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Overdown: El Despertar Del Elegido

Overdown: El Despertar Del Elegido

Status: En proceso
Genre:Aventura / Magia
Popularitas:282
Nilai: 5
nombre de autor: Adryel

Hace años, seis cristales sellaron a Lord Oscuro, un ser tan poderoso que corrompía el mundo. Ahora, un nuevo enemigo quiere liberarlo… y solo un joven con un poder desconocido puede detenerlo.”
Lloyd jamás pensó ser el Elegido de la Esencia Esmeralda. Ahora, arrastrado por una profecía y perseguido por Xandros, deberá decidir entre huir… o salvar al mundo.

NovelToon tiene autorización de Adryel para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

"Luz Verde"

[Episodio 20 – Luz Verde]

El silencio reinaba en la habitación. Solo el leve sonido del pasar de páginas interrumpía la quietud. Gabriel estaba sentado frente a un antiguo escritorio de madera oscura, iluminado apenas por la tenue luz de un candil que colgaba sobre él. Sus ojos, serenos pero cargados de cansancio, recorrían con detenimiento cada palabra del libro abierto frente a él.

Con suavidad, pasó la página, dejando al descubierto una vieja fotografía que se deslizó entre los papeles. Su mano tembló ligeramente al tomarla. En ella, aparecía un hombre de mirada firme y sabia, con dos niños de cabello oscuro a su lado y una niña de sonrisa radiante sentada frente a ellos. Gabriel la observó en silencio por largos segundos. Su expresión seria se suavizó, aunque sus ojos reflejaron un dolor profundo y reprimido.

> Gabriel (voz baja, cargada de nostalgia y tristeza):

“Padre… ¿por qué…? ¿Por qué nunca pudiste dejar las cosas más claras… más fáciles…?”

Su mirada se perdió en los rostros de los niños por un instante. Sus dedos rozaron el rostro del hombre mayor en la foto.

> Gabriel (voz quebrada, casi un susurro):

“Siempre tan sabio… siempre tan distante… pero… dejar todo esto… estas pistas… esta carga… era demasiado incluso para ti.”

Un leve suspiro escapó de sus labios mientras giraba la página, intentando mantener su temple. Sus ojos se clavaron en un símbolo dibujado con tinta negra, acompañado de un número escrito con caligrafía firme. Al verlo, su ceño se frunció. Sintió un escalofrío recorrerle la espalda.

> Gabriel (voz profunda, grave, con una mezcla de asombro y miedo):

“No puede ser… este número…”

Su respiración se aceleró un poco mientras acercaba más la página a la luz del candil. El número estaba acompañado de un pequeño grabado: un círculo con un triángulo invertido en su interior.

> Gabriel (voz temblorosa, pero con autoridad):

“Este número… ya lo vi… estaba grabado en la piedra del monasterio… pero… ¿por qué… aquí también…?”

Su mente comenzó a girar rápidamente entre recuerdos, símbolos y enseñanzas de su padre. Cerró el libro con firmeza y apoyó la frente en su mano derecha, intentando calmar el torbellino de pensamientos.

> Gabriel (voz baja, casi inaudible, cargada de tristeza y determinación):

“Papa ¿qué secretos me dejaste…? ¿Y qué se supone… que debo hacer ahora…?”

El silencio volvió a inundar la sala. Solo el parpadeo tenue del candil iluminaba la figura de Gabriel, un hombre sabio, fuerte y noble, pero que en ese momento cargaba el peso de toda una generación de secretos y un pasado que nunca lo dejaba libre.

La luz del amanecer entraba débil por la ventana, iluminando el pequeño escritorio de Lloyd. Su mano se movía rápidamente sobre el cuaderno, el lápiz raspaba la hoja mientras dibujaba con trazos torpes pero llenos de intención. En su dibujo se veían cuatro amuletos rotos, una espada partida en dos, varias armaduras quemadas y, al fondo, una ciudad devorada por las llamas.

Lloyd observó su propio dibujo con el ceño fruncido, sus ojos verdes temblaban levemente al recordarlo.

> Lloyd (susurrando para sí mismo, confundido e inquieto):

“¿Qué… qué significa todo esto…? ¿Por qué… por qué veo siempre lo mismo…? ¿Tendrá algo que ver… con el sueño que tuve antes… antes de descubrir mi poder…?”

Apoyó el lápiz en la mesa y se recostó sobre el respaldo de la silla, mirando al techo con su típica expresión ausente y perdida. Su pecho subía y bajaba con lentitud. Sentía que su corazón latía rápido, pero no entendía si era por miedo o simple confusión.

En ese momento, la puerta se abrió suavemente. Andrés, su padre, entró cargando una charola de madera con un plato de huevos revueltos, pan tostado y un vaso de jugo. Sonrió al ver a su hijo.

> Andrés (voz cálida y tranquila):

“Buenos días, campeón. Te traje el desayuno antes de irme al taller.”

Lloyd giró a verlo y sonrió levemente, dejando su dibujo a un lado.

> Lloyd (voz baja, un poco adormilada pero sincera):

“Ah… buenos días, papá… gracias.”

Andrés dejó el desayuno frente a él, echándole un vistazo rápido al cuaderno. Alcanzó a ver los dibujos, y aunque no entendió nada, notó la seriedad en la mirada de Lloyd.

> Andrés (poniéndole una mano en el hombro con suavidad):

“Tu mamá se llevó a Diana a comprarle ropa. Ya sabes cómo es… probablemente regresen con bolsas y bolsas.”

Lloyd sonrió con un pequeño bufido de risa. Podía imaginar a Diana feliz probándose vestidos mientras su mamá le daba opiniones serias.

> Andrés (con un tono un poco más animado):

“Pensaba ir al taller temprano hoy… tengo que revisar unas piezas de motor que me llegaron… y… bueno… pensé que tal vez te gustaría venir conmigo. Siempre decías que te gustaba ver cómo trabajaba.”

Lloyd lo miró, sorprendido. Sus ojos reflejaron un brillo infantil, aunque rápidamente bajó la mirada hacia el cuaderno, pensativo. Cerró el cuaderno con cuidado y suspiró.

> Lloyd (con voz baja, pero sonriendo un poco):

“Sí… no tengo nada que hacer hoy… además… no quiero quedarme aquí solo.”

Andrés sonrió ampliamente y le revolvió el cabello con fuerza, haciéndolo quejarse mientras reía.

> Andrés (riendo con cariño):

“Así me gusta escuchar a mi hijo. Termínate el desayuno y cámbiate, ¿sí? Te espero abajo.”

> Lloyd (frotándose el cabello y sonriendo débilmente):

“Sí… ya voy…”

Andrés salió de la habitación con pasos firmes. Lloyd se quedó mirando la puerta cerrarse, luego miró su cuaderno y lo guardó en su mochila con cuidado. Se quedó en silencio un momento más, viendo el techo.

