se alejaban.
Lean caminó hacia el armario y empezó a sacar su ropa.
Se vistió apresuradamente, sin aflojar su ceño fruncido.
— Tranquilo, lo haremos después.
No dijo nada, se abotonó la camisa y la metió por debajo de los pantalones.
Peinó su cabello y se ajustó las botas.
Salió rápidamente, dejándome sola.
Resoplé, dejándome caer sobre la cama, con mi cuerpo inquieto.
...LEAN:...
— Espero que esto sea de emergencia — Dije a uno de los obreros, mientras me guiaba afuera de la hacienda, hacia los almacenes.
— No me atrevería a molestarlo si no lo fuera — El obrero se acomodó el sombrero, el atardecer estaba llegando mientras cruzamos por el camino y pensar que en este momento me estaría enterrando en mi esposa, dejando de ser casto y olvidando que alguna vez tuve problemas por eso.
Estaba enojado por mi insatisfacción prolongada.
Entramos al almacén.
Las hileras de barriles de vino formaban tres paredes, entramos en el pasillo de en medio y el hombre se detuvo, señalando hacia dos barriles de la hilera mi derecha.
Ambos tenían un enorme hueco y el vino se había derramado, causando un charco grande color uva en el suelo.
— ¿Qué significa esto?
— No lo sé, señor, he entrado a hacer mi revisión nocturna cuando me hallé con éste desastre.
Me acerqué, pisando el enorme charco que se extendía cada vez más. Observé el orificio y luego toqué los bordes.
— Ningún animal pudo haber hecho algo así — Dijo el obrero.
— Fue intencional, alguien le abrió los huecos con un hacha — Sopesé, viendo al forma en que había sido cortada la madera — ¿Quién podría hacer algo así?
— Los almacenes permanecen cerrados, mi señor, solo yo tengo la llave para abrirlos, pero honestamente, sería incapaz de hacerlo algo así, no tengo porque dañarlo de ésta forma, recibo buen pago y me tratan muy bien — Dijo, evitando pisar el enorme charco.
Una gran perdida, dos barriles rotos contenían muchos litros de vino y estos llevaban tiempo fermentados.
— ¿Siempre llevas esa llave contigo?
— Si, en todo momento, siempre la tengo conmigo, sin falta mi señor — Juró, con rostro de preocupación — La única forma es que la hayan tomado de mi bolsillo mientras dormía o que alguien hubiera forzado la cerradura.
— Reúne a todo el personal, ahora mismo y trae varios sirvientes para que limpien éste desastre.
— Si, mi lord.
El hombre se marchó y me quedé en aquel almacén.
Ese sujeto era confiable, era un de mis hombres más conocidos y leales, estaba casi seguro que él no haría algo como aquello.
Me desconcertó aquel ataque, jamás había recibido algo así y menos en mis viñedos.
Alguien de la hacienda lo había hecho.
...****************...
Me quedé hasta muy tarde interrogando a los trabajadores, sobre si habían visto a alguien sospechoso entrando al almacén, pero todos aseguraban no haber visto nada.
Triplique la seguridad, dejando a más vigilantes rodando los viñedos.
Me marché muy pasada la noche a mi habitación.
Marta estaba dormida y me acosté a su lado después de colocarme mis ropas para dormir.
La abracé y cerré mis ojos.
Me levanté muy temprano, mucho antes de que ella despertara y volví al almacén para supervisar la reparación de los barriles y también el trabajo.
Ya que era otoño, la producción de uvas había cesado, las plantas estaban perdiendo sus hojas y solo podía contar con mi almacén para mantener la producción de vino. Por eso era una perdida la cantidad de vino que se derramó.
Cuando estuvo listo el desayuno volví a la hacienda.
Entré al comedor y Marta ya estaba allí, las sirvientas le servían el desayuno.
— Buenos días, Marta — La saludé y me observó.
— Buenos días, Lean.
