Grace Pons trabajaba en una casa de citas hasta que escapó de esa vida llena de peligros y vergüenza, para acabar dando su consentimiento a un matrimonio de conveniencia. Sin embargo, no viviría mucho tiempo como una mujer respetable si no conseguía mantener su pasado y su corazón bajo siete llaves.
El amor era lo menos importamte en el matrimonio para un hombre que había empezado de cero, y tenía aspiraciones políticas. Bruno Valverde necesitaba una esposa adecuada para garantizar su elección y darle una madre a sus hijos.
Aún así, el deseo hacia su bella esposa comenzó a ser irresistible, hasta que los secretos de su pasado empezaron a descubrirse...
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Las compras.
Grace se despertó bañada por la luz del sol y entre un revoltijo de sábanas. Era una sensación deliciosa, ronroneó, se estiró y abrió los ojos. Estaba sola. Se sentó para orientarse y despertarse del todo. La noche anterior el sueño se adueñó de Grace con una sensación de calidez y ahora recordaba todo lo que había pasado entre ella y su marido, hasta el momento más nimio. Sonrió fue una sonrisa necia e indulgente consigo misma. Supuso que estaría despeinada y comprendió que tendría que ir a su habitación para asearse y cambiarse. ¿Qué hora era y dónde estarían Bruno y los niños?
Se levantó, se acercó al escritorio de Bruno y vio la foto enmarcada. Estaba en lo alto del escritorio, donde no podía pasarle desapercibida a ella, donde a Bruno la vería cada vez que se acostara y que se levantara. Era una foto de Bruno sentado con una mujer detrás, de pie y vestida de novia. Grace fue a tomarla, pero se detuvo y retiró la mano. Sin embargo, se inclinó para mirar detenidamente la cara de la novia de cabello rubio. No podía considerarse bella según algunos criterios, pero tenía una sonrisa muy dulce y un aire de pureza inigualable. Grace sintió una opresión en el pecho. Su vestido era de satén y estaba bien confeccionado. Su cabello rubio estaba recogido debajo del velo con cuentas de cristal. Alma... Solo pudo pensar que era inocente, que se había entregado a su marido pura e inmaculada. Bruno había respetado su castidad como creía que respetaba la de ella al no hacer el amor.
Que su primera esposa estuviese puesta donde él podía verla cada vez que se acostaba y se levantaba le molestó de una manera que no quiso analizar muy detenidamente. Mantenía cerca a Alma porque todavía la amaba. Le lloraba. Se había abalanzado sobre él, había intentado seducirlo en cuanto había podido, ni siquiera la noche anterior lo consiguió.
Lo que unas horas antes había celebrado, en ese momento le parecía tan inmundo como todo lo referente a su vida, en el mundo como todos lo referente a quién era ella. Se agarró el camisón para encerrárselo en el cuello y salió apresuradamente de la habitación.
Media hora más tarde, bajó a la cocina en plena actividad.
Lo siento me he dormido, se disculpó con la señora Ruiz, quien estaba lavando una camisa de niño.
Viviana estaba secando un plato junto al fregadero y Betty y Paquito estaban sentados a la mesa de la cocina jugando con unos aros de madera y un pequeño poste sobre una base.
Buenos días, los saludó, ¿a qué están jugando?
Betty levantó uno de los aros para que Grace pudiera verlo.
Nunca lo había visto, ¿cómo se juega?
Betty lanzó el aro y entró en el poste dando vueltas.
Se llama el juego de los aros, le explicó la señora Carla. Habrá visto la versión que se juega al aire libre, ¿no?
No, contestó ella.
¿Quieres intentar?, dijo Paquito entrándole un aro.
Ella, emocionada de que la incluyera en su juego tomó el aro y lo lanzó, pero no acertó.
Me parece que tengo que practicar, dijo.
Señora Valverde, usted puede dormir hasta la hora que quiera, le dijo la señorita Carla en voz baja.
