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El Hijo Del Narco

El Hijo Del Narco

Status: Terminada
Genre:Maltrato Emocional / Elección equivocada / Traiciones y engaños / Completas
Popularitas:2.7k
Nilai: 5
nombre de autor: Joél Caceres

Adrían lo tenía todo lo que un muchacho de 19 años pudiera tener, belleza, protección y un futuro prometedor. Pero, sus hermanos lo traicionaron revelando que es gay a sus padres, sin contemplación lo expulsaron de la casa. No esperaban,sin embargo, que todo rastro de él desaparecería, como si nunca hubiera existido, sintiendo la culpa aplastarlos.

NovelToon tiene autorización de Joél Caceres para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Entre el Dolor y Daniel

—Hermanito… —dijo Marisol con una sonrisa forzada—. Le conté a la familia que brillarías en cualquier lugar. Superaste mis expectativas incluso sin dinero te consigues un nuevo novio… alto y guapo.

Adrián, de espaldas, apenas giró ligeramente el rostro.

—¿Qué quieres, Marisol? —respondió con frialdad, y siguió caminando.

—Vine a llevarte a casa —insistió ella, apresurando el paso para acompañarlo.

Él no respondió de inmediato. Llegaron al gallinero. Adrián abrió la puertecita de madera y, en silencio, empezó a recoger los huevos en un bol grande, ignorándola.

—Creo recordar que me echaron de casa. Yo no me fui —dijo finalmente, sin mirarla.

—Todos te queremos de vuelta —continuó Marisol—. Has demostrado tu punto. Puedes vivir sin nosotros. Papá está dispuesto a darte una nueva tarjeta, nuevos autos...

Adrián se limitó a cargar los huevos, con cuidado. Luego se dirigió a lavar las botellas de vidrio en un viejo fregadero junto al galpón. El agua caía con un golpeteo pausado, rompiendo el silencio incómodo.

—¡Contéstame, Chris! —exclamó ella, alzando la voz.

Él se detuvo. La miró fijamente, clavándole una mirada tan fría como el metal.

—Imaginé este momento —dijo con voz serena, pero cortante—. Pensé que vendrían a mí, que les diría sus verdades, los vería llorar… y sentiría satisfacción. Pero no siento nada. Ni siquiera rabia. ¿Cómo podría vengarme de personas que ya no me importan?

La respuesta dejó a Marisol helada. No era el hermano que conocía. Se había preparado para gritos, para reproches... pero no para la indiferencia. Esa indiferencia la desarmó.

El escudo de mujer altiva y controladora comenzó a resquebrajarse.

Mientras tanto, Adrián cargaba los productos de la granja en su mochila. Huevos, leche, algunas verduras. Iba rumbo al pueblo.

Con voz temblorosa, Marisol intentó una última vez:

—Lo siento. Vuelve a casa.

Él sonrió, pero no con ternura. Fue una sonrisa sarcástica.

—Ya consiguieron lo que querían: deshacerse de mí. No quiero encontrarte aquí cuando regrese.

Y se marchó, con paso firme, dejando atrás la conversación como si fuera una piedra más en el camino.

Marisol se quedó allí, inmóvil. Lo observó alejarse por el sendero de tierra, rodeado de árboles y sonidos de campo. Al menos, pensó, ya sabían dónde estaba. Lo más importante: estaba vivo.

Florencia, una anciana de rostro sereno y mirada cálida, se acercó lentamente. Había estado observando desde la sombra del limonero.

—Hola, mi nombre es Florencia —dijo, extendiéndole la mano arrugada.

—Soy Marisol, la hermana de Christopher —respondió ella con algo de orgullo contenido.

—Lo sé. Chris me ha hablado de cada uno de ustedes —dijo Florencia mientras la guiaba hacia la humilde casa—. Pasa, hija.

Entraron. El interior era sencillo pero limpio. Florencia señaló una cama de catre, cubierta con sábanas dobladas, algo desgastadas, pero limpias.

—Ahí duerme tu hermano.

Marisol no pudo evitar recordar la habitación de Chris en la mansión: lujosa, moderna, con una paleta elegante de grises, blancos y dorados. Una cama enorme, lámparas colgantes que emitían una luz suave y cálida. Todo contrastaba brutalmente con esa humilde cama.

Desvió la mirada, avergonzada.

Florencia abrió un cajón y sacó las ropas con las que Adrián había llegado.

—¿Por qué están rotas? —preguntó Marisol, con un hilo de voz.

—Lo asaltaron y golpearon. Yo lo encontré bajo la lluvia, herido y solo —respondió Florencia con tono duro, para que comprendiera bien el estado en que había llegado.

Marisol observó las prenda dañadas. Eran un testimonio silencioso de lo que su familia había hecho. El daño ya estaba hecho. Como esa ropa, tal vez se podía remendar, pero nunca volvería a ser igual.

