El Mago Que Quemó Todo

Theron Frosheart, se dirigía con paso firme hacia la oficina de su amiga, Evangeline. Su mente estaba inquieta, perturbada por los acontecimientos recientes que involucraban a su ahijado Lysander. En sus manos, llevaba un dibujo del niño que había visto junto a Lysander, un niño cuya presencia parecía envuelta en un halo de misterio y oscuridad.

Al llegar a la puerta de la oficina, Theron llamó suavemente y entró cuando escuchó la voz de Evangeline invitándolo a pasar. La habitación estaba iluminada por la tenue luz que se filtraba a través de las pesadas cortinas, creando un ambiente íntimo y acogedor. Evangeline, sentada detrás de su escritorio, levantó la mirada de los antiguos textos que estaba estudiando y le dirigió una cálida sonrisa.

—Theron, qué sorpresa verte por aquí —dijo ella, poniéndose de pie para recibirlo—. ¿Qué te trae a mi humilde morada?

Theron se acercó al escritorio y extendió el retrato del niño.

—Necesito tu ayuda, Evangeline. Este es el niño que vi con Lysander. Su nombre es Moros.

Evangeline tomó el dibujo y lo examinó detenidamente, su expresión se tornó pensativa mientras absorbía cada detalle.

—¿Moros? No me suena familiar. ¿Qué te preocupa de él?

—Hay algo en ese niño que me inquieta profundamente —respondió Theron, su voz cargada de aprensión—. Una presencia oscura que no puedo explicar. Temo que pueda ser peligroso, no sólo para Lysander, sino para todos nosotros.

Evangeline le devolvió el retrato y se reclinó en su silla, entrelazando los dedos mientras reflexionaba sobre las palabras de Theron.

—Entiendo tu preocupación, pero no debemos apresurarnos a sacar conclusiones. Puede que este niño sea simplemente un amigo de Lysander, alguien con quien ha encontrado una conexión.

—O puede ser algo mucho más siniestro —insistió Theron, su mirada intensa clavada en los ojos de Evangeline—. No podemos descartar la posibilidad de que los magos negros hayan regresado.

Un silencio pesado se instaló entre ellos, cargado de recuerdos de la guerra que había asolado su mundo hace doce años. Una guerra en la que ambos habían luchado, una guerra que creían haber ganado.

Evangeline se puso de pie y rodeó el escritorio, colocando una mano reconfortante en el hombro de Theron.

—Haré todo lo que esté a mi alcance para investigar sobre este niño, Moros. Pero tú, mi querido amigo, debes ser cauteloso. No te metas en problemas innecesarios.

Theron asintió, agradecido por el apoyo de Evangeline. Se despidió de ella y salió de la oficina, su mente aún más turbulenta que cuando había llegado. Mientras caminaba por las calles adoquinadas, un presentimiento oscuro se aferraba a su corazón.

La noche había caído sobre la ciudad, envolviendo las calles en un manto de oscuridad. Theron Frosheart, el mago de luz, se encontró caminando a solas, sumido en sus pensamientos. No había planeado quedarse fuera hasta tan tarde, y la idea de deambular por las calles como lo hacía en su adolescencia le trajo una sensación de nostalgia mezclada con inquietud.

Mientras avanzaba, Theron comenzó a sentir una presencia inquietante a su alrededor. Las sombras parecían cobrar vida, danzando en la periferia de su visión. Un escalofrío recorrió su espina dorsal, y su instinto le advirtió que algo andaba mal. De repente, antes de que pudiera reaccionar, un dolor agudo explotó en su estómago. Una lanza de luz lo había golpeado, dejándolo sin aliento y tambaleándose hacia atrás.

Theron se enderezó, ignorando el dolor que irradiaba desde su abdomen. Con un gesto rápido de sus manos, convocó una poderosa magia de luz. Un resplandor cegador iluminó la calle, disipando las sombras y revelando a sus atacantes. Magos negros, vestidos con túnicas oscuras y máscaras amenazantes, lo rodeaban en un círculo siniestro.

Los ojos de Theron se estrecharon, y su determinación se endureció. Sabía que ese momento llegaría, que los magos negros regresarían para terminar lo que habían comenzado hace doce años. Pero él no estaba dispuesto a permitir que la oscuridad triunfara. Con un grito de desafío, Theron se lanzó hacia adelante, su cuerpo resplandeciendo con la energía de la luz.

