—No intentes seducirme de esta manera tan cutre y asquerosa. No me interesan los hombres...
Eso fue lo que dijo, pero, ¿Por qué lo tiene contra la puerta y lo besa intensamente?
—No le sonrías a nadie, no los veas, ni siquiera respires el mismo aire que ellos, o los mataré a todos.
¿El mafioso se ha enamorado de él?
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Elio Mancini es un joven de diecinueve años que soñaba con ser médico veterinario, vivía con su familia sin meterse en problemas, llevaba una vida relativamente tranquila, hasta que lo conoció.
Elio, debido a las deudas que contrajo su padre antes de morir, se ve obligado a aceptar la propuesta de convertirse en el esposo de un jefe de la mafia. Y no cualquier mafia, sino, la mafia más temida de toda Italia.
¡¿Pero no es su único pretendiente?!, el líder de la mafia rival, ¡¿también está enamorado de él?!
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📌Historia M-preg
📌Primer novela de la trilogía: Hermanos Mancini
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Capítulo 24. Te sigo amando.
Habían pasado algunos días desde el incidente con Elio, la marca en la mejilla de Vicenzo había desaparecido gradualmente, ahora solamente quedaba un leve moretón, pero gracias a la perfecta barba que tenía, no era visible.
Elio había estado aplicando la ley del hielo, sin embargo, para Vicenzo, era divertido verlo enojado cada vez que sus ojos se cruzaban.
Sabía que había sobrepasado los límites, sin embargo, no había ocurrido nada, no entendía por qué estaba tan enojado. Ante sus ojos, Elio se estaba comportando demasiado infantil. Salía muy temprano a correr, después iba a la universidad y entrenaba hasta tarde después de hacer su tarea, hacia todo lo posible para no encontrarse con él.
Para su suerte, no tenía que soportar sus insinuaciones.
—Vicenzo, tienes que arreglar lo que sea que haya pasado entre ustedes, hoy por la noche lo presentare como tu prometido, no puedes arruinarlo —advirtió Gabriele.
—Dile eso a él, el mocoso no quiere ni verme, ¿cómo se supone que arregle los problemas? —Vicenzo no levantó la vista de los papeles que estaba revisando. Gabriele vio su falta de interés y golpeo el escritorio con fuerza.
—Este matrimonio es importante para encontrar al maldito bastardo que está jugando en dos equipos, Vicenzo, si Elio no muestra una maldita sonrisa, nadie lo creerá.
—Entiendo, abuelo. —Vicenzo se obligó a forzar una sonrisa—. Buscare la manera de hacerlo feliz.
—Eso espero, o atente a las consecuencias.
Advirtió Gabriele.
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—Elio —Vicenzo estaba parado en el lumbral de la habitación que habían convertido en una sala de estudios para Elio. Se recargó sobre el marco esperando una respuesta, sin embargo, Elio ni siquiera levanto la cabeza para escucharlo—, mocoso —Vicenzo camino lentamente hasta él y ocupo una de las sillas.
—¿Qué hace aquí? —después de diez minutos Elio por fin se atrevió a verlo. Su mirada seguía siendo fría hacia él. Había prometido olvidar que pago para que alguien se acostara con él, sin embargo, tan pronto como veía su rostro, recordaba que únicamente valía cinco mil dólares ante los ojos de esa persona.
—Por fin te dignas a verme —Elio arrugó las cejas—, lo lamento, ¿sí?, fue un estúpido juego entre nosotros, ¿Por qué estás tan enojado?, no pasó nada.
Elio apretó con tanta fuerza el bolígrafo con el que estaba escribiendo, que lo partió a la mitad. Comenzó a reír, parece que Vicenzo le había contado el mejor chiste del mundo. Y aunque reía desenfrenadamente, su mirada seguía siendo fría.
—¿Juego? —cuestionó elevando una ceja.
—Sí, un juego, solamente esto.
—Un juego, si, solamente esto. —Dijo Elio mientras se ponía de pie.
Cerró los ojos y se tragó todos los insultos que quería gritarle en ese momento. Tenía razón, para Vicenzo Di Marco no era más que un tonto juego que no se llevó a cabo. Alguien sin estatus y dinero como él, tenía que soportar todo tipo de humillaciones, su orgullo valía la libertad de su hermana y protección de su familia. Valía la pena ser tratado como un objeto si ellos estaban bien.
—¿Sucede algo? —Vicenzo vio el semblante oscuro de Elio y sintió que sus palabras habían causado el efecto contrario al que deseaba.
—Nada —Elio lo miró. La luz solar que se filtraba por el ventanal hacia parecer que su silueta brillaba. Sus finos y sedosos cabellos se movieron cuando sonrió y ladeo la cabeza. Sus grandes ojos brillaban con esa extensa sonrisa. Por un momento, Vicenzo sintió un latido extraño en su pecho—. Tengo que seguir estudiando, así que…
—Entiendo, únicamente venía a recordarte que esta noche será la fiesta de aniversario de la empresa, y serás presentado públicamente como mi prometido, no lo olvides.
