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Heridas Que Reabren

Heridas Que Reabren

Status: En proceso
Genre:Casarse por embarazo / Malentendidos / Elección equivocada / Traiciones y engaños / Padre soltero / Madre soltera
Popularitas:350
Nilai: 5
nombre de autor: Eduardo Barragán Ardissino

Esta historia nos narra la vida cotidiana de tres pequeñas familias que viven en el mismo complejo de torres, luego de la llegada de Carolina al lugar.
Tras ser abandonada por sus padres, y por sus tíos, la pequeña se ve obligada a mudarse con su abuela. Ahí conoce a sus dos nuevos amigos, y a sus respectivos padres.
Al igual que ella, todos cargan con un pasado que se hace presente todos los días, y que condiciona sus decisiones, su manera de vivir, y las relaciones entre ellos. Sin proponérselo, la niña nueva provoca encuentros y conexiones entre estas familias, para bien y para mal.
Estas personas, que podrían ser los vecinos de cualquiera, tienen orígenes similares, pero estilos de vidas diferentes. Muy pronto estas diferencias crean pequeños conflictos, en los que tanto adultos como niños se ven involucrados.
Con un estilo reposado, crudo y directo, esta historia nos enfrenta con realidades que a veces preferimos ignorar.

NovelToon tiene autorización de Eduardo Barragán Ardissino para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 20: La mamá de Germán

—Papá, ¿qué pasa? —preguntó asustado el niño de la casa, al salir del baño, sin entender nada de todo aquel griterío que oyó mientras hacía sus necesidades.

Su padre no supo qué contestar de inmediato. Ni siquiera él alcanzaba a comprender todavía lo que acababa de ocurrir. 

—Nada, no te preocupes —decidió responder—. Era una vecina enojada por no sé qué, una tontería. Ya se fue.

—¿Por qué se enojó? —insistió el niño, que sólo se había animado a salir del baño porque dejó de oír esos gritos— Nosotros no hicimos nada.

—Te digo que no tenés que preocuparte por eso. No es nada importante. Vos seguí con lo que estabas haciendo... ¿Ya le dijiste a Kevin que te avise antes de venir? 

—Sí, en un rato él y su mamá me vienen a buscar.

Afortunadamente, el niño no necesitó más para volver a sus distracciones, y así aguardar la llegada de su amigo. Por fin volvería a jugar con él, en su casa, después de meses sin haberse visto. En esa ocasión, Kevin le mostraría su nuevo departamento. Ya habría oportunidad en el futuro para que Germán hiciera lo mismo. Este le relató brevemente a su padre los planes que ambos tenían para divertirse esa tarde, hasta que él fuera a buscarlo. Luego se retiró a su habitación a jugar, y a esperar el mensaje que su amigo le enviaría en cualquier momento.

Pero su padre no se complacía tan fácilmente. Ocupado, como la mayor parte del tiempo, trató de volver a dirigir toda su atención a los cálculos que se veía obligado a hacer antes de llevar a cabo la compra de ese auto, para poder pasar a retirarlo cuando su hijo se fuera a jugar con ese otro niño. También aprovecharía para pasar por uno de sus locales, el más importante de los que tenía. No tenía pensado acercarse a ninguno de ellos ese día, pero el llamado de Joaquín le hizo reconsiderarlo.

No obstante, su encuentro con Reyna había conseguido perturbarlo. Su mente volvía a eso sin importar sus esfuerzos por evitarlo.

Al ya poder pensar tranquilamente, quería ver si podía llegar a una conclusión lógica ¿Qué había sucedido? ¿Qué le quiso decir esa mujer? ¿Por qué la situación lo estaba afectando como lo hacía? 

Esa última pregunta era la única que ya tenía una respuesta. Escuchando a esa mujer sintió que tenía a Hada delante suyo. Fue igual que estar oyéndola a ella una vez más. La única diferencia entre las dos era una muy simple: mientras Reyna mostró ese aspecto de su personalidad casi de inmediato, sin dejar lugar a formarse una idea equivocada con respecto a ella, con Hada no fue así. Era una mujer completamente diferente cuando la conoció, o mejor dicho, cuando creyó conocerla, cuando se sintió identificado con alguien por primera vez en su vida.

