Lady Selenia BellaFleur, una distinguida dama de la aristocracia en el reino de Castello, será ejecutada a pedido de su ex prometido el príncipe heredero y ahora esposo de su media hermana debido a los muchos crímenes cometidos hacia ella quien tomó todo el amor para si misma incluido el cariño de su padre y el afecto de quien fue su prometido. En los minutos finales de su existencia y con la muerte tan cerca Selenia ruega por una nueva oportunidad y es así que sus súplicas son oídas y gracias a la voluntad del dios del tiempo logra retornar al día exacto de la llegada de su hermana y en el que sus problemas iniciaron.
Dispuesta a cambiar su funesto destino Selenia la villana está dispuesta a todo por evitar su desenlace y de esa forma impedir que su bandera de muerte se alce.
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“¿Y en la noche más sinuosa puedes ser capaz de ver un cielo estrellado?”
...SEGUNDA PARTE...
...XX...
^^^En la noche en el que las estrellas danzaban tú sonreíste, perfecta y única como la flor que habita una estrella sin nombre.^^^
Érase una vez un mundo creado desde el polvo de una estrella.
Cuando la constelación del cisne resplandeció y agitó sus alas, sus plumas cayeron en una tierra inhóspita y árida y de ella broto el primer rayo de luz siendo este el origen de la creación de un reino que fue bendito por las sidéreas.
Sin oscuridad y no existiendo necesidad de continuar resguardados de las tinieblas los habitantes de aquel inhóspito y lejano mundo salieron a la superficie y vieron para su alegría el hermoso resplandor de un cielo iluminado por el brillo cálido y sagrado de las estrellas. Una de ellas en especial, de nombre Deneb, resplandeció con mayor fuerza y viendo los rostros de los mortales por vez primera descendió hasta donde ellos se encontraban llevada por su curiosidad y fue así que desde aquel momento ella paso a convertirse en la estrella guardiana de aquel lugar y las personas la adoraron y levantaron templos solo para contemplarla y sentir su resplandor.
Siendo Deneb la más brillante de todas las estrellas y la sidérea más hermosa de un brillo tan puro las otras estrellas la envidiaban, pero solo existía una que en verdad codiciaba todo lo que Deneb poseía, Hyperion era una pobre estrella que nació pequeña y sin brillo, era una estrella enana y opaca que vivía a la sombra de las demás estrellas y sobreviviendo de su poca luz, no obstante, aunque renegaba de suerte solo Deneb despertaba en él la necesidad de alcanzar aquel iridiscente brillo.
Un día Hyperion devoro a una estrella vecina y notó que su propio resplandor se acrecentó, ese fue el inicio de su incesante apetito y la estrella antes insignificante ante las otras empezó a devorar a todas las estrellas cercanas creciendo en tamaño y fue así que su luz se tornó en la más brillante de todas.
“Soy hermoso, soy casi tan resplandeciente como tú, ¡Ámame!” ―exclamo Hyperion, pero Deneb nunca lo amaría porque siendo todas sus otras hermanas devoradas y con la constelación a punto de desaparecer era ella la última que quedaba y su vida estaba a punto de extinguirse.
Hyperion intentó tomarla a la fuerza y el choque de ambas estrellas estremeció el firmamento y el mundo que antes fue bendito y hermoso empezó a destruirse, viéndose perdida y a punto de ser devorada por Hyperion, Deneb se colisiono a si misma prefiriendo perecer en el lugar al que amaba. Mientras descendía su brillo fue menguando y partes de su cuerpo transformados en brillantes plumas de cisne. Y de la gran sidérea tan solo quedó su corazón que fue absorbido por el subsuelo.
Toda la creación llegó a su fin. Los mares y toda la vida se desvanecieron con la misma facilidad con que apareció. Y el cisne nunca más volvió a sobrevolar, pero he aquí que habiendo quedado solo el corazón de la última de las sidéreas sepultado bajo tierra una nueva creación se manifestó donde Hyperion no pudiese llegar nunca más.