> Lloyd (voz baja, casi inaudible, con un toque de tristeza y miedo):

“Ojalá… ojalá todo fuera más fácil… como antes…”

Con un suspiro resignado, comenzó a comer mientras la luz del sol iluminaba su rostro, reflejando sus ojos verdes llenos de dudas y un futuro que aún no podía entender.

Lloyd bajó las escaleras con paso tranquilo, sujetando aún su cuaderno contra el pecho. Al llegar a la planta baja, vio a su padre Andrés revisando herramientas y un par de cajas en la entrada.

> Andrés (sin mirarlo, mientras acomodaba las cajas):

“Sube al auto, hijo. Voy en un minuto.”

> Lloyd (asintiendo, con voz baja y algo distraída):

“Sí… está bien.”

Salió de la casa sin más, pero antes de abrir la puerta del auto, giró para mirar su hogar. En ese instante, sus ojos se abrieron con terror. Toda la casa estaba envuelta en llamas, el fuego devoraba las ventanas y las paredes, mientras el humo subía hacia el cielo gris.

> Lloyd (temblando, dando un paso atrás, susurrando con voz rota):

“N-no… ¿qué… qué es esto…?”

El miedo le nubló los sentidos, sus piernas cedieron y cayó sentado en la grava del camino. Cerró los ojos con fuerza, sintiendo el calor imaginario en su rostro. Pero al abrirlos… todo estaba normal. La casa, intacta, silenciosa y pacífica como siempre. Lloyd respiraba agitadamente, sudando frío.

Un niño, su vecino, pasaba por la acera con una bicicleta y lo miró burlón.

> Niño (riendo con malicia mientras seguía pedaleando):

“¡Qué haces tirado ahí, raro!”

Lloyd bajó la mirada, apretando los puños con vergüenza. Se levantó sin responderle y subió al auto. Cerró la puerta y apoyó la frente en el cristal, viendo sus manos temblar. Un pequeño destello verde salió de su palma, inestable, y rápidamente cerró el puño para esconderlo.

> Lloyd (pensando para sí mismo, con angustia):

“¿Qué… qué me está pasando…? Desde que toqué ese cristal… no dejo de ver cosas raras…”

En ese momento, su padre subió al auto con su sonrisa amable de siempre.

> Andrés (sin notar el estado de Lloyd, encendiendo el motor con ánimo):

“Bien, en marcha. Hoy vamos a dejar ese motor como nuevo.”

Lloyd no respondió, solo asintió levemente mientras veía su reflejo en la ventana. El viaje transcurrió en silencio para él, perdido en sus pensamientos y temores.

🏛️ [ Monasterio]

Gabriel caminaba entre los enormes estantes de piedra, cargando el libro que había encontrado la noche anterior. Sus pasos resonaban con eco en la antigua biblioteca. Revisaba cada muro con detenimiento, hasta que sus ojos se posaron en un bloque que sobresalía levemente, distinto al resto.

> Gabriel (con su voz calmada y profunda, murmurando mientras analizaba):

“Aquí es… este número se repetía… no puede ser coincidencia.”

Con fuerza controlada, tomó un martillo de piedra y golpeó los bloques sueltos hasta desprenderlos. El polvo cubrió su rostro, pero no le importó. Frente a él, oculto, había otro libro. Lo tomó con manos temblorosas de emoción. La tapa estaba desgastada y polvosa, pero aún se leía el título:

“Mi experiencia con este poder – Selian Solenne”.

Los ojos de Gabriel se agrandaron. Su respiración se aceleró mientras lo abría, sus manos pasaban con cuidado las primeras páginas.

> Gabriel (voz baja, grave y cargada de asombro):

“Padre… ¿qué escribiste aquí…? ¿Qué verdad escondiste…?”

🔧 [Taller de autos]

El taller estaba lleno del aroma a metal, aceite y gasolina. Lloyd bajó del auto con pasos pesados, pero al entrar, sus ojos se iluminaron al instante. Motores abiertos, piezas colgadas en estantes, autos cubiertos con mantas grises… Era un paraíso mecánico.

Se acercó rápidamente a un auto con el cofre abierto, sus ojos brillaban con la emoción pura de un niño. Colocó las manos en el borde y miró el motor con curiosidad genuina.

> Andrés (acercándose y sonriendo orgulloso):

“¿Te emocionaste, eh? Este es un motor V6, llegó para reparación ayer. Tiene el cigüeñal dañado.”

> Lloyd (volteándolo a ver con sus ojos verdes llenos de vida, sonriendo de lado):

“¡Wow! Siempre quise ver uno de estos por dentro… Es… es genial, papá.”

> Andrés (dándole una palmada suave en la espalda):

“Entonces, ¿me ayudas? Me vendría bien un asistente hoy.”

> Lloyd (con su típica voz entusiasta y un poco infantil):

“¡Sí, claro! ¿Qué hago primero? ¿Paso las llaves o desarmo algo?”

> Andrés (riendo, tomando una llave inglesa y entregándosela):

“Vamos paso a paso, campeón. Hoy aprenderás a calibrar válvulas.”

Mientras ambos comenzaban a trabajar, por un momento, Lloyd olvidó sus visiones y sus miedos, concentrándose solo en la voz de su padre, el olor del aceite y el calor de la mañana entrando por las ventanas del taller.

El taller vibraba con el eco de herramientas y el leve murmullo de un radio viejo en la esquina. Lloyd y Andrés seguían inclinados sobre el motor, con las manos llenas de grasa, concentrados en esa pieza que se resistía a entrar.

> Andrés (limpiándose el sudor de la frente, suspirando con cansancio):

“Esta pieza está dura… deja, voy por la pinza de presión para ajustar mejor.”

> Lloyd (asintiendo mientras miraba fijamente la pieza, murmurando para sí mismo):

“Sí… claro…”

Mientras Andrés caminaba hacia la caja de herramientas, Lloyd se quedó observando la pieza con determinación. Su instinto impulsivo y su deseo de no fallar lo dominaron.

> Lloyd (tomando aire y colocándose en posición, con voz baja y decidida):

“A ver… vamos… no puede ser tan difícil.”

Empujó con todas sus fuerzas. Sus músculos temblaron, sus dientes se apretaron con frustración, pero no cedía. Respiró profundo, ignorando el ardor en sus brazos, y empujó de nuevo, esta vez dejando escapar un gruñido bajo. De pronto, su mano comenzó a brillar suavemente con un tono verde esmeralda, y sin entender cómo, la pieza entró a la perfección con un fuerte clic metálico.

Lloyd se quedó mirándola con los ojos muy abiertos, sudando y jadeando. Su respiración se convirtió en una carcajada suave, nerviosa.

> Lloyd (riendo entre dientes, asombrado):

“¿Pero qué carajos…? Jajaja… se sintió… tan fácil…”

En ese momento, Andrés regresó con la herramienta en mano. Al ver la pieza en su lugar, levantó una ceja con sorpresa.