El día en que la vio por primera vez quedaría grabado para siempre en sus recuerdos, pues fue cuando tuvo lugar su primer gran desencanto con el oficio que había elegido, y que desempeñaba desde unos pocos años atrás. Había aprendido a aceptar, con el paso del tiempo, el rechazo del que su propia familia lo hizo objeto, pero enterarse que ese tal Iván González fue puesto en libertad, sin cargo alguno sobre él, sería algo que jamás aceptaría con tranquilidad.

Él mismo, junto con su compañera de más antigüedad, había detenido a ese hombre, luego de que ambos recibieron el aviso de que se recibió una llamada, efectuada por una joven adulta, pidiendo ayuda a gritos para controlar a su padre. Mientras se dirigían en la patrulla hacia el lugar de los hechos, Fabián comenzó a prepararse mentalmente para lo que se encontrarían al llegar. Ese había sido uno de los motivos principales por los que decidió dedicarse a eso cuando cumplió los 18 años. No sería como aquellos otros policías que nunca hicieron algo para proteger a su familia de su abusivo padre, y de su casi igualmente abusivo padrastro. Ambos eran los responsables de que su madre y su hermana quedaran del modo en que estaban. Probablemente serían así por el resto de sus vidas. Él fue el único que no se doblegó en ningún momento a la voluntad de esos dos tipos, y se dijo a sí mismo que lo mejor que podía hacer era buscar la manera de ayudar a que ninguna otra familia pasara por lo mismo que la suya. Desgraciadamente, esta decisión tuvo un precio que debió haber visto venir, pero no lo hizo. El autoritarismo ejercido por Fabián padre, y posteriormente por Esteban, acabaron por controlar permanentemente la manera de pensar de Gladys y Florentina. Ambas seguían sin perdonarle el hecho de que él no se hubiera enfurecido, como ellas, con las autoridades, después que aquel policía le hubiera dado muerte a Fabián padre.

Mientras ellas dos, acompañadas por amigos y colegas del padre, salían a reclamar por la inmediata excarcelación de aquel agente, Fabián se quedaba en casa. Siempre se sintió agradecido con aquel hombre por haberlos librado de esa pesadilla viviente. Su padre nunca consiguió convencerlo de que lo que hacía era lo correcto, o "la única alternativa que tenían", a diferencia de Florentina y Gladys. Él y su madre cobraban ese "sueldo" por ser padres desempleados, sin hacer el más mínimo esfuerzo por mejorar su situación verdaderamente, y además se permitía el lujo de salir a robarle a la gente cada vez que veía una oportunidad, y siempre a mano armada, orgulloso de hacer eso que consideraba un trabajo. Por lo que Fabián siempre le rogó a Dios, en secreto, que hiciera algo para sacar de sus vidas a aquel tipo que, no conforme con arruinar la vida de su propia familia, al maltratarlos todos los días, también salía a arruinar la de los demás, por el simple pecado de tener algo que él no tenía. No le importaba el modo que Dios usara para eso. Si su padre terminaba muerto o preso le era indiferente. Sin embargo, pronto vería que esta última alternativa era la que menos posibilidades tenía de realizarse algún día. Nunca acabó tras las rejas por mucho tiempo, sin importar las veces que consiguieron detenerlo, y sin importar los crímenes que cometió. Fabián nunca pudo entender por qué los encargados de impartir la justicia parecían buscar constantemente una excusa para liberar a ese hombre. Pero todo cambió aquella noche en que el oficial Ulrich pudo llegar a tiempo a la casa de la pareja de jubilados.

El marido ya se encontraba malherido en el momento en que llegó al lugar de los hechos. El padre de Fabián y sus acompañantes no dudaron en abrir fuego contra los agentes, e intentar emprender la fuga al mismo tiempo. No obstante, fue él el único que no pudo escapar, pues la bala del arma de Ulrich, abriéndose paso entre todo el intercambio de disparos, logró llegar hasta su pierna, inmovilizándolo en el lugar. Fabián, su madre y su hermana, se enteraron de todos los detalles del suceso en Urgencias, lugar de donde fueron llamados a mitad de la noche. Pero no fue esto lo primero que se les informó cuando llegaron. A pesar de que los tres se encontraban al tanto de la gravedad de aquella herida, ni siquiera Fabián imaginó que iban a recibir la noticia que el doctor tuvo que comunicarles, visiblemente afectado ante esa obligación suya. Sólo necesitó explicarle a esa familia que la pérdida de sangre del paciente fue muy grande, y así los tres miembros de esta entendieron lo que había ocurrido.