"Más allá del valle sideral oculta en lo profundo y solo en los corazones de los benditos y tocados por el resplandor de las estrellas yace un mundo nacido de los sueños de la gran sidérea"
...***...
Una deliciosa fragancia me llega desde la distancia, es una dulce mezcla de flores silvestres que perfuman la estancia y de forma inconsciente mis ojos se abren llenándose con la luz que se filtra a través de la ventana. Es día claro y el sol logra ingresar iluminándolo todo y obligándome a despertar. Con cuidado me incorporo, refriego mis ojos aun adormitada y sin saber en dónde es que me encuentro. Como visiones lejanas los sucesos de la pasada noche aparecen en mi cabeza y es entonces cuando caigo en cuenta de todo lo ocurrido hasta ahora y todo vestigio de cansancio se esfuma de mí. Confundida observo la habitación en la que me encuentro y desconozco todo lo que yace en ella. No era mi casa y la ropa de dormir que llevo puesta tampoco es de mis pertenencias.
¿En dónde es que me encuentro?
Alguien llama a la puerta y tengo mis reservas en permitir el paso más luego desisto de una negativa por considerarse descortés y accedo a que ingresen. Grande es mi sorpresa al ver un rostro familiar y sonriente trayendo consigo una bandeja con alimento, mis ojos se llenan de lágrimas en cuanto la ven.
—Muy buenos días, señorita —dice Annelise con una sonrisa cálida y esa mirada llena de cariño maternal. Puede que ese sea un saludo cotidiano, pero para mí el oír su voz hizo que el corazón me temblase.
—Annelise…
—¿Pasa algo señorita? —mi querida doncella me observa preocupada de seguro por el estado en el que me encuentro, ¿Y cómo no estarlo? ¿Cómo ignorar la emoción que me embarga al verla sana y salva?
—¡Annelise! —en un acto inesperado corro hacia ella sin importar que me encuentre impropia y me fundo un abrazo que contuve durante mucho tiempo.
Está viva, ¡Mi querida Annelise está viva!, enjugando sus lágrimas en la tela de su vestido. Puede que sea una mujer adulta, pero en ese instante no pudo evitar aferrarme a ella y llorar como una pequeña que acababa de despertar de una horrorosa pesadilla y que buscaba un abrazo cálido y palabras de consuelo.
—Mi querida señorita Selenia —murmura Annelise intentando calmar aquel llanto como solo una madre sabe hacer.
Mi doncella quien fue como una madre para mí, me mira con amor y tranquilidad, las suaves y tibias manos de Annelise acarician mi rostro en un ademán de cariño y a la vez consuelo, sus manos secan mis lágrimas.
—Te extrañé mucho Annelise, tenía tanto miedo de que el duque te hubiese hecho algo malo ―digo intentando hablar con fluidez más era difícil cuando se contiene el sollozo y las lágrimas no dejan de fluir —Creí que no te volvería a ver más nunca.
—Mi señorita, no llore ―dice ella con suavidad ―. Todo estará bien ahora que ya se encuentra lejos de las garras del duque.
El duque, el recuerdo de aquel personaje y de su desquiciada hija me asaltan nuevamente. En su búsqueda por humillarme y terminar de ganarse la simpatía de todos los nobles del reino Amanda no dudó en acusarme falsamente buscando mi destrucción. De no haber sido por Callisto mi reputación y buen nombre se hubiesen visto empañados por ella, lo más probable era que ahora estuviese sufriendo las consecuencias de sus propios actos que lejos de gloria y bendición trajeron desgracia y deshonra a la casa de su querido padre. Era irónico porque fue su verdadera hija y no yo la responsable de su caída y reputación.
—Sí, es cierto, al fin todo ha terminado —yo, Selenia, contra todo pronóstico he logrado evitar mi bandera de destrucción y ahora me abro paso hacia un futuro incierto, pero no tengo miedo.