> Andrés (con una sonrisa de orgullo, pero curioso):

“¿Cómo…? Lloyd, ¿cómo hiciste para ponerla tú solo? Esa pieza es pesada incluso para mí.”

Lloyd parpadeó varias veces, nervioso por dentro, pero incapaz de mostrarlo claramente. Rascó su nuca con torpeza y sonrió de lado.

> Lloyd (con su tono inocente y despreocupado, evitando la verdad):

“Eh… solo… usé… táctica. Sí, táctica. La empujé con el ángulo perfecto… o algo así.”

Andrés soltó una risa suave, negando con la cabeza mientras guardaba la pinza.

> Andrés (palmeándole el hombro con fuerza y cariño):

“Táctica, ¿eh? Vaya. Con esa ‘táctica’ deberías estudiar mecánica cuando entres a la universidad, como tu viejo.”

> Lloyd (bajando la mirada con una pequeña sonrisa sincera):

“Tal vez… todavía estoy en primero de prepa… pero… suena genial.”

Andrés se puso serio un segundo, mirándolo con calidez paternal.

> Andrés (con su voz grave y cálida):

“No es malo pensar en el futuro, hijo. Pero pase lo que pase, siempre haz lo que te haga feliz, ¿entendido?”

> Lloyd (mirándolo con sus ojos verdes cargados de inocencia, asintiendo con suavidad mientras murmuraba):

“Sí… no es malo…”

[Afuera del taller]

Una hora después, ambos estaban sentados en dos cajas de metal afuera del taller, tomando agua y dejando que el viento de la tarde refrescara sus rostros. Andrés reía mientras miraba el cielo despejado.

> Andrés (nostálgico, con una sonrisa suave):

“¿Recuerdas cuando tú y Diana eran unos enanos? Siempre andaban juntos. Si no te veía a ti corriendo con ella en la espalda, era ella persiguiéndote con un palo cuando la hacías enojar.”

Lloyd rió suavemente, bajando la mirada con ternura mientras recordaba.

> Lloyd (con voz baja y una pequeña sonrisa nostálgica):

“Sí… siempre estábamos juntos. Supongo que… todavía es así.”

> Andrés (viéndolo con orgullo y calidez en su mirada cansada):

“Eso está bien. Son hermanos… y siempre deben cuidarse.”

Lloyd asintió en silencio, sintiendo un nudo cálido en su pecho. Pero antes de que pudiera decir algo más, su celular comenzó a vibrar en su bolsillo. Lo sacó y al ver el nombre en pantalla, su corazón dio un pequeño vuelco.

Era Camila.

> Lloyd (sorprendido, murmurando para sí mismo mientras contestaba):

“Camila… ¿qué estará…?”

Presionó el botón verde y se llevó el teléfono al oído, atento, mientras Andrés lo observaba con una leve sonrisa de padre curioso.

El teléfono vibraba suavemente en la mano de Lloyd, y al contestar, la voz clara y serena de Camila llenó su oído.

> Camila (con su tono firme y calmado, pero transmitiendo urgencia):

“Hola, Lloyd… ¿en dónde estás ahora?”

Lloyd miró a su alrededor antes de contestar, observando las herramientas dispersas y los motores a medio armar.

> Lloyd (con voz tranquila, aunque su tono era distraído mientras jugaba con un tornillo en la mesa):

“Estoy aquí en el taller… con mi papá. ¿Por qué?”

Se escuchó un leve suspiro del otro lado, como si Camila organizara sus palabras.

> Camila (más seria):

“Mi papá… Gabriel… quiere verte. Dice que es algo importante. ¿Puedes venir a la casa?”

Lloyd abrió los ojos un poco más. Sabía que cuando Gabriel decía que algo era importante, lo era de verdad.

> Lloyd (con su tono ingenuo, pero preocupado):

“Ah… déjame… déjame ver si puedo ir.”

Apartó el teléfono de su oído y giró hacia Andrés, quien lo miraba desde un banco cercano. Andrés alzó los pulgares con una sonrisa tranquila, dándole su permiso sin decir palabra.

> Lloyd (regresando el teléfono a su oído, con una pequeña sonrisa tonta):

“Sí… sí puedo. En unos minutos estaré allá.”

> Camila (con su tono suave, pero con esa autoridad natural que poseía):

“Bien. Aquí te esperamos.”

La llamada terminó con un suave clic. Lloyd bajó el teléfono, pensativo, mientras Andrés dejaba la herramienta sobre la mesa con cuidado y lo miraba con curiosidad paternal.

> Andrés (con una sonrisa burlona, limpiándose las manos en su trapo de mezclilla):

“Hmm… tú y Camila se conocen desde niños, ¿verdad?”

Lloyd parpadeó un par de veces, como si no entendiera la intención detrás de la pregunta, y luego asintió con naturalidad.

> Lloyd (inocente, con voz baja):

“¿Quién… yo y Camila? Sí… desde hace años… ya éramos amigos.”

Andrés sonrió con nostalgia, acomodándose la gorra mientras miraba hacia el taller.

> Andrés (con un tono calmo y reflexivo):

“Recuerdo la primera vez que la vi contigo… eras un renacuajo, y ella toda seria… creo que la decisión de tu mamá de meterte al catecismo no fue tan mala después de todo. Mira, ahí la conociste.”

Lloyd bajó la mirada con una pequeña sonrisa suave. Sus manos, llenas de grasa, se frotaban entre sí, inquietas.

> Lloyd (con voz casi inaudible, pero cargada de honestidad):

“Sí… no fue tan mala… supongo.”

Andrés se puso de pie, estirándose con un leve crujir de su espalda antes de recoger las llaves del auto.

> Andrés (con tono decidido y amable):

“Vamos. Te llevo a su casa antes de que tu mamá me llame para regañarme por no alimentarte bien.”

Lloyd se levantó rápidamente, casi tropezando con su banquillo. Sus ojos brillaban con un leve entusiasmo por dentro, aunque su expresión solo mostraba un leve atisbo de emoción. Caminó detrás de su padre hasta el auto, mientras el sol de la tarde iluminaba los viejos coches estacionados afuera del taller.

> Lloyd (pensando mientras miraba su mano, donde aún quedaba un leve rastro de Esencia Esmeralda):

“¿Por qué… desde que tomé ese cristal… estoy viendo cosas raras…?”

Sacudió su cabeza y siguió a su padre, guardándose las preguntas para sí mismo. Por ahora, solo quería llegar con Camila y averiguar qué estaba pasando.

El auto se detuvo suavemente frente a la casa de Camila. Lloyd abrió la puerta y bajó, estirándose con un leve quejido por las horas en el taller. Al alzar la mirada, sus ojos se encontraron con los de Camila y Gabriel, parados en la puerta principal.

Camila caminó rápidamente hacia él con su paso elegante, y sin decir nada, lo abrazó con fuerza. Su aroma suave a jabón y lavanda lo envolvió.

> Camila (con su tono suave, pero cargado de alivio):

“Me alegra que vinieras… ¿te trajo tu papá?”

