MI NIÑA. UNA GUERRERA. RENACIENDO. "Una Historia Que Duele… Pero También Salva"

POV Charrill

Cada día escribo en mi diario algo que deseo. Y una frase que me ayude a reconstruirme.

Han pasado meses desde que llegué a este albergue.

He conocido chicas con historias devastadoras… mujeres valientes, con cicatrices en el alma, que se han convertido en mi impulso para levantarme cada mañana.

A veces, cuando siento que no puedo más, pienso en ellas… y entonces puedo.

Tengo una familia que me ama. Ahora lo sé.

Me he sometido a varias cirugías: la corrección del tabique, la incrustación de las tres piezas dentales que perdí y un tratamiento para la columna.

Los golpes de Martín destrozaron mis vértebras, como si hubiese querido quebrarme desde dentro, tanto en alma como en cuerpo.

¿Cómo viví así tanto tiempo? No lo sé.

Supongo que una parte de mí se anestesió.

Es ahora cuando el dolor se hace presente. Cuando mi cuerpo, por fin a salvo, se atreve a recordar… a sentir.

Permanecer en una posición durante mucho tiempo se vuelve una tortura, un castigo sin razón.

Hago rutinas de ejercicios suaves, sin peso. Reaprendo a habitar mi cuerpo.

A moverme sin miedo.

A caminar sin que me duela el alma con cada paso.

A sentir sin culpa.

Hoy es mi cumpleaños número 22. Y deseo, con todo mi corazón, que mi familia esté aquí conmigo. Que me abracen. Que me miren como antes.

La frase que escribo es:

“Tú puedes, Charlie. Eres inteligente.” Me la repito como un mantra. Porque lo soy. Porque quiero volver a ser la que fui, o al menos… una versión más libre de mí.

En este lugar tenemos horarios y actividades. El orden ayuda. La rutina y la disciplina también. Los convino con el trabajo que hago al lado de Cristóbal.

Hoy me toca la cocina junto a Dennis.

Ella es una chica belga que tuvo la mala suerte de caer en manos de un grupo de trata de blancas.

Es con quien mejor me llevo en este lugar, además de Yulia, mi psiquiatra. Dennis y yo compartimos silencios y risas. Nos entendemos sin palabras.

Me duele recordar que Esther murió hace un mes.

Lo que comenzó como una simple gripe terminó convirtiéndose en una neumonía. Su cuerpo, frágil y con las defensas por el suelo, no pudo resistir.

Aún seguimos buscando a su familia… Es una promesa que hicimos desde el primer día, y vamos a cumplirla, sin importar cuánto tiempo pase ni lo difícil que sea.

Llego a la cocina, distraída, con la mente en mil cosas… y entonces me detengo en seco.

¡Está mi familia completa!

Mamá con Dante. Ese niño se ha robado su corazón, y no sabe cuánto le agradezco que sea él quien logra mantenerla entretenida, con una sonrisa en el rostro y a flote, incluso en medio de esta tormenta.

Él y Marcello son quienes le dan luz, quienes la sostienen. Le han devuelto la calma, la esperanza, y le regalan a diario instantes de verdadera felicidad.

Mi hermano, con su esposa e hija; la tía Marla, el tío Roqui, mi padrino…

Y Junior, mi primo bello, ese que siempre, sin falta, encuentra la manera de arrancarme una sonrisa, incluso cuando siento que todo se desmorona a mi alrededor.

Su presencia es un abrazo silencioso que me envuelve y me recuerda que, pase lo que pase, no estoy sola. Él, igual que mi padrino, es uno de mis grandes amores.

Me cubro la boca con las manos. Siento que el corazón se me va a salir del pecho.

Me tiembla el cuerpo entero.

No me lo esperaba.

Y por eso duele bonito.

Me siento tan feliz de verlos. Hacía tanto que no celebraba un cumpleaños a su lado… que por un instante, todo lo demás deja de importar.

Solo ellos.

Solo este momento.

Mamá me abraza, me apapacha, me cubre de besos como si quisiera reparar cada grieta con su amor.

