Tras ser brutalmente traicionada por Sebastián Montenegro, el hombre que le prometió un futuro, Aithana Rojas decide que la venganza es el único camino. Bajo el velo de la misteriosa y seductora "Lady Midnight", se infiltra en el exclusivo mundo de la alta sociedad, un lugar donde las apariencias lo son todo y las máscaras ocultan las verdaderas intenciones. Su plan es simple: destruir a Sebastián en su propio terreno.
Pero el destino tiene otros planes. En medio de sus intrigas, Aithana capta la atención de Lorenzo Montenegro, el hermano mayor de Sebastián, un hombre tan imponente como calculador. Atrapada entre su sed de justicia y la inesperada atracción que siente por el "enemigo" de su enemigo, Aithana deberá navegar un peligroso juego de poder, seducción y secretos. ¿Podrá Lady Midnight mantener su antifaz y ejecutar su venganza? ¿o el brillo de Lorenzo la deslumbrará hasta el punto de perderse en sí misma?
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Un juego victorioso
Llegaron a sus motos nuevamente. Y Javier aún seguía desconcertado,
—¿que fue eso?— preguntó.
—El es Jacob, le gusta aithana eso es todo— dice Valeria sin pensar. Javier le alza una ceja y mira a aithana, —¡Pero, aithana. No le da ni la hora eh!— se apresura a aclarar, sabiendo que hablo de mas.
Las miradas recaen sobre aithana y ella se encoje de hombros.
Valeria al sentir la situación habla. —Javer, me acompañas un momento, quiero decirte algo—. Ellos se van juntos. Dejando a Lorenzo y aithana solos.
Lorenzo se giró hacia Aithana, con su mirada suave pero intensa.
—¿Estás bien?— le preguntó, en un susurro que apenas rompía el bullicio de la calle.
Aithana levantó la cabeza, sus ojos se encontráron con los verdes de él por un instante, antes de volver a bajarlos.
—Sí— respondió, apenas audible.
En ese momento, Lorenzo escuchó las risas burlonas de Jacob y sus amigos, que aún los observaban desde lejos.
Su mandíbula se tensó, creando un músculo en su mejilla saltando a la vista.
Aithana, notando su reacción, levantó la mirada de nuevo.
—No les prestes atención— le dijo, con su voz un poco más firme. Luego, con una timidez palpable, añadió: —Gracias... por defenderme— Sus ojos se clavaron en el suelo.
Lorenzo, con delicadeza le tomó suavemente la barbilla, haciendo que levantara el rostro.
Sus ojos se encontraron de nuevo, y Lorenzo, con su pulgar, apartó un mechón de cabello que caía sobre la frente de Aithana, colocándolo detrás de su oreja.
La cercanía era electrizante.
—No te preocupes— le dijo Lorenzo, con su voz profunda y reconfortante. —Mientras estés conmigo, nadie te pondrá un dedo encima—
Aithana lo miró fijamente a los ojos, sintiendo un escalofrío recorrer su cuerpo.
La intensidad de su mirada la atrapó, y por unos segundos que parecieron eternos, solo existieron ellos dos.
Lorenzo, sin romper el contacto visual, frunció ligeramente el ceño.
—Tus ojos... se me hacen conocidos— murmuró, con una chispa de reconocimiento en su mirada.
Aithana sintió cómo el nerviosismo se apoderaba de ella, y su corazón latia a mil por hora.
¿La había reconocido?
Justo en ese momento, Valeria apareció, rompiendo la burbuja que los envolvía.
—Chicos. ¡La carrera ya va a empezar!— exclamó, animada.
Aithana, mentalmente, le agradeció a Valeria por la interrupción.
Estaba demasiado nerviosa, la tensión entre ella y Lorenzo era casi insoportable.
Javier y Lorenzo, con la adrenalina a flor de piel, se dirigieron a sus motos. Valeria, sin pensarlo dos veces, se subió detrás de Javier, sujetándose con fuerza a su cintura, y una sonrisa emocionada en su rostro.
