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Amor En Tiempos De Guerra

Amor En Tiempos De Guerra

Status: En proceso
Genre:Aventura / Amor prohibido / Amor a primera vista / Amor en la guerra / Romance oscuro
Popularitas:760
Nilai: 5
nombre de autor: Tania Uribe

Yo antes era una espía y asesina respetada por todos, temida por todos, la más importante y reconocida por todos aquellos que oían mi nombre temblaban del terror y la desesperación que sentían al oír de mí. Creía que lo tenía todo, incluso creía que tenía a mi lado a un hombre que me amaba y respetaba como mujer y compañera de equipo. Desgraciadamente estaba muy equivocada y terminé por ser traicionada por él y por la gente que creía que me era leal, pero ni siquiera eso.

Ese día perdí todo y terminé por ser arrestada, humillada, maltratada, casi violada por uno de los custodios que me llevaba a ser finalmente encarcelada, sin juicio alguno en cual pudiera defenderme; era frustrante dado que yo fui una de las personas que propuso que todo criminal, sin importar su rango no tendría un juicio sino que en cambio iría directamente a "Azgaard" la más cruel y sanguinaria cárcel clandestina que el mismo maldito Hitler autorizó sin haber consultado a sus generales y consejeros.

NovelToon tiene autorización de Tania Uribe para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 10.

SOFÍA

El día transcurrió rápidamente después de que las reas fuimos puestas a limpiar la cárcel en todos los espacios comunes que todas nosotras ocuparíamos. Así como tal y había dicho el Alcaide el día anterior, tuvimos tres comidas y fuimos puestas a trabajar.

Nos fueron asignadas las fábricas donde íbamos a trabajar las mujeres que no seríamos amantes de los altos mandos Nazis. Los Celadores me dejaron darme un baño a solas en la zona de las duchas, luego del trabajo. Ya estaba lista para acudir a la cita con Maxwell Fürstenberg. Supuse que él había dado el aviso a los Gendarmes, de que podía bañarme sola cuando así yo lo requiriera o viera conveniente.

El Alcaide siendo un quisquilloso y exigente aristócrata, no querría tener sexo con una mujer que luce como espantapájaros y huele a azufre. Estaba quedando en claro que en la cárcel tendría un trato preferencial y temía que dicha situación atraería el resentimiento de las demás reas, sumado a la ira de los Celadores que no tenían permitido usar a las presas como objeto sexual.

Esperaba que dicho impedimento en Azgaard de no violar a las reas no terminara en una revuelta por parte de los Celadores como medio de protesta. Y el hecho de que no haya violaciones era algo bueno, pero a la vez una bomba de tiempo que en cualquier momento explotaría.

Me relajaba un poco el hecho de que era intocable para esos hombres. Tenía que asegurarme de poder comprar seguridad para algunas de las reas. Sí es que podía hacerlo. No me interesaba el hecho de que tuviera que cargar con el odio y resentimiento de las demás prisioneras por recibir tantas atenciones por parte del Alcaide.

Al llegar finalmente frente a la puerta de la oficina del Alcaide, toqué con los nudillos de la mano derecha la puerta y escuché la voz del Alcaide invitándome a pasar.

—Adelante Sofía.

Maxwell era un tipo arrogante e insoportable. Tenía la plena certeza en que vendría pese a lo sucedido en la mañana. Él sabía quién era la que llamaba a su puerta a altas horas de la noche.

Me armé de valor, tomé aire y exhale una y otra vez. Abrí la puerta mostrándome lo más tranquila y natural que pude, cerré la puerta y giré, me quedé de pie frente al escritorio, esperando tranquilamente a las órdenes del Alcaide que estaba detrás de su escritorio, sentado en su silla revisando, leyendo y escribiendo algo en su computadora portátil.

Maxwell cerró la computadora, se puso de pie ofreciéndome una sonrisa de bienvenida, que me hacía sentir la enorme necesidad de borrarla de su rostro de un sólo golpe. Pero me contuve y seguí adelante cuando me invitó a tomar asiento con un ademán de la mano, en el sillón largo de piel negra lisa de su oficina.

Sin decir nada, y sin poner resistencia de mi parte, me senté en el sofá que me indicó. Estando ya sentada en el sofá trataba de mantener la compostura cuando Maxwell tomó asiento a mi lado derecho, estaba demasiado cerca de mí, intimidándome o más bien seduciéndome con esa mirada lasciva.

Ahogue un jadeo de sorpresa y rechazo a la vez o más bien era por expectación, incluso cuando él levanta la mano derecha y roza suavemente mi mejilla izquierda haciéndome sostener la mirada. Ciertamente me fascinaba el color de sus ojos azules que eran más oscuros que los míos. Llamaban la atención de una forma tan poderosa sus rubios cabellos demasiado rubios.