—De acuerdo, lo tengo muy presente.
Viecenzo se quedó unos segundos viendo a Elio. Elio decidió ignorar la pesada mirada y enterrar sus ojos en sus libros.
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—¿Estás listo? —la voz de Vicenzo llego desde afuera del baño.
Elio se había encerrado ahí hacia media hora. Sus manos temblaban al pensar que, desde ese momento, su vida estaría en riesgo. Esa fiesta iba a ser utilizada para presentarlo como el prometido de Vicenzo Di Marco y, por lo tanto, entraría en la mira de más de una docena de personas que deseaban ver a los Di Marco exterminados.
Lo peor de todo era que debía comportarse como si de verdad estuviera enamorado de ese hombre. Lo más que deseaba era permanecer cientos de metros lejos de él.
Aunque sabía que ese momento llagaría, toda su preparación central se había ido a la basura.
—Si —respondió después de varios segundos en silencio—, estoy bien.
Miró su reflejo en el espejo.
El traje era de alta costura y se acomodaba perfectamente a su cuerpo. Su cabello estaba perfectamente peinado y su rostro estaba limpio. Los gemelos en su camisa eran de oro blanco y los zapatos de piel habían costado más de tres mil dólares. Ni siquiera trabajando toda su vida podría conseguir algo así de caro.
—Elio, es hora de irnos —Vicenzo parecía impaciente—, hey, Elio.
—Vamos —dijo abriendo la puerta.
Vicenzo lo miro de pies a cabeza.
El chico parecía haber nacido en cuna de oro con ese atuendo. Su piel clara y lisa, ojos azules y cabello distintivo, una figura un poco frágil, pero sin perder masculinidad, hombros delgados y rostro delicado. Realmente no tenía nada que envidiarles a las hijas presumidas y prepotentes de los empresarios.
—Espera —Vicenzo agarro su delgada muñeca y evito que se fuera.
—¿Sucede algo? —la voz de Elio carecía de interés alguno.
—Ven —Vicenzo lo acerco a la cama y le hizo sentarse, Elio estaba un tanto confundido, sin embargo, no dijo nada. Vicenzo abrió el cajón de la mesita de noche, saco una caja negra y la abrió frente a Elio.
—Esto… —Elio se quedó sin palabras al ver el deslumbrante brillo que el reloj dentro de la caja desprendida.
Él había sido un amante de los accesorios desde siempre, y aunque nunca había comprado algo de una marca con renombre, le gustaba ver los catálogos. Hacia un par de días había estado viendo un catálogo antes de dormir, ese era el nuevo reloj de Dior, con diamantes incrustados y manecillas de oro blanco. Era un sueño tener uno de eso en las manos, pero verlo en la revista y tenerlo frente a él, daban dos sensaciones diferentes.
—Perdón por lo que pasó con Bastian, quería que me dejaras tranquilo y terminar con toda esa mierda de que te gusto.
Elio no esperaba esas palabras. Por un instante, el rostro frio de Vicenzo parecía ser cálido. Se regañó internamente por pensar de esa forma, pero era lo que había visto. Elio fue tomado por sorpresa nuevamente cuando Vicenzo agarro su mano y coloco el reloj. Él no opuso resistencia y dejo que Vicenzo hiciera lo que quisiera. Miró su mano unos segundos después, aunque pensando que era un sueño.
«Si será así cada vez que me enoje con él, supongo que vale la pena» pensó «no, no, imbécil, casi te violan, un reloj no hace la diferencia», Elio quería darse una bofetada por haber tenido pensamientos tan estúpidos «pero, ¿Por qué eligió este?, eso quiere decir que él…»
—¿Por qué elegiste este reloj? —Elio lo miro atentamente, pensaba que era ilógico que Vicenzo lo hubiese comprado porque lo vio apreciando la imagen y sonriendo.
—Hubo un error —dijo—, originalmente era para mí, pero enviaron la talla equivocada y pensé que te quedaría bien, por suerte no me equivoque —explico.
—Oh, entiendo… bueno, es hora de irnos.
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Después de anunciar el matrimonio entre Elio y Vicenzo, los invitados los comenzaron a felicitarlos y desearles lo mejor. Elio se obligó a sonreír y dar las gracias.
—Vicenzo.
Vicenzo, que estaba conversando amenamente con un socio de negocios, se paralizo al instante. La sonrisa en su rostro desapareció al instante y giró robóticamente sobre sus talones.
