Janet tiene un futuro prometedor, pero su padre la fastidia a que ya debe casarse. Como ella se niega rotundamente, la obliga a aceptar un trabajo en la ciudad. Así es como termina cuidando de un hombre ciego llamado Nicolás. Este hombre es hijo de un mafioso.
Será que, el haber ido en contra de los deseos de su familia, ¿Podría significar el inicio de su felicidad?
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DIECIOCHO
...Tres años después…...
El sol pegaba muy abrazador y eso que aún no era medio día. ¡Besada por el calor! Estaba terminando de cortar un elote. Sentí una picazón en mi mano y la voz de mi padre me distrae.
—¡Janet! ¡Janet! ¿Dónde estás?
¡No era posible! ¿Qué rayos quería esta vez?
—Tu papá te está buscando —Sofia me avisa enseguida, tras escuchar a mi padre.
—Voy.
Tomé mi bolsa de costal y salí de entre la milpa. Mi abuelita nos había pedido que le ayudáramos a rebuscar los primeros elotes tiernos de la temporada. ¡Una bendición tener cultivo de riego!
Cuando mi padre me ve, puedo notar la molestia en sus pupilas.
—¿Por qué no me respondes? Te he estado hablando y no dices nada. ¡Tenemos que ir a casa!
Me daba miedo regresar a casa. ¡Era evidente lo que sucedería!
—Tengo que llevar esto a mi abuelita, ella dijo que…
—Tus primos se encargarán de llevarle eso. ¡Debemos irnos! Sabes que hay alguien que ya te está esperando.
¡Por eso había venido a buscarme!
¡Fastidiada una vez más! Comenzó a darme comezón en los brazos por haber estado en contacto con las hojas de la milpa. ¡Mi padre estaba furioso!
¿Qué podía hacer yo? ¿Tenía otra opción? ¿Qué podría hacer para evitar este destino? ¿Podría escapar y desobedecer su orden de acompañarlo a casa?
Nos tomó aproximadamente diez minutos llegar a nuestro hogar .
—Es hora de que aceptes. No te voy a decir más. Prepara tus cosas. Ya te vas.
La cosa se iba a poner tensa entre nosotros. ¡Me angustiaba mucho este momento!
—Pero es que yo no quiero ir a ese lugar que dices. Ya te lo había dicho, yo no...
—No te estoy preguntando si quieres ir. ¡Es una orden! —Papá estaba muy exaltado—. Además, ya te había dicho que esto pasaría.
Tragué saliva, apreté mis puños y sentí mucho coraje en mi interior. ¿Por qué me estaba haciendo esto? ¿Por qué me quería privar de mi libertad?
—Pero...
—¡Hija! —Mamá me interrumpió—. Obedece a tu padre, es por el bien de nuestra familia. ¡Por favor!
¿Ella también apoyaba esta decisión tan cruel? ¡Me sentía súper mal!
—¿Y por qué no va alguien más? Yo no quiero ir allí. Ya lo habíamos hablado. ¡Por favor! Mejor, que vaya mi…
Papá me dio una bofetada. ¡Bien fuerte! Su mano se impactó de forma completa en mi mejilla y sentí un ardor en el rostro. ¡Otra vez aquí!
—No seas malagradecida. ¡Por el bien de tus padres irás! Y no digas más. ¡Debes obedecer! Sabes que no me gusta que me rezonguen.
Sentí las lágrimas al borde de mis ojos. Me dolía mucho esta situación, pero también me daba mucho coraje que estuvieran obligándome a hacer algo que yo no quería. ¡Esto no era justo!
—¿Por qué no puedo elegir lo que yo quiero hacer este verano? No es justo. ¡Odio a esa gente! Te dije que quiero trabajar con mi abuelita estás vacaciones para ahorrar y así poder seguir estudiando. Además, yo quede con ella…
—¡No rezongues más! —Me cacheteó por segunda vez—. Suficiente tengo con haberte dado permiso para ir al bachillerato. No quieres casarte. No quieres ser ama de casa. No quieres acatarte a lo que te digo. Ahora estás libre y harás lo que yo te diga. ¿Entendido?
Tragué más saliva, apreté mi mandíbula y quería maldecir muchas cosas. ¡Me tragué mi enojo! Tuve que obligarme a hacerlo. No pude evitar que algunas lágrimas se me escurrieran por las mejillas.
—Sí —me dolió tanto tener que afirmar su voluntad.
—¡¿Si qué?! —Su voz me lastimó como una herida de cuchillo.
—Si haré lo que me pides —dije a regañadientes.
Mirar sus ojos me causaba más enojo, evidentemente que todas mis emociones estaban exaltadas. ¡Me sentía como una propiedad en venta!
Desde cuándo que papá ya quería deshacerse de mí. ¡Ahora lo está logrando!
—Toma una mochila, mete las cosas esenciales y vete. Ellos te esperan en la sala principal de su casa. Tienes diez minutos. ¡Ya están por salir!