Maldije por dentro a mi cuerpo y mi piel por responder con placer al toque tan sutil de sus dedos, y luego por el suave y dulce roce del dorso de su mano grande que era cálida al tacto, además de sensual y masculina.

Él empezó a decirme con esa voz ronca y sensual.

—Estás tensa a causa del enojo, y ese enfado es debido a lo sucedido esta mañana no a que te haya hecho venir aquí a follar. ¿Me odias? O mejor dicho... Odias que haya sido injusto con esas reas. ¿Cierto, Sofía?

—¿Acaso importa lo que yo piense de ti o de lo que siento por ti? Por supuesto que no, porque sin importar cuán enfadada esté o cuánto me resista aún así tocarás mi cuerpo esta noche y de todas formas seré tu juguete sexual.

Sin embargo... hay algo que me gustaría preguntarte...

¿por qué las dejaste morir? ¿Acaso no sabes que la mejor manera de evitar esto es hacerles ver que vivir es su peor infierno? Pudiste salvarlas.

Era necesaria tanta crueldad, ¿cierto? El provocar más miedo y terror es más que suficiente como hacer entender a las demás que hacerte irritar y enojar es más que suficiente para dejarlo en claro—.

Maxwell se quitó el gorro militar con visera y lo dejó sobre el sofá, a un lado. Volvió a tocarme y a acariciar mi mejilla izquierda y bajó rozando con el dorso de los dedos hasta la piel de mi cuello.

Mi piel empezó a vibrar y a sentirse caluroso. Su tacto no me resultaba para nada desagradable, sino todo lo contrario. Respondí con agrado aún estando en contra de mi propia consciencia hacia su cercanía, su aroma, imagen y tacto.

Me rozaba y acariciaba sin prisa en la piel de mi cuello y bajaba hasta el coste de mi blusa con rayas negras.

Mis mejillas estaban al rojo vivo del placer, tanto que me tensé cuando empezó a soltar los botones de mi blusa manteniendo su mirada en mí. El gozaba ir descubriendo en mi expresión lo que estaba sintiendo con cada una de sus acciones provocativas.

—Mi estimada Sofía Klein... soy un soldado. Y eso quiere decir que soy un patriota, como soldado no tengo derecho o motivo alguno para cuestionar los métodos o ideologías de mis superiores o del gobierno al cual sirvo como agente militar.

Pero por otro lado, siendo un aristócrata, pienso que se mejor ser un tirano y dominante, en lugar de ser el sometido y prisionero.

Hice que remataran a esas presas suicidas en la mañana para demostrar que REALMENTE no doy segundas oportunidades. Sólo doy una oportunidad y no hay más.

No soy compasivo, sino todo lo contrario. Las cosas se hacen cómo las ordeno o de lo contrario correrá sangre. Lo de esta mañana fue más que una simple estrategia militar.

Cuando hay que retirar de un grupo de manzanas a las manzanas que están podridas es porque esos frutos putrefactos puede echar a perder las manzanas que están en buen estado.

El mal ejemplo de otros es igual de contagioso que un resfriado y por lo tanto surge la rebeldía y los problemas innecesarios.

Lo mejor es sacar del medio a las pocas presas, que arriesgarse a perder a un grupo completo.

Esas sucias reas heridas, de haber sido llevadas al hospital, estarían vivas y adoptarían una actitud rebelde y superior, con ello hubiesen arrastrado a muchas de las prisioneras a actuar de igual modo.

No habría quedado más remedio que fusilar a todas esas reas para acabar con el problema de una buena vez. Por lo tanto hoy en la mañana arranqué la hierba mala desde su raíz. Todas las demás lo pensarán tres veces antes de cometer la misma estupidez antes siquiera querer provocarme.

Las mujeres prisioneras de Azgaard se cuidarán de tener que acatar cada una de las reglas con la disciplina en que las impondré.

—Tu corazón es de piedra, Maxwell. Su interior no cuadra en nada con tu hermosa apariencia exterior. ¿Realmente puedo confiar en que mantendrás tu palabra de asegurar las vidas de las reas y la mía, además de no permitir que ninguna sea violada? Tengo mis dudas al respecto, sinceramente.

—Cuando un Soldado promete algo, lo cumple, por su honor. Tú y las reas tendrán beneficios, siempre y cuando tú cumplas con diligencia tu papel de amante.

Tal vez no tenga piedad y consciencia humana pero te aseguro que si tengo un corazón que late dentro de mi pecho. En este momento mi corazón está palpitando con violencia pudiendo tocarte. Lo mismo mi piel está vibrando mientras te acaricio. En verdad me fascinas...