Entre los sollozos de la viuda, llegó a aclarar que hicieron lo posible por salvarlo, pero era demasiado tarde, antes de retirarse para darles a esas personas algo de privacidad.

Simultáneamente, otro médico se vio obligado a darle una noticia similar a la dueña de la casa invadida, pues los asaltantes no tuvieron piedad con su esposo. Esto fue lo único que entristeció a Fabián de aquella noche, cuando llegó a enterarse algunos días después. Hasta ese día, sólo podía pensar que por fin veía su deseo cumplido. Lamentablemente, no pudo disfrutar de la libertad que el nuevo suceso implicaba para él y lo que quedaba de su familia, ya que esta no compartía su visión de las cosas.

Siendo adulto, fue cuando al fin comprendió que su nefasto padre había logrado hacerles creer que lo necesitaban para vivir, entre otras cosas; pero en esa época, con tan solo 12 años de edad, creyó que simplemente sería algo que pasaría con el tiempo, y que más temprano que tarde, las dos entrarían en razón, aceptando el gran favor que el oficial Ulrich les había hecho.

—Era nuestro padre —le recordaba su hermana, una y otra vez, al intentar convencerlo de unirse para ir a reclamar justicia por él.

Ni ella y Gladys juntas fueron capaces de hacer que él no viera cómo a un héroe a aquel policía, que poco tiempo después, terminó tras las rejas.

Al igual que ambas nunca le perdonaron que no haya querido salir a protestar junto a ellas, y otros que se unieron a la causa (entre estos, varios conocidos del padre), él no les perdonó que hubieran formado parte de eso. No pudo soportar ver a su mamá en la televisión exigiendo que se castigue al tal Walter Ulrich, y repitiendo que ese hombre "dejó a unos chicos sin padre" ¿Acaso no recordaba ella que aquel tipo que defendía había dejado viuda una mujer, sin abuelo a cinco niños, y sin padre a dos adultos, en una sola noche? No podía creer que ella y Florentina defendieran al hombre que hacía sus vidas imposibles, y atacaran a quien los había salvado. Pero lo peor de todo eso era que el veredicto coincidió con la opinión de ellas.

Después de la excarcelación del policía declarado culpable de negligencia, vitoreada por todos los delincuentes que conformaron las protestas, Fabián no volvió a informarse respecto al tema, por lo que siempre ignoró si aquel fue el final, o no. El lazo que lo unía a su mamá y a su hermana se volvió notoriamente más débil. La grieta que se había abierto entre él y ellas no impedía que pudieran convivir tranquilamente, pero ninguna de las dos mostró nunca más el afecto que siempre afirmaron sentir por él. Aunque nunca se mencionó el tema nuevamente, Fabián sabía a qué se debía ese cambio. Sin embargo, durante un tiempo, prefirió creer que lo superarían, que ambas entrarían en razón algún día, y los tres volverían a hacer una familia igual de unida que antes, o incluso más.

Luego apareció Esteban.

Hasta entonces había sido para él un simple conocido de su padre, pero el hombre insistió en que era un muy buen amigo de este. Poco tiempo después de que la sentencia fue impartida, aquel sujeto comenzó a realizar visitas a la casa cada vez más frecuentes, ofreciendo su ayuda en todo lo que fuera necesario, pues según sus palabras, hacía falta un hombre ahí. Él y Gladys no tardaron en llevarse bien uno con el otro, y en acercarse cada vez más. Debido a esto, ninguno de los hijos de ella se sorprendió con la noticia de que este hombre iba a mudarse con ellos, ni opuso resistencia alguna a eso.

La ilusión de que ese tipo (al que aparentemente debía considerar como su padrastro) fuera a ayudar a su mamá a llevar una mejor vida que con su anterior cónyuge duró menos de una semana en la cabeza de Fabián. Ese hombre demostró ser un amigo muy cercano del padre de los muchachos, siendo casi igual de autoritario, violento, agresivo y arrogante que él. Siendo justo, el menor de la casa siempre reconoció que aquel hombre les permitió algunas libertades, a diferencia de su antecesor, siendo notoriamente menos entrometido, y menos propenso a arranques de ira; por lo que nada impidió que las visitas de Joaquín (que habían vuelto a llevarse a cabo, periódicamente) pudieran continuar. Pero nunca se sintió a gusto en su propia casa, y aunque lo negaran, sabía que su mamá y su hermana no estaban mejor que él.

