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CICATRICES DEL ALMA.

CICATRICES DEL ALMA.

Status: En proceso
Genre:Romance / Pérdida de memoria / Intrigante / Apoyo mutuo
Popularitas:2k
Nilai: 5
nombre de autor: Brayan José Peñaloza salazar

El misterio y el esfuerzo por recordar lo que un día fué, es el impulso de vencer las contradicciones. La historia muestra el progreso en la relación entre Gabriel y Claudia, profundizando en sus emociones, temores y la forma en que ambos se conectan a través de sus vulnerabilidades. También resalta la importancia de la terapia y la comunicación, y cómo, a través de su relación, ambos están aprendiendo a reescribir sus vidas.

NovelToon tiene autorización de Brayan José Peñaloza salazar para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Fragmentación.

La atmósfera de la mansión había cambiado desde que descubrieron la carta. Aunque la casa siempre había sido inquietante, ahora parecía viva, como si respondiera a cada paso, a cada pensamiento oscuro de Gabriel y Claudia. Los ecos de sus voces resonaban en los largos pasillos, y en las esquinas de las habitaciones, sombras danzaban como si algo invisible los estuviera observando.

El miedo, que antes era un murmullo en el fondo de sus mentes, se estaba convirtiendo en una presencia palpable. Claudia sentía una creciente sensación de malestar cada vez que estaban solos, como si el aire mismo se espesara a su alrededor. Había algo en la mansión, algo que se movía entre las sombras, acechando sus pensamientos más oscuros.

Esa noche, Claudia tuvo un sueño que la dejó con el corazón acelerado y la mente desorientada. En el sueño, caminaba por los pasillos de la mansión, pero todo estaba envuelto en una bruma espesa. Las paredes parecían estirarse, deformándose a medida que avanzaba. De repente, escuchó un susurro, una voz que reconoció como la suya, pero distorsionada y rota.

—Nunca lo lograrás —decía la voz—. Estás sola, siempre lo has estado.

Claudia intentó correr, pero sus piernas no respondían. La casa comenzó a cerrarse sobre ella, los muros apretándose hasta que sintió que apenas podía respirar. El miedo la atrapaba como una red invisible, haciéndola revivir su dolor más profundo: la soledad, la pérdida, la sensación de que, sin importar cuánto intentara sanar, el pasado siempre la atraparía.

Se despertó bruscamente, jadeando, con las sábanas empapadas en sudor. Su corazón latía frenéticamente, y durante un momento, no pudo distinguir si aún estaba soñando o si la mansión la había tragado por completo. Miró a su alrededor, buscando a Gabriel, pero él no estaba en la cama.

Gabriel, mientras tanto, se encontraba en el estudio de la mansión. La carta de su padre lo había dejado en un estado de inquietud que no podía sacudirse. Sabía que había algo oscuro y peligroso esperando ser descubierto, y sentía que la casa lo estaba llamando. Pero había algo más que lo perturbaba: desde que leyó la carta, había comenzado a escuchar una voz, suave al principio, pero que cada vez se hacía más fuerte.

—Eres débil, Gabriel —susurraba la voz—. Nunca serás más que la sombra de tu padre.

No podía decir si la voz provenía de dentro de su cabeza o si la mansión misma le hablaba. Las palabras lo desorientaban, lo llenaban de dudas. Había comenzado a cuestionar su propia cordura. Se miraba en los espejos y, a veces, veía una versión de sí mismo que no reconocía: sus ojos vacíos, su rostro desfigurado por el miedo.

Esa noche, mientras estaba solo en el estudio, sintió una presencia detrás de él. Se giró bruscamente, pero no vio nada. Aun así, la sensación de ser observado no desaparecía. Cada vez que cerraba los ojos, veía a su padre, su figura alta y sombría, observándolo desde las sombras.

Flashback de Gabriel:

Gabriel comenzó a recordar más detalles de su infancia, recuerdos que había enterrado profundamente. Su padre lo había obligado a participar en un ritual en el sótano de la mansión. Era una noche sin luna, y la oscuridad era tan densa que parecía tragarse la luz de las velas que su padre había encendido alrededor de él.

