Curvas Al Exito

Ariel estaba empezando a adaptarse a su nueva realidad, aunque la amnesia aún la mantenía en un estado constante de confusión. Su padre y Dana hacían todo lo posible por mantenerla cómoda y distraída, evitando cualquier cosa que pudiera estresarla.

Una tarde, mientras caminaba por el parque cercano a su casa, Ariel se encontró con una mujer que le resultaba vagamente familiar. La mujer tenía una mirada intensa y una sonrisa que parecía tener un propósito oculto. Era Valery.

Valery: Hola, Ariel —dijo con una voz seductora y llena de intenciones—. No esperaba verte aquí.

Ariel frunció el ceño, tratando de recordar de dónde conocía a esta mujer, pero todo lo que surgía en su mente eran sensaciones de angustia y dolor.

Ariel: ¿Nos conocemos? —preguntó, tratando de mantener la calma.

Valery sonrió, disfrutando del desconcierto en los ojos de Ariel.

Valery: Sí, querida. Nos conocemos muy bien. Yo solía estar muy cerca de Benjamín.

Al escuchar el nombre de Benjamín, un torrente de emociones confusas invadió a Ariel. Su mente empezó a reproducir imágenes fragmentadas y sensaciones dolorosas. Recordó la traición, la humillación y el profundo dolor que sintió al descubrir la infidelidad de Benjamín con Valery.

Ariel: Tú... —susurró, su voz temblando mientras las lágrimas comenzaban a llenar sus ojos—. Tú eres la razón por la que sufrí tanto...

Valery se acercó, su mirada fija en Ariel.

Valery: Así es. Benjamín y yo tuvimos una aventura. Y no solo eso, Ariel. ¿Recuerdas el video? Él solo se casó contigo para contentar a sus padres. Nunca te amó realmente.

Ariel sintió como si un cuchillo atravesara su corazón. Las palabras de Valery reavivaron todos los sentimientos de traición y desesperanza que había tratado de olvidar. Las imágenes del video, los momentos de engaño y las mentiras de Benjamín se volvieron más claros en su mente, como si se reprodujeran en una película de terror.

Ariel: ¡Basta! —gritó, llevándose las manos a la cabeza—. No quiero escuchar más.

Valery se retiró un paso, satisfecha con el caos que había sembrado en la mente de Ariel.

Valery: Solo quería que supieras la verdad, querida. No puedes confiar en él.

Ariel, temblando y con el corazón roto, se dio la vuelta y corrió hacia su casa. Las lágrimas caían libremente por su rostro mientras intentaba procesar los recuerdos dolorosos que ahora la abrumaban. Cuando llegó a casa, se desplomó en el sofá, sollozando sin control.

Dana y don Jorge, alertados por el estado de Ariel, corrieron hacia ella.

Dana: Ari, ¿qué pasó? —pregunto, abrazándola con fuerza.

Ariel: Valery... ella... me recordó todo —dijo entre sollozos—. Todo el dolor, la traición... No puedo con esto, Dana. No puedo.

Don Jorge, con el rostro endurecido por la ira, tomó una decisión.

Don Jorge: No te preocupes, hija. Nos ocuparemos de esto. Tú solo concéntrate en sanar y en tu bebé.

Ariel asintió, tratando de encontrar consuelo en las palabras de su padre. Pero en su corazón, el dolor de los recuerdos y la traición seguía siendo abrumador. Ahora, más que nunca, necesitaba tiempo y espacio para sanar, y sobre todo, necesitaba encontrar una manera de enfrentar y superar el doloroso pasado que Valery había desenterrado tan cruelmente.