Me encanta tenerte cerca y poder tocar tu sedosa piel de porcelana. Te haré mucho más de esto esta noche.

Esta noche serás mía. Te aconsejo que guardes tu odio hacia a mí en lo más profundo de tu mente y que respondas a mis ansias. No me gusta el sexo con un mueble con rostro de mujer en la cama. Quiero que seas activa...

Cuando estés entre mis brazos olvídate del olvido, olvida que algunas vez fuimos del mismo bando, olvida que ahora somos enemigos. Considérame tan sólo como el hombre que está dispuesto a cualquier cosa con tal de que pueda tenerte entre tus brazos en noches mágicas e inolvidables.

A solas durante las noches en mi cama. Considérame el hombre que hará lo que sea por mantenerte a salvo, porque está apasionado y deslumbrado por tu belleza aria mediterránea.

Que incluso él... está preparado para traicionar a la Tercer Reich por ti, con la intención de mantenerte a salvo. Arriesgaré todo por ti, mi vida, mi puesto como Alcaide, todo, absolutamente todo... Jamás en vida he estado tan obsesionado con algo o con alguien tal y como me pasa contigo, Sofía.

—Puedo darte mi palabra que a pesar de que sienta odio y miedo por tus actos villanescos, cumpliré mi rol de amante. Pero antes quiero saber una cosa antes de vender mi alma y cuerpo al diablo.

Fui al ala del hospital esta mañana por el medicamento experimental pero médicos científicos dijeron que no voy continuar tomándolo. Al principio me pareció extraño, pero luego pensé en que sí se debía ir cada día por la píldora, entonces sería menos problemático darnos un frasco con las píldoras y en ese momento pensé en que era poco conveniente hacerlo porque las reas cometerían las estupidez de tomarse todo el frasco y morir de una sobredosis.

Así que... ¿Por qué ordenaste que ya no me dieran la píldora? ¿Sí sabes que sin ellas puedes dejarme embarazada? Además... ¿cuál es tu intención en negarme las píldoras?

¿Te preocupa que afecten mi salud? Porque eso no me conmueve.

Aún después de acostarnos resulto embarazada... ¿me ordenarás abortar? ¿O estás dispuesto a tener un hijo con una traidora?—

Maxwell retiró la tela que cubría mi cuerpo de la parte superior y me estudió con ojos hambrientos, no sentí vergüenza y ni mucho menos pudo debido a que mis senos estaban cubiertos por el sostén que llevaba puesto que era completamente negro. Pero eso no evitaba que mirara mis senos con lujuria. Muy al contrario, su expresión de apreciación me inflamaba de orgullo.

Me sentía una mujer hermosa y seductora debido aquella expresión de fascinación. Debía ahogar un gemido de placer cuando sus manos comenzaron a subir y con ellas tomó mis senos, y los empezó a masajear en forma circular sutil y a la vez gentil, pero también erótica y deliciosa.

La sangre me golpeó directamente en las mejillas y la cabeza. Mi piel se erizaba con cada toque de deseo y ansiedad. Comencé a sentir vértigo y éxtasis. Me perdí en la dulzura de sus labios y en el movimiento erótico y lascivo de estos. Me centré en el movimiento de sus manos haciendo magia en mi piel expuesta.

Liberó mis labios finalmente y buscó mi mirada, me tomó de la cintura con ambas manos, me levantó del sofá y finalmente me atrajo a hacia su cuerpo. Me montó de frente encima de sus muslos, manteniendo las largas y piernas juntas.

Tomó mi rostro entre sus manos y me acercó a unos escasos centímetros de su cara. Él se miraba en el reflejo de mis pupilas, y sonreí abiertamente, a punto de capturar sus labios de nuevo. Mi corazón dio un vuelco. Y dijo:

—Eres una mujer muy inteligente y sagas, Sofía Klein. Es una tentación demasiado grande que me provoca de manera estrecha y fuerte entre mis brazos.

En efecto, ese medicamento experimental es para controlar la natalidad entre las reas. Nadie fuera del proyecto lo había deducido. No se les dijo a las reas con qué objetivo debían de tomar esas píldoras.

Que según esos mata sanos dijeron que era un método nuevo y más eficaz que otros que hay en el mercado.

Y si... yo di la orden de que no te dieran las pastillas hasta no estar cien por ciento seguro de qué consecuencias negativas tienen para la salud. No voy a arriesgarme a que te envenenes o que termines gravemente enferma. Te quiero aquí, en mi oficina todas las noches, y por supuesto que para que me seas de buena compañía tienes que estar sana y cuerda.

Tomaré el riesgo por sí llegaras a quedar embarazada, ya veremos qué haremos sí terminas sembrada por mí. Ya me preocuparé de las consecuencias de tenerte en mi cama después—.

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