Nadie le preguntó nunca a Esteban de dónde sacaba su dinero, y él jamás lo comentó con ninguno de los tres, pues solo le dirigía la palabra a su concubina, ignorando a los hijos de esta, con excepción de los momentos en los que impartía sus órdenes a toda la familia. No hizo uso de la fuerza bruta en tantas ocasiones, pero eso no evitó que Fabián tuviera que salir en defensa de los brutales ataques de aquel hombre hacia su madre, y en ocasiones hacia su hermana, como hizo anteriormente con su padre, acabando siempre en los mismos resultados: sin poder evitar la paliza que recibía la persona que pretendía defender, y recibiendo una él también.

Sin estar dispuesto a resignarse a esa vida, eventualmente se impuso la meta de llegar a ser un oficial de policía algún día. Sería mejor persona que los que no los habían ayudado durante todo ese tiempo, y más listo que ese que no pudo evitar caer en la cárcel. Alguien tenía que hacer la diferencia, y sintió que este debía ser él.

Florentina y Gladys no mostraron apoyo por él y la nueva meta que se había auto impuesto, alegando una y otra vez, que Esteban no lo aprobaría. Fabían temió que alguna de las dos lo comentara con ese tipo, y esté tomara represalias en contra suya, o de ellas, al interpretarlo como una ofensa directa. Pero pronto perdió ese temor, al percatarse de que Esteban no mostraba señal de estar al tanto de todo. Empero, continuó con la misma aparente imparcialidad cuando Fabián se postuló para el puesto que llevaba años anhelando. Fue luego de haber tenido éxito en el intento de entrar al cuerpo de policía que su familia le dio el ultimátum, el que él ya empezaba a ver como probable.

Las dos mujeres trataron de convencer a Esteban de cambiar de opinión, asegurándose de no levantarle la voz, ni llevar a cabo ninguna otra acción que pudieran hacerlo enojar, pero todo fue inútil. Sin más opciones, se unieron a él para comunicarle a Fabián que no convivirían con alguien de la gorra en esa casa, por lo que debía encontrar un nuevo lugar donde vivir.

Sin sorprenderse mucho, Fabián aceptó que no sólo él había perdido a su mamá y a su hermana, sino que también ellas se habían perdido a sí mismas para siempre. Dependían de ese hombre, como aprendieron gracias al anterior, por lo que ninguna accedió a huir con él de esa casa. Su plan de poder vivir en armonía con ellas nunca podría ser, y no tenía más alternativa que resignarse a ello.

Se mudó solo.

Tiempo después, Joaquín fue a vivir con él. Aunque tuvieron sus problemas ocasionales, ambos lograron convivir.

Ya tenía 21 años cumplidos cuando tuvo que ir a atender el primer caso de violencia doméstica con el que se tomaría en su oficio. Los últimos años esperó tener la suerte de poder ir a socorrer a su familia; que su mamá y su hermana hicieran un llamado de auxilio, debido a otro ataque de prepotencia e ira por parte de Esteban, y que él terminara siendo el enviado a prestar ayuda. Imaginaba que, luego de detener a ese sujeto, su familia y él volverían a estar unidos. A pesar de que no era a su mamá y a su hermana a quienes iba a rescatar esa noche, su mente no dejó de generar una gran cantidad de expectativas durante el corto viaje. No le daría ninguna chance al violento que debía arrestar, ni lo trataría con gentileza, pero tendría cuidado de no excederse, para que nadie fuera capaz de ponerse en contra suya.

Todavía no terminaba de planificar lo que haría al llegar, cuando el auto en el que iba junto a su compañera, conducido por esta última, estacionó frente al lugar de los hechos. Lo primero que vieron fue a un muchacho, que parecía tener la misma edad que Fabián, en el suelo, recibiendo golpes de un hombre fornido, aproximadamente 20 años mayor. Ambos se encontraban frente a una humilde casa que Fabián no pudo evitar relacionar con la suya, donde creció, pues le recordó mucho a esta, siendo casi igual de humilde, vieja y sucia. La puerta principal se hallaba abierta. Ese fue el lugar en el que Fabián vio por primera vez a Hada.

Duró menos de medio segundo parada en el umbral de la puerta. Su intento por evitar, por la fuerza, que su padre siguiera lastimando a su hermano no tuvo el resultado que ella deseaba. La desesperación y las lágrimas que dejaba ver mientras trataba de parar todo eso, hicieron que Fabián actuara mucho más rápido de lo que él mismo creyó que lo haría. El hombre fue detenido rápidamente por ambos policías, y llevado sin demora a la comisaría, donde permaneció por poco tiempo por tratarse de "un simple conflicto doméstico", y porque aquel hombre "se dejó llevar por un enojo del momento".

