Patricia Silva una abogada intachable, decide llevar un caso que le puede traer problema en su vida, ¿qué pasará con esta abogada? les invito a leer la historia.
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Capitulo 3
Me pregunto, ¿cómo será el otro Torres?, ¿será igual de guapo que este? ¡Caray!, qué tontería estoy pensando.
Audiencia
Se presenta Albín Torres, demandado.
El señor José Pier, demandante.
Los abogados correspondientes.
Entramos a la sala de audiencias. Mi colega, el abogado de los Torres, presentó algunas pruebas, alegando la inocencia de sus clientes. ¡Maldición! Son las mismas pruebas que tengo para defender a mi cliente, ¿cómo hicieron para cambiar la versión original? Malditos. ¿Cómo no lo supuse antes? Compraron a la encargada de recibir las joyas, tan fiel a su jefe que se muestra.
— Lic. Eso no es cierto, yo nunca pongo la mercancía en la vitrina, sin antes verificarla.— me susurró el señor José.
— No se preocupe, sé lo que está pasando. Pueden presentar todas sus pruebas falsas, y al final, vamos a ganar.
El juez, después de analizar y ver algunas pruebas, terminó la sección. En la próxima audiencia se dará el veredicto final.
Todo salió como pensaba, no pude presentar mis pruebas, pero de toda manera le voy a ganar. Veo la hermosa sonrisa en el rostro de Albín y me da pena. No sabe la sorpresa que le tengo para la próxima audiencia.
— Lic. Silva ¿qué pasó? La sentí un poco débil en cuanto a su estrategia.— me preguntó con una sonrisa dibujada en su bello rostro.
— Así es, señor Torres, tal vez debí escucharlo y dejar el caso, pero soy tan terca que no quise hacerlo. Una pregunta, ¿por qué siempre se presenta usted y no su hermano?
— Mi hermano es un hombre muy ocupado, por eso yo doy la cara.
— ¡Ya veo!, me imagino que sus negocios son muy demandantes. No le quitó más su tiempo, salúdame a su hermano.
¡Qué día tan pasado!, me tengo que relajar.
———
Víctor
Creo que Albín y la abogada van a acabar con mi poca paciencia. Él, por no atender mis llamadas, y ella por seguir en su plan de defensora.
— Víctor, tenemos que celebrar. — dijo feliz, al entrar a la oficina.
— ¿Por qué no contestaste mis llamadas?
— Estaba manejando.
— ¿Cómo te fue? ¿Pudiste evitar que los periodistas entraran?—le pregunto curioso.
— Todo está saliendo bien, la abogada no tiene pruebas. Solamente los testimonios de los empleados de la joyería. Por cierto, te mando saludos.
— No, aquí hay algo raro… Ella se mostraba muy convencida de ganar, es una mujer astuta, tenemos que estar prevenidos.
— Tienes que ser más positivo.
— Espero que tengas razón, nos vemos mañana, ¿oh, va para la casa?
— No, tengo una reunión en mi apartamento.
— Me imagino que un par de piernas.— digo con una sonrisa.
— Algo así.
Albín se fue a su apartamento, yo me voy a mi casa, estoy cansado. Al llegar, encuentro a mi mamá y a Carla con sus discusiones de siempre.
— ¿Qué pasa? ¿Por qué tanto alboroto?— las miro con el ceño fruncido y los brazos cruzados.
— Hijo, aquí está tu esposa que no entiendes que no puedes estar dándole órdenes, a las empleadas.
— Amor, lo único que quiero es que me preparen algo diferente para cenar, no estoy adieta.
— Aquí se come saludable, no chatarra.— dijo mi mamá.
— Usted lo hace apropósito, porque no le caigo bien.
— Todos los días tengo que presenciar una de estas escenas. Son dos incomprensibles.
Subí a la habitación dejándolas ahí con su agradable charla. Estoy estresado, cansado y estás mujeres me ponen peor.
Patricia
Regreso a mi casa. La verdad es triste cuando nadie te espera con un abrazo o un “cómo te fue”.
— Señorita, ¿le preparó algo para cenar?— me pregunta Iris, la empleada doméstica.
— No, no tengo hambre, gracias.
Subo a mi habitación, me ducho, me pongo un piyama y me tiro a la cama. Estaba dando vueltas sin tener sueño y me dieron ganas de tomarme unos tragos. Me cambié y salí. Iba conduciendo como de costumbre, ¡qué raro!, ya no me están siguiendo.
Estoy en un bar, pero está lleno, y no me gustan los lugares tan aglomerados. Ser abogada también es un riesgo, y más yo, con la fama que me cargo. Mejor me voy de aquí.
Camino a la salida, estoy a punto de salir y un hombre me choca. Estúpido me mira de mala manera, pero quién se cree.
— Fíjate por dónde caminas, imbécil. Estos malditos estúpidos, se creen dueños del mundo.— le digo mirándolo fijamente.
Víctor
Estaba acostado, Carla entró a la habitación con su drama. No estaba para seguir escuchando más problemas. Me levanté, me cambié de ropa y me fui a un bar. Unos tragos eran lo que necesitaba. Cuando voy entrando al bar, una mujer y yo chocamos. Ella de altanera me insulta, ¡joder!, pero sí fue culpa de los dos. Escuché sus palabras y la sujeté por los hombros.
— ¿Sabes por qué no te pongo a pedir perdón de rodillas? Porque eres una dama, y muy hermosa. Debería llevarte a un lugar para enseñarte a respetar.— digo molesto.
— ¡Suéltame! ¿Quién te crees para poner tus sucias manos sobre mí? Nadie tiene derecho a tocarme sin mi permiso, idiota.
— No sigas con los insultos.
— ¿Qué me vas a hacer? ¿Me vas a matar, cobarde? No le tengo miedo a los imbéciles como tú.
La miro con ganas de matarla, que le dé gracias a Dios que es una mujer.
— Patrón, vámonos, olvidé eso.— dijo Moncho, el encargado de las armas.
— Hazle caso a tu perro faldero. Feliz noche.— me guiño un ojo y se retiró.
¡Cuando todo iba mal, se puso peor!
Patricia
Pero, ¿quién se cree para agarrarme de esa manera? Nadie tiene derecho de tocarme sin mi permiso. Estoy segura de que es un narco, o algo parecido, esos hombres se creen con derecho de hacer lo que le venga en ganas. Bueno, mejor voy a mi casa. Si quiero un trago, tendré que estar sola con mi soledad.
Víctor
Después de que esa mujer me insultó, se me fue el deseo de estar en este lugar. Lo mejor será regresar a casa. ¿Por qué será que esa mujer es tan arrogante y prepotente? Gracias a Dios, no golpeo a las mujeres.
La forma de mirarme me molestó, era una mirada desafortunadamente. Creo que nunca una mujer me había mirado de esa manera. ¡Joder, pero qué difícil son las mujeres!