Lloyd asintió torpemente, girando para señalar el auto con su pulgar.

> Lloyd (con su voz tranquila, sin comprender mucho la situación):

“Sí… él me trajo.”

Se separaron y Camila lo miró a los ojos con seriedad, pero no dijo más. Lloyd ladeó la cabeza con su típica confusión.

> Lloyd (rascándose la nuca, con tono ingenuo):

“¿Em… qué… qué querían decirme?”

Camila giró su mirada hacia su padre. Gabriel dio un paso adelante, con ese porte firme que imponía respeto incluso sin proponérselo.

> Gabriel (con voz grave, calmada y seria):

“Lloyd. Necesito que vengas conmigo.”

Lloyd frunció el ceño y parpadeó varias veces. Un leve nerviosismo comenzó a crecer en su pecho.

> Lloyd (confundido y algo preocupado, su tono tembloroso):

“¿Con usted…? ¿Por qué? ¿Qué pasa…?”

Gabriel lo observó con detenimiento, como si midiera cada rasgo de su rostro. Finalmente habló, con esa voz suya llena de sabiduría y peso.

> Gabriel (sin rodeos, pero con una calma que imponía):

“Vamos a entrenar. Solo tú y yo.”

Lloyd abrió la boca, pero no salió palabra. Su pecho se llenó de preguntas, de miedo y de una emoción que no lograba identificar.

> Lloyd (tras un largo silencio, con un susurro):

“¿Entrenar… por qué…?”

Gabriel respiró hondo y bajó un poco la mirada antes de devolverle la vista fija, esa que parecía ver a través de su alma.

> Gabriel (con solemnidad y un dejo de compasión en su voz grave):

“Descubrí algo. Algo que puede ayudarte a mejorar… y que debes aprender ahora.”

Camila escuchaba en silencio, con su expresión seria y su mirada baja. Sabía que cuando su padre hablaba así, nada era opcional. Mientras tanto, Andrés, desde el auto, miraba a Gabriel con un brillo de preocupación en sus ojos, como si entendiera algo que Lloyd aún no.

Gabriel caminó hacia el auto, dejando a Lloyd y Camila parados en la banqueta. Lloyd volteó hacia su papá, viendo cómo Gabriel se inclinaba junto a la ventana y saludaba con un gesto de respeto.

> Gabriel (con voz baja, pero firme, mientras Andrés lo miraba con tensión):

“No te ha dicho nada… ¿verdad?”

Andrés tragó saliva, desviando la mirada un segundo antes de regresar a la de Gabriel.

> Andrés (con un suspiro cansado y resignado):

“Ni siquiera pensé que esto llegaría tan pronto… Gabriel, siendo sincero… ¿entonces él… él posee ese poder…?”

Gabriel asintió despacio, con un dejo de tristeza en su rostro curtido.

> Gabriel (con tono grave, casi como un mandato silencioso):

“Sí. Y ha llegado el momento de que cumplas tu promesa.”

Andrés cerró los ojos un momento, respiró hondo y luego asintió con lentitud.

> Andrés (con voz apagada, resignada pero firme):

“Está bien… lo sabía… desde que lo trajimos… lo supe. Haz lo que tengas que hacer, Gabriel. Y… llévalo a casa después de esto.”

> Gabriel (poniéndole una mano en el hombro, con un atisbo de calidez):

“Lo haré.”

Andrés apartó la vista, encendió el auto y bajó la ventanilla para ver a su hijo una última vez antes de irse.

> Andrés (con su voz calmada, cargada de cariño paternal):

“Cuídate, campeón. Escucha a Gabriel.”

> Lloyd (con su sonrisa pequeña y algo tímida):

“Sí… papá.”

Andrés sonrió con nostalgia y arrancó, dejando un leve olor a gasolina y polvo en el aire. Gabriel se giró hacia Lloyd, viéndolo con seriedad.

> Gabriel (con voz firme, pero sin dureza):

“Ven. No tenemos mucho tiempo.”

Camila los miraba con preocupación en sus ojos oscuros. Lloyd volteó hacia ella y le sonrió torpemente, rascándose la cabeza como siempre que no sabía qué hacer.

> Camila (con su tono calmado y suave, aunque firme):

“Cuídate… y… hazle caso a mi papá, ¿sí?”

> Lloyd (con su voz tranquila y su sonrisa sincera, aunque con un dejo de miedo en su mirada):

“Sí… claro.”

Sin decir más, Gabriel comenzó a caminar. Lloyd lo siguió, sintiendo en su pecho un cosquilleo extraño, mezcla de ansiedad y curiosidad. Algo estaba a punto de cambiar. Lo sentía en cada fibra de su cuerpo.

El viento silbaba con fuerza en lo alto de la montaña, moviendo las tablas viejas del puente que colgaba sobre un abismo tan profundo que Lloyd no alcanzaba a ver su final. Sus piernas temblaban, no sabía si por el cansancio de la caminata o por el vértigo que le provocaba mirar hacia abajo.

> Gabriel (con su voz grave, cruzando los brazos mientras observaba a Lloyd agitado):

“¿Qué pasa, Lloyd? ¿Te cansaste ya?”

Lloyd levantó la vista, intentando esconder su respiración entrecortada. Tenía los brazos colgando y la espalda encorvada, pero rápidamente se irguió con un pequeño salto de orgullo.

> Lloyd (forzando una sonrisa, con tono infantil y orgulloso):

“¿Cansado yo? ¡Para nada! Es solo que… estaba… viendo si no se rompía alguna roca, eso es todo.”

Gabriel arqueó una ceja, conteniendo una leve sonrisa ante su respuesta inmadura y su terco intento de mostrarse fuerte. Dio un paso hacia el borde del acantilado y señaló hacia adelante.

> Gabriel (con seriedad, mirando el horizonte):

“Ven aquí. Quiero que veas este lugar.”

Lloyd tragó saliva mientras caminaba hacia él con pasos cortos y tensos. Cuando llegó, sus ojos se abrieron al ver la magnitud del vacío y el puente tembloroso que conectaba ambos extremos de la montaña.

> Lloyd (murmurando, con voz temblorosa mientras miraba hacia abajo):

“Wow… si me caigo de aquí… ni el camión de basura me va a recoger…”

Gabriel ignoró su comentario y respiró profundo antes de hablar, con ese tono suyo que siempre imponía respeto y atención.

> Gabriel (con su voz profunda, cargada de sabiduría y un dejo de tristeza en sus ojos):

“Lloyd… hoy te traje aquí porque descubrí algo importante esta mañana. Encontré un libro… un libro que mi padre, Selian, escribió hace décadas. Allí relataba toda su experiencia con su poder… la Esencia Dorada.”

Lloyd lo miró, ladeando la cabeza con curiosidad y parpadeando varias veces.