Por fortuna mi buena doncella se encuentra a salvo, al preguntarle sobre su paradero las últimas semanas ella responde:
―Fue la gracia del emperador lo que me permitió estar el día de hoy con usted mi señorita ―dice y puedo notar la emoción en su voz―. Fue él quien me encontró en los barrios bajos y me rescato cuando creí que mi suerte ya estaba perdida. Me llevo a un hospicio y se aseguró de que me dieran de comer una vez recuperada me pido encarecidamente que le diera noticias acerca de usted, por supuesto que yo desconocía que se tratase del emperador de Regis y en todo momento me dirigí hacia él como el buen caballero de mi señorita, en cuanto lo supe me arrodille pidiéndole perdón por mi impertinencia más él argumentó que no tenía importancia y excuso mi atrevimiento.
Al enterarme de lo que Callisto había hecho por mi querida Annelise las gratitudes hacia él solo se acrecentaron, ahora mi deuda para con el emperador sería eterna y estaré por siempre agradecida. Me hacía inmensamente feliz verla, a diferencia de mi anterior vida en donde ella sufría por mi necedad hoy puedo ser capaz de protegerla y retribuirle el cariño que tuvo conmigo durante toda mi vida, en esta y la anterior.
―Bendito sea el emperador ―digo sujetando las manos de mi doncella y sonriendo con genuina alegría.
―Bendita sea usted lady Selenia ―se escucha una voz masculina en la habitación lo cual nos obliga a ambas a buscar al dueño de aquellas palabras ―. Por haber sido capaz de resistir tanto y mostrar valor.
Era Callisto quien se encontraba apoyado en la puerta, solo los dioses sabían que tanto había sido capaz de escuchar. Por alguna extraña razón mis mejillas se ruborizaron con únicamente pensarlo.
―Salve sol del imperio, lady Selenia le saluda ―hago una reverencia respetuosa al verlo ingresar más luego recuerdo que me encuentro en camisón y la vergüenza me embarga. Afortunadamente, Annelise salta en mi auxilio cubriéndome con una ligera manta. Es suficiente para mantenerme decente ante el emperador.
―Por favor lady Selenia ambos hemos superado las formalidades y luego de todo lo que pasamos podemos seguir dirigiéndonos por nuestros nombres ―al igual que la otra noche Callisto luce igual de imponente y atractivo.
―Lo siento, tiene usted razón Callisto ―digo un tanto apenada, se supone que era Lindel, el buen caballero que conquisto mi corazón, pero también es el emperador Callisto el hombre más poderoso del continente y para una dama como yo que fue educada para mostrar respeto y resguardar el correcto uso de la etiqueta era sumamente difícil comportarme de manera informal.
Pero lo intentaría.
―Con permiso ―dice Annelise haciendo una reverencia hacia Callisto para luego retirarse de la estancia dejándonos a ambos solos.
― ¿Tuvo un buen descanso lady Selenia? ―pregunta el emperador con caballerosidad.
―Lo tuve, muchas gracias más tengo una duda Callisto ―digo ―. ¿En dónde se supone que estamos?
―Es una pequeña residencia que nos vimos en la obligación de alquilar hasta que su madre se recupere completamente y tenga fuerzas suficientes para hacer el largo viaje hacia el imperio. El séquito del archiduque ha logrado instalarse exitosamente, pierda cuidado mi lady que los soldados del emperador resguardan el perímetro para impedirle el paso al duque León y a los hombres del príncipe de Castiello.
―Veo que ya lo tenía usted todo planeado ―digo con una sonrisa ―. No podía esperar menos de Callisto Orfilius.
―Lo tomaré como un cumplido ―dice divertido haciendo una reverencia hacia mi persona ―. Siéntese libre Selenia de disponer de la mansión cuanto le plazca, usted posee autoridad sobre todo, la misma que ahora le otorgo y espero que pueda sentirse como en su hogar hasta que sea el momento de nuestra partida.
