Un soldado de un antiguo reino fue sometido a un experimento para transformarlo en un arma de destrucción masiva mediante alteración genética. Algo salió mal y despertó mil años después, en un mundo mágico lleno de bestias de fantasía. Desorientado, encuentra las ruinas de su reino y un nuevo campo de batalla entre civilizaciones desconocidas. Con habilidades sobrehumanas, debe descubrir su propósito en este nuevo y peligroso mundo.
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Capítulo 22: Encuentros Inesperados en el Bosque
Zen continuaba con su rutina diaria de exploración, su mente estaba alerta y sus sentidos aguzados, siempre en busca de alguna pista que pudiera desentrañar el misterio que había envuelto al bosque. Mientras caminaba entre los árboles gigantescos y la vegetación exuberante, sus pensamientos volvían una y otra vez a las extrañas señales que había observado en días anteriores: animales despojados de su carne, plantas marchitas y una sensación de inquietud que no lograba disipar.
Un día, mientras avanzaba por un sendero poco transitado, Zen notó algo inusual. Una avispa, similar a la que había visto unos días antes, estaba posada en una hoja, sus movimientos eran rápidos y erráticos. Se detuvo para observarla con cautela, recordando el olor familiar que había emanado de la anterior. Esta avispa era mucho más grande de lo normal, con un cuerpo robusto y un aguijón que parecía capaz de atravesar hasta la piel más dura.
De repente, la avispa se elevó en el aire y se dirigió hacia un claro en el bosque. Intrigado, Zen decidió seguirla a una distancia segura, su curiosidad era más fuerte que su cautela. Al llegar al claro, lo que vio lo dejó completamente sorprendido. Un gigantesco enjambre de avispas, cada una tan grande como la que había estado observando, se movía como una sola entidad, sus cuerpos formaban una nube oscura y ominosa.
El enjambre se abalanzó sobre un ciervo que había entrado en el claro para alimentarse. En cuestión de segundos, el animal fue completamente cubierto por las avispas. Zen observó con horror cómo el enjambre devoraba al ciervo en un frenesí de actividad, sus mandíbulas destrozaban carne y hueso con una eficiencia aterradora. En poco tiempo, no quedó nada del ciervo, salvo unos pocos huesos dispersos en el suelo.
*¿Qué demonios son estas cosas?* pensó Zen, su mente trabajaba a toda velocidad para comprender lo que estaba viendo. Nunca había visto avispas de este tamaño ni con una capacidad tan destructiva. La imagen del enjambre devorando al ciervo quedó grabada en su mente, y un escalofrío recorrió su espina dorsal.
Justo cuando pensaba que la situación no podía volverse más extraña, Zen notó algo aún más inquietante. Desde el suelo del claro, comenzaron a brotar raíces gruesas y retorcidas. Las raíces parecían tener vida propia, moviéndose lentamente hacia las plantas cercanas y envolviéndolas con una firmeza inexorable. Zen observó cómo las raíces comenzaban a extraer la vida de las plantas, drenando su maná y dejando a su paso solo restos marchitos y secos.
*Esto es más grave de lo que pensaba,* reflexionó Zen, su mirada se endureció mientras contemplaba la escena que se desarrollaba ante él. Las raíces no solo estaban absorbiendo el maná de las plantas, sino que también parecían extenderse por el suelo, creando una red subterránea que se propagaba hacia los confines del bosque.
Zen retrocedió lentamente, sus sentidos estaban alerta ante cualquier señal de peligro. Sabía que no podía enfrentarse directamente al enjambre de avispas sin un plan adecuado, y la presencia de las raíces vivientes añadía una nueva capa de complejidad a la situación. *Esto va más allá de cualquier cosa que haya visto antes,* pensó mientras trataba de asimilar lo que había presenciado.
De vuelta en su refugio, Zen se sentó junto al fuego con Skoll a su lado, su mente estaba absorta en los eventos del día. *Estas avispas y las raíces...* pensó, *tienen que estar conectadas de alguna manera.* Recordó las antiguas historias de su infancia, donde se hablaba de criaturas y plantas que se alimentaban del maná y la vida misma. *Pero estas son más que historias. Son una amenaza real y presente.*
Zen pasó el resto del día reflexionando sobre lo que había visto y tratando de encontrar una explicación lógica. Sabía que debía investigar más a fondo y encontrar la fuente de estas anomalías. Pero también entendía que necesitaba prepararse adecuadamente para lo que pudiera encontrar. La visión del enjambre devorando al ciervo y las raíces absorbiendo la vida de las plantas eran un recordatorio claro de que estaba lidiando con fuerzas más allá de su comprensión actual.
**Planificando el Próximo Movimiento**
Esa noche, mientras el fuego crepitaba y Skoll dormía a su lado, Zen revisó mentalmente todo lo que había aprendido hasta ahora. *No soy un buen investigador, eso siempre fue cosa de Ethan,* pensó con un suspiro. Ethan, con su mente analítica y su habilidad para desentrañar misterios, habría sido la persona perfecta para esta tarea. Zen se sentía fuera de su elemento, su experiencia se basaba en la lucha y la destrucción, no en la investigación y el espionaje.
*Pero no tengo a Ethan aquí, tengo que hacerlo yo mismo,* se dijo, tratando de motivarse. *Debo encontrar la conexión entre estas avispas y las raíces. Debe haber algo más en este bosque que aún no he descubierto.*
Al día siguiente, decidió que era hora de armarse mejor. Usando las herramientas rudimentarias que había creado, trabajó en mejorar su equipo. La nueva mochila que había hecho con la piel del oso estaba lista, y se aseguró de que la cangurera para Skoll fuera lo suficientemente cómoda y segura para los futuros viajes.
Mientras trabajaba, no podía dejar de pensar en la posibilidad de que estas criaturas tuvieran alguna relación con el misterioso huevo que había encontrado en la torre en ruinas. *Si es así, puede que haya más de estas criaturas por ahí,* reflexionó. La idea de que el bosque pudiera estar plagado de estas abominaciones lo inquietaba, pero también lo motivaba a seguir investigando.
**Preparándose para lo Desconocido**
Con su nuevo equipo listo, Zen se dispuso a explorar más a fondo las zonas donde había visto las extrañas raíces y las avispas. Sabía que necesitaba estar preparado para cualquier eventualidad, así que decidió llevar consigo a Skoll, manteniéndolo a salvo en la cangurera que había creado especialmente para él.
Mientras avanzaban por el bosque, Zen no podía evitar sentirse impresionado por la resiliencia y la valentía del pequeño lobo. Skoll, a pesar de su tamaño, mostraba una determinación y un coraje que inspiraban a Zen a seguir adelante, sin importar lo que el futuro pudiera depararles.
Durante los días siguientes, continuaron explorando el área, pero las respuestas seguían siendo esquivas. A pesar de la falta de progreso, Zen se mantenía optimista. Sabía que cada paso que daba lo acercaba un poco más a descubrir la verdad detrás de los misteriosos eventos del bosque.