ESE MALDITO SAN VALENTIN

Manuel

Regresamos decepcionados de la consulta con el ginecólogo. Mi esposa fue a la cama de inmediato, me acosté detrás de ella y la abracé hasta la mañana siguiente, lloró hasta quedarse dormida, como siempre, como muchas veces desde que queremos ser padres

Habíamos comenzado a buscar a nuestro hijo después de regresar de la luna de miel. Luego de dos años de tratamiento, no tuvimos suerte. Era decepcionante. Quien más me preocupaba era mi Yanelis. El ginecólogo nos explicó, después de varios estudios, que su único ovario estaba sano, pero la trompa de falopio no era permeable, por lo tanto, nuestra probabilidad de tener un hijo de forma natural era nula. Nos sugirió la fecundación asistida.

Yanelis se sentía incómoda en la extracción de óvulos; sin embargo, lo soporto, era una mujer muy fuerte. Dos meses después le realizaron la primera fecundación asistida. No funcionó. Le realizaron otras cuatro en el transcurso de dos años y no funcionó. Hasta ahora llevábamos cuatro años y seis meses buscando. Ayer habíamos regresado de controlar el cuarto intento, le hicieron los estudios y dio negativo. No había bebé. Debíamos empezar todo otra vez.

Estábamos desayunando, sentados en los taburetes de nuestra nueva casa. Era enorme, preparada para dos niños, que hasta ahora no llegaron. Le preparé mucha comida, todo lo que sé que le gusta, pero solo bebió su te de manzanilla, mirando hacia el patio preparado con juegos para niños

_ ¿y si adoptamos?_ mencionó de repente. La observé por unos segundos, sus ojos brillaban otra vez, con la esperanza que perdió ayer _ Aunque si tú no quieres…_ murmuró, agachando la cabeza, tomé sus mejillas y la miré

_ ¡quiero hijos y quiero que tú, seas la madre! No importa como lleguen a nosotros…_ sonrió poniéndose de pie.

_ ¡hablaré con mamá! _ dijo recuperando su sonrisa _ ¡ella conoce muchos orfanatos!_ estaba feliz por ella y por mí. Los dos teníamos una nueva esperanza, quería ser padre, pero no quería perder al amor de mi vida en el intento. Esta situación me estaba superando, pero aguantaba por ella, por la mujer que amo.

Yanelis

Observabamos desde lejos a los pequeños, era la primera vez que veníamos al orfanato, decidimos mirarlos desde la ventana, los pequeños jugaban o corrían, en el patio, a pesar de su situación parecían felices.

Mamá me pidió que no me acercara a ellos hasta estar segura de a quien adoptaría. Ella fue huérfana y sufrió muchos desprecios en su niñez. Muchos la ilusionaron con una posible adopción y nunca lo hicieron. Solo se acercaban por curiosidad a observar su defecto, según sus palabras.

El ruido de una guitarra llamó la atención de Manuel. Soltó mi mano y caminó hacia ese sonido, yo lo seguí, nos detuvimos a observar desde la abertura de la puerta. Un niño tocaba la guitarra de espaldas, sentado en una silla, tenía el cabello rapado, una remera azul y pantalones de jean. No sabía tocar, solo pasaba los dedos una y otra vez, giró a mirarnos.

No tenía más de siete años, era moreno, pero más claro que yo y tenía notables manchas en la piel de su brazo derecho y en el dado izquierdo de su rostro. No era piebaldismo parecía, quizás, vitiligo. Sentí que era mi destino.

_ ¡lo siento, no queríamos asustarte! _ Me excusé.

Él solo agachó la cabeza. Miré a mi esposo y sé que sentimos lo mismo, lo vi en sus ojos. Apretó mi mano y le correspondí.

_ ¿te gustaría aprender?_ preguntó Manuel y se arrodilló frente a él. Lo miró por varios segundos, para luego asentir en respuesta

Manuel se sentó junto a él, en otra silla, le explicó algo fácil y le dio la guitarra otra vez. El pequeño tocó como le indicó y sonrió cuando escucho el sonido. Volvimos a mirarnos, pensábamos lo mismo.

_ ¡Queremos adoptarlo!_ Le dijimos a la encargada.

_ ¿están seguros? Ese pequeño ha sido devuelto varias veces, porque no habla.

_ ¿es mudo?_ preguntó mi esposo

_ ¡no! _ la mujer suspiró antes de continuar _ Su padre asesino a su madre frente a él, hace dos años. James tenía solo cuatro años, nunca más volvió a hablar. La familia de su madre no quiso aceptarlo porque es igual a su padre. Además, los cuidados de su piel son costosos _ me miró _ usted lo sabe.

_ ¿qué debemos hacer para adoptarlo?_ le dije

_ Si lo van a devolver. Es mejor que…

_ ¡Con nosotros será diferente!_ afirmó Manuel.

