El Reinado De Juliette

Félix comenzó a narrarle a Juliette lo que había prometido contarle: 

“Mi madre se fue hace un año. Estaba triste, atormentada. Su verdadero hogar no era esta tierra. Era una sirena, y mi padre, un hechicero, quedó hechizado por ella. Al principio, eran amigos. Él se fascinaba con ella, quería conocerla en profundidad, y ella se lo permitió, renunció al agua por estar a su lado. Fueron felices, apasionadamente enamorados, y de ese amor nací yo... Tenía unos 11 o 12 años cuando me convertí en el aprendiz de mi padre. Conocí a Cyrus, nos hicimos amigos, ahora estamos ligados por un pacto. Luego, mi madre comenzó a decaer, anhelaba el agua pero no quería abandonarnos. Papá construyó una laguna para ella, pero su bienestar fue efímero. La peor noche fue cuando ella le dijo a papá.

— Hanz, ¿vendrás conmigo si me voy? — preguntó con una mirada vacía, tomándole el mentón con sus frías manos.

Hanz tomó sus manos y las puso en sus mejillas, con amor en sus ojos.

— Iré contigo a donde sea, no te dejaré; si decides partir, llévame contigo — expresó, entristecido pero amoroso.

Al día siguiente, hablaron conmigo sobre su decisión. Ya lo sabía, no estaba triste; creí que debían ser felices juntos como antes, aunque más fuese por un instante, que era una hermosa manera de partir, regresar al lugar de su encuentro, donde todo inició, para concluir juntos. Me ofrecieron unirme a ellos, pero rechacé; si yo moría, Cyrus también lo haría. No deseaba eso. No obstante, acabé uniéndome a su despedida. Se sumergieron en el vasto mar, tras derramar lágrimas y regalar últimas sonrisas.

Eran felices, se veían en paz. Yo también lo estaba al verlos sonreír así. De regreso a casa, decidí continuar la labor de mi padre. El compartió muchos secretos conmigo, uno de esos fue tu llegada"

La historia le pareció a la joven tan hermosa como conmovedora, y se vio envuelta en un torbellino de emociones encontradas. La profundidad y la tristeza de las palabras de Félix resonaron a su alrededor, dejándola sin aliento y sumergida en un mar de reflexiones y pensamientos.

Ante tal revelación, Juliette se encontró sin palabras, con el corazón lleno de asombro y compasión por la historia de Félix y su familia. Aunque no supo cómo responder de inmediato, su mente y su corazón se vieron conmovidos por la emotiva narrativa que le había revelado el peliverde.

― No sé qué decirte — Susurró, una lágrima se deslizó por su mejilla, conmovida por el relato que había escuchado, sus emociones a flor de piel.

― No te preocupes, ya lo superé, no es algo que me entristece… ¡¿Oye, estás llorando?! ― El mayor se sorprendió, buscando afanoso una servilleta para secar sus lágrimas.

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― ¿Ya estás mejor? ― Preguntó con cierta preocupación el mayor.

― Sí, estoy bien. No te preocupes ― Respondió con voz tranquilizadora la albina.

― Sigamos entonces. Mi padre me mencionó que vendrías. De hecho, hay una habitación que he mantenido prohibida por todo este tiempo. Me dijo que cuando una joven llamada Juliette preguntara por el, le mostrará ese cuarto. Supongo que algo muy importante se encuentra allí, ya que incluso me ordenó quemarlo si tú no venías y yo estuviera al borde de la muerte.

― Comprendo, eso suena increíble. ¿Podría encontrar allí la cura para Cyrus?

El de cabello verde soltó una risa espontánea, incrédulo por las palabras de la joven.

― ¿Qué te resulta tan divertido?

― No es eso, me disculpo. La condición de Cyrus no tiene cura, puede vivir cómodamente con un tratamiento.

― ¿Entonces, por qué estoy aquí? ― Preguntó Juliette, confundida.

― Bueno, no lo sé con certeza, pero creo que estás aquí porque la salud de Cyrus ha empeorado y los medicamentos ya no le hacen efecto.

― Sí, exacto. Esa es la razón por la que estoy aquí.

― Bien, ya sabía que esto sucedería, pero él insistió en no beber del recipiente original ― El joven sonrió, anticipando la confusión de Juliette.

Juliette se sintió intrigada, cuestionando en silencio el tipo de medicamento que tomaba Cyrus.

― “Nunca antes había visto el medicamento que toma Cyrus para estar bien” ― Pensó para sí misma.

― Seguramente te preguntarás cuál es el medicamento de Cyrus, permíteme revelártelo. Es mi sangre ― Sonrió, señalando su cuello descubierto.

― ¡¿Tu sangre?! ― Exclamó sorprendida Juliette, sin poder ocultar su asombro.

El joven asintió con una sonrisa misteriosa, dejando que la revelación se asentara en la mente de Juliette.

― ¿Pero cómo sucedió eso? ¡¿Ahora Cyrus es algún tipo de vampiro o que?!

― Bueno supongo que es algo así después de todo ~ No puedo contarte cómo pasó porque es muy vergonzoso ― Sonrió desvergonzadamente.

― Está bien… ― Juliette miró con una mueca a Félix. 

― Ay no me mires así, acaso crees que soy un pervertido… Cambiando de tema, ¿no te interesa saber que podría haber allí dentro?

― No lo sé…

― Encerio, ¿quizás se trate de tu madre?

La albina se quedó paralizada por un momento. Bajo la cabeza y mordió sus labios. El peli verde observó curioso las acciones de la joven. Esperando alguna respuesta.

― No me interesa saber nada sobre ella.

― Bien entonces no la mencionaré más ~. Pero si en algún momento cambias de opinión avísame.

― De acuerdo.

― Vas a dormir aquí hoy. Hay muchos cuartos vacíos, además ya es muy tarde. Sigamos con nuestra conversación mañana por la mañana.

El peli verde se dirigió a su cuarto dejando a la albina sola en la cocina. Al llegar a su cuarto el joven se quedó pensando en las expresiones de la albina y su negación a saber sobre su propia madre.

 De alguna forma se acordó del incidente que tuvo cuando se encontró con Emir. No pudo ver más allá el futuro de Juliette.

― “Ahora que lo pienso, supongo que no pude ver mucho más la vez anterior porque nuestros destinos estaban cruzados. No puedo ver mi futuro, ni mi pasado, pero sí el de los demás. Y ahora que vi el suyo, creo que logró entender todo esto.” “Me pregunto si será igual si trató de ver el futuro de Cyrus”