Mientras Tu Dormias

Camila se fue a dormir, sumamente acongojada, el recuerdo de su madre seguido de todas las cosas que había tenido que soportar luego de su partida, la hacían ponerse melancólica y triste. Adrián por su parte, notó que para la muchacha hablar de su madre no le hacía bien, reflexionó que al parecer ellas se amaban mucho, y a su esposa le hacía mucha falta la mujer que la trajo al mundo.

Cayó en cuenta de que afuera habían quedado los platos y demás enseres que utilizaron para la cena, entonces decidió llevar todo a la cocina y poner orden, para que al día siguiente Camila no se sintiera obligada a tener que limpiar. Se ocupó de lavar los trastes, poner en orden la cocina y luego se marchó a su habitación nuevamente. Una vez allí, se dejó caer en la cama, y su mente lo retrotrajo a la imagen de la muchacha.

Sintió muchas ganas de poder ser él quien le diera consuelo, pero lo detenía el hecho de que ella había contraído matrimonio con él por causa de un contrato. El hombre no se explicaba como, ni cuando, pero se sentía más que atraído por su esposa. Y sí bien tenía planeado conquistarla, no era su intención intentarlo en un momento en el cual sabía ella estaba vulnerable.

Luego de dar muchas vueltas en la cama, finalmente ambos se quedaron dormidos.

Al día siguiente y con toda la intención de hacerle olvidar los malos ratos, Adrián se levantó antes que Camila, preparó el desayuno y tal como ella había hecho en días anteriores se lo llevó a la habitación. El muchacho tocó la puerta un par de veces, y al no obtener respuesta decidió ingresar. Cuando lo hizo depósito la bandeja que llevaba sobre su falda encima de la mesa de centro.

-¿Camila?- preguntó y giró la silla de ruedas al oír la puerta del cuarto de baño abriéndose.

La mandíbula casi le cayó al piso cuando la vio salir de allí, envuelta en una toalla que apenas cubría lo necesario.

-¿Adrián? ¿Qué está haciendo aquí, señor Lewis?- preguntó ella sorprendida- ¿Acaso no le enseñaron a tocar?

-Yo... yo lo siento, traje el desayuno, para que lo hagamos juntos- balbuceó él sin poder quitarle la vista de encima- Yo toqué, pero no respondiste- agregó, pasando su vista desde la cabeza a los pies de la chica.

-¿Y no se le ocurrió pensar que quizás, solo quizás podría estar en el baño y no oírlo?- indagó ella y en ese preciso momento recordó que acababa de salir de la ducha.-¡Oh, por Dios!- exclamó- ¡salga, salga de aquí, señor Lewis!- casi le gritó ayudándolo como pudo a girar la silla, sacándolo fuera de la habitación para luego cerrar la puerta en su cara.

Adrián sonreía como bobo, mientras del otro lado podía oírla maldecir y quejarse de lo que él había hecho.

-¡No te preocupes por mí!- le gritó- Yo puedo prepararme otro desayuno. Ella por su parte se hallaba apoyada contra la puerta.

La muchacha se vistió, salió de la habitación, no sin antes haber probado las delicias que Adrián había preparado para ella. Él por su parte se regresó a su cuarto a... ducharse una vez más.

Cuando Camila se dirigió a buscar a Adrián este la estaba esperando en la sala.

-Lamento mucho lo de hace rato- dijo él.

-No se preocupe- replicó ella-¡Ah, por cierto! Gracias, el desayuno estuvo delicioso- agregó, el joven arqueó una ceja y pensó "no creo que más que tú"

-Me alegra que te haya gustado, ahora ¿qué te parece si vamos a dar un paseo?

-¿Un paseo?¿por donde?- indagó la joven mujer.

-Había pensado que...podríamos, no sé, llamar al chófer y que nos lleve cerca del lago, quizás.- sugirió

-No creo que eso sea posible- aseguró ella y él sintió que su negativa de alguna manera le dolió. Su semblante cambió en solo segundos y al verlo, Camila aclaró- Es que al parecer la lluvia no nos va a dejar hacerlo.- agregó señalando hacía el ventanal que se hallaba a espaldas del hombre, a través del cual se podían ver claramente las gruesas gotas de lluvia que descedian desde el cielo.

-Tocará quedarse aquí adentro, entonces- dijo él con resignación.

-Veale el lado bueno- dijo ella, él ladeó su cabeza en señal de no entenderla- Al no poder salir, tendremos más tiempo para sus masajes.

-Tienes razón- acotó él con una sonrisa bastante forzada, y no era precisamente por qué no le gustara sentir las manos de la muchacha sobre su cuerpo, era más bien por qué temía que su cuerpo en cualquier momento lo traicionara, delatandolo.

La mañana se les pasó volando, cuando se dieron cuenta ya habían almorzado y según Camila era hora de sus masajes. Para evitar sentirse tentado y ceder a sus instintos, Adrián le pidió a Camila que los masajes fueran en la sala, él se quedaría sobre el sofá o simplemente en la silla de ruedas. Ella aceptó con pocas ganas, ya que había leído en sus libros que los masajes daban mejores resultados si se hacían estando él paciente semisentado en una superficie recta, como sería una cama.

Esa tarde los masajes fueron diferentes, Adrián comprendió que Camila estaba probando diferentes métodos para ayudarlo a volver a caminar, cosa que lo llenó de remordimientos, la muchacha no sabía que él podía caminar y por esa razón se estaba esforzando en ayudarle para que pudiera hacerlo pronto.

-¿Camila?- dijo llamando su atención- ¿me dejarías preparar la cena, está noche?

-Si, con mucho gusto.- respondió ella y esa noche Adrián preparó una muy rica cena, sorprendiendo a su esposa, quien tenía la idea de que él no era más que un hombre con mucho dinero que jamás había hecho nada por su propia cuenta. Ignorando que él era mucho más independiente de lo que ella suponía.