Fabián no lo pudo creer. Había efectuado ese tan anhelado arresto, de un modo casi idéntico al que siempre imaginó, pero tuvo el mismo resultado de siempre. Las cosas no eran como él creía. Un par de buenos policías no fueron suficiente. Su compañera trató de explicarle que así eran las cosas, y que ella tuvo un desencanto similar unos años atrás, pero a él no le interesó escucharla. Habían soltado a un hombre que mandó a Urgencias a su esposa y a su hijo en una sola noche (y sin su intervención, probablemente habría mandado ahí también a su hija). Conocer más detalles respecto al asunto sólo sirvió para aumentar su rabia, al no poder evitar pensar en su padre y en Esteban, pues aquel sujeto parecía una copia de ellos. Tenía a todos los miembros de esa casa sometidos a su voluntad, especialmente a su mujer. Se enteró de estos, y muchos detalles más, por boca de la propia hija de aquel hombre.

La vio saliendo de su casa a hacer las compras, una semana después del arresto e inmediata liberación. Ese día era su franco, y recordando esa nefasta noche, decidió dejar a Joaquín solo por unas horas en el departamento, para que este y su novio tuvieran toda la privacidad que quisieran, encaminándose hacia aquel barrio. Creyó que este se vería mejor de día, pero se equivocó. Las diferencias con el humilde vecindario en el que vivió su infancia y adolescencia eran mínimas. Ese era más descuidado, inclusive. Notoriamente, llevaba así bastante tiempo, sin que a ninguno de sus habitantes le importara.

Cuando sus ojos se encontraron con Hada, a pocos metros de distancia de él, ella ya lo había visto y reconocido. Ambos siguieron caminando, aproximándose cada vez más el uno al otro. La chica solo tenía 19 años de edad, pero aparentaba más de 22.

—Hola, ¿cómo han estado? —preguntó él, al tenerla lo bastante cerca—. Quise pasar para ver si hubo alguna novedad. 

—Estamos bien, gracias —respondió ella, deteniéndose un instante, sin ganas, y sin mostrar interés en iniciar una conversación.

Hada se disponía a continuar con su camino, pero Fabián no estaba dispuesto a dejarlo así nada más. Después de todo, no había hecho aquel viaje para recibir esa respuesta y marcharse como si todo estuviera arreglado. Quería hacer algo, a pesar de no tener claro qué. Sólo podía intentar hablar con ella.

—¿Han hecho alguna denuncia? —fue lo único que se le ocurrió preguntar— Seguro que esa no fue la primera vez en la que pasó algo así, ¿no?

—No, no fue la primera vez —contestó la ocupada muchacha, sin mostrarse agresiva, ni hospitalaria, sino indiferente—. Pero no es nada, no tendría que haber llamado. Es que me asusté y exageré las cosas, así que no te preocupes.

—No digas que no es nada. Tal vez te parezca difícil de creer, pero yo sé muy bien que es algo, que es mucho. Yo pasé por lo mismo. 

No tenía idea de si estaba actuando correctamente, o si únicamente hacía el ridículo al hablar de esa manera, pero no podía hacer otra cosa. Esas palabras simplemente acudieron a su cabeza, por lo que las expresó, sin conseguir pensar en algo mejor. Las palabras, y la actitud de esa mujer, le hicieron pensar en Florentina. Ella solía reaccionar del mismo modo que su interlocutora, a la hora de lidiar con el problema de su padre, y posteriormente de Esteban. Él estaba a punto de continuar con su explicación, cuando pudo escucharse un fuerte grito proveniente de la casa de Hada. No entendió lo que dijo, pero identificó la voz como la del tipo que había detenido una semana atrás, el padre de Hada.

—Por favor, no es nada —exclamó ella, al ver la expresión de furia con la que él miraba la casa—. No sirve de nada. Vení conmigo si querés. 

Fabián se alegró al oír estas palabras, pues parecía que había conseguido que Hada quisiera hablarle y escucharlo. Se olvidó de su preocupación por lo que sucedía dentro de esa casa, debido a que no se oyó nada más de ahí.

