Azul Zetas nació en un entorno complicado, marcada desde su infancia por el abandono y el maltrato. Su madre biológica la dejó en casa de su abuela materna, que no le brindo el amor que se merecía, siendo maltratada y abandonada a su suerte. Un trágico incendio en la casa de su abuela marcó un giro inesperado en la vida de Azul. Fue la única sobreviviente, gracias a la intervención oportuna del oficial de investigación Franco Coen, que se sintió conmovido por la situación de Azul y decidió llevarla a casa de sus padres, intentando ofrecerle un refugio seguro. A pesar de las buenas intenciones de Coen, la ley lo obligó a devolver a Azul a su madre biológica. De nuevo, Azul se encontró en un hogar sin amor, bajo el techo de su abuelo materno, un policía abusivo y alcohólico. Un nuevo incendio llevo a qué Azul quedé bajo el cuidado de unos tíos que la tenían como sirvienta. El oficial Coen la acomoda en un internado para liberarla del sufrimiento. ¿Encontrará la felicidad y el amor aquí?
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3° Casa de los abuelos
#NAHUEL#
Con mis padres teníamos una tradición familiar, nos íbamos de vacaciones a la casa de mis abuelos paternos en el campo, que quedaba a cuatro horas de la ciudad, por un camino de tierra y frondosa vegetación. No se veía un alma alrededor, sus vecinos más próximos estaban como mil metros de distancia.
Ellos eran personas que se resistían a todo lo que era considerado moderno, vivían como la época colonial.
Al cumplir 15 años y mi hermano 17 años mi madre murio en un accidente, por lo que mí padre se vio obligado en llevarnos con mis abuelos paternos un tiempo, porque el debía trabajar.
Mis abuelos al tener una casa muy enorme, alquilaban habitaciones, los fines de semana, para los amantes de la naturaleza que iban a pescar o cazar y les gustaba todo eso de tener la experiencia de vivir como era antes de la tecnología y las grandes ciudades.
La verdad no me gustaba ir, menos me gustaba cuando llovía, mi hermano mayor disfrutaba asustarme en la inmensa mansión e inventaba historias para verme aterrado sin querer ir a ningún lado.
Cerca de la casa de mis abuelos, en el campo, donde pasábamos, había una vieja cabaña cerca del único espejo de agua que se formaban por las lluvias, como una laguna artificial, pero igual en ella había peces que con mi abuelo íbamos a sacar con su red que él mismo tejió, mientras él lo hacía, yo junto a mi hermano mayor juntábamos caracoles enormes, solo en ese lugar median veinte centímetros de diámetro. El sitio estaba rodeado de árboles de poca altura, pero sus copas eran tupidas.
"NO SE ACERQUEN A ESA CABAÑA"
Nos encargaba mi abuelo.
"¿POR QUÉ?"
Preguntaba con curiosidad.
"EN LA EPOCA DE MIS PADRES, CUANDO TENIAN PLANTACIONES DE ALGODON Y VENIAN GENTE DEL OTRO LADO DEL RIO A TRABAJAR EN LOS CAMPOS, A LA HORA QUE QUERIAN COBRAR POR SU TRABAJO, LOS LLEVABAN EN ESA CABAÑA Y LOS MATABAN A SANGRE FRIA, DESPUES LANZABAN LOS CUERPOS EN UNA ENORME FOZA QUE ELLOS MISMO ESCARBABAN, Y HASTA AHORA MUCHOS JURAN OIR GRITAR LAS ALMAS EN PENA EN ESE LUGAR."
Nos relato mi abuelo.
-LA FOZA ES LA LAGUNA ARTIFICIAL DONDE PESCAMOS. Agrego.
Con mi hermano nos miramos un momento, no voy a negar que me recorrió un frío por la espalda de solo imaginar que en ella habitaban demonios o fantasmas o los dos juntos.
-Nahuel te apuesto a que no te animas a ir y pasar una noche en esa cabaña. Me dijo mi hermano mayor un día en que estábamos aburridos.
Lo mire con los ojos muy abiertos, estaba loco para proponer eso, después de lo que nos advirtió mi abuelo.
-Estas loco Dante. Le respondí molesto.
-Sabia que te cagari@s encima. Se carcajeo.
-Si eres tan valiente ve tu. Lo desafié.
Así pasamos ese día, nos tentábamos, pero ninguno se animó.
Mi abuela junto a la cocinera armaron la mesa y prepararon la ensalada y el pollo al horno, mis abuelos eran ajenos a la tecnología, a pesar de que mis padres les regalaban para que tengan toda la comodidad, no lo usaban, solo la luz y el aire acondicionado cuando veníamos de visita o de lo contrario no lo usarían.