> Lloyd (con voz baja, casi susurrante):

“¿Esencia Dorada…? Eso suena… brillante…”

Gabriel exhaló un leve suspiro ante su comentario ingenuo, pero continuó con la misma seriedad.

> Gabriel:

“La Esencia Dorada era un poder muy especial. Y en su libro, mi padre escribió sobre lo difícil que fue para él controlarlo. Cómo casi lo consume… y cómo, con disciplina, logró dominarlo y usarlo para proteger a quienes amaba. Pero… también encontré algo más. Una sección… donde hablaba de otro poder. Un poder que veía en sus sueños.”

Lloyd abrió los ojos un poco más, escuchando con atención. El viento movía su cabello castaño claro, pero él no lo notaba, demasiado concentrado en la voz de Gabriel.

> Gabriel (bajando ligeramente la mirada mientras recordaba las palabras de Selian):

“Él no sabía cómo llamarlo, así que lo nombró Esencia Verde. Escribió que, en sus sueños, veía un poder sin límites… un poder que solo se detenía cuando su portador lo decidía. Un poder que no seguía las reglas normales de los elementos.”

Lloyd sintió que su corazón comenzaba a latir más rápido. Sus manos temblaban un poco mientras apretaba su puño derecho.

> Lloyd (con un hilo de voz, tembloroso, sin entender completamente):

“¿Un poder… sin límites…? Pero… ¿por qué… me estás contando esto…?”

Gabriel giró hacia él y lo miró directo a los ojos, tan profundamente que Lloyd sintió que lo atravesaba hasta el alma.

> Gabriel (con firmeza, pero con una ligera compasión en su mirada):

“Porque ese poder… es el tuyo, Lloyd.”

El chico parpadeó varias veces, su respiración agitada ahora por la mezcla de miedo y asombro. Bajó la mirada a sus manos, recordando los destellos verdes que aparecían sin que él los entendiera.

> Lloyd (con su voz quebrada por la confusión):

“¿Mi poder… no tiene límites…? ¿Entonces… qué… qué soy yo…?”

Gabriel colocó una mano fuerte y cálida sobre su hombro, manteniéndolo firme en su lugar.

> Gabriel (con su voz grave, transmitiéndole seguridad):

“Eres quien decida ser, Lloyd. Tu poder… la Esencia Esmeralda… es única. No tiene límites impuestos como los demás. Pero hay algo más… algo que mi padre también escribió.”

Lloyd levantó la mirada, con sus ojos verdes brillando de emoción y miedo.

> Lloyd:

“¿Qué… qué más decía…?”

Gabriel respiró profundo y continuó.

> Gabriel:

“Decía… que este poder posee en su interior cuatro elementos más. Elementos que, si aprendes a controlarlos, harán de ti alguien… imposible de derrotar.”

El viento sopló con más fuerza, agitando sus ropas y cabellos mientras Lloyd sentía que el mundo giraba a su alrededor.

> Lloyd (con la voz temblorosa, sus palabras atropelladas):

“¿C-cuatro… elementos…? ¿Cu-cuáles… cuáles son… esos… poderes…?”

Gabriel lo miró con seriedad y una leve tristeza en sus ojos.

> Gabriel:

“Son los poderes de tus amigos. Fuego… Aire… Tierra… y Hielo.”

Lloyd sintió como su pecho se apretaba, su respiración se volvió rápida y desordenada. Sentía emoción, miedo, y un extraño cosquilleo de adrenalina en todo su cuerpo.

> Lloyd (con un susurro, casi sin voz, mientras apretaba su puño tembloroso):

“Yo… puedo usar… ¿todos… esos… poderes…?”

Gabriel asintió despacio, con su mirada clavada en la suya, como si le entregara un destino demasiado grande para sus hombros.

> Gabriel (con su voz firme y un tono de esperanza mezclada con gravedad):

“Sí. Pero para controlarlos… primero debes aprender quién eres.”

Gabriel asintió con lentitud, mirándolo con un dejo de orgullo mezclado con preocupación.

> Gabriel (con voz firme y tono de mando suave):

“Y hoy… hoy entrenarás aquí. Este lugar… será tu primer paso para controlar aquello que llevas dentro.”

Lloyd tragó saliva, girando su vista hacia el puente de madera que crujía con el viento, hacia la inmensa montaña frente a él, y hacia su propia mano temblorosa. Sintió que algo muy grande estaba por comenzar. Y, por primera vez, no supo si estaba preparado.

El viento silbaba con más fuerza, levantando polvo y hojas secas alrededor de Lloyd y Gabriel. Frente a ellos, el viejo puente de tablas se balanceaba sobre el abismo, crujiendo con cada ráfaga como si en cualquier momento fuera a romperse por sí solo.

> Gabriel (mirándolo serio, con los brazos cruzados):

“Bien, Lloyd. Lo primero que harás hoy… será hacernos cruzar este puente. Tú y yo.”

Lloyd miró el puente con ojos abiertos y un escalofrío recorriéndole la espalda. Tragó saliva antes de hablar.

> Lloyd (inquieto, con voz insegura pero intentando sonar confiado):

“¿Quieres que… que lo cruce caminando? ¿O… o que lo guíe para ver si aguanta?”

Gabriel soltó un leve suspiro, con una sonrisa apenas perceptible mientras negaba con la cabeza.

> Gabriel (bajando la mirada con su voz grave y calmada):

“No, Lloyd. No lo vas a cruzar… vas a crearlo.”

Antes de que Lloyd pudiera preguntar a qué se refería, Gabriel levantó su mano derecha y la cubrió de un fuego intenso y cálido. Sin titubear, lanzó una llamarada directa al puente, que se incendió en segundos. El olor a madera quemada y el calor de las llamas hicieron retroceder a Lloyd con los ojos muy abiertos y el corazón acelerado.

> Lloyd (con un grito cargado de sorpresa y enojo):

“¡¿Qué rayos haces?! ¡¿Cómo se supone que lo crucemos ahora?!”

Gabriel no apartó la mirada del fuego, que consumía las cuerdas y tablas hasta dejar solo cenizas flotando en el vacío.

> Gabriel (con una fría calma, girándose a verlo):

“Tendrás que crear un puente nuevo, Lloyd.”

Lloyd lo miró sin parpadear, con su respiración rápida y un nudo en la garganta.

> Lloyd (tembloroso, bajando la vista al acantilado y luego a sus manos):

“¿Crear… un puente? ¿Cómo se supone que haga eso…?”

Gabriel señaló con firmeza hacia un montón de rocas grandes y pesadas apiladas a un lado del camino. Su voz sonó aún más profunda.

> Gabriel:

“Con esas rocas. Tendrás que moverlas y construir un puente tú mismo. Usa tu poder.”

Lloyd bajó la mirada otra vez, sus hombros temblaban ligeramente. Recordó cómo apenas lograba invocar la Esencia Esmeralda sin que se descontrolara… y ahora Gabriel le pedía mover rocas enormes.