—El miedo es poder —le había dicho su padre—. Si logras controlarlo, serás invencible. Pero si te consume... entonces te perderás en él para siempre.

Gabriel había intentado ser valiente, pero el ambiente en el sótano lo envolvía en una oscuridad abrumadora. Sentía que algo lo observaba desde las paredes, algo que no era humano. El ritual había terminado con su padre murmurando palabras que Gabriel no entendía, pero el efecto fue inmediato. Desde ese día, Gabriel comenzó a escuchar los susurros.

En el presente, Gabriel sintió que los muros de su mente comenzaban a resquebrajarse. El miedo, que su padre había intentado enseñarle a controlar, lo estaba consumiendo. Empezó a escuchar la voz no solo cuando estaba solo, sino también cuando Claudia estaba cerca. Las palabras se volvían más nítidas, más crueles.

—Ella no te salvará, Gabriel. Nadie puede hacerlo.

Claudia, preocupada por la ausencia de Gabriel en la cama, lo encontró en el estudio, de pie frente a una de las ventanas. Su rostro estaba pálido, y sus ojos, aunque abiertos, parecían vacíos, como si estuviera atrapado en un lugar al que ella no podía llegar.

—Gabriel —susurró ella, acercándose lentamente—, ¿estás bien?

Él no respondió. En su mente, la voz seguía hablándole, haciéndolo dudar de todo.

—Es solo cuestión de tiempo antes de que la pierdas también.

Claudia tocó suavemente su brazo, y el contacto lo devolvió a la realidad. Gabriel se sobresaltó, como si hubiera olvidado dónde estaba. Su respiración era irregular, y por un momento, no reconoció el rostro de Claudia.

—Estoy... estoy bien —dijo, aunque su tono traicionaba sus palabras—. Solo necesito aire.

Claudia lo miró con preocupación. Podía sentir que algo estaba cambiando en él, que algo oscuro estaba tratando de apoderarse de su mente. Ella sabía lo que era vivir con esos demonios, esos pensamientos intrusivos que intentaban devorarte desde dentro. Pero lo que Gabriel estaba experimentando parecía diferente, más profundo, más arraigado en algo que ella aún no comprendía.

Después de aquella noche, las cosas empezaron a desmoronarse rápidamente. Gabriel se volvió más reservado, sus respuestas más cortas y distantes. La relación que habían construido, basada en la confianza y el apoyo mutuo, comenzaba a tambalearse bajo el peso de los secretos no revelados y los miedos no enfrentados.

La mansión también parecía cambiar. Las paredes comenzaban a susurrar, y ambos podían escuchar ruidos extraños en la noche: pasos que no podían explicar, puertas que se abrían y cerraban por sí solas. La casa los estaba empujando al límite, y ambos sabían que no podían ignorarlo por más tiempo.

Claudia, determinada a no perder a Gabriel ni a sí misma en el proceso, decidió que era hora de desenterrar los secretos de la mansión. Empezó a investigar en la biblioteca de la casa, revisando antiguos documentos, diarios y planos que habían estado ocultos por años. Lo que descubrió fue perturbador: la mansión había pertenecido a una familia que practicaba rituales oscuros para mantener el control sobre sus miedos más profundos.

Cada revelación que Claudia encontraba la acercaba más a la verdad, pero también aumentaba el peligro. La mansión estaba viva, y los secretos que guardaba eran como una prisión, destinada a atrapar a aquellos que intentaban desafiarla. Gabriel, cada vez más atormentado por las voces, se dio cuenta de que debía enfrentar su pasado, no solo para salvarse a sí mismo, sino también para proteger a Claudia.

La pregunta que ambos se hacían era: ¿podrían soportar lo que estaban a punto de descubrir sin perderse en la oscuridad que acechaba en cada rincón de la casa?

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Brayan José Peñaloza salazar
entretenido.
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