Amor Infinito

Amor Infinito. 

Viajando con Maja. Capítulo 22 

Elsa Isasa. 

El gusano verde que había picado a Maja era bastante peligroso. El efecto de su picadura incluso podría causarle un shock respiratorio y afectar su cerebro por las sustancias alucinógenas del veneno que en muchos casos podría ser mortal. Así que no fue extraño para los médicos que al despertar cada tanto la enferma rehuyera  el contacto con el hombre que decía ser su pareja, incluso de su hijo y de su hermano Bruno y solo aceptaba a Paula a su lado. 

Este estado de cosas movilizó a Leonardo a trasladarla de país con el cuidado necesario para evitar secuelas y evolucionar a su más rápida curación. 

Andrea viajó a Costao da Praia llevando al padre Artemio y a Marcia a fin de traer las cosas de Maja y su hermano. 

Agradeció a todos por lo que habían hecho por Suelen. La morena Marcia nunca había visto tanto dinero como el que le dio Andrea agradecido por su atención y apoyo. Los niños de Marcia quedaron también encantados. Andreas no podía creer la humildad en que vivían Maja y Bruno. Sacó fotos de la casita de madera y sus dependencias. Visitó al prefecto y su señora. Agradeció al joven Dr Josué. 

La pequeña población costera quedó asombrada de la llegada del helicóptero con Andrea, el cura y Marcia. La señorita Suelen se iría pero dejaba los mejores recuerdos en ese rincón del mundo donde había trabajado con fervor y el pequeño Lelo había nacido. 

En un avión especial volaron a Buenos Aires con la enferma. 

Allí la ubicaron otra vez en la casa de Leonardo Valente, con infectólogos y neurólogos. 

Leonardo dormía agotado cada noche con Lelo arriba de su barriga y Bruno a su lado. 

Su hijo instintivamente se prendió a él y no quería que nadie más que él y Bruno lo tuvieran. 

Bruno lo había empezado a alimentar con papillas y eso solucionó el tema de la alimentación ya que Lelo no podía ser amamantado. El cuerpo de su mamá tenía mucha leche, y Paula por consejo médico debía extraerle y desechar. La extracción era obligatoria porque los senos se habían vuelto rojos y duros y la fiebre regresaba.

Leonardo Valente sufría viendo a Maja que aún no se recuperaba y que rehuía su contacto, cada vez que lo veía se acurrucaba contra Paula. Tampoco pedía por su hijo o Bruno. Era como si los hubiera olvidado.

 Pero el suero constante y la medicación adecuada dieron sus frutos. El cuerpo de Maja fue eliminado la droga y su sistema recuperándose. 

Empezó a caminar al baño ayudada por Paula. Le pidió bañarse y estuvo con esa mujer que actuaba como su madre debajo del agua mucho tiempo. 

Paula le cubrió con una salida de baño y le llevó a la habitación para vestirse.

Mientras la vestía con amor, Maja comenzó a hacer las primeras preguntas coherentes. 

– Estoy en la casa del señor Valente. ¿Porque Paula? ¿Dónde está Bruno? ¿Sigue enfermo?-

– Bruno está bien. Te hemos traído enferma del Brasil. A ti, a Bruno y al pequeño Lelo–

– Mí hijo?-- dijo de golpe agitada– ¿dónde está mí hijo? No quiero que lo vea la señora Magdalena. ¡Necesito irme de acá Paula.!- 

– La ex mujer de Leonardo está en la cárcel. Están separados. Leonardo solo te pertenece a ti, Maja. –

– ¿Está en la cárcel?--

– Fingió su secuestro. No amaba a Leonardo. El niño no era suyo. Leonardo sufrió mucho Maja.-- 

– El..el..¿ ya sabe lo de nuestro pequeño?- 

– Ven. – le dijo Paula y le tomó de la mano. Le llevó hasta la recámara de Leonardo Valente y allí Maja los vio dormir. Su hijo estaba prendido de su padre y Bruno a su lado. Se mantuvo en silencio para no despertarlos.Y luego retrocedió despacio y se acostó junto a Paula. Lloró bastante y su llanto era un llanto de felicidad. 

Paula le hablaba como una niña pequeña. Le contaba despacio varias cosas. Hasta que finalmente Maja se durmió.

Cuando se despertó al otro día Paula no estaba. Allí sobre la cómoda estaba su vestidito de flores que alguna vez había usado para visitar a su jefe en sus noches de amor. Se puso su vestidito y fue a mirar la alcoba de Leonardo, pero estaba vacía. 

El perfume de bebé, había copado el profundo aroma de la colonia de su dueño. 

Siguió despacio hacia el comedor y allí los vio. 

Leonardo Valente no parecía el mismo. Su hijo le había llenado la cara de jaleas y leche. Y él se reía feliz con Lalo y Bruno. 

Cuando la vieron los tres callaron de golpe hasta que Lalo comenzó a llorar tendiendo los brazos.

 Tener a su hijo junto a ella fue sin dudas el mejor regalo de esa mañana. Ella alzó a su pequeño Lelo y lo cubrió de besos para que deje de llorar. Luego fue a su hermanito Bruno y también lo besó. Finalmente se sentó en el regazo de Leonardo que la miraba extrañado y le dijo:

– Hola amor. Ya estoy bien–. 

Y luego lo besó así como su Maja solía besarlo, a pesar de su cara sucia de dulces.

Estar con su mujer en su regazo y su hijo encima fue la forma de saber el peso de su masculinidad aplastada por los seres que más amaba. 

Creía que iba a morir en el intento mientras Bruno le enseñaba cómo limpiar y cambiar a su hijo, darle de comer, acariciarle los rulos hasta que duerma. 

Ahora su madre, ya estaba sana y lo había besado con pasión. Su Maja volvía a ser suya, tenía que compartirle con su hijo y su cuñado.

Quedó extasiado mirando sus hermosos pechos mientras daba de mamar a su hijo. Algún día esos senos volverían a ser suyos. 

El mundo que él soñó tanto tiempo sería posible. 

– ¿Estás bien amor? Creo que Lelo ya se ha dormido. 

–Así es. Le llevaré a su cuna–

– No duerme en su cuna. Solo quiere dormir sobre mi–

– Dormía. Ahora dormirá en su cuna.Este lugar es mío.-- dijo Maja besando su cuello.