Siéntese, le pidió Viviana asintiendo con la cabeza, le he reservado un plato.
Eres muy amable, Viviana, pero puedo tomarlo yo misma, gracias.
Agarró un paño y sacó el plato del horno. Viviana dejó un tenedor en la mesa y le sirvió una taza de café. Grace desayunó mientras los niños jugaban. Cuando terminó, echó azúcar al café y lo bebió.
Señora Carla, ¿veía a la otra señora Valverde cuando se vestía para ir a fiestas o para salir por la noche?
La pregunta casi hace que se ahogue la señora Carla. Sí, señora.
¿Puedes decirme cuál sería el vestido adecuado para esa gala de primavera?
La señora siempre se ponía un vestido bonito con joyas elegantes y guantes. Además, compraba un regalo para la anfitriona.
¿Qué tipo de regalo?
Bombones, o papel para cartas o bolsitas perfumadas... Algo así.
Entonces, lo mejor será que lo compre hoy mismo. ¿Sería inoportuno que saliera esta mañana?
Yo estoy aquí para facilitarle las cosas a usted, no al revés. Dígame sus planes y yo me ocuparé de los niños.
Grace se levantó y dejó su plato en el fregadero, donde Vivian lo lavó inmediatamente. Grace se quedó a su lado mientras lo secaba con un paño.
¿Qué más cosas hacía la señora Valverde?
Hacía la lista de la compra, contestó la señora Carla, revisaba la limpieza de la casa, llevaba el presupuesto y organizaba alguna fiesta de vez en cuando.
¿Cómo se sabe que poner en la lista de la compra?
La señora Carla miró a Viviana antes de abrir un cajón y sacar un trozo de papel. Grace lo leyó y entendió la lógica de las cosas que se necesitaban. No sabía cómo se llevaba una casa.
Lo compraré hoy.
Muy bien.
Grace se puso el chal y tomó el bolso, pero se detuvo y volvió a entrar en la cocina.
¿Cómo se paga?
El señor Valverde tiene cuenta en las tiendas, los comerciantes le mandan la factura.
Vaya, es muy cómodo...
La señora Carla la miró con extrañeza mientras ella se despedía de los niños.
El solo hecho de bajar los escalones hasta la calle y caminar por la acera le producía verdadera euforia. Nunca se cansaría de tener la libertad de entrar y salir cuando quisiera. Una vez en la calle principal algunos hombres y mujeres la saludaron. Un tendero lo reconoció de la iglesia y le saludó con la mano. Ella sintió algo cálido en el pecho y sonrió para sus adentros. las mujeres no murmuraban a su paso. Grace se quedó mirando los escaparates y familiarizándose con las tiendas y las cosas que vendían. Entró en una y solo una campanilla. Oyó voces femeninas en un lado de la tienda, pero siguió a lo suyo y eligió una caja de papel de cartas. Se acercó al mostrador y se fijó en una mujer que se apartaba de las otras para pagar unos polvos de talco y un paquete de agujas. Tenía la mirada baja y no la elevó hacia ella.
Hola, la saludó la tendera, ¿no es usted la señora Valverde?
Sí.
Encantada de conocerla, señora, soy Rosa Carrizales. Mi marido lleva esta tienda.
¿Qué tal está?
Otra mujer se apartó para abrir el círculo a Grace. Charlaron un rato sobre la gala de primavera y rosa tomó la caja con papel de cartas.
¿Es todo lo que quiere hoy?
Grace miró a la mujer que estaba allí antes que ella y que seguía esperando en silencio.
Ella estaba antes que yo, Grace retrocedió un paso e hizo un gesto a la mujer, pase.
EXPLÍCAME POR FAVOR AUTORA.
¿QUE PASÓ CON EL VIERNES Y EL SÁBADO, Y COMO LLEGARON A LA NOCHE DEL SÁBADO?