¿Diez minutos? ¿Era tiempo suficiente? ¿Por qué me estaba pasando esto? Me dieron ganas de escapar. ¿A dónde podría huir? ¡Ni siquiera tengo dinero! Lo había gastado todo en mi ropa de graduación.
—¡Gracias, hija! Tu padre está un poco estresado, tiene miedo de que los patrones nos echen a la calle. ¡Tú siempre eres buena!
Mamá acarició mi mejilla por unos segundos y me abrazo con todas sus fuerzas. ¿Yo era buena? ¡Canijos!
Fui a mi habitación, tomé una vieja mochila de estambre y guardé una muda de ropa, unos tenis desgastados y ¿qué más podía guardar? ¡Éramos pobres! Yo no poseía tantas cosas. Pero, sobre mi vieja mesita de noche, allí estaba el ramo de flores que recibí anónimamente hace una semana por mi graduación del bachillerato. Eran claveles blancos y amarillos, aun aguantaban, no estaban marchitos.
Decidí que no debía estar triste por esto que estaba pasándome. Debía buscarle el lado positivo.
Corrí al baño.
Vi mi reflejo en el espejo. ¡No debía seguir llorando!
Me enjuagué la cara, puse un poco de colonia de lavanda —de esa colonia que usa mi padre— sobre mi ropa y mi reflejo en el espejo me causó un sentimiento con ganas de llorar más. ¿Qué iba a pasar conmigo? ¿Por qué elegirme a mí? ¿Se estaba vengando por llevarle la contra estos últimos años? Otra vez me obligue a no desparramarme en llanto.
Monty se estaba asomando por la ventana y sus maullidos me alertaron que era momento de despedirme de él.
—Tengo que irme. No sé cuándo voy a volver, pero, sé que estarás bien. ¡Eres muy abusado!
Abrace con todas mis fuerzas a mi gatito.
Salí al patio de nuestro jacal.
—¡Estoy lista! —Exclamé para mi padre, él estaba juntando un montón de hojas secas.
Asintió. Me acerque a él y me abrazo bien fuerte.
—¡Gracias por obedecer! Perdona mi enojo, pero a mí tampoco me gusta la idea de que tengas que irte. ¡Lo haces por el bien de tu familia! No lo olvides.
Asentí, mi enojo había desaparecido. ¿Qué otra opción tenía yo? ¿Que estaba por acontecer conmigo? ¿Por qué mi padre no era capaz de poder tener autocontrol para vencer su vicio y así evitarse tantas deudas?
Entramos por la puerta trasera que conducía a la cocina, caminamos por el pasillo hasta llegar a la sala y justo ahí, sentados en el sofá de piel, estaban los patrones.
La mujer se levantó a toda velocidad cuando me vio, se acercó a mí, puso sus manos sobre mis mejillas y plantó un beso en mi frente.
—¡Gracias! —Dijo conmovida.
Su esposo se levantó, me examino a detalle y puso su mano sobre mi hombro.
—¡Estarás bien! No te preocupes, no te haremos daño —dijo el jefe.
¿Que se supone que debía decir ahora? En mi interior vivía la idea, el deseo de no querer tener que dejar a mi abuelita. ¿Y por qué me estaba pasando todo esto? Había tantas cosas a las que necesitaba buscar una respuesta.
—¿Necesitan algo más en lo que pueda ayudarles? —Preguntó mi padre.
—No. Puedes retirarte a tus labores, ella está en buenas manos.
Mi padre ya no se despidió de mí, no dijo nada, me dejo allí, se fue y sentí muy feo en mi interior. ¿A él también le dolió no despedirse por última vez? Porque a pesar de todo lo negativo, era mi padre y yo sentía cariño por él.
—Es hora de irnos —dijo el amo.
Avanzaron a la salida, tuve que apresurarme detrás de ellos.
Por primera vez en la vida, subí al auto de los patrones. Él conducía, ella era su copiloto y yo me sentía muy incómoda con todo esto. El humo de cigarro me provoco mareo. ¡Asco! Comencé a arrepentirme mucho de haber cedido ante mi padre. ¿Por qué no huí?
—¿Estas nerviosa? —Ella quería averiguar.
No sonaba ninguna canción a través del estéreo del auto, el panorama a mi alrededor cambiaba constantemente a medida que avanzábamos más.
—No. Me siento bien —mentí.
En realidad, estaba súper triste por tener que irme sin despedir de mi abuelita.
—Estarás bien. ¡No te preocupes! Serás de mucha ayuda para Nicolás.
¿Ser de mucha ayuda? ¿Nicolás? ¿Quién era él? Aún no estaba del todo enterada sobre a donde rayos me llevarían o a quien conocería. ¡Papá dijo que los jefes me necesitaban para algo importante!
—¿Cuantos años tienes? —Preguntó el jefe.
—Acabo de cumplir dieciocho —respondí.
—¡Perfecto! Mi hijo te lleva diez años. Es una buena diferencia de edad. ¡Tú tienes más vigor que él!
¿Más vigor que él? ¿Su hijo? ¡¿Que rayos estaba pasando?!
