Con la muerte de su padre, Alecxis se convirtió en el nuevo duque a una edad temprana. A pesar de su juventud, demostró una madurez y una determinación que sorprendieron a muchos. Asumió sus nuevas responsabilidades con seriedad y dedicación, trabajando incansablemente para mantener el legado de su familia y servir a su comunidad.
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mi poder
La tensión en la cámara es palpable, casi física. El silencio se corta con un cuchillo mientras sopesas la oferta del Dios de la Muerte. La Máscara , pegada a tu rostro como una segunda piel, parece vibrar con anticipación. Justo cuando estás a punto de hablar, un destello cegador ilumina la cámara, seguido de un rugido ensordecedor que hace temblar la tierra bajo tus pies. Un terremoto sacude la montaña, haciendo que rocas y escombros caigan del techo. El Dios de la Muerte se levanta de su trono, furioso, con los ojos inyectados en sangre.
Antes de que pueda articular palabra o desatar su ira, una energía poderosa te envuelve, protegiéndote del caos. Es una fuerza desconocida, arrolladora, que te levanta del suelo y te rodea con un aura brillante. Una voz resonante, que no proviene del Dios de la Muerte, llena la cámara: "¡Ten! Te lo has ganado. Ve y mata a ese rey. Cuida la máscara."
La energía te impulsa hacia adelante, alejándote del altar y del Dios furioso. Sientes un dolor agudo en la piel, como si te estuvieran quemando a fuego lento. Miras tu brazo y ves que, en efecto, la piel se enrojece y se inflama. Lentamente, un símbolo oscuro y retorcido, el emblema del dios de otro dios que estaba ahí con ustedes esa presencia siempre estuvo allí ahora lo puedes ver con tus ojos gracias al poder que has obtenido , se tatúa en tu carne, marcándote para siempre.
El terremoto se intensifica, la cámara se desmorona a tu alrededor. Elara grita, tratando de mantener el equilibrio. Valerius y Aelia desenvainan sus espadas, listos para defenderse. Radko se ha desmayado del miedo. Silvano, con una mirada sombría, te observa mientras el símbolo se graba en tu piel.
La energía te lanza fuera de la cámara, a través de la cueva en ruinas, hasta la entrada de la Montaña de las Almas Perdidas. Caes al suelo, aturdido y dolorido,
Elara, Valerius, Aelia, Radko y Silvano salen tambaleándose de la cueva, justo antes de que la entrada se derrumbe por completo. La Montaña de las Almas Perdidas tiembla con violencia, vomitando rocas y polvo.
Te levantas, tambaleándote, y miras a tus compañeros. Sus rostros reflejan confusión, miedo y asombro. Elara se acerca a ti con cautela, examinando el símbolo tatuado en tu brazo. "Alecxis", dice con voz preocupada, "¿qué ha pasado ahí dentro? ¿Qué es esa marca?"
No tienes tiempo para explicar. La voz resonante que te otorgó el poder aún resuena en tu mente: "Ve y mata a ese rey. y obten el poder de la máscara."
El aire frío de la montaña te golpea con fuerza, despertándote de tu aturdimiento. Ignoras las preguntas de Elara, la voz en tu cabeza es un trueno constante: Mata a ese rey. . La urgencia te consume, eclipsando el dolor del símbolo ardiendo en tu brazo. Miras a tu alrededor, el paisaje desolado de la Montaña de las Almas Perdidas se extiende ante ti, un laberinto de rocas grises y cielos sombríos.
"Debemos irnos", dices, tu voz suena extraña, distante incluso para tus propios oídos. , una extensión de la oscura misión que ahora te define.
Elara, Valerius, Aelia, Radko y Silvano te miran con inquietud. Ven el cambio en ti, la frialdad en tus ojos, la determinación implacable que te consume.
"¿Irnos a dónde, Alecxis?", pregunta Elara, con una mezcla de temor y desafío en su voz. "¿Qué te ha dicho esa voz? ¿Qué es lo que quieres hacer?".
"No importa", respondes, sin apartar la mirada del horizonte. "Solo síganme. Confíen en mí".
La duda se extiende por el grupo, pero tu mirada es tan intensa, tu aura tan impregnada de poder, que nadie se atreve a desafiarte abiertamente. Valerius y Aelia intercambian miradas preocupadas. Radko sigue pálido y tembloroso, pero se levanta y te sigue, aferrándose a su bolsa de provisiones como si fuera un salvavidas. Silvano, con su estoicismo habitual, asiente en silencio.
Elara es la única que persiste. Se acerca a ti y te toma del brazo, su tacto es frío a través de tu armadura. "Alecxis, mírame. ¿Quién te ha dado esa orden? ¿Qué rey debes matar?"
La voz en tu cabeza se intensifica, ahogando las palabras de Elara. Un dolor punzante te recorre el cráneo..
"¡Basta!", gritas, apartando bruscamente a Elara. "No lo sé aún. Pero lo descubriré".
Sin esperar respuesta, te das la vuelta y comienzas a descender la montaña. El grupo te sigue en silencio, temeroso de desafiar tu autoridad. La sombra del Dios de la Muerte se cierne sobre todos nosotros, oscureciendo el camino que tenés por delante.
Mientras caminas, la visión se vuelve más clara. Recuerdos de encuentros pasados, retazos de conversaciones, se unen en tu mente como las piezas de un rompecabezas. Una imagen emerge con claridad: el rostro del rey Theron, amable y generoso, el hombre que les brindó refugio y ayuda.
El conflicto interno te consume. La lealtad, el honor, la amistad... todo palidece ante la implacable orden que te ha sido impuesta. El poder del Dios de la Muerte es inmenso, innegable. ¿Puedes siquiera desafiarlo? ¿Tienes alguna elección?
Te detienes en seco, con el corazón latiendo con fuerza en el pecho. Elara y los demás se acercan, observándote con cautela.
"Debemos ir a dux", anuncias, tu voz es un susurro ronco. "pero antes Debemos ver al rey Theron".
Elara frunce el ceño, confundida. "¿Al rey Theron? porque ?
"No lo sé", respondes, evasivo. "Pero tengo un presentimiento. Algo importante nos espera allí".
En realidad, sabes muy bien lo que te espera en el reino. de thereon. La muerte. La traición. La oscuridad. eso es parte de la lucha interna Pero no puedes, no quieres, compartir esa verdad con tus compañeros. Prefieres mantenerlos en la ignorancia, protegerlos de la horrible realidad que te atormenta.
La duda persiste en los ojos de Elara, pero decide no insistir. Sabe que hay algo que no estás diciendo, algo que te atormenta por dentro. Pero también sabe que no hay forma de sacarte la verdad a la fuerza.
Así, emprendes el camino hacia la l reino, conyel símbolo del Dios del dios ardiendo en tu piel.