Por Culpa De Aquella Noche

¿El infierno? No, Mia estaba segura de que las almas condenadas tenían una estancia más relajada que la suya desde que llegó a aquella casa.

Ella era una prisionera que había sido condenada sin un juicio y sin saber siquiera el delito que cometió, o sí lo sabía, su delito había sido no haber escapado lo suficientemente lejos con su hija, una hija que aquel hombre le advirtió que le sacaría a golpes si volvía a verla delante de él y ahora se la estaba sacando pero de otra manera.

El tiempo iba pasando y en una semana la hermosa y carismática chica rubia había cambiado mucho, estaba más delgada, pálida y hasta le parecía que su pelo había comenzado a caerse, en aquella gran casa era como un fantasma que tenía permiso para salir de la habitación solamente cuando su carcelero se lo indicara o si la niña lo requería para no llevarle la contraria.

Y para su pesar estaba segura de que aquel era solo el principio pues sabía que él no la dejaría ir.

Otros días más y ya llevaban allí doce según lo que ella llegaba a contar, aunque a veces le parecía que eran más.

- Señorita- escuchó la voz de Lola a su lado y la miró, ni siquiera la había escuchado entrar.

La mujer mayor era la única en aquella casa que le dirigía la palabra sin importarle nada además de insistir para que se alimentara, Paola hacía como que ella no existía según las órdenes de Matteo y Yanín le hablaba solo para ofenderla y hasta la había escupido en más de una ocasión.

- Coma por favor. - le pidió con una bandeja en las manos.

- Sí, déjalo por ahí que ahora lo hago.- le hizo un gesto con la mano- ¿Cómo está Aiko?- le preguntó con dolor.

- Ella está bien, cuando el señor se vaya la traeré un rato para que jueguen o mejor bajan a la terraza y así usted toma un poco de sol que va a hacerle mucho bien.

- No Lola, mejor no, no quiero buscarte problemas.- la última vez que salió del cuarto ayudada por la mujer él apareció como por arte de magia y la encontró, Mia escuchaba los gritos porque alguien lo desobedeció adentro de la habitación aún con la puerta cerrada.

- No se preocupe, no habrá ningún problema, yo sé como manejar la situación, pero usted no puede continuar así o va a morir.- la mujer la escuchó suspirar sin separar la vista de la nada.

- Lola ¿Si yo muriera tú cuidarías a mi Aiko?- le preguntó sin venir al caso.

- No pregunte algo así.- la reprendió la mujer con dolor, nunca era bueno escuchar a una chica joven hablar abiertamente de la muerte.

- Contesta por favor.- casi le suplicó, como si necesitara saber que alguien se encargaría de su pequeña hija si ella no estaba.

- Sí.- le dijo con miedo a lo que podía acarrear su respuesta.

- Gracias- le contestó y tomó la taza con leche que trajo la mujer y la llevó a su boca para terminar la corta conversación.

Lola regresó a la cocina y lanzó la bandeja que traía en las manos al fregadero sin importarle que todo lo que estaba en ella terminaría roto o que Matteo se encontrara allí acompañado de su guardia personal.

- Saca a cuatro hombres de tu total confianza y envíalos con Massimo, tenemos que terminar con esto.

Matteo siguió hablando con el guardia que tenía a su lado obviando el momento intempestivo de su antigua nana y al terminar le hizo una seña para que saliera de la cocina.

- Te voy a cobrar eso de tu salario.- la reprendió por lo que hizo cuando estuvieron solos y puso sobre la mesa la taza de café vacía que tenía en sus manos.

- Y a ti Dios te va a cobrar con tu alma lo que estás haciéndole a esa chica.- le reclamó al joven que casi había visto nacer y que no comprendía porqué se estaba comportando así a pesar de las circunstancias- Te estas equivocando Matteo y ojalá no sea tarde cuando te des cuenta, porque cuando algo malo suceda yo voy a ser la primera en darte la espalda.

- ¿Me estás amenazando Lola?¿Te crees que cuidarme y verme crecer te da ese derecho?- el joven se levantó y caminó rápidamente hasta la mujer mayor y la miró amenazante desde arriba haciendo gala de su tamaño.

- No intentes intimidarme Matteo porque yo no te tengo miedo y quizás ese sea un error mío, pero no te temo, y si no quieres seguir escuchando todas las verdades que tengo atoradas en la garganta sobre lo que estás haciendo es mejor que salgas de mi cocina ahora o el respeto que tengo por ti en este momento se va a terminar, no es así como debes hacer las cosas con la madre de tu hija, Aiko va a crecer y si un día se entera de esto ten por seguro que no va a perdonarte.

El hombre la miró, nunca nadie se había atrevido a hablarle de esa manera, ni siquiera alguno de sus enemigos al tener la muerte parada de frente.

Por lo general la gente que sabía que iba a morir en sus manos descargaba lo que sentía contra él teniendo la tonta ilusión que le importaba, que con eso podrían llegar a lastimarlo, pero este no era el caso, ella no iba a morir, esta mujer lo había atendido desde que era casi un bebé y ellos se querían como familia, sus palabras sí dolían, ella más que nadie debía de comprenderlo.

El asiático apretó los puños y se giró para salir de allí, pero antes con una mano arrasó con todo lo que estaba sobre la isla de la cocina mientras maldecía.

............

Veintitrés días según su cuenta en aquella cárcel improvisada y Mia cada vez veía menos a su preciosa Aiko.

Matteo le había dicho a la niña que ella estaba enferma y necesitaba descansar, por eso no salía de su habitación y además no debía molestarla entrando tanto a verla.

Lola había venido temprano y le había traído el desayuno como siempre y la obligó a tomar el vaso de leche también como siempre y ahora ella sentía que estaba en un letargo del que no podía despertar, los ojos le pesaban tanto que no lograba abrirlos y no podía coordinar el espacio en el que se encontraba.

- Vamos a darte un baño. - escuchó una voz distorsionada en su cabeza pero no pudo mirar a ver a quien pertenecía pues le era imposible abrir los ojos- Camina tonta.

Quien fuera que estaba en la habitación la arrastraba prácticamente al baño y aunque muy bruscamente la ayudó a entrar en la bañera y a que se recostara dentro de ella.

- El agua está tibia.- le susurró al oído aquella voz como si quisiera convencerla de algo- Relájate y deja que el agua te cubra por completo, te vas a sentir muy bien.- era como un canto de sirena que la invitaba a obedecer.

Y después de eso silencio.