Una novela ligera, con una narrativa fluida para ser comoda para el lector, Esta historia es de ciencias ficción y horror cosmico. Se forja en la vida de un joven que se tendrá que enfrentar a criaturas que sólo existen en viejos libros de demonología, en un mundo de ficción creado por el autor (yo), lleno de misterios y emociones. disfrútalo.
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"Parte 2 Cap.1"
El Origen del Guerrero.
Alex respiraba con dificultad en la cama, inconsciente. Pero en su mente, las puertas del pasado se abrían como heridas que aún no habían sanado.
Desde pequeño, Alex fue un niño alegre, curioso, siempre dispuesto a explorar lo desconocido. Creció creyendo que el mundo era sencillo, seguro... sin saber que sus padres, María y Hemet, ocultaban un secreto: ambos eran miembros activos de los Guardianes, la organización secreta que luchaba contra los demonios desde las sombras.
Decidieron criar a su hijo lejos de ese mundo. Querían proteger su inocencia, su sonrisa.
A los diez años, su destino comenzó a entrelazarse con el de otra vida: Alma.
La encontró llorando en un parque, sentada sola en un juego infantil. Sus lágrimas caían mientras llamaba a su madre, perdida entre la multitud.
-¿Estás bien? -preguntó Alex con ternura, acercándose.
Ella no respondió, solo sollozaba.
Alex metió la mano en su bolsillo y sacó un pequeño gato negro de juguete, un premio que había ganado en una máquina gacha ese mismo día.
-Toma, es tuyo. Te hará compañía mientras buscamos a tu mamá.
Los ojos de Alma brillaron, y por primera vez en ese día, sonrió.
Juntos recorrieron el parque hasta encontrar a una mujer desesperada hablando con un oficial de policía. Alma corrió hacia ella y la abrazó con fuerza. Antes de irse, miró hacia atrás y saludó a Alex con una gran sonrisa.
Al día siguiente, el destino volvió a jugar sus cartas: Alma era la nueva alumna de su clase. Se reconocieron al instante, y desde ese momento, se hicieron inseparables.
Con los años, su amistad floreció en algo más profundo. Inocente, dulce... y real.
El día que Alma le confesó su amor, el corazón de Alex se detuvo por un segundo. No sabía qué decir, ni cómo sentirse. Solo le pidió tiempo para pensar.
Pero el destino, una vez más, tenía otros planes.
Mientras caminaba hacia su casa, escuchó un estruendo, como si un relámpago hubiera caído sobre la tierra. Lo siguió con curiosidad hasta un terreno baldío, donde un edificio abandonado se desmoronaba. Un grito desgarrador lo guió hasta el centro de un cráter humeante.
Allí, la vio.
Una mujer de cabellos dorados y alas rotas con pequeñas flamas azules, atravesada por una lanza negra. Rei, un arcángel, herida y a punto de morir.
A su lado, una figura espantosa, como si el mismísimo infierno la esculpió de agonía y putrefacción: alta, delgada de brazos largos, de piel pálida y su alargado rostro sin ojos. En su lugar, dos cuencas vacías oscuras y profundas, como si el abismo te estuviera observando y devorando el alma, una sonrisa amplia, grotesca, llena de dientes podridos afilados como cuchillas.
Mamon, el hijo mayor de Lucifer.
Alex sintió un terror indescriptible, un miedo que paraliza la sangre. Quiso huir... pero una voz resonó en su mente como un eco sagrado.
"Sálvala."
Sin pensarlo, tomó un pedazo de tubo de plomo del suelo y se lanzó al cráter. Golpeó a Mamon en la cabeza. El demonio ni se inmutó. Solo giró lentamente y lo levantó del cuello.
-Una insignificante vida humana... ¿de verdad crees que vale la pena morir por un ángel?
En ese instante, Rei reunió fuerzas y clavó su espada ardiente en el costado de Mamon. El demonio rugió de dolor, arrojando y azotando contra el suelo a Alex, preparándose para matar a Rei de un solo golpe.
Pero Alex, con los pulmones ardiendo, pateó con fulgor la espada incrustada en el cuerpo del demonio, hundiéndola más. El fuego celestial se extendió como veneno.
Mamon gritó, su cuerpo se deshizo en una espesa niebla negra que desapareció por un portal oscuro. Pero no sin antes dejar su promesa:
-¡Maldito mocoso! ¡Te juro que volveré! ¡Y destruiré todo lo que amas!
El silencio cayó.
Rei, apenas respirando, se acercó a Alex, que sangraba por dentro. Sus órganos dañados no aguantarían mucho.
-No puedo dejarte morir -susurró con voz trémula-. Pero no tengo permiso divino para sanar humanos... sólo hay una forma.
Le acarició el rostro, y su luz comenzó a fundirse con la de Alex.
-Tu alma... será mi refugio. Mi poder, tu cruz. Lleva esta llama y cumple mi última misión.
-¿Qué misión...? -balbuceó Alex.
-Detén a los demonios. Ellos planean una guerra. Quieren millones de almas humanas... y con ellas, matar a Dios.
Alex, apenas consciente, asintió.
-Lo juro...
Y se desmayó.
Cuando despertó, estaba solo. La herida ya no dolía, pero algo dentro de él había cambiado. Una fuerza nueva ardía en su pecho. El recuerdo de Rei, su promesa, y la amenaza de Mamon... todo estaba grabado en su alma.
Lloró en silencio, sabiendo lo que debía hacer.
No podía volver a casa.
No podía arriesgar a su familia... ni a Alma.
Entre lágrimas, se alejó. De espaldas al hogar que tanto amaba. De frente a la oscuridad que debía enfrentar.
Solo.
Pero ahora... con el poder de un arcángel ardiendo en su interior.
Continuará...
XintaRo.
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