Dos meses después. Un domingo terminamos de pintar la habitación para el pequeño James. Mi madre nos había ayudado a dibujar las paredes y papá le compró varios aparatos tecnológicos. Por lo que discutimos y solo quedó la mitad, era demasiado para un pequeño.

Briget y Miguel trajeron varios juguetes nuevos esa mañana, antes de que mi esposo y su hermano fueran a trabajar. Fue gracioso verla explicarle a sus hijos que no eran para ellos. Eran caprichosos, igual que ella de niña, aunque también muy amorosos.

Estaba colocando la ropa en su mueble cuando todo se volvió negro y me desvanecí

_ Hija, ¿estás bien?_ escuché la voz de mamá y me senté en la cama.

_ ¿qué paso? ¿Dónde estoy?_ distinguí la sala de un hospital

_ ¡estamos en el hospital! _

_ ¡te desmayaste! _ dijo mi amiga, Manuel y papá entraron por la puerta sonrientes, con mi ginecólogo detrás. No había concurrido a las últimas consultas después del cuarto negativo.

_ ¿cómo estás mi amor?_ susurró Manuel acercándose y papá seguía sonriendo

_ ¡bien!_ miré al doctor _ ¿qué hace aquí?_ le pregunté, él observó a mi esposo, quien asintió y volví mis ojos al hombre que me atendió por cuatro años

_ ¡felicidades! ¡Están embarazados!_ dijo de repente y sentí que no estaba en mi cuerpo.

Manuel me abrazo y beso. Luego Briget y mis padres.

_ ¿estoy embarazada?_ finalmente encontré mi voz

_ ¡sí! Tienes 16 semanas de embarazo _ detalle mi abdomen y era igual de plano. Había tenido mi período. No entendía nada. El doctor lo notó y me hizo la ecografía para tranquilizarme.

Efectivamente, estaba embarazada, todavía no se distinguía el sexo, pero ya estaba formado y su corazón me pareció el sonido más hermoso del mundo. Todos volvieron a celebrar.

Sonreí, observándolos, parecían más felices que yo, más papá. Solo me faltaba Gustav, pero estaba en París en su luna de miel. Se casaron hace un mes. Walter había vuelto a Nueva York, pero amaba París

Aun así, ¡no estaba sola, éramos muchos! Incluso mi suegro y su esposa se habían entrado, cuando Briget salió a cuidar a su hija Abigaíl para que ellos ingresaran. Miguel se había ido con sus gemelos luego de la ecografía

También vino mi suegra, pero solo hablo con Manuel en el pasillo, no quería verla. Todos estos años buscando ser madre, sus palabras vinieron constantemente a mi mente.

Llego el amanecer del lunes yo seguía sin creerlo, solo quedábamos Manuel y yo. Él me miraba y cada tanto besaba mi mano. El doctor dijo que nos darían el alta durante la mañana. Ese mediodía debíamos buscar a James

_ ¡háblame amor! ¿Qué es lo que pasa por esa cabecita?

_ ¿Qué ocurrirá con James?_ solté preocupada

Manuel había comenzado a frecuentarlo desde que decidimos adoptarlo y a enseñarle a tocar los instrumentos. Para no ser tan evidente lo hizo con los demás e incluso fue con toda la banda.

_ ¿estás dispuesta a tener dos hijos?_ me preguntó confiado, sonriente y lloré. Seco mis lágrimas y nos miramos unos segundos más

_ si _ respondí feliz

_ ¡entonces hoy a la tarde iremos por el mayor de nuestros hijos!

Así lo hicimos. Apenas llegamos caminamos hasta él. Manuel se sentó a su lado y le contó que sería papá, que su esposa estaba embarazada. Yo, a diferencia de mi esposo, había evitado acercarme mucho estos dos meses. Era la segunda vez que estaba tan cerca de él

_ ¿te gustaría ser el hermano mayor?_ le preguntó Manuel _ ¿te gustaría ser nuestro hijo?

Lo miramos expectantes. Esperábamos que asintiera, pero nos sorprendió

_ Si _ susurró y lo abrazamos. Permaneció quieto y entendí que debíamos ir de a poco.

Esa tarde, luego de firmar todos los papeles, fuimos a casa. James recorrió todo el lugar en silencio, lo habíamos llevado a su habitación y no le dio mucha importancia a los lujos ni a los juguetes.

Aunque al llegar a la sala donde Manuel guardaba los instrumentos, su rostro se iluminó. Mi esposo caminó hacia él y comenzó a hablarle de cada instrumento de cuerdas que tenía. Se sentaron juntos en la alfombra, mientras nuestro hijo mayor miraba a su padre atentamente

Yo los observé agradecida con Dios, con el destino y con ese maldito San Valentín.

Fin

Gracias por llegar hasta aquí. Esta novela la escribí en nombre de esas parejas que no terminaron por una infidelidad, sino por cansancio, porque solo una mitad dio todo de sí y se cansó de esperar reciprocidad

¿Qué hubieran hecho ustedes?

¿Hubieran perdonado a Manuel?

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Infinitas gracias!