La mansión BellaFleur nunca ha sido mi hogar, si tenía que compararla con algo entonces sería una prisión que me mantuvo cautiva durante años. Ahora que me encuentro lejos de esos muros puedo ser capaz de disfrutar por primera vez de mi libertad.
―Te lo agradezco ―digo.
―Mi querida Selenia no es mi deseo continuar distrayéndola ―dice Callisto ―. Por favor desayune con tranquilidad y descanse el tiempo que sea necesario.
―Antes quisiera por favor, si su alteza imperial me lo permite, poder ver a mi madre, aunque sea por un breve instante ―era necesario que me cerciorara por mí misma que efectivamente se encuentra recuperándose exitosamente. Solo esperaba que el trato desalmado del duque no hubiese perjudicado su salud hasta un punto en el que le hubiese causado un daño irreversible.
La mano de Callisto se dirige a mi mejilla y siento la ternura de una caricia contenida. Es dulce y protectora, y por un momento me dejo llevar por la cálida sensación. Y es como si ambos hubiésemos regresado a ese instante en los jardines cuando nos conocimos por primera vez. Al igual que en ese entonces mi corazón latió tan fuerte como ahora.
―¿Cómo podría ser capaz de negarte algo? Incluso si me pidieras que destruyera el reino Castiello no dudaría en hacerlo.
―Majestad no creo que valga la caída de un reino.
―Aun cuando eres capaz de decir eso, Selenia, no puedo evitar sentir la necesidad de cobrar justicia. Una vez dijiste que mi fama de villano me precede, puede que tengas razón querida mía porque justo ahora me invaden los deseos de hacer que todos los nobles de ese reino besen tus pies y clamen tu perdón y lo harán porque soy Callisto Orfilius de Regis y porque destruiré Castiello piedra por piedra.
Sus palabras provocan un sonrojo abrumador y la cercanía de su rostro no ayuda en calmar mi vergüenza. Sus ojos son como el sol, queman cuando poza su mirada sobre mí, al igual que una hoguera siento como su fuego me consume y permito que lo haga.
―Su majestad imperial…
―Lady Selenia, pronuncie mi nombre se lo suplico.
Un emperador suplicándole a una noble extranjera y sin patria, estoy segura que sería un escándalo en cualquier lado. Aun así, no deja de parecerme halagador y me permito disfrutar de la cercanía entre los dos.
―Callisto ―digo y como si esa fuese una invitación sus labios chocan contra los míos con ferocidad, sus brazos me acercan a su cuerpo como si se tratase de una bestia apasionada aun así su agarre es dulce y delicado.
Luego de un momento que pareció perpetuo sus labios se separan de los míos.
―Pido perdón, me he dejado llevar por mis pasiones, aunque me es sumamente difícil poder resistirme a usted cuando al fin la tengo cerca luego de aquellos largos días con su ausencia. Aun así, mi actuar no fue caballeroso.
―Callisto ―le acaricio la mejilla y le dedico una sutil sonrisa ―. Tiene usted mi autorización Caballero del imperio.
Y sin esperar que continuase me veo invadida una vez más por sus labios y me fundo en sus brazos sintiendo su calor protector.
¿Por qué cuando estoy junto a él siento que he sido capaz de vencer el mundo?
...***...
Al ingresar a la recamara de mi madre no puedo evitar sentirme emotiva al verle recostada y recuperándose de los largos días sin probar bocado alguno. Su rostro se ve mucho más pálido que la última vez y sus cansados ojos parecen iluminarse en cuanto me ven de pie en la puerta conteniendo las lágrimas que buscaban escaparse de mis ojos. Sin perder más tiempo me dirijo a ella y tomo su delgada mano para llevarla a mi corazón ni sin antes darle un beso en el dorso.
Ella intenta incorporarse, pero no le permito por temor a agravar su situación.