Mientras caminaban, uno al lado de la otra, Hada comenzó a hablar, mencionando que su padre acostumbraba quejarse por cualquier cosa que su mujer hiciese, o no hiciese, y siempre con un tono de voz alto. No obstante, sus gritos no siempre implicaban intenciones violentas.

En aquel trayecto al almacén, optó por compartir con Fabián los detalles del suceso de aquella noche que él aún desconocía. Necesitaba de alguien con quien hablar, que no fuera de su familia, y no tardó en darse cuenta de que había encontrado a esa persona en aquel policía vestido de civil.

Le relató que, esa noche, su padre arremetió sorpresivamente contra su madre después del recuento que hizo a las bananas que había comprado. Esto lo llevó al descubrimiento de que había dos menos que las que debía haber. No le dio importancia al hecho de que su mujer no comió ninguna de estas, sino al hecho que se las dio a sus hijos esa mañana con el desayuno sin su permiso. Tampoco le importó que lo hizo movida por la preocupación por el calambre en la pierna de Héctor, el cual lo despertó a mitad de la noche; Guillermo solo veía que su mujer lo había desafiado, ignorando sus órdenes, y desperdiciando lo que él proporcionó a su familia, yendo en contra de su método de racionar. Si dejaba pasar esa pequeña falta, ella pensaría que lo podría desobedecer en algo más grande, por lo que, en un parpadeo, permitió que su ira tomara el control de sus acciones. Así era él, nunca cambió. Ya todo había dado inicio, y Hada ya había llamado a la policía, cuando su hermano mellizo entró en la casa. Lo hizo apresuradamente, alarmado por los gritos y los fuertes ruidos que pudo oír desde afuera. Al ver a su madre recibiendo golpes en el piso, y a su hermana intentando que su padre se detuviera, decidió intervenir por primera vez en su vida. Sin embargo, sus acciones solo sirvieron para que Guillermo continuara con su brutal paliza sobre él, quien tuvo que huir de la bestia más temprano que tarde. Guillermo, cada vez más enfurecido, lo siguió fuera de la casa, donde continuó con el castigo.

—Entonces llegamos nosotros, ¿no? —adivinó Fabián.

Él le repitió que entendía la situación por la que pasaban, compartiendo algunas anécdotas sobre su propio padre, las cuales le resultaron familiares a Hada. Fabián jamás supo que esa mujer siempre se negó a creer del todo en sus palabras hasta que fue muy tarde.

Creyó que ambos habían encontrado lo que necesitaban, pero Hada se repitió a sí misma, una y otra vez, que aquel hombre no podía haber tenido un origen como el suyo y estar como estaba, debía estar exagerando en algunas partes de sus narraciones, o en todas.

No obstante, cuando los dos se encontraban nuevamente cerca de la casa de ella, al regresar de hacer las compras, ella decidió ignorar estos pensamientos, y aceptó volver a verse con ese hombre en otra ocasión.

Ya habían pasado otras mujeres por la vida de Fabián, pero él estaba dispuesto a conseguir que esa relación fuera diferente a todas las demás, las cuales habían sido de una sola noche. Veía como una señal que ambos se hubieran visto obligados a crecer en esos ambientes que les tocó, por lo que no tuvieron que haber transcurrido muchos encuentros antes de que se convirtieran en novios oficiales.

A diferencia de Hada, Fabián no tenía ningún plan para el futuro. Solo disfrutaba saliendo con esa mujer, sentía que eso lo ayudaba a él mismo, y también a ella. Hada, por otro lado, no tardó casi nada en ver a ese hombre como su salida de aquella casa, como una manera de conseguir un mejor sitio para vivir. Además, sus encuentros con Fabián eran justo lo que necesitaba para darse a la bebida con mayor comodidad.

A partir de los 13 años había comenzado a ingerir bebidas alcohólicas, sin que sus padres llegaran a enterarse de eso. No bebía nada de eso desde pequeña, cuando sus padres dejaban las bebidas al alcance de ella y de su hermano, buscando que con eso, ambos los molestaran lo menos posible. Cuando los dos cumplieron 7 años de edad, esto no volvió a repetirse, ya que Guillermo consideró que su vino y su cerveza se agotaban rápidamente, por lo que ni siquiera Inés tenía permitido beber de su propiedad sin autorización. 6 años después, la niña recordó las veces en las que había ingerido esa bebida al dar con una de esas botellas de vino. Afortunadamente, su padre jamás se percató de la pequeña cantidad que le faltaba a esa botella, ni a las siguientes que Hada se las arregló para beber a escondidas. Aquellos tragos, al igual que los otros que podía conseguir fuera de la casa, eran la calma que ella tanto necesitaba. Conseguía calmar sus alterados nervios, así que aprovechaba cualquier oportunidad que tuviera para ingerir alcohol. Al salir con Fabián, no solo tenía más oportunidades para escapar de la vigilancia de sus padres, también podía evitarse el tener que gastar en esas bebidas, al ser su novio quien se encargaba de pagar por todo.