Pasaron dos horas y media hasta que, al fin, pudimos llegar. ¿A dónde me habían traído? De estar en el pueblo, ahora estábamos en la ciudad, en uno de esos fraccionamientos de gente rica. ¿Por qué razón? Supongo que para conocer al tal Nicolás.
—¡Hemos llegado! —Dijo él.
—No te preocupes por tus pertenencias, si te hace falta algo, con confianza se lo puedes pedir a Iker. Él está a cargo de las compras y la dirección de esta casa —dijo ella.
—Gracias por avisarme.
Abrieron el portón de herrería, dos hombres eran los vigilas y saludaron al amo. Al bajar del auto, sentí el viento golpearme en la cara y me dio miedo estar tan lejos de mi familia. Apago el motor del vehículo.
Continuamos por un camino de adoquín y nos detuvimos frente a la puerta de madera. El amo abrió la puerta de la entrada principal y mis nervios aumentaron más.
¿De verdad me encontraba aquí? Tuve que soportar unas cuantas cachetadas para terminar en un lugar distinto a mi hogar.
La casa tenía pintadas las paredes en color blanco, un aromatizante desprendía un aroma dulce y cálido. ¡Muy lujoso el lugarcito!
—¡Iker! —Llamó el amo—. Ya estamos aquí.
Pasaron pocos segundos y él bajó por las escaleras de madera.
—¡Buenas tardes!
—¿Dónde está Nicolás? —Pronunció la madre.
—Justo estaba con él. Le ayude a atarse las agujetas.
—Perfecto. Hemos traído a la joven que se encargará de atenderlo —el amo me señaló con la mirada, Iker me miró de reojo y saludó.
—Bien, Janet, es hora de que conozcas a mi hijo.
¿Conocer a su hijo? ¿El hijo de los jefes narcotraficantes de mi padre? ¡Todo estaba sucediendo de forma apresurada!
Subimos las escaleras, mi corazón parecía latir a toda potencia y cada vez que avanzábamos por el pasillo, sentía terror. ¿Por qué me habían elegido a mí? Y sobre todo, ¿por qué debía sentir terror? ¡Ni que yo hubiese hecho algo malo!
El amo tocó una puerta, después de unos segundos entramos y allí estaba él. De pie, con la ventana abierta de par en par.
Nicolás estaba tomando el aire, su espalda era grande y su estatura, era gigante.
—¿Quién es? —Se ánimo a preguntar.
Su voz tenía un tono bastante atractivo. ¡Como voz de caballero de película!
—Hijo. Hemos venido a verte —hablo su padre.
No respondió enseguida, su silencio era muy incómodo. ¿A qué hora voltearía a mirarnos?
—¿Se irán pronto? —Fue lo primero que se le ocurrió preguntar, me pareció muy grosero.
Nicolás no fue capaz de voltear, nos dio la espalda, el tono de su voz era neutro, parecía no haber emoción alguna en él.
—Saldremos del país un tiempo, pero hemos venido para traerte a alguien que te ayudará con tus cuidados —su madre le respondió.
—¿Alguien para mis cuidados?
—Así es. Ella está aquí con nosotros —informó el padre.
—¿Ella? ¿Me trajeron una nueva sirvienta?
¿Eso era yo? ¿Una nueva sirvienta? ¡Canijo engreído! Me habían obligado a venir aquí para estar con él. ¡Que absurdo!
—Ella cuidará de ti.
—No hace falta. De igual forma, no hace falta que se queden mucho tiempo conmigo. Pueden irse si quieren.
¡Que grosero! Este hombre era un engreído altanero, seguía dándole la espalda a sus padres y no parecía interesado en mí.
—Está bien. Nos iremos ya —dijo el amo.
—Ven con nosotros —me pidió la esposa.
Afuera de la habitación de Nicolás, mis nervios disminuyeron. Volvimos a la planta de abajo.
—¿Cómo te sientes? —Preguntó el amo.
—Me siento bien.
Asintió.
—¡Cuida bien de mi hijo! Por favor, ayúdalo a sentirse a gusto. ¿De acuerdo?
¿Qué otra opción tenía yo?
—Si señor, lo voy a intentar. Aunque, no entiendo porque necesitaría que yo lo cuide. Su hijo parece estar bien.
Ligeramente note sorpresa en el rostro de ambos padres.
—Lo acaban de operar. Por eso necesitamos que cuides de él —dijo la señora.
¿Lo operaron? ¿De qué?
—Si necesitas algo, pregúntale a Iker, él ya preparo tu habitación —el amo también irradiaba autoridad.
—Está bien. Gracias.
—Nosotros ya nos vamos. ¡Gracias a ti por ayudarnos con esto! —Dijo la esposa—. Mi hijo tiene un carácter de la fregada, espero que puedas entenderlo. Esto no es fácil para él.
Asentí. Tampoco sería fácil para mí.
—Descuiden. Nicolás estará bien.
Salieron de la casa, volvieron al auto y desaparecieron. El zaguán se cerró, los guardias estaban en sus posiciones y yo, ahora estaba muy confundida y bien lejos de casa. ¡Me empezó a doler el corazón!