Belén trabaja en una guardería, ya que ama a los niños. Todo parece ir bien en su vida hasta que es llamada por su padre, un hombre que nunca se hizo cargo de ella y no la ama. Este se casó con su amante y abandonó a su madre cuando ella era muy pequeña. Sin embargo, el magnate ahora le pide un favor.
¿Cómo un casamiento por obligación puede terminar uniéndote con tu alma gemela?
—Nacería mil veces más por ella, si solo una vez pudiera mirarme cómo yo la veo—
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Capítulo veinticuatro - La lista negra
Ambos llegaron a la fiesta luciendo despampanantes. David se había colocado sus lentillas para seguir con la farsa y Belén pensaba ayudarlo. No permitiría que nadie la apartara de él. Emiliano estaba ahí con ellos. No dejaría que alguien lastimara a su amigo y a su hermana.
—¿Qué les parece? El príncipe del desastre vino a la ceremonia y trajo a sus mascotas —dijo su primo Álvaro.
—Me parece que te sientes mal porque tus planes fueron frustrados. Aun así, no te preocupes, ya estás en nuestra lista negra —dijo Belén sin contenerse.
—Hija, que bueno que viniste —dijo el padre de Belén tratando de tomar su mano para hacerse ver con unos empresarios.
—Disculpe, mi señora prefiere que no la toquen —dijo Emiliano dispuesto a romperle todos los huesos al padre de Belén si fuera necesario.
—Tranquilo Emi, mi padre solo trata de hacerse ver. Ya que pronto perderá la empresa —dijo Belén y el hombre se sorprendió—. ¿Pensaste que no me enteraría de que al cumplir veinticinco años la empresa debería pasar inmediatamente a mis manos? Agradécele a tu amada hija quien trató de hacer quedar mal a mi esposo en casa de mi madre. Si no fuera por ella no hubiera iniciado los trámites para destituirte de tu puesto.
Belén estaba feliz, por fin haría que su padre pagara por todo lo que le había hecho.
—¿De qué estás hablando? La empresa le pertenece a mi padre —dijo la media hermana de Belén, Dévora.
—¿Qué hiciste? —preguntó el hombre furioso con su hija.
—Papá, solo quise poner a esa gente en su lugar. Por su culpa no me pude casar con el chico que me gusta —dijo la muchacha tontamente.
—Eres una estúpida —el hombre estaba haciendo una escena en el sitio delante de muchos empresarios—. Hija, he administrado muy bien los bienes de tu madre todo este tiempo. No puedes sacarme de la presidencia.
—Es que no te sacaré de la presidencia porque me robaste durante años, ya que no recibimos ni un centavo de las ganancias ni mi madre ni yo —si algo sabía hacer Belén, era cantarle sus verdades a las personas—. Tú no podrás seguir al mando, por el hecho de que los que están privados de su libertad no pueden manejar una empresa. ¿No lo sabías?
—¿De qué están hablando? —preguntó el hombre al ver entrar a la policía.
—Señor Isaurralde, es acusado de intento de homicidio de la señora Belén Isaurralde, y homicida del señor Vicentino —dijo el oficial de policía y le colocó las esposas.
—¿Cómo puedes hacerle esto a nuestro padre? —preguntó Dévora a Belén.
—Ese hombre no es mi padre. Solo tengo su apellido. Además, trató de quitarme la vida. No se merece mi piedad o mi paciencia —dijo Belén segura de que lo haría pagar por haberle hecho perder a su bebé.
—Álvaro, has algo —dijo Dévora desesperada.
—Suéltame, sin la empresa de tu padre no eres nadie —dijo el ambicioso joven, al parecer, aunque la chica le gustara no le importaba si no tenía dinero.
—Belu, vamos a otra parte. Ya no tenemos nada que hacer aquí —dijo David feliz de saber que su esposa era una mujer fuerte.
—Ustedes no se irán. Arruinaron mis planes —dijo Álvaro dispuesto a golpear a David.
Sin embargo, Emiliano se antepuso y tomó su brazo. Lo giró e hizo que ese desgraciado hiciera silencio.
—Intentas lastimar a tu familia. A un hombre que no puede ver tus golpes. Eres despreciable —Emiliano iba a romper su brazo cuando Belén lo detuvo.
—Gracias, Emi, pero déjalo. Ese tipo no vale nada —dijo Belén con tranquilidad y él le hizo caso.
Los tres abandonaron el salón principal de la fiesta y se fueron a la sala de descanso. Ahí los interceptó la madre de David. La mujer parecía estar enojada, por lo que Belén le susurró eso a su esposo en el oído. Ya que él no podía ver en ese momento.
—¿Qué se supone que has hecho? —preguntó ella a su hijo
—Lo que tú nunca te animaste a hacer por temor a que nuestras acciones bajen. Meter al asesino de mi padre en prisión —dijo David sin perder el tiempo.
—¿Estás loco? Ahora tendremos a muchas personas en nuestra contra —dijo la mujer enojada.
—Debería darle las gracias a su hijo, quien aún se preocupa por usted —Belén contestó y la mujer la miró enojada.
—Tú, seguro fuiste la que le metió extrañas ideas en la cabeza a mi hijo porque quieres recuperar la empresa de tu padre. Si vas al abismo no te atrevas a llevar a David —la mujer se acercó a Belén y esta sonrió.
—No voy a contestarle como se merece por respeto a su hijo. Sin embargo, no me conoce así que no se crea con el derecho de opinar de mí —aseguró Belén.
—Es suficiente madre —David necesitaba ponerle un alto a la mujer. No iba a dejar que menospreciara a Belén.
—Eres solo la hija de una cualquiera —dijo la mujer y quiso golpear a Belén, pero esta le tomó el brazo.
—No diga algo de lo que tendrá que disculparse en el futuro. Vaya a su casa y reflexione. Tal vez la empresa de su esposo pierda algunos millones por lo ocurrido hoy. Pero el alma de ese hombre por fin descansará en paz cuando quien lleva la culpa de su muerte se pudra en la cárcel —Belén, había sorprendido no solo a su suegra sino también a su esposo y a Emiliano.
Aunque normalmente era muy despistada y hasta algo tierna con las personas que quería. No era el tipo de mujer que se dejaba pisotear por otros cuando le parecía que algo era injusto. Belén abrazó a David y se acurrucó en sus brazos mientras veía a su suegra marcharse. David le aseguró que su madre solo estaba desbordada y que cuando se calmara entendería que lo que ellos dos habían hecho era algo bueno para la empresa. Trabajar con personas que solo te manipulan y te amenazan no era bueno.
—Gracias por ayudarme a vengarme del hombre que arruinó nuestras vidas —dijo David a su esposa.
—Gracias a ti fue posible, si no hubieras encontrado las pruebas que lo incriminaban no lo hubieramos podido hacer.
—Aún es pronto para celebrar —aseguró David—. Esto recién empieza.
Después de decir eso miró al cielo.
Autora: Osaku
Creo que quedo pendiente otra parte esta hermosa novela.
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