> Lloyd (murmurando para sí mismo, con voz baja y quebrada):

“Ni siquiera puedo controlar bien mi propia Esencia… ¿Cómo voy a mover tierra…?”

Gabriel dio un paso adelante, su voz cargada de autoridad, pero también de una fuerza tranquila que buscaba empujarlo a superar sus miedos.

> Gabriel:

“Tienes que hacer que las rocas te obedezcan, Lloyd. No pienses en si puedes o no… piensa en que debes hacerlo.”

Lloyd tragó saliva, mirando fijamente las rocas frente a él. Sintió un cosquilleo en las yemas de sus dedos y un leve calor en su pecho. Respiró hondo, intentando calmar su temblor interno, mientras su mente se llenaba de un solo pensamiento:

> Lloyd (para sí mismo, con los ojos fijos en las piedras):

“Vamos… tienes que hacerlo… no seas un inútil ahora… tienes que protegerlos a todos…”

El ambiente era completamente distinto en casa. Diana giraba frente al espejo con un vestido azul claro, riendo bajito mientras veía cómo giraba la falda. Clara, sentada en la cama, aplaudía suavemente.

> Diana (sonriendo con dulzura, viendo a su madre):

“¿Te gusta, mamá? ¡Mira cómo gira! ¡Me siento como una princesa!”

> Clara (sonriendo débilmente, con su voz cálida):

“Estás preciosa, mi vida. Ese color te queda hermoso.”

En ese momento, la puerta principal se abrió y Andres entró, dejando sus llaves en la mesa del recibidor. Su mirada estaba seria, cargada de pensamientos oscuros. Clara lo notó de inmediato, su sonrisa se desvaneció.

> Clara (preocupada, poniéndose de pie rápidamente):

“¿Dónde está Lloyd? ¿No venía contigo?”

Diana dejó de girar y miró a su padre con curiosidad y preocupación al mismo tiempo.

> Andres (con voz grave, sin mirarlas aún):

“Clara… tenemos que hablar.”

El tono de su voz hizo que Clara sintiera un escalofrío recorrerle el cuerpo. Caminó hacia él, dejando atrás a Diana, que miraba la escena con sus grandes ojos llenos de confusión.

> Clara (con la voz temblorosa, tragando saliva):

“Andres… dime que Lloyd está bien… por favor…”

Andres bajó la mirada, sus ojos mostraban cansancio y un dolor escondido.

> Andres (con un suspiro profundo, su voz rota en algunas palabras):

“Gabriel… Gabriel ya empezó a entrenarlo. Encontró algo… algo sobre su poder. Clara… llegó lo que siempre temimos.”

Los ojos de Clara se llenaron de lágrimas al instante. Sus manos temblaban mientras las llevaba a su boca para contener un sollozo.

> Clara (con voz quebrada, sus ojos llorosos):

“No… no… Andres… yo… yo no quiero que nada malo le pase… él… él es solo un niño…”

Andres la abrazó fuerte, colocando una mano en su cabeza para calmarla, aunque su propio pecho temblaba con el dolor de verla así.

> Andres (con un hilo de voz, intentando sonar fuerte):

“Gabriel no dejará que nada malo le pase… confía en él… confía en nuestro hijo…”

Diana, que los observaba desde el pasillo, bajó la mirada y abrazó con fuerza el vestido azul, sintiendo un miedo profundo que no entendía, pero que le oprimía el corazón.

El viento frío de la montaña silbaba entre los árboles, haciendo temblar a Lloyd. Sus manos estaban extendidas frente a él, sus dedos abiertos y tensos mientras cerraba un ojo por el sudor que le caía en el rostro.

Gabriel estaba sentado en posición de loto a unos metros, con los ojos cerrados y su respiración pausada. Parecía una estatua de piedra, inmóvil y sereno, mientras su alumno luchaba contra el cansancio y su propia inseguridad.

> Lloyd (entre jadeos, con la voz rota por el esfuerzo):

“Vamos… vamos… muévete… muévete… por favor…”

Frente a él, una de las rocas más pequeñas comenzó a envolverse en un aura verde brillante, como si un campo de energía la rodeara. Lentamente, temblando, la roca se separó del suelo, levantándose unos centímetros.

> Lloyd (con los dientes apretados y los brazos temblorosos):

“Eso es… eso es… sube… sube…”

Gabriel abrió un ojo ligeramente, observándolo con atención y una mirada de concentración. No dijo nada, pero dentro de sí sentía orgullo, mezclado con preocupación.

La roca se elevó más, hasta quedar flotando frente a Lloyd, quien respiraba agitadamente. Sus rodillas flaqueaban, pero él no las dejaba doblarse.

> Lloyd (con la voz temblorosa, hablándole a la roca como si fuera un ser vivo):

“Por favor… quédate quieta… quédate quieta…”

Con esfuerzo, movió la mano hacia el espacio donde antes estaba el puente. La roca, rodeada por su aura esmeralda, se deslizó en el aire hasta colocarse justo donde iniciaba el abismo. Con un grito ahogado, Lloyd cerró el puño y la roca se clavó en la ladera, quedando firme como una columna.

> Lloyd (con un suspiro de alivio, sonriendo débilmente):

“Bien… una menos…”

Gabriel habló con su tono calmado, sin moverse de su sitio.

> Gabriel (voz firme y profunda):

“No pierdas el enfoque, Lloyd. Vas bien… ahora la siguiente.”

Lloyd tragó saliva y levantó su otra mano. Sus brazos temblaban tanto que parecían a punto de romperse, pero inhaló con fuerza y cerró los ojos un segundo.

> Lloyd (para sí mismo, con el pecho agitado):

“Si no lo hago… si no aprendo… no voy a poder protegerlos…”

Al abrir los ojos, una chispa de determinación brillaba en sus pupilas verdes. Señaló otra roca, más grande que la primera, y esta comenzó a temblar mientras un aura verde la envolvía. Lloyd apretó los dientes con fuerza.

> Lloyd (gritando con rabia y cansancio):

“¡Muéveteee!”

La roca se levantó pesadamente, con polvo y tierra cayendo de su base. Lloyd casi cae de rodillas, pero dio un paso al frente, sosteniéndola con ambas manos extendidas. Su respiración era un jadeo constante, su cabello pegado a la frente por el sudor.

Con pasos cortos, movió la roca hacia la anterior. Sus brazos ardían de dolor y su visión comenzaba a nublarse. Finalmente, colocó la roca al lado de la primera, completando un pequeño pasadizo.

> Gabriel (levantándose con serenidad, hablando sin alzar la voz):

“Muy bien… ahora…”

Pero antes de terminar su frase, Lloyd dejó escapar un gemido de dolor, cerró ambos puños con fuerza, y con un último impulso clavó las dos rocas en sus uniones, asegurándolas. Al hacerlo, un destello verde recorrió ambas piedras como si sellara su unión.

Sin poder resistir más, Lloyd cayó de rodillas, su pecho subía y bajaba rápidamente. Su respiración era pesada, su rostro estaba rojo, y gotas de sudor caían de su barbilla al suelo polvoriento.

