Esta novela nos habla un poco sobre el romance juvenil y ese gran amor que nunca fue, una chica con grandes sueños y mucho amor pero entregado al hombre incorrecto.
NovelToon tiene autorización de 𝑱𝒆𝒂𝒏_𝒃𝒐𝒐𝒌𝒔 para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
CAPITULO XX
Se acercaba mi cumpleaños número 19, una fiesta que tenía meses planeando y que, sin embargo, ahora solo quería que pasara rápido y ya. Tenía exactamente un mes en ese profundo hoyo emocional, viendo a ese ser todos los días. Escucharlo, olerlo y sentirlo cerca era simplemente horrible, como una tortura silenciosa que se repetía sin descanso.
Chris, Rai y Mary eran los únicos de mi pequeño círculo de amigos que asistirían; los demás no podían por alguna razón que nunca supe con certeza.
Y adivinen... sí, quería con todo mi corazón que alguien más fuera. Lo intentaría una sola vez, así que tomé mi celular y le escribí a ese contacto que tenía bloqueado por "paz mental".
—Hola Josh, te escribo porque falta una semana exactamente para mi cumpleaños y de verdad quiero que vayas. Es solo un día, uno solito. Después, si quieres, seguimos como venimos. Solo un día donde yo te prometo que, de mi parte, no va a ser incómodo y se puede olvidar por solo ese día. Por favor...
—No, mira, la verdad no voy a ir.
Y así, sin más. Era lo más difícil de mi vida, pero lo dejé así. No insistí más. Me sentía patética por rogarle a alguien que ni quería saber la más mínima cosa de mí.
La semana pasó más rápido, como si ya ningún día tuviera sentido. Fingía estar bien mientras me destruía por dentro. Fingía una sonrisa mientras detrás solo había lágrimas. Cada día pesaba más y más...
Un día antes de mi cumpleaños decidí dejarle un último mensaje, volverlo a bloquear y fingir que había muerto. Porque así estaría de ahora en adelante: muerto para mí. Y al verlo todos los días, solo sería el fantasma de lo que pudo ser y no fue.
—¿Sabes? Hay algo que nunca te voy a perdonar, y es que yo esté a horas de pasar el mejor día de mi vida y tú no estés ahí conmigo, como siempre lo prometiste. Promesas vacías, falsas... qué sé yo. Pero fueron tantas las veces que dijiste que estarías para mí, en el momento que fuera, en las condiciones que fueran.
En estos momentos no siento nada, absolutamente nada. ¿Tal vez dolor? No. ¿Tristeza? No. ¿Alegría? Tampoco. No hay nada. No hay ningún sentimiento.
Ni sé cuántas veces he dicho en este poco tiempo que eres la peor persona que pude conocer. ¿Y sabes qué es lo peor? Que ni yo me creo eso. Porque por más que intento odiarte, no puedo.
No... sí puedo. Porque te ODIO como no tienes una idea. Te odio porque eres tú. Te odio porque no puedo parar de pensarte. Te odio porque siempre te estoy mirando (esos ojos color café que alguna vez me miraron tan fijamente hasta quedar perdida en ellos).
Te odio porque estás en todo lo que hago. Te odio porque no puedo dejar de amarte. Te odio porque no puedo odiarte...
¿En serio, qué me hiciste? ¿Por qué no puedes ser como los demás y salir fácilmente y ya? ¿Por qué tuviste que meterte en mi corazón tan profundo que no puedo sacarte? ¿Por qué?
Te bloqueé por "paz mental", por "respeto" a lo que ya tienes, pero es imposible.
Yo solo espero que, después de aquí, pueda olvidar absolutamente todo lo que un día fue.
Me prometiste que siempre estarías, y aquí no estás. Me prometiste que todo estaría bien, y nada es así... Promesas falsas y vacías que aún creería con los ojos cerrados.
Y, al igual que los mensajes anteriores, no hubo una sola respuesta. Solo me quedó dormir entre lágrimas, esperando que el día llegara lo más pronto posible.
*
Ya era la noche de mi fiesta. Todo estaba yendo de maravilla, y por fin, después de un mes, estaba siendo sinceramente feliz con mi familia y mis pocos amigos. Bailamos, bebimos y disfrutamos al máximo. Por ese día olvidé absolutamente todo lo que me atormentaba y afligía. Me sentía bien conmigo misma, y aunque sí sabía que alguien faltaba ahí, no me permití pensar en él ni en su ausencia.
—¡Bebeee! —me decía mi primo mientras me pasaba el vaso para beber del licor—. Pero si no es agua —dijo mientras reía después de echarme un trago largo.
—¡Mira! Y la niña disque no tomaba —dijo Chris entre risas.
—Hay que aprovechar la ocasión —dije, sonriendo con sinceridad por primera vez en semanas.
Seguimos disfrutando la noche. Dormimos en las mesas y en el piso, sin importancia. Y al día siguiente, la fiesta continuó en la piscina de la casa. Mis tíos hicieron una carne asada, y la celebración siguió hasta el domingo en la noche.
Había que regresar a la universidad con una jaqueca horrible, pero muy felices.
Después de un largo baño, me recosté en mi cama. Y antes de cerrar los ojos, me prometí que, a partir de ese día, empezaría a pensar en mí sobre todas las cosas. Que no volvería a llorar por ese inservible. Que mi corazón, aunque herido, merecía paz. Y que yo, por fin, me elegiría a mí.
Me abracé fuerte, como si mis propios brazos pudieran sostener todo lo que él dejó caer. Respiré profundo, sintiendo que algo dentro de mí se acomodaba, como si el dolor ya no tuviera tanto espacio.
No era que lo había olvidado, pero por primera vez no dolía tanto.
Por primera vez, el silencio no se sentía como castigo, sino como descanso.