Lo único que nos distraía era ir a pescar con mí abuelo. La verdad no me agradaba el olor que destilaban de los mismos, y no tenía ganas de comerlos al saber de dónde los saco, de esa fosa donde lanzaban los cuerpos sin vida de los trabajadores.
En su momento mi padre contó que su abuelo tenía esclavos, creí que solo eran historias que inventaba, pero después de lo que me contó mi abuelo, ya no lo creía tan así.
Miraba con admiración el equipo de pesca de mi abuelo, lo tenía todo muy bien ordenado en una pequeña caja de madera, que él mismo construyó con sus propias manos.
Cuando llego el sábado, a la tardecita se largo una fuerte tormenta, se cortó la luz, quedamos en penumbras.
Con mi hermano gritamos asustados por el estruendo de los rayos que partían los árboles en dos.
-No se preocupen, se que tenemos una vela por aquí. Dijo mi abuela con la voz calmada.
En la oscuridad escuché como si alguien corriera descalzo, un sonido de plash contra el piso de madera de la sala, mi abuela me entregó una vela, alumbre hacia donde escuché el sonido pero no había nada.
-Bueno, cada uno a su cuarto con su vela, apaguen antes de dormir, no queremos accidentes. Nos encargó mi abuela.
-No salgan de sus cuartos, si quieren ir al baño tienen un contenedor bajo la cama para hacer del uno. Nos indico mi abuelo.
-¿No podemos ir al baño? Le pregunté a mi abuelo.
-La mansión es grande, no quiero que en la oscuridad sufran algún accidente. Respondió serio.
Mire las escaleras, parecían no tener fin, me temblaban las piernas por el miedo, la furia de la tormenta que azotaba contra la casa.
-No te preocupes Nahuel, la casa es segura. Me dijo mi abuela al ver mi cara de pánico, poso un beso tierno en mi frente.
-Ha, el bebito, guagua, tiene miedo, más bien es un boludo enorme. Se burla Dante.
-DANTE, ERES SU HERMANO MAYOR, DEBES CUIDARLO, NO BURLARTE. Lo reprocha mi abuela.
-No seré niñero de un bebé llorón. Se cruzó de brazos Dante.
-No soy ningún bebé lloron. Me defendí, a pesar de que el miedo se hacía dueño de mi en cada fibra de mi cuerpo.
Me fui a mi cuarto caminando firme, señal que nada me daba miedo. Me metí debajo de las mantas, acurrucado, tapando mis oídos. En eso me dió sed, no tenía ganas de salir de ahí, pero quería agua, pensé en llamar a mi abuela, pero recordé a Dante, no dejaría de burlarse si escucha que llamo a mi abuela.
Miro la vela que no se consumió del todo y la tomo encaminandome de nuevo a la planta baja, baje escalón por escalón, no me gustan los truenos, pero lo hice, el silencio era profundo, solo se escuchaba la lluvia.
"Eres grande, estás en preparatoria, no debes tener más miedo", me repito de manera constante.
Al llegar a la cocina me paralice, antes de poder pasar la puerta, ví una figura blanca, parada en una esquina, mis manos tiemblan, yo tiemblo completo. Al ver bien era una niña de ojos claros muy brillosos, ella se asustó al verme, se agachó cubriéndose la cabeza con los brazos.
Suspiré hondo, que me podía hacer esa niña, estaba empapada, descalza, parecía que tenía un vestido como esos que usa mi abuela largos en blanco.
-No te asustes. No te haré nada. Le hable con voz suave.
Ella se enderezó, elevo la cabeza para mirarme, su belleza era única, sus labios rosados en forma de corazón, sus ojos redondos grandes como una caricatura, su cabello era muy largo, le llegaba a la mitad de sus cuartos.
-¿De dónde vienes?. Le pregunto.
Ella gira, me señala hacia arriba. Solo sonreí, no creí que sea de ahí, debe ser que no tiene sentido de la dirección.
Cayo un trueno, ella se me abrazo asustada, me mojo mi pijama. Pero no me importo, por alguna razón ese abrazo me gustó, como si yo también necesitará un abrazo.
Decidí llevar un paquete de galletas y agua a mi cuarto, además de a ella.
-Ven conmigo así te secas. Le dije.
Ella me miro sin animarse.
-Tengo galletas. Le enseñe.
Ella miro como si eso no le llamará la atención.
Escuché que alguien se aproximaba, por lo que nos escondemos debajo de la mesa. Era mi abuelo junto a mi abuela.
-Voy a solucionar esto. Escuché decir a mi abuelo.
-Ten cuidado. Le encargó mi abuela.
Vi que llevaba un rifle, la niña se prendió escondiendo su rostro en mí hombro.