Inevitablemente, él empezó a sospechar que Hada tenía un problema con el alcohol, debido a la gran cantidad de este que ingería cada vez que se veían. Nunca le agradó este aspecto de ella, pero menos le agradó a Hada el que él se lo hubiera hecho notar en una de las ocasiones en que cenaron fuera. Luego de enojarse con Fabián, y de armarle una escena en pleno lugar, después de que él insistió en que debía dejar eso, se retiró inmediatamente del lugar, dejándolo solo.

Él entendió casi al instante que aquel enojo se debía a que su novia estaba atravesando por una adicción, una muy seria. Pensó que probablemente no había procedido de la mejor manera, pero se portaría mejor en adelante. Al día siguiente, lo primero que ambos hicieron al verse fue pedirse disculpas mutuamente. Ella, además, le aseguró que eventualmente dejaría de tomar, y él le creyó.

Después de haber tenido una relación bastante convencional de novios durante meses, Fabián sentía que estaba genuinamente enamorado de Hada, y que ya podía olvidarse de pensar en cualquier otra mujer. Fue por eso que recibió de una manera tan alegre y optimista la noticia del embarazo. No le hubiera importado enterarse que este no se debió a un accidente, sino a una treta de dañar sus preservativos, la cual llevó a cabo su novia a sus espaldas para asegurarse de no perderlo, ya que él la quería, y ese bebé era la excusa perfecta para que su relación con Hada pasara al siguiente nivel.

Todo salió como ella lo había imaginado: su novio consiguió una casa en alquiler, donde fueron a vivir juntos.

Como Fabián supuso, Lucas no demoró en irse a vivir junto a Joaquín, lo cual lo alegró; deseaba que su amigo también pudiera ser feliz con su propia pareja.

Tenía fe en el futuro, que se intensificó al contemplar como su concubina parecía haber dejado de lado la bebida definitivamente. Sin embargo, el día que, según imaginaban los futuros padres, sería el más feliz de sus vidas, no fue así. La tan aguardada hija de los dos murió en el parto, sin que los doctores pudieran hacer algo para evitarlo.

Eso no evitó que ambos siguieran viviendo juntos, pero tuvo que transcurrir bastante tiempo hasta que consiguieron superarlo. Fabián siempre recordaría que fue durante ese tiempo, antes del segundo embarazo, cuando Hada dejó ver lo que resultó ser su verdadero rostro. Él no supo darse cuenta de eso en su momento, convencido de que sus actitudes eran por la pérdida que había sufrido. Por lo tanto, soportó que solo se dedicara a hablar mal de su profesión, y de él por elegirla, usando constante palabras como cheto, yuta, facho y gorra. Lo dejó pasar, respondiéndole poco y nada. Lo peor fue cuando empezó a decirle que su padre, con todo y sus defectos, era mejor que él, porque había pasado más tiempo en la casa acompañando a su familia, y estando ahí para ella, su hermano y su mamá.

No podía creer que después de todos los maltratos que ella misma le había relatado, aún así tuviera a su padre como buen ejemplo de algo, y lo planteara como mejor persona y marido que él. En ocasiones pasadas, ya había demostrado descontento respecto a su oficio, pero nunca como lo hizo a partir de esa época.

—No es por estar lejos tuyo —le respondió él—. Lo que más quiero es estar acá con vos, pero también tengo que trabajar. 

—Mi papá nos daba cosas, y estaba siempre con nosotros —dijo ella, decidida a no dar el brazo a torcer—. Si hicieras las cosas bien, yo tendría ahora a mi hija, y no necesitarías trabajar. Podríamos cobrar la ayuda que cobraban mi papá y mi mamá. Pero, en cambio, no pude ser mamá, y vos te la pasás todo el día persiguiendo a unos pobres pibes que la sociedad maltrata y discrimina siempre.

—¿Qué estás diciendo ahora? Yo solamente detengo a gente que delinque. A los chorros, a los asesinos, para que no anden por ahí.