Gabriel caminó hacia él con pasos tranquilos, deteniéndose frente a su alumno. Lo miró con una mezcla de dureza y respeto.

> Gabriel (voz firme pero con un leve matiz de orgullo):

“Levántate, Lloyd.”

> Lloyd (con un suspiro quebrado, alzando la vista cansado):

“Pero… estoy… estoy muy… cansado…”

Gabriel frunció un poco el ceño y extendió su mano para ayudarlo a levantarse.

> Gabriel (con autoridad y calma):

“Tu cuerpo está cansado… pero tu voluntad no debe estarlo. Levántate. Aún no terminamos.”

Lloyd respiró profundo, y aunque sus brazos le dolían tanto que sentía que iban a romperse, tomó la mano de Gabriel y se puso de pie tambaleante.

> Lloyd (con voz baja y exhausta, pero con una leve sonrisa en su rostro sudado):

“Sí… vamos… aún no termino…”

Gabriel asintió con una pequeña sonrisa en la esquina de sus labios. Sin decir más, comenzaron a cruzar juntos el nuevo puente de rocas, mientras el viento de la montaña movía sus cabellos y el sol se ocultaba detrás de las nubes, pintando el cielo de un naranja suave.

El viento comenzó a azotar la montaña con fuerza. El silbido agudo del aire entre las rocas hacía que el cabello de Lloyd se agitara en todas direcciones. Apenas podía abrir los ojos.

Gabriel avanzaba delante de él, manteniéndose firme sobre el suelo rocoso mientras su capa ondulaba violentamente. Giró ligeramente su rostro para mirar a su alumno.

> Gabriel (voz firme, casi sin alzarla para no dejarse vencer por el viento):

“Si sigue así, el viento nos arrojará por el acantilado. Tienes que calmarlo.”

Lloyd lo miró con los ojos entrecerrados, cubriéndose un poco con su brazo derecho mientras jadeaba agotado. Sus piernas estaban pesadas como si cargara rocas.

> Lloyd (voz temblorosa, exhausto, con un deje de frustración):

“¿C-cómo… cómo se supone que haga eso…?”

Gabriel se detuvo, giró completamente y lo observó con seriedad. Su mirada era dura, pero detrás de ella había paciencia y una férrea esperanza.

> Gabriel (voz baja, pero firme como el acero):

“Como lo hiciste con las rocas. Haz que el aire te obedezca.”

Lloyd tragó saliva, miró hacia sus manos temblorosas y luego al cielo gris. Respiró profundamente, tratando de ignorar el dolor ardiente de sus brazos.

> Lloyd (cerrando los ojos, murmurando como un rezo):

“Vamos… aire… obedece… cálmate…”

Pero Gabriel frunció ligeramente el ceño.

> Gabriel (con tono severo):

“No así. El viento no es un sirviente al que se le ordena. Es un compañero. Pídele que coopere contigo.”

Lloyd abrió un ojo, mirándolo confundido, pero luego bajó la mirada. Sus manos seguían extendidas, temblorosas. Respiró hondo, intentando calmar su pecho que subía y bajaba sin control.

> Lloyd (para sí mismo, con la voz quebrada):

“Por favor… por favor… necesito… necesito protegerlos a todos… si no aprendo… nunca podré…”

De pronto, un suave resplandor verde comenzó a cubrir sus palmas. El aire que antes arremolinaba violentamente su cabello empezó a calmarse. Las hojas de los árboles dejaron de agitarse con furia y se movieron con suavidad. El viento se transformó en una brisa tranquila, envolviendo a Lloyd como si lo abrazara.

Gabriel lo observó con atención, sus ojos marrones reflejaban una mezcla de serenidad y respeto. Lloyd seguía temblando de pies a cabeza, con gotas de sudor resbalando por su rostro. Sus rodillas amenazaban con doblarse, pero él se mantuvo firme, respirando rápido y entrecortado.

> Gabriel (asintiendo, su voz ahora suave):

“Muy bien hecho.”

Sin embargo, su rostro cambió de inmediato a una expresión seria y dura. Lentamente, desenvainó su espada. El sonido metálico del arma al salir de su funda resonó en el silencio que había dejado el viento.

Lloyd alzó la vista con confusión, aún jadeando.

> Lloyd (con la voz baja, entrecortada por el cansancio):

“Espera… ¿qué… qué hace…?”

Gabriel dio un paso al frente, con la espada en posición de ataque.

> Gabriel (voz fría y decidida):

“En batalla real, los enemigos no te darán un respiro. Si quieres proteger a los que amas, debes aprender a pelear incluso cuando no te queden fuerzas. Ahora, crea tu espada de Esencia Esmeralda.”

Lloyd retrocedió un paso, sudando, y levantó su mano temblorosa.

> Lloyd (voz casi quebrada):

“No… no puedo… estoy… estoy demasiado cansado…”

> Gabriel (con tono fuerte, alzando su espada ligeramente):

“¡Hazlo, Lloyd! Tus enemigos no te tendrán piedad. Cierra tus pensamientos y ordénale a tu poder lo que deseas.”

Lloyd respiró hondo, cerró los ojos con fuerza y trató de enfocar su mente. Su cuerpo gritaba de dolor, sus piernas apenas lo sostenían, y su cabeza latía con un dolor punzante. Pero entonces, en su pecho, recordó a Camila sonriendo, a Diana riendo, a Ryan lanzando bromas pesadas, a Nathan compitiendo con él, a Vanessa mirándolo con indiferencia, a Christian ayudándolo en silencio.

> Lloyd (con un susurro débil, pero decidido):

“Espada… Esmeralda… ayúdame…”

Una hoja verde esmeralda apareció en su mano, vibrando inestable como una llama. Sus bordes parpadeaban de forma irregular, pero era suficiente.

Gabriel no esperó. Se lanzó hacia él con la espada en alto. Lloyd apenas alcanzó a levantar su espada y bloquear el golpe, pero la fuerza de Gabriel lo arrastró varios pasos hacia atrás.

> Lloyd (jadeando, con un leve grito de esfuerzo):

“Ugh… ¡Es… espere…!”

Pero Gabriel no se detuvo. Atacó con rápidos movimientos, obligando a Lloyd a retroceder una y otra vez. Su espada esmeralda temblaba, desestabilizada por su falta de energía. Cada golpe lo hacía flaquear más.

De pronto, Gabriel retrocedió un paso y creó varias esferas de fuego en sus manos, lanzándolas con precisión hacia Lloyd.

> Lloyd (con un grito desesperado mientras esquivaba):

“¡Ahhh!”

Saltó a la derecha, esquivó otra rodando en el suelo, y una última bola de fuego se dirigió directo a su rostro. Instintivamente, levantó su mano y la atrapó. La esfera de fuego parpadeó en su palma, y en un segundo, su aura verde la cubrió, apagando sus llamas y transformándola en energía esmeralda. Sin pensar, la lanzó de regreso con fuerza.