— ¿Cómo durmió? — Le pregunté cuando las sirvientas se marcharon, mientras tomaba mi tenedor para desayunar las tortas de trigo con miel.
— Bien ¿Cuándo volvió? No lo sentí llegar — Dijo, preocupada.
— Estaba dormida, fue hasta muy tarde.
— ¿Es muy grave lo sucedido en el almacén? — Comió un trozo de torta.
— No demasiado, pero si me dió un poco de trabajo, resulta que alguien le abrió huecos a dos barriles y se perdieron varios litros de vino — Le expliqué y se tensó.
— Eso es grave ¿Quién hizo algo tan malintencionado?
— No lo sé, estoy tratando de descubrirlo, jamás me habían atacado de esa manera.
— ¿Está seguro de que fue intencional?
— Si, esos hoyos no fueron abiertos por accidente — Mastique otro trozo.
— Es una pena, algo así es preocupante. Entiendo si no tiene tiempo para nosotros, debe solucionar esto — Dijo, comprensiva.
Negué con la cabeza — No se preocupe, esto no arruinará nuestra luna de miel. La llevaré al lago después del desayuno.
— ¿Está seguro?
— Si, claro ¿No quiere ir?
Tomó un sorbo de su jugo.
— Por supuesto que sí.
...****************...
Le dí un recorrido por las hileras de uvas a Marta, ella llevaba un sombrero que le había conseguido, con botas trenzadas y vestido campesino.
Llevábamos una cesta para un almuerzo campestre y caminamos hacia la fila árboles.
Al entrar en el bosque, los colores naranja y café hacían de aquel lugar un espectáculo de hermosas tonalidades.
Marta estaba emocionada, observaba y corría por el bosque, girando mientras las hojas caían sobre ella, arrastrada por el viento.
Tomó una hoja roja, de alce.
— Esto es hermoso.
Tomé su muñeca — Venga, ya estamos cerca.
Me sonrió y caminamos hacia el claro.
El lago nos recibió, tenía aguas cristalinas y brillantes.
Marta se zafó de mi agarre y corrió hacia la orilla, riendo de la emoción.
— ¿Le gusta?
— ¿Es broma? Me encanta — Me observó, sosteniendo su sombrero ante el viento fuerte.
— Vamos al bote.
Caminé, rodeando el lago hasta el pequeño puente de madera, dando estaba atado el bote.
Ella me siguió, cruzando el puente hasta el bote.
Me subí y el bote se tambaleó un poco.
Extendí mi mano hacia Marta, quien estaba parada al borde de la orilla.
La tomó y la ayudé a subir.
Extendió su mano para mantener el equilibrio y tomó asiento frente a mí.
Colocamos la cesta con la comida en el medio del bote.
Desaté el bote y tomé el remo.
Empecé a remar, el bote de alejó de la orilla, conforme lo iba guiando hacia el medio, donde el agua era mucho más profunda.
Marta disfrutó del paseo, sonriendo deslizando sus dedos por el borde del bote, tocando el agua con la punta de los dedos.
— Se siente bien. Este lugar es hermoso. Gracias por traerme — Dijo, suspirando.
— No es nada.
— Quiero intentar algo — Confesó.
— ¿Qué cosa? — Pregunté, dándole un sentido sucio a sus palabras.
Después de tener mi dedo en su cálido, húmedo y apretado interior, no podía dejar de pensar en eso.
Pero ella se levantó.
Dejé de remar.
— ¡No haga eso, siéntese!
— Siempre he querido mantenerme de pie en un bote — Dijo, extendiendo sus brazos para tomar equilibrio.
— ¡Marta, deje de inventar y vuelva a su sitio! — Ordené, asustado.
No hizo caso, se rió mientras giraba, tambaleándose un poco hacia la proa.
— ¿Qué rayos está haciendo?
— Relájese, se nadar.
Apoyó sus pies de la proa.
Fruncí el ceño y dejé el remo a un lado.
Sacudí el bote con toda la mala intención y la Señorita Marta soltó un grito.
Cayendo al agua.