"Una fanática decide tomar una misión imposible: salvar a su cantante favorito de las garras de la adicción, enfrentándose a los demonios de su pasado y a los peligros de la industria musical."
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DUDAS EN LA MADRUGADA
Llegué a mi habitación y cerré la puerta con cuidado, como si el mínimo ruido pudiera hacer que todo lo que sentía se derramara por el suelo. Apoyé la espalda contra la puerta y cerré los ojos por un momento, dejando que el silencio me abrazara. Ese silencio que a veces duele más que mil palabras. Caminé hasta la cama, dejé caer el cuerpo, sin quitarme siquiera los zapatos. Me sentía vacía. No era tristeza lo que tenía encima, era algo más complejo… como una mezcla entre decepción, impotencia y un susurro que decía: --- No perteneces aquí.
Miré al techo, como si ahí estuviera alguna respuesta. Pero solo encontré el mismo vacío que sentía por dentro. Me abracé las piernas, como lo hacía cuando era niña y todo parecía abrumador. Esta vez no lloré. Ya no. Era como si las lágrimas se hubieran secado de tanto usarlas.
El aire en mi habitación se volvió denso, como si el dolor tuviera peso, como si la tristeza pudiera llenar cada rincón. Cerré los ojos, apretándolos con fuerza, buscando apagar el mundo por un instante. Quería paz.
Pero la paz no llega cuando el alma está en guerra. Me dejé caer de lado en la cama, sintiendo cómo las sábanas frías contrastaban con el calor que me ardía en el pecho. Y entonces me escuché respirar… solo eso… un sonido suave, pero que era lo único que me recordaba que aún estaba aquí.
Tomé mi librera y mi bolígrafo, como quien se aferra a un salvavidas en medio de la tormenta. Abrí una nueva página y, sin pensarlo demasiado, escribí su nombre: Ethan.
La tinta fluyó como si mi alma se estuviera derramando por la punta del bolígrafo. No escribía solo una historia… estaba escribiéndome a mí misma. Todo lo que no podía decirle, todo lo que callaba frente a los demás, lo dejaba escapar entre líneas.
--- Ethan tenía una forma de mirar que atravesaba cualquier defensa. Una forma de quedarse callado que decía más que mil discursos. Y yo… yo solo quería entenderlo, saber si detrás de su confusión había un sentimiento que me alcanzara.
Hice una pausa, dejando el bolígrafo suspendido sobre la hoja. Respiré hondo.
-- Pero él no era mío. Nunca lo fue. Y eso… eso duele más que perderlo.
Seguí escribiendo, como si de alguna forma, al escribirlo, pudiera expulsarlo de mi mente, de mi pecho. seguía escribiendo sin freno, como si mi corazón le dictara directamente al papel.
--- A veces lo miro y me pregunto si él alguna vez ha sentido lo mismo. Si cuando me ve, se le revuelve el estómago como a mí. Si le tiembla la voz, si le pesa el pecho con todas las cosas que no decimos. O si simplemente… no siente nada. Como si yo fuera solo un paréntesis en su historia.
Me detuve un momento. El silencio en la habitación era tan profundo que podía oír mis propios pensamientos rebotando en las paredes. Cerré los ojos, dejando que la tinta se secara con el mismo calor que salía de mi pecho.
--- ¿Qué se supone que haga cuando la persona que me hace sentir viva es también la que más me hace daño sin querer?
Pasé la mano sobre la hoja, como si pudiera borrar mis sentimientos al tocar las palabras. Pero no. Ahí estaban. Claras. Crudas. Reales. Apoyé la cabeza sobre mis rodillas, con el cuaderno aún entre mis brazos. Mis ojos empezaron a cerrarse, pesados, como si el peso de todo lo no dicho también los arrastrara. La pluma resbaló de entre mis dedos, y el cuaderno quedó abierto sobre mis piernas, con esas últimas palabras esperando ser leídas por alguien que tal vez nunca lo haría.
