PRIMERA PARTE DE LA TRILOGÍA AROMAS.
SIN EDITAR.
Éley es un omega recesivo.
Lukyan es un alfa dominante.
Ambos se conocen en una noche en un bar y se vuelven amigos, sin embargo, hay un problema. Lukyan tiene un desagrado por los omegas debido a las situaciones por las que ha pasado durante toda su vida. Se mantiene alejado de todos ellos volviéndose odiado por muchos omegas y alfas. Ante eso, Éley finge ser un beta porque, debido a que es recesivo su aroma no se nota. No obstante, un día cuando Lukyan siente un dulce aroma a flores, todo cambia.
¿Para bien?
¿Para mal?
Solo queda descubrirlo...
NovelToon tiene autorización de Dalianegra para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
21.
Éley no lo entendía.
Nunca le había gustado ningún Alfa, ni ningún Beta. Había estado bien así durante todos los años. No le importaba en lo más mínimo e ignoraba siempre cuando su padre lo regañaba por no encontrar a alguien debido a que ya era demasiado adulto.
No iba por ahí llamando la atención de todos y solo se enfocaba en tener buenas notas y asistencia en la universidad. Tampoco era alguien de amigos, solo tenía a Cheng y con eso le bastaba porque era un buen amigo que siempre estaba ahí para él justo como él estaba siempre que Cheng lo necesitaba. Eran buenos amigos y, con buenos amigos como Cheng, no se necesitaban más en lo absoluto. Y, como siempre, el Beta estaba ahí con él. Lo abrazaba mientras le acariciaba la espalda porque estaba llorando.
Las clases ya estaban por terminar y tenía que irse a su trabajo, pero no le importaba llegar tarde con tal de estar con su amigo. Éley le había contado todo y estaba más que molesto. Nunca lo había visto tan mal y más enojo le provocaba el hecho de que se sentía de aquella manera por un patán como categorizaba a Lukyan. Miraba a todos lados con el objetivo de encontrarlo para ir y darle un golpe sin importarle quién fuera, que apellido tuviera o fuera hijo del mismo presidente.
—Tranquilo, Éley, ya no llores más, ¿sí? ¿Quieres algo dulce? Iré a comprar lo que quieras.
Lo vio negar con su cabeza y solo sintió como lo abrazaba con más fuerza para seguir llorando con más intensidad.
Cuando las clases finalizaron ambos caminaron hacia la salida. Lo vio cabizbajo a más no poder y no sabía que hacer realmente para alegrarle el día y que se fuera feliz a casa.
—Hay más chicos, Éley. Él solo fue un idiota desde un inicio, no le hagas caso, ¿de acuerdo? Veras que hay otros Alfas que sí valen la pena y son buenos.
—Es que yo no quiero otro.
—Pero él te hace sentir mal y de seguro te hará sentir mal otra vez.
—Pero no es toda mi culpa, yo solo le dije que sí a algo que él ya había asumido y nada más que eso. Él también tiene algo de culpa y luego yo no estuve así porque quise, fue por él también. Tú sabes que nunca me había pasado con nadie más. Y es que él me gusta mucho.
—Ya lo sé. Mira, espera aquí que iré a comprarte algo que te gusta mucho.
Lo dejó sentado en el paradero y se apresuro en caminar mientras sacaba dinero. Vendían algodones de azúcar afuera de la universidad, así que se dirigió ahí para esperar a que fueran atendidas las dos personas antes que él. Cuando compró el algodón de azúcar, se giró para regresar con Éley y chocó con alguien.
—Fíjate imbécil —escuchó y alzó la mirada para encontrarse con Lukyan.
Él solo siguió caminando restándole importancia, pero Cheng no se contuvo.
—Fíjate tú por donde caminas.
—¿Qué has dicho? —preguntó girándose de inmediato.
Lo quedó mirando y Cheng dijo algo, pero Lukyan no escuchó nada de eso. No estaba concentrado en lo que el Beta decía, más bien en el aroma que tenía impregnado. Arrugó su ceño y dio un paso para acercarse, pero se detuvo.