Aithana, sin embargo, dudaba. La idea de la velocidad, el riesgo, la asustaba.
Se quedó de pie, observando las motos, su corazón latia con fuerza.
Valeria, al ver su indecisión, le gritó desde la moto de Javier: —¡Aithana, ándale! ¡Súbete ya!—
Lorenzo, notando el miedo en los ojos de Aithana, se acercó a ella. —Confía en mí— le dijo, suave pero firme, su mirada le transmitia seguridad. —Tendré cuidado. Nada te pasará— Sus palabras, llenas de una convicción inquebrantable, lograron calmar un poco los nervios de Aithana.
Con un nudo en el estómago, pero impulsada por la confianza que Lorenzo le inspiraba, Aithana se subió a la moto. Sus manos temblorosas se aferraron con fuerza al abdomen de Lorenzo. Él, sintiendo su agarre, arrancó suavemente hacia la meta.
Las motos ya estaban organizadas en la línea de salida, los motores rugían en una sinfonía de potencia.
La tensión y la adrenalina se sentían en el aire, una electricidad palpable que erizaba la piel. Al lado de Lorenzo, Jacob lo miró con una sonrisa arrogante y le guiñó un ojo a Aithana, un gesto que no pasó desapercibido.
Lorenzo, sin inmutarse, ignoró la provocación, su mirada se fijó en el frente.
Hizo rugir la bestialidad de su moto, en un sonido grave y potente que hacía que la moto de Jacob, a su lado, pareciera un juguete.
Al otro lado, Javier y Valeria reían, ajenos a la tensión que se cocinaba.
Las luces indicadoras de inicio comenzaron a hacer su cuenta regresiva. Aithana, sintiendo cómo la emoción se apoderaba de ella, se sujetó aún más fuerte a Lorenzo, preparada para lo que viniera.
Las luces se apagaron y el rugido de los motores estalló. La carrera comenzó con una explosión de velocidad. La adrenalina era palpable, el aire vibraba con la potencia de las motos. Jacob, fiel a su estilo, intentó una provocación, cerrándole el paso a Lorenzo en la primera curva. Pero Lorenzo, con una destreza impresionante, tomó el control, esquivándolo con una maniobra audaz y dejándolo atrás en un abrir y cerrar de ojos. Aithana, aferrada a él, sintió la fuerza G y el viento golpeando su rostro, una mezcla de miedo y emoción que la dejaba sin aliento.
Eran seis vueltas infernales, y desde el inicio, cuatro motos se destacaron del pelotón: la de Jacob, la de Lorenzo, otra que los seguía de cerca, y la de Javier. La tensión entre Jacob y Lorenzo era un duelo silencioso, una batalla de voluntades. Lorenzo, sin embargo, lo tomaba con calma, como si fuera un juego de niños, sin liberar toda la potencia de su "bestia".
Sabía que tenía un as bajo la manga.
En la cuarta vuelta, la competencia se redujo a tres motos: Jacob, Lorenzo y Javier. El resto se había quedado atrás, incapaces de seguir el ritmo frenético.
La quinta vuelta fue crucial. Javier, con un destello de complicidad, le dio un cambio de luces a Lorenzo. Este, entendiendo la señal a la perfección, asintió levemente. Era el momento.
Casi llegando a la meta, Lorenzo le gritó a Aithana por encima del rugido del motor: —¡Sujétate!— Ella, con el corazón en la garganta, se aferró a él con todas sus fuerzas. Lorenzo ajustó la velocidad, y la moto, como una bala, se disparó hacia adelante, dejando a Jacob en un polvero.
Jacob intentó rebasarlo, pero era inútil. La "bestia" de Lorenzo era imparable.
Lorenzo cruzó la meta en menos de nada, con Aithana pegada a él, con el viento silbando en sus oídos y la victoria en sus manos...