—Mi bebé, moría por verte —dice con la voz entrecortada, y yo me derrumbo entre sus brazos.

—María Teresa, si vas a hacer llorar a la niña, te subo en el avión y te regreso —la amenaza, medio en broma, mi amado tío Roqui, con ese tono que siempre logra aflojarme una sonrisa.

Me da uno de esos abrazos que amo sentir. Firme, tibio, con olor a casa.

—Oye, tío, no robes protagonismo, déjame saludar a la enana —dice Adrián, mi hermano.

Con él es con quien menos he hablado en este tiempo… pero lo he extrañado tanto. Su abrazo me hace temblar. Me aferro a él un segundo más de lo necesario.

Me da un cálido abrazo y me pasa a mi sobrinito para que lo cargue. Él me toca la cara con sus manitos curiosas. Me quedo mirándolo con ternura. Su inocencia es un bálsamo para mi alma.

Saludo a mi cuñada con un beso en la mejilla. Ella me sonríe con los ojos llenos de emoción.

—¡Padrino! —me lanzo a sus brazos.

Él ha sido mi pilar, quien me ha sostenido en los momentos más oscuros.

—Te amo, mi pequeña.

Le hago ojitos, preguntándole sin palabras si hay algún progreso con la tía.

Él asiente suavemente con la cabeza y sus ojos brillan de felicidad.

—¡Tía hermosa! —le digo, intentando suavizar su expresión.

Ella frunce el ceño. Me mira con un reproche que no comprendo.

—¿Por qué hay favoritismos? —señala a mi padrino—. A él le dices "padrino", y a mí, nada. ¡Si yo soy tu madrina!

—Primita, no le hagas caso a los celos de mamá —interviene Junior, llegando a mi rescate.

Amo a mi primo. Tiene el don de apagar fuegos con una sonrisa.

—¿Y tú no me piensas saludar? —le pregunto a Dante, que está cerca de Dennis.

Él me observa como examinándome, con esa mirada que ya he visto más de una vez en las videollamadas con mamá.

—Por supuesto que sí, pero solo estaba esperando que dejaran de atosigarte… en especial el latoso de Adrián —dice, frunciendo la boca.

—Oye, mocoso. No te pases y recuerda que ella es mi hermana.

Dante encoge los hombros y niega con la cabeza, ignorando los reclamos de mi hermano.

Pasamos una tarde maravillosa entre risas, charlas, abrazos y pasteles. Siento que mi alma se llena de aire fresco. Que mi corazón, aunque parchado, late fuerte.

Ellos son mi familia.

Mi raíz.

Mi refugio.

Mamá se aleja un poco para atender una llamada.

Me acerco, en tono cómplice:

—¿Señora María Teresa, qué oculta?

Sé que está saliendo con alguien. Lo intuyo en su forma de caminar, de sonreír, en los brillos que antes no estaban. Y si eso la hace feliz, a mí también. Ella merece volver a empezar.

—Charri… —juega con sus manos como una niña pequeña— estoy saliendo con alguien.

Sonrío, sin sorpresa.

—Ya lo sé.

Ella le lanza una mirada amenazante al tío Roqui.

Él levanta las manos, defendiéndose con dramatismo.

—¡Ahora resulta que el único chismoso de la familia soy yo!

Todos reímos. Es una escena que podría repetirse mil veces y siempre me haría feliz.

Pero entonces…

Mamá recibe una notificación.

Toma el teléfono. Lo revisa. Y su rostro se llena de luz.

No dice nada, pero la risa en la cara lo dice todo: está feliz.

Me acerco y leo el mensaje por encima de su hombro.

✉️Marcello: Muñeca, perdóname por no poder acompañarlos. Prometo compensarte. Te amo. Tu ferviente esclavo.

—¡Woo…! Pero sí que lo traes loco…

(…)

La historia de María Teresa la pueden leer en la VETERANA ¡NO ERES MI TIPO!

La de Gerónimo y Marla en ZADDY: RECUPERANDO A MI ESPOSA.