Todos somos únicos y especiales, todos tenemos nuestras particularidades que nos hacen sobresalir entre los demás. Con el pasar del tiempo unas características se han interpuesto sobre las demás en la norma social: los cuerpos esbeltos, los vientres planos y los rostros perfilados; se han convertido en dicha norma victimizando a toda mujer que no posea dichas cualidades. Yanelis es una de esas chicas, toda su vida a sido víctima de la marginación y de discriminación debido a su peso. Aunque la sociedad la haga sentir aparte y sin esperanzas de mejorar, Yanelis a decidido ignorar todo comentario negativo y probar de qué está hecha, progresando en la vida y dándose a valer. Después de varios intentos de búsqueda de empleo en su lucha por un mejor porvenir, al fin encontró un trabajo como secretaria en un consultorio médico.
Su nuevo jefe, el Dr. Maykel; es un hombre serio y recto que lleva su consultorio de una manera demandante y perfeccionista. El D
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—Es difícil hacerte cambiar de opinión, ¿eh?
—Debo ser necia todo el tiempo, o sino no sería yo. ¿Cuándo te darán de alta?
—Tan pronto se acabe el medicamento que me está bajando el suero.
—¿Cómo te sientes?
—Estoy bien. Los medicamentos calman el dolor y las náuseas. ¿Y tú mamá?
—Está en la casa. Salí tan de prisa que debe estar preocupada. No tengo ni el teléfono encima.
—Llámala del mío. No es bueno que la dejes preocupada.
—¿Desde cuándo ella lo sabía?
—Se enteró hoy. Luego de lo que sucedió, no me atreví a mentirle.
—No vuelvas a ocultarme nada, por favor.
—No lo haré, puedes estar tranquila.
—Cualquier malestar, dolor o inquietud, solo déjame saber. No te guardes todo por dentro, te lo pido.
—Te prometo que te diré todo, palabra de hombre.
—Gracias.
—Hay algo que no te he dicho.
—¿Qué?
—Estás hermosa— acomoda el mechón de mi cabello por detrás de la oreja y desvío la mirada algo avergonzada—. Lo siento, debes sentirte incómoda conmigo diciendo estas cosas.
—Para nada, me agrada saber que piensas eso de mí. Esperemos que te den de alta para que vayamos a casa. Sé que no puedes comer nada fuerte, así que tu menú de hoy será unas deliciosas gelatinas a la puttanesca. ¿Qué te parece?
—Muero por probarlas— ríe, mientras me despeina.
Debo buscar una solución, mientras tanto haré todo lo que esté a mi alcance para verlo sonreír siempre de esta manera.
Estuve acompañándolo en todo momento hasta que le dieron el alta y logramos regresar a la casa. Mi mamá preparó comida, pero obviamente no iba a permitir que él en este estado comiera algo fuerte. Mientras preparaba gelatina de distintos sabores, mi mamá entra a la cocina.
—¿Pudieron hablar sobre esto, pequeña?
—Sí, mamá. No hablemos más de este tema, tenemos que enfocarnos en crear un ambiente cómodo, tranquilo y alegre. ¿Podrías ayudarme con eso, por favor? No mencionemos este tema frente a él, ¿de acuerdo?
—Opino lo mismo, querida.
Por dentro estoy destruida, pero debo disfrazar ese dolor con una sonrisa, con tal de no hacerlo sentir mal. Solo de imaginar que tal vez en algún momento no vuelva a verlo, hace que el pecho se me oprima y ese nudo no tarde en aparecer. ¿Por qué la vida debe ser tan injusta? Me niego a aceptar esto. Luego de terminar en la cocina y lograr calmarme un poco, voy a la habitación donde él está y lo veo buscando sus cosas para bañarse.
—Te ayudaré— agarro su toalla y me mira sorprendido.
—Yo puedo bañarme solo, no tienes que molestarte de esta manera.
—¿Estás nervioso porque no quieres que te vea desnudo?
—Tu actitud me está poniendo nervioso, ¿sabías? No sabía que tenías tanto interés de verme. De verdad agradezco tu ofrecimiento y tú ayuda, pero es algo que puedo hacer. No soy manco, osito.
—Bueno, te esperaré aquí.
Mientras se va al baño, busco mi teléfono y veo varias llamadas perdidas del doctor, pero no estoy preparada para contarle sobre esto ahora, así que decido ignorarlo. Mañana tomaré el tiempo de hablar con él y cortar con ese contrato. En el momento que Jeremy sale del baño, aprovecho para bañarme, ya que huelo a hospital y odio ese olor. Cuando llego de vuelta al cuarto, lo veo acostado y arropado. Entro a la cama y me acuesto en mi lado, mientras me giro hacia él.
—Debes estar muy cansado.
—No, me siento bien.
Me acerco a él y recuesto mi cabeza de su antebrazo.
—¿Qué haces?
—Tengo frío y tú temperatura es agradable — acerco mi frente a su pecho en busca de su calor y sus brazos me rodean. Puedo escuchar claramente su corazón agitado, al igual que su respiración.
—No me estés tratando así de bien, porque eso solo duele más — su voz se escucha ronca y levanto la mirada para verlo—. Prefiero que sigas tratándome como antes, osito— una lágrima se desliza y, antes de que culmine en su barbilla, le doy un beso en la mejilla evitando que suceda.
—¿Por qué no puedo tratarte bien? Ese lado que mostraba antes solo era por molestar, pero más que nadie debes saber que eres muy importante para mí. Desde que éramos unos niños siempre te vi especial. Todo lo que pasamos antes y ahora, me ha hecho darme cuenta de lo valioso que eres y de lo mucho que te quiero— acaricio su mejilla y cruzamos mirada por unos segundos—. Te quiero mucho, Jeremy— cierro los ojos y lo beso.
Su otra mano se entrelaza en mi cabello para profundizar el beso. La emoción del momento nos deja llevar más de la cuenta, que ya cuando caigo en cuenta, él está sobre mí. No puedo rechazarlo, no puedo y no quiero. Quiero grabar y atesorar cada momento que tenga con él porque, aunque quiera guardar una esperanza, no sé cuándo sea el último y no quiero arrepentirme de no haber hecho algo, cuando verdaderamente pude.
—¿Estás segura de esto? Yo no quiero que luego te arrepientas.
—Jamás podría arrepentirme— me aferro a su cuello y lo acerco a mí —. Solo házmelo y no lo pienses más. ¿No te das cuenta de que muero por esto? — lo beso, dándole mi aprobación a que continúe.