—Déjenlo en paz, hija. Chris volvió a sonreír. No tienen derecho a robarle su paz. No se lo merecen.

—Perdón, señora… pero no me puede pedir que lo deje aquí. Vivía como un príncipe. Era el más quisquilloso de todos nosotros. No puede vivir así —insistió Marisol, con un nudo en la garganta. Tomó algunas fotos del lugar, con la intención de mostrárselas a su familia.

—¿Cómo lo encontraste? —preguntó Florencia.

—Hubo rumores. Decían que el hijo de los Torres estaba en un balneario. Era muy específico para ser mentira. Llamé al comisario local y le envié una foto de Chris. Entonces recordó la denuncia de robo que quiso hacer mi hermano. Ese imbécil ni lo reconoció. Meses de búsqueda nos hubiéramos ahorrado…

Al regresar de su mandado, Adrián ya no encontró a Marisol. Se sintió en paz. Se sentó bajo el frondoso mango, cerró los ojos y respiró hondo. Pensó que tal vez habían entendido su negativa… pero estaba equivocado.

Marisol, de regreso, mostró las fotos a la familia. El impacto fue inmediato. El orgullo de todos quedó herido. Ver a Christopher viviendo en condiciones tan humildes, por decisión propia, fue una bofetada.

La madre de Chris exigió que Don Justiniano lo trajera de vuelta. No sabía que Ramón ya le había mencionado lo delicado de la situación. Lo que nadie se atrevía a decir era que Chris había estado al borde de la muerte, y que la culpa era compartida.

Mientras tanto, Chris volvía a cerrar los ojos bajo el mango, dejándose acariciar por la brisa. Pensó en el largo camino que había recorrido.

Sonrió al recordar una caricia.

Tenía miedo de amar a Daniel. Había demasiadas preguntas sin respuesta.

Entonces, un sonido de motor lo sacó de su ensueño. Era un auto viejo. Reconoció el ruido: era la hija de Florencia, que últimamente venía con más frecuencia.

Bajó del coche acompañada de su hijo, Damián, quien no podía dejar de mirar a Chris. Tanto, que su madre le dio un leve codazo.

—Disimula. Sé que se parece al hijo de Justiniano Torres, pero es imposible —dijo ella.

De pronto, el cielo rugió con el ruido de un helicóptero descendiendo. Todos miraron hacia arriba, asombrados. Era Don Justiniano y Héctor.

Chris reconoció el helicóptero y frunció el ceño.

Descendieron. El primero en hablar fue Héctor, cabizbajo.

—Perdón, Chris. Vinimos por ti. Nunca debiste irte.

—Claro —respondió Chris con sarcasmo—. Es que me fui voluntariamente, ¿no? No es que me hayan echado.

Luego habló su padre:

—No seas orgulloso. Te daré lo que quieras. Incluso ya sabes...

—Nunca volveré con ustedes. Ojalá se mueran —sentenció, y se dio la vuelta, entrando a la casa sin mirar atrás.

Florencia habló brevemente con ellos, y luego los despidió. Se marcharon derrotados.

Más tarde, Adrián sentía un peso enorme sobre los hombros. Necesitaba consuelo. Decidió ir con Daniel.

—Abuela, voy junto a Dani. Están tus parientes, no estarás sola.

—Ve con Dios, hijo —dijo la anciana, con ternura.

Adrián caminó lentamente, reflexionando sobre cómo el pasado lo había alcanzado. Las heridas no estaban cerradas.

Daniel ya lo esperaba con una bandeja llena de palomitas de maíz.

María estaba al fondo del patio, enseñando números a Ana.

Sin decir mucho, Daniel lo invitó a sentarse. Encendieron la televisión. No había prisa por hablar.

Se sentaron uno junto al otro. Daniel acarició suavemente el cabello de Chris. Esta vez, él lo notó… y sonrió.

—¿Estás seguro de que quieres algo más que amistad conmigo? Podemos seguir siendo solo amigos —dijo el rubio, temiendo aún que Daniel, confunda la amistad con el amor.

Daniel lo miró con una expresión traviesa. Se acercó lentamente al cuello de Chris.

—Creo que tienes un lunar aquí —susurró, rozando su nariz sobre su piel con ternura.

Chris sintió un escalofrío. Su corazón se aceleró.

Daniel le dio un beso suave, largo, en el cuello. Chris cerró los ojos, dejándose llevar…

Entonces, un ruido los interrumpió. Se separaron rápidamente.

Era la hermana de Daniel, que había venido a buscar agua para la niña. Observó la escena con una sonrisa. Algo había cambiado entre ellos. Y ella lo sabía.

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Sofia Muriel villegas
/Cry/se me metió algo al ojo
Ana Castellon
me gusta mucho tu historia la amoooo
Ferchx: Gracias
total 1 replies
nahomi sofia rodriguez castañeda
ahora con la cabeza fria si pienza
nahomi sofia rodriguez castañeda
incomodo
Turul
se ve muy interesante
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