-Ese felino sigue merodeando a nuestro gallinero, lo atrapare. Escuché que dijo mi abuelo por último llevando una linterna con él.
Cuando ví que mi abuela lo acompaño a la puerta aproveche para ir con la niña hacia mi habitación, la lleve al trote de la mano, entre agitado trabando la puerta.
La mire, ella me miraba extrañada, no era de hablar, eso me gustaba por alguna razón.
Tome una toalla, una remera y un short.
-Secate, creo que te quedará grande. Le dije pasándole la ropa.
Ella miro como no sabiendo que hacer, suspiré hondo.
-Me permites ayudarte. Le pregunté señalando su camisón mojado.
Ella se abrazo a si misma asustada.
-No te haré nada, si te quedas con eso mojado puedes enfermar, solo deja que te desprenda el cuello y lo demás lo haces sola. Le dije.
Ella se giro, retiró su largo cabello lacio, que tenía un mechón blanco que aprecie de cerca. Le desabroché el botón y me aleje para que se cambie. Nos dimos la espalda para secarnos y cambiarnos. Termine enseguida. Sentí que ella me tocó apenas con el dedo, no podía sacarse su camisón por lo que la ayude, al quitárselo tenía de ropa interior como un short largo en blanco y una blusa blanca de tiras, no sabía que las niñas vistan así, pensé. Le indique cómo ponerse la remera blanca que le quedaria como un vestido, lo mismo con el short y me gire para que lo haga en privado. Una vez lista le ayude a secar su cabello y a peinarlo, era como si tuviera mi propia muñeca.
Ella bostezó, y me resultó tierno verla hacer eso, le cedi la cama para que duerma. Ella me miro intensa señalando su lado, como diciéndome que podía acostarme con ella, al hacerlo se acomodo en mis brazos y se durmió, yo también lo hice relajado.
Cuando amaneció me desperté sintiéndome muy bien, pero ella ya no estaba, mire bajo la cama por si se cayo, pero no.
-Buen día Nahuel. Ingreso mi abuela, me dió un beso.
-Buen día abuela. Le dije.
-Vamos a llevar a Dante con el doctor, se resfrío, no quiero que empeore . Me cuenta.
-Pero llovió mucho, como saldremos. Le digo.
-Si, así es, pero tú abuelo con la camioneta no tiene problema -Me responde - Ponte esta ropa. Me señala lo que sacó del ropero.
-Puedo quedarme. Indague, quería aprovechar a investigar por la niña.
-Si no te molesta quedar solo, tienes el desayuno listo en la cocina. Me dice.
Al bajar escucho que mi abuelo conversa con ella.
-Anoche se accidentó una familia durante la tormenta, aún no encuentran el cuerpo de su pequeña.
-¿Dónde paso?. Pregunto mi abuela.
-En el camino hacia la ruta, capaz veamos el vehículo incrustado en la zanja. Le señalo.
-¿Cómo te enteraste? Le pregunto mi abuela.
-Vino un oficial temprano, para averiguar si vimos algo. Dijo mi abuelo.
-Nahuel quiere quedarse. Le dice mi abuela en un momento.
-No quiero que ande de curioso por ahí, menos en mi estudio. Dijo con una voz grave como si eso le molestará.
-Se le activa la televisión, y sabes que eso lo distrae por horas, o el videojuego. Le dijo mi abuela.
-Aun no vino el técnico para conectar ese condenado videojuego, la televisión puede ser. Respondió enojado.
-Aunque no te guste, va a ser el único modo que no ande de fisgón como dices. Le dijo mi abuela.
-Buenos días. Los saludé.
Mi abuelo me miro serio.
-Desayuna y puedes mira la televisión, no salgas, así no te enfermas como Dante. Me señala al ver que llega mi hermano tosiendo y sonando su nariz.
-Él es alérgico al cambio de clima, mamá le daba un medicamento. Les informo.
-Averiguaremos con su doctor, por eso lo llevamos. Me dice mi abuela.
Estaba triste por la perdida de mi madre, y me agobiaba tener que alejarme de mis amigos, pero ahora tenía una misión, encontrar a esa niña, por lo que me fui a seguir la dirección que me señalo.
Tome un par de potes de yogur, jugo y fruta, no se veía a la señora de limpieza por ningún lado, subí las escaleras, me fijé cuarto por cuarto, hasta que ví a la de limpieza bajar por una escalera que quedaba detrás de una pequeña puerta que al cerrarse parecía parte de la pared, me escondí en un rincón, ella cruzó sin verme. Me dirigí a esas escaleras y pise escalón por escalón en el espacio tan estrecho que solo uno cruzaba. Un ruido abajo me asusto y apresure mis pasos hasta ingresar en una pequeña habitación en penumbras.
Continúa con está historia!.