―Madre, por favor manténgase en cama un poco más ―le suplico.
―Selenia… ¿Dónde estamos? ―dice ella con la voz apenas audible.
―Estamos bajo la protección del emperador Callisto madre, ni el duque ni Amanda podrán ahora perjudicarnos, somos libres para hacer una nueva vida lejos de los BellaFleur y del reino Castiello.
― ¿Es así? ―sonríe ella y por primera vez en mi vida soy capaz de verle una sonrisa tan genuina y pacifica ―. Soy tan feliz por ti querida mia.
Ahora ambas podríamos al fin restaurar nuestra relación madre e hija, recuperaríamos el tiempo perdido.
―Vas a estar bien, te lo prometo madre ―le digo y a su vez intento convencerme a mí misma de que será así ―. Iremos juntas al imperio y ese será el inicio de nuestra nueva vida juntos, puede que no tengamos mucho en un principio, pero hare mi mayor esfuerzo por darnos una vida decente, veras que …
―Selenia ―me interrumpe y siento como sus dedos tocan mi frente y descender por hacía mi mejilla. Siento su mano gélida y un escalofrió me recorre el cuerpo ―. Creo que no podré ir contigo querida mia.
Mi mente y corazón no conciben escuchar algo como eso y me niego a aceptar aquellas palabras.
―No madre… ―digo y una amarga sensación se instaura en mi corazón ―. ¿Qué es lo que estás diciendo? Todo estará bien, podremos estar juntas de nuevo ―pero sus ojos me decían que tal vez este sería el último momento en el que pueda sentir su mano sujetando la mia.
―Selenia…
―No me dejes mamá… ―imploro en una súplica y con el corazón desbordante de dolor.
―Eres una dama muy fuerte ―sus labios resecos se mueven pronunciando palabras de difícil audición ―. Sabrás enfrentarte a la vida y estoy segura de que alcanzaras tu felicidad, aquella que injustamente te he arrebatado durante años. Te amo querida mia y lamento que sean estas sean mis últimas palabras, hubiese deseado poder decirte tantas cosas, proclamarte mi amor por mucho más tiempo.
―Tu eres todo lo que me queda ―sujeto su mano con fuerza negándome a dejarla ir, no podía concebir que algo como ese estuviese sucediendo. Creí que su estado estaba mejorando ¿Qué tan enferma estuvo como para que su vida se hubiese agotado?
Y ella solo me mira y me sonríe consolándome. Es la primera vez que hace algo como eso y tal vez por eso es tan doloroso.
―Vivo en tu corazón y en tus memorias, nadie puede apartarme de ti. Mi cuerpo esta tan agotado, tan dañado pero mi corazón y alma desean protegerte como debí de haber hecho desde un principio.
Perdí a mi padre sin haberlo conocido y ahora mi madre se ira con él sin haberla amado el tiempo suficiente. Me negaba a que esto fuese una realidad. Aun cuando fue una madre ausente durante años y recién se hubiese atrevido a defenderme del duque León ella era mi madre y la quería en mi vida.
― ¡Annelise! ―llamo ―. ¡Annelise trae a un médico! ―cuando siento como su mano se me resbala de entre los dedos y su palidez acrecentarse sé que se acerca el final.
―Selenia… ―y sus ojos se cierran y soy capaz de percibir el último aliento de su cuerpo.
―Señorita Selenia ―irrumpe mi doncella alarmada por mi llamado y tras de ella ingresan Callisto y un hombre que reconocí de inmediato como el médico.
―Selenia ―Callisto me abraza e intenta apaciguarme en cuando me ve desesperada y llorando desgarradoramente.
― ¡Mamá! ―las lágrimas me nublan la vista ―. ¡Mamá despierta! ¡Mamá no te duermas! ¡Aun no estoy lista! ¡Madre!
Pero ella no volvió a abrir los ojos y no respondió a mi llamado.
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