En un mundo donde las diferencias culturales pueden ser un obstáculo, dos personas se encuentran Pero su amor está condenado desde el principio. ¿Podrán superar los desafíos y encontrar un futuro juntos?
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Capitulo 22 Una Sorpresa
Amina y yo nos apresuramos a atender a Margot después de su desmayo. El aire estaba tenso mientras colocábamos alcohol en su nariz para reanimarla. Después de unos segundos que parecieron eternos, Margot abrió los ojos lentamente.
—¿Estás bien? —pregunté, preocupada.
—¿te llevemos a tu apartamento?
—insistió Amina.
Margot negó con la cabeza, recogiendo rápidamente sus cosas.
—Estoy bien, no se preocupen —dijo con frialdad antes de marcharse apresurada, sin permitirnos acompañarla.
Amina suspiró, cruzándose de brazos mientras la veía alejarse.
—No me gusta la actitud de Margot últimamente. Hay algo extraño en ella, y empiezo a desconfiar.
—Es verdad que está diferente. No entiendo qué le pasa. Tal vez son las hormonas —le respondí, intentando buscarle sentido a la situación.
Amina negó con la cabeza.
—No sé, Helena. Pero peor aún... que nos enamoramos del mismo hombre.
La miré con sorpresa.
—¿Te refieres a Farid?
—Sí Amina asintió con resignación
—Él habla con las dos por redes sociales. Pero ya sabes cómo es Margot, tan coqueta...
La conversación quedó suspendida, pero la inquietud no me abandonó. Al día siguiente, me acerqué a Margot mientras desayunaba.
—¿Cómo te sientes? le pregunté —Quedé preocupada por lo de ayer.
—Lo siento, Helena —murmuró, apartando la mirada. Pero justo después de tomar un bocado de su desayuno, corrió al baño a vomitar.
La seguí de cerca.
—Margot, no estás bien. Deberías irte a tu apartamento y descansar.
Margot se limpió la cara con una servilleta y, con una voz temblorosa, dijo:
—Creo que estoy embarazada... llevo días de retraso en mi menstruación.
Quedé impactada.
—¿Estás segura? Tal vez es un virus...
Margot rompió en llanto.
—Tuve sexo sin protección...
—¿Cómo es posible? —pregunté, sintiendo una mezcla de preocupación y desconcierto—¿Con quién estuviste?
—Fui a una fiesta —Ya sabes que aquí siempre hay extranjeros, sobre todo por el programa de intercambio cultural...
Tomé aire profundamente.
—¿Fue con un hombre de otro país o con alguien residente de Catar?
—Con hombres de otros países... —admitió, bajando la cabeza.
Sin saber qué más decir, le tomé las manos.
—Vamos a hacerte una prueba de embarazo. Necesitamos estar seguras.
Luego de hacer la prueba de sangre. Unas horas después, con los resultados en mano, la llevé a una habitación del hospital alejada para darle privacidad. Margot me pidió que lo leyera yo, porque no podía dejar de temblar.
Abrí el sobre lentamente, mi corazón latiendo con fuerza. Cuando leí el resultado, sentí un nudo en la garganta.
—Es positivo... estás embarazada, Margot.
Ella me miró mientras lágrimas caían por su rostro.
—No puede ser... —murmuró, mirando los resultados. Su voz se quebró, y de pronto gritó —¡No puede ser, no puede ser!
—Tranquilízate —le dije, intentando calmarla —Debes decirle al padre del bebé. Esto no es algo que puedas enfrentar sola.
Margot me miró con desesperación.
—No sé quién es el padre...
La miré, sin comprender.
—¿A qué te refieres?
Con vergüenza, confesó:
—Estuve con dos hombres... no sé quién es el padre.
Quedé en shock.
—¿Cómo estuviste sola con ellos? Yo siento tantas restricciones aquí...
Margot me miró fijamente.
—De la misma forma en que estuviste con Frederik, mi hermano.
Sus palabras me golpearon como un balde de agua fría.
—No vuelvas a mencionar a tu hermano. Es un capítulo de mi vida que no quiero recordar.
Margot suspiró.
—Igual que este error que tengo ahora...
Se tapó la cara con las manos.
—No sé qué voy a hacer... —repitió una y otra vez —Lo voy a abortar, Helena. Y me vas a acompañar.
Quedé helada.
—No pienses en esas cosas. Estás alterada. Cálmate...
Margot me interrumpió, gritando:
—¡Eres mi amiga! ¡Debes apoyarme!
—Buscaremos una solución, pero no tomes decisiones apresuradas —le dije con firmeza.
Margot se puso, furiosa.
—Pensé que eras mi amiga, pero me equivoqué.
Salió corriendo de la habitación. Intenté seguirla, pero justo me detuvo un médico.
—Helena, ¿dónde estabas? Te estamos buscando. Hay muchos pacientes urgentes que atender.
Tuve que quedarme a trabajar, aunque la preocupación por Margot me carcomía.
Horas después, ayudé a estabilizar a un paciente grave junto a Noah. Al terminar, me miró con una sonrisa.
—Buen trabajo, Helena. Haces que todo parezca más fácil.
—Gracias, Noah —respondí, sonrojándome.
Cuando mi turno terminó, al salir del hospital, vi a Emir esperando. Corrí hacia él sin pensarlo y lo abracé.
—Perdóname. Quería agradecerte por tus regalos, pero han pasado tantas cosas...
Emir me acarició el rostro.
—Te perdono, mi amor.
Lo miré sorprendida.
—Estás extraño. ¿Por qué tan cariñoso? Me diste dos veces rosas y collares. ¿Qué sucede?
Emir sonrió.
—Solo quiero verte feliz.
—Gracias, mi amor —le dije, sonriendo.
—¿Soy tu amor? —preguntó, mirándome intensamente.
—Desde que te vi, quiero que seas mi amor.
Emir sonrió ampliamente.
—Hoy estás hermosa.
—Y tú estás guapo como siempre. Eres el catarí más guapo de todos.
Se puso una mano en la cabeza, suspirando.
—Cuando me dices eso, solo quiero besarte.
Sonreí, pero mi corazón se encogió al recordar nuestra situación.
—¿Qué pasará entre nosotros? ¿Te casarás con una mujer de Catar? ¿Me dejarás para ser feliz con otra?
Emir suspiró.
—No tengo esos planes ahora.
—¿Pero los tuviste antes?
—Sí, pero todo cambió cuando volviste a Catar. Ahora pienso diferente.
Me dolió escuchar sus palabras.
—Eso me hace sentir miserable...
Justo entonces, Emir recibió una llamada.
—Lo siento, mi amor. Debo irme. Te veré pronto.
Vi cómo se marchaba en su auto. Desde lejos, Noah observaba todo. Cuando me acerqué, me preguntó:
—¿Ese hombre Es tu novio?
Negué con la cabeza.
—Es complicado, Noah. Aquí no existe el noviazgo para los locales.
—Entonces, ¿hay esperanza de conocernos mejor? —preguntó con una sonrisa que me desarmó.
Lo miré, sin saber qué responder. Sus ojos azules me recordaron a los ojos de Markus, son la misma tonalidad pero no quería repetir los mismos errores ni dar falsas esperanzas.