Luego solo se giró para seguir caminando. Cheng lo quedó mirando desaparecer en la esquina y solo regresó donde Éley. Estaba triste, pero de todas formas tomó el algodón de azúcar y comenzó a comer de forma lenta. El Beta sonrió porque sabía que luego se sentiría bien. Por un momento, miró sobre su hombro y fue cuando vio al Alfa mirándolos. No estaba lejos, tampoco estaba cerca, pero los observaba sin saber realmente lo que estaba haciendo porque se sentía confundido. Cheng le resto importancia y solo se concentró en animar a Éley y, cuando logró sacarle una sonrisa se sintió mucho mejor.
Cuando llegó a casa, solo se dejó caer en la cama y durmió toda la tarde. Su madre entró un par de veces a verlo, pero en ninguna de ellas lo encontró despierto. Supo que algo le ocurría y sabía que tenía que ver con alguien que le gustaba. Recordaba su rostro cuando le había preguntado por ese Alfa y aquella vez le había quedado más que claro el hecho de que le gustaba y tenía miedo, pues a Éley le gustaba algo que era peligroso.
La alarma sonó y él se levantó de forma lenta. Se vistió y solo salió ignorando a todos.
Antes de que pudiera decirles que no, sus hermanos lo hicieron subirse al auto y lo llevaron hasta la universidad. Lo dejaron en la esquina como siempre y esperaron hasta que llegara para marcharse.
Las clases avanzaron de forma lenta y en el receso se encontró con Jerley.
—¿Qué pasa? Estos días no te has visto muy bien —habló el Alfa mientras ordenaba algunas cosas.
—No es nada.
—Siempre dices que no es nada, pero claramente es algo. Puedes contarme.
Éley soltó un suspiro y alzó la mirada.
—Solo me gusta alguien que… me odia.
—¿Qué te odia? ¿Por qué dices eso? ¿Acaso te hizo algo malo?
Negó un par de veces.
—No es nada, solo una tontería. Ya se me va a olvidar y..., ¿te puedo preguntar algo?
Él asintió con una sonrisa mientras se colocaba su mochila en el hombro.
—¿Crees que alguien puede cambiar sus creencias y pensamientos?
Puso cara pensativa para buscar la mejor respuesta.
—Pues, depende. Si son creencias religiosas, lo dudo, porque esas personas las toman muy en serio. Si son creencias espirituales, puede ser posible porque tienen la mentalidad un poco más abierta, pero, ¿a qué te refieres exactamente?
—¿Crees que alguien que odia los Omegas pueda dejar de odiarlos? —preguntó dándole una breve mirada.
Jerley sintió que era una mirada llena de miedo. No supo que decir realmente, pero sintió que era una pregunta que le había estado destrozando la cabeza durante días. Pudo sentir la desesperación en cada parte de él.
—El odio es relativo. Puede ser odio por algo causado, odio por algo dicho o un odio inventado. Pero creo que, así como cuando dices que nunca vas amar algo y lo terminas amando, entonces también puedes dejar de odiar algo que solo querías odiar.
Éley asintió un par de veces y sintió que era un poco lo que deseaba escuchar. Sintió la mano de Jerley tocando su rostro, pero, como otras veces, no sintió nada realmente. No se parecía en lo absoluto al toque de Lukyan o su calidez, pero solo se dejó acariciar porque se sentía demasiado mal. Antes de darse cuenta, él lo estaba abrazando.
Era alto y fuerte y Éley más pequeño y delgado que casi cubría su cuerpo por completo. Sintió los latidos de su corazón de forma lenta y soltó un suspiro rodeando su cintura por unos segundos.
—Gracias, pero ya me siento mejor —le aseguro y se apartó de forma lenta.
—Claro, si tienes algún problema, tranquilo, no dudes en decirme. Somos amigos después de todo.
Asintió y se alejó de forma lenta.
Jerley lo quedó mirando por unos momentos con atención y curiosidad. Inhaló por un instante y soltó una pequeña sonrisa de lado por creer que solo era su imaginación, pues era imposible que Éley estuviera liberando feromonas.