Mi Apasionado Frederick (Dinastía Belf IV)

Los ojos azules de Frederick estaban cargados de deseo.

Sin hacerlo esperar, Susan estampó su boca sobre la Frederick, movía suavemente la carnosidad de sus labios sobre los de él. Disfrutaba cada suspiro qué salía de su boca.

—Susan—… Me muero por proclamarte mío de nuevo. Pero...

Ella soltó un suspiro sobre su boca.

—Susan—Necesitamos descansar un poco. Mañana tendremos un día largo con los detalles de nuestra boda y la mudanza.

—Frederick—Sí.

Respondió obediente.

—Susan—Más sin embargo...

Una sonrisa perversa en la boca de ella, prometía mucho....

Los botones de la camisa fueron separados. La boca de Susan se deslizaba con lentitud, sobre el pecho de Frederick.

El ritmo cardíaco de Frederick latía cada vez con más rapidez, mientras Susan desabrochaba sus vaqueros y la sentía llegar a ese lugar.

—Frederick—¡¡¡Ah!!!...

Jadeo con fuerza, cuando la humedad de la boca de Susan lo rodeo.

Cuál si fuera un dulce, ella saboreaba con placer y hacía estragos en Frederick.

El hombre gemía, era llevado entre las sensaciones más gloriosas del cuerpo humano.

Bastó un poco más, para que Susan se limpiara la comisura de sus labios.

Se acercó al oído de Frederick y susurro...

—Susan—Todo en ti es dulce, mon chéri.

El color rojo en el rostro de Frederick se hizo presente.

Susan se levantó de la cama y dejo en suelo, toda prenda qué cubriera su cuerpo. Robando una mirada intensa de Frederick.

—Susan—¿Me acompañas a la ducha?.

—Frederick—A... E... Yo...

Ella sonrío.

—Susan—Te espero adentro.

El hombre se levantó de golpe y comenzó desvestirse con torpeza.

Dentro de la ducha, el agua fría recorría cada milímetro de la blanca y delicada piel de Susan.

Ella sonrió satisfecha cuando sintió la presencia de Frederick, en su espalda.

Al día siguiente, Frederick removía con el tenedor la comida de su plato.

Leopoldo entrecerró los ojos.

—Leopoldo—Mi comida es la mejor de esta ciudad, la han degustado los mejores paladares. Es una ofensa para mi que la trates así.

Dijo ofendido y le retiro el plato.

Frederick exhalo con fuerza y lo miro con preocupación.

Leopoldo de inmediato recargo sus codos sobre la barra y lo miro fijamente a los ojos con una sonrisa.

—Leopoldo—¿Problemas en el paraíso?.

Pregunto ansioso por la respuesta.

—Frederick—Mmno...

Aunque en realidad el problema era su timidez.

Frederick se llevó las manos al rostro avergonzado. Para pedirle un consejo a Leopoldo tendría que contarle de sus momentos íntimos.

Resoplo al pensar en eso. Y volvió a exhalar con fuerza, cuando recordó lo sucedido por la noche.

Susan le había pedido ayuda para enjabonar su cuerpo, el obediente había pasado las palmas de sus manos sobre la suavidad de su piel. Con cada caricia y círculo qué hacía, ella suspiraba con sensualidad, cargándolo de excitación. La torpeza y su timidez, lo reprimieron y lo llevaron a darse prisa por terminar ese ritual. Pero sin embargo, Susan parecía querer llevarlo al límite de la locura. Luego de enjuagar su cuerpo de manera explícita, al final de la tortuosa ducha, la bella mujer se recostó sobre la cama con tan solo su diminuta braga, mientras su larga pierna descansaba sobre él, torturándolo toda la noche.

—Frederick—Leopoldo.

—Leopoldo —¿Sí?.

Pregunto con una enorme sonrisa.

—Frederick—... ¿Tú crees que mis brazos son muy delgados?.

Leopoldo hizo mueca de decepción al darse cuenta, de que no le hablaría sobre su vida íntima con la sexi chica Belf.

—Leopoldo—¿Te refieres a esos fideos qué simulan ser tus brazos?.

Dijo sin importancia.

Frederick lo miro mal.

—Frederick—Soy yo quien paga tu sueldo.

Leopoldo sonrió con amabilidad.

—Leopoldo—Para todo hay una solución, señor Pussett.

—Frederick—¿Cuál?.

—Leopoldo—Lo llevaré a mi barrio, para que conozca a mi buen amigo, J. J.

—Frederick—¿J. J.?.

—Leopoldo—Así es. Él es mi antiguo entrenador de boxeo, me enseñó a dar unos ganchos...

Leopoldo comenzó a tirar golpes en el aire.

—Leopoldo—Ya verá, en unas cuantas semanas, sus brazos tendrán músculos sobre los músculos.

Alardeo de más.

Horas más tarde...

—J. J. —Mm... Mmm... Mm...

El hombre musculoso, de piel morena, caminaba alrededor de Frederick, con una mano en su barbilla. Se acercó a él de manera hostil y le levanto los brazos para luego dejarlos caer.

—J. J. —Muy delgados.

Se quejó.

—Leopoldo—¿Crees que tenga solución?.

Frederick entrecerró los ojos mientras veía molesto a Leopoldo.

—J. J. —Con un entrenamiento duro, la tendrá.

Leopoldo sonrió feliz.

—Leopoldo—Sabía que aceptarías el reto de entrenarlo.

—J. J. —Sabes que me gustan los casos difíciles.

Frederick carraspeo la garganta, al sentirse ofendido.

—J. J. —Bien, ahora hora intenta golpearme, veamos si tienes potencial.

Frederick se colocó los guantes y exhalo con fuerza.

El hombre se puso en posición, frente a él.

—J. J. —Vamos niñita, tira el primer golpe.

Frederick frunció el ceño molesto y soltó el primer golpe, qué fue directo a la quijada del hombre.

El hombre un poco aturdido por la fuerza del golpe, se sobó la quijada.

Leopoldo se rio a carcajadas.

—J. J. —No está mal. Pero te falta algo...

El tipo le soltó un golpe a Frederick en el estómago.

Frederick se dobló del dolor hasta el suelo.

—J. J. —Siempre debes de estar en posición de defensa. Primera regla niñita.

Leopoldo si inclino hasta Frederick y le palmeo la espalda.

—Leopoldo—Muy bien chico, ya tienes un buen entrenador.