—¡No tienen otra opción para comer que eso! ¡El problema es la gente como vos, que tiene y no les da nada, y solamente se dedica a perseguirlos cuando son las verdaderas víctimas! Como decía mi papá, "el delito es un acto de justicia frente a la desigualdad social". Lo que pasa es que te estás volviendo igual de gorila y de represor que todo el resto de la yuta con la que te juntás todos los días.

Él tuvo que llevar a cabo un esfuerzo enorme para no comenzar a gritar. Se negaba a ejercer violencia, de cualquier tipo, hacia su mujer. No podía creer que ella estuviera diciendo esas cosas con tanto odio y desprecio en su voz. Aceptaba que su trabajo lo había decepcionado más de una vez en los últimos años, al no ser lo que le esperaba, pero las críticas que acababa de lanzarle Hada no tenían relación alguna con los problemas que él veía. El seguir frecuentando a su familia, una vez por semana, claramente la estaba afectando, como él predijo. No obstante, ella afirmó que necesitaba ver a su mamá y a su hermano de vez en cuando, saber que estaban bien, así que no puso obstáculos para eso, y la acompañó en esas visitas cada vez que pudo.

Su padre seguía siendo el mismo de siempre, pero Fabián llegó a creer que se había equivocado al pensar que ella no debía frecuentar la casa donde vivía ese hombre, ya que parecía regresar con muy buen ánimo después de ver a su familia, hasta que esa discusión tuvo lugar. Ella no era así antes, nunca había justificado a las personas que delinquían, tratandolas de víctimas, cosa que a él siempre le desagradó escuchar. Creció con la idea de que no existía excusa para hacerle daño a los demás, y quitarles lo que tuvieran. Pero ahí estaba su mujer, diciéndole que era una mala persona por querer evitar que esa gente siguieran arruinando otras vidas, y deseando que él no trabaje, para que en su lugar pudieran cobrar ese dinero que el estado otorgaba a los que no tenían trabajo en cuanto fueran padres. Al igual que los padres de ella, los suyos tenían acceso a este cobro, que aprendió a ver como algo incorrecto al descubrir que, para esto, se le quitaba plata a los trabajadores (mediante impuestos), para así dársela a ellos. Siempre se sintió orgulloso de haber trabajado duro para conseguir las cosas, y de tener un trabajo, pero no quería discutir con Hada diciéndole estas cosas, convencido de que cuando se sintiera mejor se retractaría de sus palabras.

A pesar de que ella nunca volvió a referirse al hecho de ninguna manera, la paz no tardó en regresar temporalmente a sus vidas. La misma llegaría a su fin poco después de que Hada dio a luz a Germán. Aquellos reproches volvieron con la misma intensidad. Ni siquiera cuando su marido tomó la decisión de abandonar el cuerpo de policía, para abrir su propio negocio prometedor, ella paró de decirle esas cosas. Le repetía, una y otra vez, que él debería quedarse en la casa y olvidarse de trabajar. Sin importarle que su hijo estuviera presente, constantemente acusaba a Fabián de estar engañándola con otras mujeres, y se refería a él con aquellos términos que no le aburría de utilizar desde la discusión de años atrás.

Los mismos que empleó Reyna los breves segundos que estuvo parada delante suyo.

Fabián no podía creer que el destino le hubiera mandado a una vecina que parecía ser igual a Hada. Se dijo que lo mejor era hacer el esfuerzo de no cruzarse jamás en su camino, si quería conservar la tranquilidad que él y su hijo habían logrado.

—¡Ya está afuera! —exclamó Germán, saliendo de su habitación, con su teléfono celular en la mano— ¡Kevin ya llegó! 

—Dale, salgamos los dos —respondió su papá, juntando lo poco que necesitaba para hacer esa parada en el almacén.

Después de cerrar con llave la puerta principal de su departamento, él y su hijo se dirigieron al portón del complejo. Fabián se sintió afortunado al no ver ni rastros de Reyna, o de su hija. La vida en ese lugar no sería tan tranquila como ambos creyeron, pero harían su mejor esfuerzo por vivir bien.

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Kami
Me gustó la forma de narrar
Eduardo Barragán Ardissino: Muchas gracias♥️.
total 1 replies
Tae Kook
No puedo creer lo bien que escribes. ¡Me tienes enganchada! 🔥🤩
Eduardo Barragán Ardissino: Muchas gracias, me alegra saberlo💖.
total 1 replies
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