La explosión verde retumbó en el suelo. Lloyd cayó de rodillas, respirando con dificultad. Su espada desapareció en destellos de luz verde. Intentó ponerse de pie, pero sus piernas no respondían.

Gabriel bajó su espada, observándolo con dureza.

> Gabriel (voz firme, sin compasión):

“¿Vas a rendirte ahora, Lloyd? Si Thomas Edison se hubiera rendido con su primer intento fallido, ¿crees que el mundo habría conocido su invento? Rendirse no es opción.”

Lloyd levantó la vista, sus ojos azules ardían con lágrimas contenidas. Pero, poco a poco, comenzaron a teñirse de verde brillante, como esmeraldas encendidas.

> Lloyd (gritando con la poca fuerza que le quedaba, lanzándose hacia adelante):

“¡No… me… rendiré!”

Se impulsó con lo último de su energía, lanzando un corte directo hacia Gabriel, pero sus movimientos eran demasiado lentos. Gabriel esquivó con facilidad y, con un giro rápido, le propinó un golpe certero en el estómago con la empuñadura de su espada.

El cuerpo de Lloyd se tensó, su respiración se cortó, y sus ojos se abrieron por completo antes de cerrarse. Todo su mundo se volvió negro mientras caía de rodillas al suelo.

La última imagen que vio fue la silueta de Gabriel de pie frente a él, firme como una montaña, inquebrantable, mientras la oscuridad lo envolvía por completo.

La noche había caído sobre la casa, cubriendo todo con un manto silencioso. Diana estaba en la sala, sentada en el suelo con su primo David, revisando las bolsas de ropa que Clara les había comprado esa tarde.

> Diana (sonriendo mientras saca una blusa blanca con flores):

“Mira, David… ¿crees que con este suéter combine? No sé… Camila siempre dice que no tengo buen gusto para combinar ropa.”

David la miró con indiferencia, alzando una ceja.

> David (encogiéndose de hombros):

“No sé… pregúntale a Camila.”

Diana infló las mejillas, molesta.

> Diana (haciendo un puchero):

“¡Ay, David, eres un aguafiestas…!”

Mientras tanto, Andrés estaba sentado en el sillón, viendo el noticiero en silencio. Sus ojos parecían distantes, como si su mente estuviera en otro lugar.

De pronto, un fuerte PUM PUM PUM retumbó en la puerta, haciéndolos saltar a todos. Clara, que estaba doblando ropa, dejó todo y corrió hacia la entrada. Cuando abrió, un viento frío se coló por el marco y su corazón se detuvo al ver la escena.

Gabriel estaba ahí, de pie, sosteniendo en brazos a Lloyd. Su rostro era serio, y Lloyd estaba completamente inconsciente, su cabeza recostada contra el pecho de Gabriel, su cabello desordenado cubriéndole parte del rostro. Tenía rasguños en los brazos y su ropa estaba sucia de polvo y tierra.

> Clara (con la voz quebrada, cubriéndose la boca con las manos):

“¡Lloyd… Lloyd…! Dios mío… ¿qué pasó?”

Gabriel no dijo nada. Avanzó un paso y con cuidado se lo entregó a Clara. Lloyd gimió apenas al sentir el movimiento, pero no despertó. Clara lo abrazó con fuerza, su corazón palpitaba desbocado en su pecho. Sintió su calor y el suave latido de su corazón contra su brazo.

Andrés se acercó de inmediato, mirando la escena con el ceño fruncido y un nudo en la garganta.

> Andrés (voz grave, tratando de controlar la preocupación que lo quemaba):

“¿Qué pasó, Gabriel…? ¿Por qué está así…?”

Gabriel desvió la mirada hacia él, serio, cansado. Su voz fue baja, casi un susurro, pero cargada de firmeza.

> Gabriel:

“Estuvimos entrenando. Fue solo eso.”

Andrés lo miró fijamente, apretando los dientes con frustración y miedo.

> Andrés (con un dejo de enojo, pero intentando mantener la calma):

“¿Y esto… esto va a ser siempre? ¿Lo vas a traer así todos los días… roto… exhausto…?”

Gabriel lo miró directo a los ojos. Su mirada era firme como una roca, sin espacio para la duda.

> Gabriel (voz dura, sin vacilar):

“Sí. Si quiere sobrevivir… si quiere protegerlos… esto es necesario. Ahora necesita descansar.”

Andrés bajó la mirada y asintió con resignación. Sabía que no podía discutir. Gabriel giró sin decir nada más y se fue, su silueta perdiéndose en la oscuridad de la noche.

Clara sostenía a Lloyd contra su pecho, sus ojos llenos de lágrimas que caían sobre la frente del chico. Andrés se acercó y con cuidado le quitó a Lloyd de los brazos. Él pesaba poco, pero sentía todo el peso del mundo en su pecho al cargarlo.

> Andrés (voz suave, casi un suspiro mientras subían las escaleras):

“Vamos, campeón… ya estás en casa.”

Diana escuchó el alboroto y corrió escaleras arriba, dejando caer toda la ropa sobre el suelo. Entró a la habitación justo cuando Andrés lo recostaba en su cama. Su hermano mayor tenía el rostro pálido y respiraba con dificultad, pero seguía dormido. Diana se acercó con lágrimas acumulándose en sus grandes ojos verdes.

> Diana (con voz temblorosa, acariciándole la frente con cuidado):

“Lloyd… hermanito… ¿qué te hicieron…?”

Clara se quedó de pie al lado de la cama, temblando. Sus manos sostenían la manta con fuerza, arrugándola sin darse cuenta. Andrés la miró, viendo su dolor reflejado en sus ojos húmedos.

> Clara (voz ahogada, apenas un susurro):

“Yo… yo no quiero esto para él… no quiero verlo así, Andrés…”

Andrés respiró hondo y bajó la mirada hacia Lloyd, quien dormía con la respiración agitada.

> Andrés (voz triste, pero firme, como aceptando una verdad dolorosa):

“Clara… sabíamos que esto podía llegar a pasar… desde el día que llegó a nuestras vidas… sabíamos que este momento llegaría.”

Clara no respondió. Solo se inclinó y besó la frente de Lloyd con suavidad, susurrándole entre sollozos.

> Clara (en un susurro suave, quebrado):

“Por favor… solo… no me dejes…”

La habitación quedó en silencio, iluminada por la tenue lámpara de escritorio. Afuera, el viento frío golpeaba la ventana con suavidad, como un recordatorio de que, a partir de ese día, nada volvería a ser igual.

[FIN DEL EPISODIO]

1
nalxyt
¡Qué emocionante esta historia!😆
catalina trujillo
Me encanta cómo escribes, pero necesito más de tu historia para satisfacer mi curiosidad. 😜 ¿Cuándo actualizas?
luhax
No puedo esperar por el siguiente, bendiciones
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