En la vibrante y peligrosa Italia de 2014, dos familias mafiosas, los Sandoval y los Roche, viven en un tenso equilibrio gracias a un pacto inquebrantable: los Sandoval no deben cruzar el territorio de los Roche ni interferir en sus negocios. Durante años, esta tregua ha mantenido la paz entre los clanes enemigos.
Luca Roche, el hijo menor de los Roche, ha crecido bajo la sombra de este acuerdo, consciente de los límites que no debe cruzar. Sin embargo, su vida da un giro inesperado cuando comienza a sentir una atracción prohibida por Kain Sandoval, el carismático y enigmático heredero de la familia rival.
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20
Esperaba ver la sorpresa en el rostro de su novio, pero Luca permaneció impasible, casi resignado. Eso descolocó a Kain por completo. Su corazón empezó a latir con más fuerza, el miedo y la ira se mezclaban en su interior, pero se quedó callado, esperando una respuesta. Fue Luca quien rompió el silencio con un tono frío y triste.
—Ya lo sé —respondió con la mirada perdida—. Llamé a mi hermano, Angel. Si volvemos a casa, nos dejarán en paz.
Kain sintió que el suelo se movía bajo sus pies. Sus ojos se entrecerraron al tiempo que una ola de rabia y desesperación comenzaba a apoderarse de él.
—¿Qué hiciste, Luca? —Preguntó con los dientes apretados, sintiendo la traición crecer en su pecho—. ¿Les dijiste dónde estábamos?
La furia en su voz era palpable, pero debajo de ella había un miedo latente, el terror de que todo lo que habían luchado por proteger estuviera a punto de derrumbarse.
—Kain… tengo miedo —murmuró Luca, su voz quebrada—. No quiero verte morir, no quiero que me veas sufrir. Creo que lo mejor es que regresemos.
No pudo terminar la frase, porque en ese momento Kain lo agarró con fuerza de los brazos, sus dedos apretando como si al hacerlo pudiera evitar que las palabras de Luca se hicieran realidad. La angustia llenaba sus ojos mientras miraba a su novio, incapaz de aceptar lo que estaba escuchando.
—No estás hablando en serio, Luca. ¡No nos vamos a separar! —Dijo con voz entrecortada, su respiración irregular, luchando por mantener el control—. Vamos a salir adelante, lo prometimos. No importa quién esté en contra, encontraremos una solución.
Luca, sin embargo, no levantó la mirada. El dolor en su pecho era casi físico, como si una mano invisible lo estuviera aplastando desde adentro. Finalmente, las lágrimas comenzaron a caer, su cuerpo temblaba mientras intentaba darle voz a todo lo que sentía.
—Ya lo sabes, Kain —susurró, casi con resignación—. No podemos estar juntos. Nadie nos quiere ayudar, tenemos a todos en contra. ¡Nos van a matar!
Su voz se quebró en un grito ahogado, cargado de desesperación, mientras las lágrimas caían sin control. Kain lo miraba, incapaz de procesar lo que estaba escuchando. No podía creer que Luca estuviera sugiriendo lo que temía desde el principio.
—Lo mejor es regresar, mi padre él…es bueno —dijo Luca finalmente, sus ojos fijos en el suelo, incapaz de enfrentarse a la devastación en el rostro de su novio.
Kain sintió que su mundo se derrumbaba. Un dolor profundo atravesó su pecho, como si alguien le hubiera arrancado el corazón. Las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos, una tras otra, mientras sacudía la cabeza con desesperación.
—No… Luca, no puedes—sollozó, sus manos temblorosas aferrándose a los brazos de su novio como si al hacerlo pudiera evitar que se fuera—. Por favor, no hagas esto. Podemos encontrar una solución. Te lo juro, vamos a lograrlo.
Ambos estaban llorando ahora, sus cuerpos temblaban bajo el peso de una decisión que sabía que los destrozaría a ambos. Luca cerró los ojos por un momento, sintiendo el dolor intenso en su pecho mientras intentaba encontrar las palabras que tanto le dolían decir.
—Te amo, Kain —dijo finalmente, su voz rota—, pero no es nuestro momento. No podemos luchar contra todo el mundo.
El silencio que siguió fue insoportable. Kain bajó la cabeza, las lágrimas cayendo libremente por su rostro. Sabía que Luca tenía razón, pero la verdad era insoportablemente dolorosa. Si volvían a sus casas, sería como renunciar a todo lo que habían construido juntos. Vivirían separados, infelices, pero al menos estarían vivos.
—Vamos a ser infelices para siempre si nos separan… —murmuró Kain, como si estuviera hablando para sí mismo.
Luca no respondió. Sabía que Kain tenía razón, pero también sabía que seguir juntos significaba vivir en un constante peligro. A veces, el amor no era suficiente para protegerlos del mundo. Y en ese momento, ambos entendieron que estaban siendo desgarrados por una realidad que no podían cambiar.