La batalla estalló en un torbellino de magia y caos. Rayos de luz y sombras se entrecruzaron en el aire, chocando con fuerza explosiva. Theron se movía con gracia y precisión, esquivando ataques y lanzando hechizos con rapidez. Su poder era formidable, pero los magos negros eran numerosos y despiadados.

Uno a uno, Theron derribaba a sus oponentes, pero parecían surgir más de entre las sombras. El cansancio comenzaba a hacer mella en él, y las heridas de la batalla se acumulaban en su cuerpo.

Con un último esfuerzo, Theron reunió toda su energía y lanzó un hechizo final, un estallido de luz cegadora que envolvió la calle entera. Los magos negros gritaron de agonía, sus cuerpos desintegrándose bajo el poder abrasador de la luz. Cuando el resplandor se desvaneció, Theron se encontró solo, rodeado de los restos carbonizados de sus enemigos.

Jadeando y tambaleándose, Theron se apoyó contra una pared cercana. La victoria había sido suya, pero a un gran costo.

Theron, agotado y herido tras la intensa batalla, se esforzó por mantenerse en pie. Su mente estaba nublada por el dolor y la adrenalina, pero un pensamiento persistente se abría paso a través de la bruma: debía encontrar a un sobreviviente entre los magos negros, alguien que pudiera dar testimonio de lo que había sucedido. Sin embargo, su cuerpo debilitado le traicionaba, negándose a responder a sus órdenes.

A su alrededor, las puertas de las casas comenzaron a abrirse lentamente, y los rostros asustados y confundidos de los ciudadanos emergieron de la seguridad de sus hogares. Atraídos por el destello cegador de luz que había iluminado la noche, se aventuraron a salir a las calles, sus voces llenando el aire con murmullos de preocupación y especulación.

Theron observó la escena con una mezcla de alivio y consternación. Sabía que su magia había salvado a esas personas de los magos negros, pero también era consciente de que su imprudencia al liberar tal cantidad de poder en un área poblada podría tener consecuencias no deseadas.

Las piernas de Theron temblaron bajo su peso, amenazando con ceder en cualquier momento. Dio unos pasos tambaleantes, tratando de alejarse de la multitud creciente, pero su cuerpo finalmente se rindió. Se dejó caer contra la pared de un edificio cercano y se deslizó hasta quedar sentado en el frío adoquín de la calle.

Los sonidos a su alrededor comenzaron a desvanecerse, convirtiéndose en un zumbido distante. La visión de Theron se oscureció en los bordes, y su cabeza cayó hacia delante. Luchó por mantenerse consciente, pero la oscuridad lo reclamaba con cada respiración.

Justo antes de que la inconsciencia lo envolviera por completo, Theron vislumbró una figura que se acercaba a él. Una silueta borrosa que se arrodilló a su lado y extendió una mano para tocar su hombro.

***

Theron parpadeó lentamente, sus ojos ajustándose a la luz que se filtraba a través de las ventanas del hospital. Giró la cabeza y vio a su amigo Caspian sentado a su lado, sosteniendo un vaso de agua. Caspian le ofreció el vaso con una sonrisa reconfortante, y Theron lo aceptó con gratitud, sus dedos débiles rodeando el vidrio frío.

Antes de que pudiera expresar su agradecimiento, la puerta de la habitación se abrió y Cedric entró, seguido de cerca por su hijo Lysander. Theron se enderezó en la cama, tratando de ocultar su malestar y aparentar normalidad. No quería preocupar a Lysander innecesariamente, especialmente ahora que sospechaba que los magos negros habían regresado por él.

—¡Tío Theron! —exclamó Lysander, corriendo hacia la cama con una mezcla de preocupación y alivio en su rostro juvenil—. ¿Qué te pasó? ¿Estás bien?

Theron forzó una sonrisa y revolvió el cabello de Lysander con cariño.

—Estoy bien, pequeño. Sólo un malentendido con un antiguo amor. Ya sabes cómo son estas cosas.

Lysander rio, sus ojos brillando con picardía. .

—¿Otra vez, tío? Pensé que ya habías aprendido tu lección.

Theron se unió a la risa, agradecido por la inocencia de Lysander. Era un recordatorio de por qué luchaba, de lo que estaba en juego. Miró a Cedric por encima de la cabeza de Lysander y compartió una mirada significativa con su amigo. Ambos sabían que había mucho más en esta situación de lo que podían revelar.

Theron se recostó en las almohadas, su mente ya trazando planes y estrategias. Tendría que ser más cuidadoso, más astuto que nunca. No podía permitirse el lujo de ser imprudente, no cuando la vida de Lysander estaba en juego.