Me acurruqué sobre el colchón, sin siquiera cubrirme. El aire de la noche se colaba por la ventana entreabierta, pero no lo sentí. Mi cuerpo, agotado, se rindió. Y en cuestión de segundos, caí en un sueño profundo…
ETHAN:
Bajé la mirada, y me quedé ahí para'o, en medio del silencio y la oscuridad de la casa. To' el mundo ya taba dormío, o al menos eso parecía. Yo era el único despierto… o eso sentía. El reloj marcaba la madrugada, pero el sueño no llegaba. Caminé lento hasta la cocina, buscando algo pa’ distraerme. Saqué un vaso y lo llené de agua, pero ni eso me quitaba el peso en el pecho. Pensaba en Aurora… en la mirada esa cuando subió las escaleras… en cómo me dijo “buenas noches” sin ni mirar pa' tras. Esa despedida me dolió más de lo que debería.
Me senté en la mesa del comedor, callao. Mirando la puerta por donde ella entró hace un rato. Como si quedándome ahí pudiera estar un poquito más cerca de ella… aunque sea en pensamiento.
—¿Qué carajo me pasa? —murmuré bajito, rascándome la cabeza—. Yo no soy así. O al menos no lo era… antes de ella.
Solté otro suspiro, y dejé caer la cabeza entre las manos. Esta casa se siente más vacía que nunca… y eso que estamos to's aquí. Escuché el tic tac del reloj mezclarse con el zumbidito bajito de la nevera. La casa estaba callá, como si hasta las paredes supieran que algo no andaba bien. Cerré los ojos un momento, pero en vez de paz, lo que vino fue su cara... Aurora.
—¿Por qué tú? —susurré, casi con coraje. Pero no era contra ella... era conmigo mismo.
Me levanté de la silla sin ganas, arrastrando los pies hasta la sala. Me dejé caer en el sofá, tira’o, mirando el techo otra vez. El mismo techo que ella miró esa noche, cuando todo se sentía... más simple. Un ruidito me sacó del viaje. Alguien venía caminando por el pasillo. Me enderecé un poco, callao, esperando.
La silueta apareció: era John . Tenía pijama y el pelo medio despeina’o.
—¿Ethan? —dijo suavecito—. ¿Tampoco podías dormir?
Negué con la cabeza, sin decir na’. El se me acercó y se sentó al la’o mío.
—Estás pensando en Aurora, ¿verdad?
Lo miré, medio sorprendido. El solo asintió, como si no hiciera falta que lo dijera.
—Desde que ella llegó, algo cambió en ti —añadió—. Y no está mal, ¿sabes? - cualquiera se enamoraría de esa nena , Pero tienes que aclararte, Ethan. No por ella, por ti mismo.
Solté un suspiro fuerte. Me pasé la mano por la cara, cansao. —Es que… siento que si no hago algo ahora, la voy a perder. Y no sé ni por qué me importa tanto… si casi ni la conozco.
John sonrió con ternura. —A veces no hacen falta años pa’ conectar con alguien. A veces solo hace falta una mirada.
Nos quedamos calla’os un rato más. El silencio entre nosotros se sentía cómodo.
—Ve a dormir, Ethan —dijo al final—. Mañana será otro día… y tú vas a saber qué hacer.
Asentí. Me paré despacio y subí las escaleras sin decir más na’. Al llegar frente a su cuarto, dudé… pero no toqué la puerta. Solo apoyé la frente contra ella, cerrando los ojos un momento. Después caminé hasta mi cuarto. Esta noche… no había respuestas. Pero el corazón, ese sí, ya estaba hablando lo que yo no me atrevía a aceptar.
"Me ha gustado especialmente la forma en que el autor ha explorado temas profundos y universales, como el amor, la pérdida y la búsqueda de la identidad. La escritura es hermosa y evocadora, con una prosa que es a la vez poética y accesible.
"Lo que más me ha impactado de este libro es la forma en que me ha hecho reflexionar sobre mi propia vida y experiencias. Me ha hecho darme cuenta de que no estoy solo en mis luchas y sentimientos, y que hay otros que han pasado por cosas similares.
"En resumen, este libro es una obra maestra que me ha dejado sin aliento y con ganas de más. Lo recomiendo a cualquiera que busque una historia que lo haga sentir, pensar y reflexionar. Es un libro que se queda contigo mucho después de que lo hayas terminado de leer, y que te hace apreciar la belleza y la complejidad de la vida humana."