Los ojos de algunas personas se centraron en ellos, para Vicenzo, todos a su alrededor dejaron de existir. Ella no había cambiado, seguía siendo hermosa y elegante. Su cabello largo y ondulado estaba perfectamente acomodado, la gargantilla de oro brillaba en su cuello, el vestido negro con mangas de encaje y corte sirena, resaltaba su escultural cuerpo.
Vicenzo camino lentamente hacia ella, sus ojos aún estaban llenos de sorpresa y su cuerpo se sentía liviano, incluso pellizcó la parte interna de su mano para asegurarse de que no era un sueño, como los muchos que había tenido hacia años. El dolor le dejo saber que estaba ocurriendo de verdad. Adele estaba ahí, sonriéndole como si no hubiesen pasado años.
Sin pensarlo mucho, él abrazo con fuerza a Adele, para ese momento, las miradas de todos los invitados no le importaban en absoluto. En lo único que pensaba, era en sostenerla así para siempre. El perfume en su cuerpo era el mismo que solía usar cuando estaban juntos. Al parecer, nada había cambiado en todo ese tiempo.
—Adele —susurro mientras besaba la frente de la chica—, vámonos de aquí.
Él la agarró de la mano y la salió con ella ante la atenta mirada de todos.
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—Vaya, en el día de su compromiso —dijo un hombre con un tono de burla. Elio también estaba viendo cómo, el hombre que se supone es su prometido, salía de la mano con una mujer. Realmente le daba igual, pero su contrato había sido específico: no dejarle el camino libre a Adele Petrucci—. ¿No te molesta?, o, ¿sólo es una farsa?
Elio estaba en su límite. Ese hombre se había acercado supuestamente para felicitarlo por su matrimonio, sin embargo, desde que comenzaron a conversar, no había hecho otra cosa más que tratar de sacarle información. Aunque Gabriele le había advertido sobre las malas intenciones de algunos socios, él iba a servir como anzuelo para atraer a los peces y poder matarlos.
—No soy inseguro, señor —Elio le mostro su mejor sonrisa—, si me pongo celoso de todas las mujeres hermosas que tienen los ojos puestos sobre mi prometido, me veré vulgar. Además, yo sé muy bien quién es ella.
—Admiro su seguridad, pero es muy bien conocido por todos, que Vicenzo es un ojo alegre.
Elio no dijo más. Si hubiera podido, le rompería la nariz en ese mismo momento, odiaba a las personas que se meten en la vida ajena.
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Vicenzo había llevado a Adele lejos del bullicio y miradas de los invitados. La chica respiraba frenéticamente por haber salido tan rápido del lugar. Ella se recargo en un muro para tomar aire lentamente.
—¿Desde cuándo…? —Ella le sonrió y acaricio la mejilla de Vicenzo. El toque de sus delgadas manos era cálido, justo como lo recordaba. Él, como un niño que recibe una caricia, cerró los ojos, sumergiéndose en su felicidad.
—Llegue ayer —su voz era suave y linda. Los ojos de Vicenzo se abrieron, El avellana brilla con melancolía. Aquel rostro frio había quedado atrás y una cálida y añorante mirada adornaba su semblante.
—Adele, te busque durante todos estos años, cuando te fuiste, sentí que moriría sin ti…
—Pero yo sabía que no lo harías —ella lo abrazo y recargo su cabeza en el hombro ajeno—, sé que esperarías por mí, no importa cuánto tiempo haya pasado, sé que aún me amas, porque yo te sigo amando.
Vicenzo había añorado por años volver a escuchar esas palabras, pero, extrañamente, no se sentían tan reales como en el pasado. Lo abrazaba con fuerza, sin embargo, se sentía como si estuviesen separados por kilómetros.
Vicenzo desecho esos pensamientos al instante, ¿qué importaba si se sentía así?, habían pasado años, era lógico que se sintiera distante, pero el amor entre ellos era mucho más fuerte que la distancia y la nula comunicación. Él se encargaría de que esa distancia dejara de existir.
—Adele, ¿mi abuelo te invito hoy? —ella asintió. Dejo los fuertes brazos de Vicenzo y camino un par de pasos mientras se abrazaba a sí misma.
—Sabes que tu abuelo nunca me ha aceptado, y menos desde aquel accidente… fue a buscarme y me dio la invitación, dijo que de esta forma quedaría claro que yo no tengo ninguna oportunidad contigo —la vos de Adele se llevaba rastros de dolor—, cuando anunciaron el compromiso pensé que te había perdido para siempre, quise intentarlo una vez más y me presente ante ti. Tenía miedo de que me rechazaras, pero —ella se dio la vuelta y le sonrió—, me demostraste que yo sigo ahí, en tu corazón.
—Por supuesto que lo estas. Ni ese mocoso ni nadie puede ocupar tu lugar, eres y siempre serás la única persona a la cual he amado y amaré.
Posiblemente la cagó grandemente pero soy feliz