Él sin duda es un tiburón en los negocios, el típico hombre audaz, rico y arrogante. El CEO más codiciado de Los Ángeles. Un hombre posesivo, guapo y muy sexy, acostumbrado a tener a las mujeres más bellas de la ciudad. Pero le gustan los retos y ninguna de ellos supone uno para él.
Ella una chica humilde, con problemas de autoestima y de dinero, con un cuerpo voluptuoso y hermosos rasgos, desde su cabellos cobrizos y sus preciosos ojos negros. Sin esperarlo capta la atención del CEO frío y dominante. Que lo querrá todo de ella al precio que cueste.
"Quiero saberlo todo de ella, desde su dirección hasta sus más íntimos secretos, lo quiero para mañana al mediodía, es la única mujer que me ha movido el piso y tengo que averiguar por qué"
Acompaña a Regina George una chica de 25 años que tiene mucho sobre sus hombros incluyendo el cáncer de su tía y a Milo Monahan el CEO dominante, en esta apasionante historia de amor y mucha, pero mucha pasión.
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Capitulo 23
REGINA. Tengo una semana complicada. Bratt se ha propuesto llenar los huecos y me ha asignado horarios cortados.
SHARON. ¡Ese cabrón! Deberías renunciar.
REGINA. Necesito trabajar. Es lo que hay. Al menos por ahora.
SHARON. También tengo unos días complicados. Algunas compañeras han enfermado y tuve que asumir sus guardias. Cuando nos veamos tendremos los ojos detrás de la nuca. Pero, dime, ¿en qué quedaron?
No habían hablado de eso.
REGINA. Nada. Cenamos, tuvimos, mucho sexo, luego me envió a casa.
SHARON. Hay que dejarlo fluir. Si, como imagino, lo impactaste, será él quien mueva sus fichas de inmediato.
REGINA. Me dijo que no me considera un simple ligue de una noche.
SHARON. Eso es bueno. Alégrate. Tus fines de semana serán mucho más intensos de aquí en más.
No podía más que esperar que así fuera, que la honda impresión que él había dejado en ella fuera al menos la mitad en él. Imaginaba que tendría una vida ajetreada y llena de compromisos, en cualquiera de los cuales podría conocer a una mujer varias veces mejor que ella. De la misma forma que se había sentido prendado por ella en un evento, podía pasar con otras. La conciencia de esto la hizo entristecer. Era demasiado bueno para durar.
¿Pasaría Milo de ella sin dificultad, como una página insulsa? Tenía que bajar sus expectativas o iba a darse un golpe grande, decidió.
Al llegar el viernes se sentía agotada, su mente un mar de dudas, deseando saber de él y esperando un mensaje que la llevara otra vez al lugar donde había sido tan intensamente feliz, hacía cinco días. Cinco largos días en los que había chequeado su móvil de manera constante, para decepcionarse cada vez. Su parte racional trataba de aterrizar sus emociones y hacerle ver que era casi seguro que se hubiera hecho ilusiones falsas, equivocadas, gestadas por las dulces palabras y el néctar que ese millonario había derramado sobre ella, fruto de una pasión momentánea. Su mente le decía que tenía que estar preparada para el desengaño.
No obstante, su cuerpo respondía sin pudores a las fantasías que los recuerdos despertaban. Había recurrido a autocomplacerse, deseando que el vibrador, su amigo durante tantos años, fuera Milo insertándose en ella sin piedad para llevarla a la cima. Le fascinaba y detestaba por partes iguales esa sensación extraña de sentirse parte de un juego amoroso que no tenía posibilidades de concretarse. Se forzó a mantener su libido en orden en horas del trabajo, que era mucho y agotador.
En su casa se dedicó a compartir tiempo y conversar con Tina por horas, obligándose además a mirar los realities de cocina y alta costura que a su tía Meg le encantaban. Estos últimos los devoraba ella también y le hacían sentir más cerca de lo que amaba. Notaba a su querida tía un poco más pálida, aunque, como de costumbre, ella sonrió y la disuadió de preocuparse. Tina estaba cada vez más ocupada en la preparación de sus exámenes y pruebas y a Regina le gustaba que por las noches tuviera momentos para ella. No tenía amigos más que virtuales y era callada y responsable.
Dios sabía que su hermana se encargaba de la casa sin queja. Sabía que, con su actitud humilde, su vestimenta ancha y sus lentes de montura debía ser considerada una nerd, pero a ella no le importaba. Era lo mejor que podía pasar, esa actitud prescindente de cualquier cosa que no fuera su familia y su estudio. Eso la ayudaría a progresar, a alcanzar lo que le proveería de un futuro mejor. Eso deseaba. Ojalá pudiera hacerle las cosas más sencillas.
Cuando ya había perdido ilusión, llegó el mensaje de Milo y esto la sumió de nuevo en la niebla de la ansiedad y la tensión sexual. Era increíble que unas pocas palabras anunciaran tanto. Para ella, eran el paraíso.
MILO. ¿Nos vemos hoy? ¿Puedo enviar un coche por ti?
Suspiró extasiada y un dejo de alivio la recorrió. Por una vez le supo bien que su mente lógica hubiera sido batida: él la había vuelto a llamar y ella deseaba estar con él, disfrutar de sus caricias y de su cuerpo más de lo que creía posible. No dudó.
REGINA. A las siete de la noche termina mi turno en la cafetería. Tal vez es un poco tarde para tí.
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MILO. Para nada, es perfecto. Nos vemos.
Un estremecimiento la recorrió, sin poder evitarlo. Cerró sus ojos y se imaginó ante sí a Milo y el calor subió a su cara, tensa y deseándolo: sus abdominales duros y tallados, su boca que incitaba al pecado y que la había comido sin pudor, esa voz ronca que tanto la ponía. No podía esperar a estar con él.
Lamentó que el mensaje no hubiera llegado unas horas antes, pues podría haber traído alguna ropa diferente. Se había despertado sobre la hora esa mañana, con escaso tiempo para otra cosa que no fuera una ducha, un café y correr por el transporte. La razón de eso: su agitada imaginación, que no tenía otro tema que él. Lo veía, lo recordaba, lo soñaba despierta.
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Serían ella y su uniforme ingresando a ese lujoso edificio. No era importante, considerando que era una Cenicienta moderna. Salvo que ella era una versión menos idealizada: curvy, sin hermanastras malvadas, sin expectativa de casamiento con el príncipe. Milo tenía toda la estampa, él sí se apegaba al esquema. Supuso que habría alguna princesa dorada para él. No le sentó bien pensarlo, así que frenó su imaginación. Algo de magia había, para ella. Y la disfrutaría tanto como pudiera, decidió.
Las horas se le volvieron interminables, sus manos cada vez más tembleques al avanzar la tarde. A las seis y treinta su trabajo finalizó y fue con rapidez al precario baño para el personal e hizo lo que pudo para mejorar su aspecto cansado y sudoroso. Lo único que le gustaba era su ropa interior: Nueva y osada. Le gustaba sentirse sexy. Pensó que su lencería de muerte combinaba terrible con sus zapatillas, pero tendría que funcionar.
Necesito un Milo en mi vida 😜
no saben de negativas y. evasivas..... 🤦🏼♀️
qué aguante Milo ...😤
Aunque no hay títulos ....ud son el uno del otro 🥰❤️