Sexto libro de la saga colores.
Tras seis años encerrada en un convento, Lady Tiffany Mercier encuentra la forma de escapar y en su gran encrucijada por conseguir la libertad, se topa con Chester Clark, un terrateniente que a jurado, por motivos personales no involucrarse con nadie de la nobleza.
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20. Plática de padre e hijo
...CHESTER:...
Me enfrasqué en cortar la madera.
Sebastian se aproximó mientras Gingerline se entretenía con mi padre viendo los cerdos y jugando con los perros.
— Puedo ayudar si deseas — Dijo cuando bajé el hacha, estaba sudando por tanto esfuerzo.
— No te preocupes — Me limpié el sudor de la sien con la mano.
— ¿Leandro viene seguido?
Sebastian siempre lucía tan pulcro, bien peinado y afeitado, con ropas que eran de tela fina. Estaba tratando de imaginar a Tiffany con sus ropas de noble y su cabello largo, debió ser deslumbrante.
Eso me llevó a imaginarla muy enamorada de él en el pasado. No quería que mi mal humor aumentara.
— Tanto que ya parece vivir aquí — Bromeé, apilando los trozos cortados de la madera — ¿Vas a ir a visitarlo pronto?
— Por supuesto, debe estar muy cambiado.
— Cada día luce diferente.
Empezó a ayudarme a apilar la madera.
— Al menos Leandro está superando lo sucedido con su padre.
— El apellido Mercier parece estar condenado — Sopesé, levantándome para buscar otro tronco, me aproximé hacia la bodega y tomé uno, lo alcé y salí.
Lo aventé sobre el tronco que usaba como base para contar la madera.
— ¡Mi tío es súper fuerte! — Gritó Gingerline desde los corrales.
Sebastian se quitó el saco, aventandolo al suelo.
Tomó el hacha, pareció envidiar el comentario de mi sobrina porque cortó el tronco por el centro, dividiendo en dos trozos.
Lo dejé picar la madera, aunque lo estaba haciendo un poco mal algunos trozos estaban muy delgados y otros muy gruesos.
— Sebastian, así no es...
— ¡Silencio, voy a cortar esto, agradece mi ayuda!
Me rasqué la barba, no la necesitaba, pero le dejé lucirse con su hija.
Lady Emiliana estaba observando también.
En su momento también me sentí un poco atraído hacia esa criatura de cabellos pelirrojos, pero mejor ni mencionarlo en voz alta o Sebastian me cortaría la cabeza con esa hacha.
Era sumamente celoso y eso nos hacía iguales.
Tiffany estaba junto a Celia, cerca de un árbol, parecía charlar con ella.
Observó a Sebastian y lo detuve, deteniendo el hacha por el mango.
— ¿Qué rayos sucede? — Preguntó y se la arrebaté.
— Ya me ayudaste lo suficiente — Gruñí, empezando a cortar también la otra mitad del tronco.
Me dejó trabajar hasta que terminé y empecé a apilar los trozos para recogerlos.
— ¿Qué planeas hacer con el asunto de Tiffany? — Preguntó, sabía que esa era la razón por la que se había acercado, le di una mirada y seguí en mi trabajo — Lo siento, no quiero parecer entrometido, pero ella es parte de mi familia y también quisiera ayudar con su situación.
— Tiffany me tiene a mí — Corté y se asombró ante mi reacción recelosa — Lo siento, pero será mi esposa y es mi deber protegerla.
— No digo que no lo sea, pero no está mal un poco de ayuda... Necesito saber que es lo que planeas para que esas personas paguen por lo que hicieron... Pensé que la familia Mercier no estaría envuelta en otro lío, pero veo que me equivoqué — Se agachó a mi lado para poder trabajar mejor — Piensa con la cabeza fría, no te arriesgues sin sopesar bien lo que tienes en mente.
— Lo sé — Corté, no le iba a parecer buena idea, yo solo planeaba matar a ese obispo y hasta la monja, con los padres no podría actuar de la misma forma porque seguían siendo los progenitores de Tiffany, aunque me provocaba castigarlos.
Me recorría una furia en el cuerpo que me tenía inquieto, si los volvía a tener de frente no iba a poder razonar, lo que me provocaba era darles un buen merecido, matarlos.
Era la primera vez que tenía tantas ganas de acabar con la vida de alguien, nunca me había sentido así y mi furia aumentaba cuando veía las marcas en las piernas de mi mujer.
— Chester — Dijo Sebastian, observando que me temblaban las manos, respiré hongo — Entiendo tu rabia...
— No, no la entiendes.
— Mi madre sufrió abusos recurrentes en manos de Lorenzo, por supuesto que lo entiendo, además, él un día tocó a mi esposa... Quise matarlo, estuve a punto de estrangularlo — Confesó y seguí apilando la madera — Pero, si planeas ensuciarte las manos debes tener en cuenta las consecuencias.
— Lo sé y eso es lo que menos me importa, esa gente debe estar haciendo lo mismo a otras señoritas y no voy a permitir que se siga haciendo, así tenga que incendiar ese convento...
— Te van a enjuiciar si lo haces — Susurró, para que nadie escuchara nuestra conversación.
— ¿Y ellos qué? ¿Por qué la realeza no es justa y los decapita?
— Porque seguramente desconocen que se están cometiendo estos actos. Estoy convencido de que con las pruebas y evidencias suficientes pueden llegar a ser ejecutados.
— La realiza es igual de corrupta que la iglesia — Gruñí, levantando la madera para llevarla al depósito.
Sebastian me siguió con una pila de madera.
La apile junto a las demás al fondo.
— El gobierno del Rey Adrian es más justo que el de la ejecutada reina Vanessa — Insistió, ordenando también, lo tuve que acomodar ya que no lo hizo bien — Ya no se comenten tantas injusticias como antes, podemos buscar evidencias de los delitos cometidos allí y...
— Eso es demasiado complicado y no tengo la paciencia necesaria para esperar que el rey haga algo al respecto.
Se quedó pensativo.
— Conozco a dos personas que podrían acelerar el proceso.
Lo observé — ¿Quiénes?
— Están un poco chiflados pero el rey les otorgó licencia para matar, siempre y cuando sean delincuentes.
Me crucé de brazos — Los líderes de ese convento son de ese tipo.
— Jamás se han metido con la iglesia, pero pueden hacer ese trabajo, nunca dicen no cuando se trata de matar sabandijas y...
— No tengo tantas piezas para contratarlos.
— No creo que sea necesario, uno de ellos es cuñado de mi esposa así que pienso que no cobrará nada, al menos no en piezas.
— ¿Prefiere ganado o comida?
Se rió — No precisamente, pero ya verás en su momento.
Arqueé las cejas.
— ¿Quiénes son?
— Dorian Fodewor y O'Brian Adaleón, ambos trabajaron para la reina Vanessa, son expertos — Dijo y se desconcertó ante mi falta de impresión.
— Conozco a esos dos sujetos.
Se sorprendió — ¿De dónde?
— Incluso peleé junto a ellos — Me encogí de hombros.
— Mentira, no creo tal cosa — Entornó una expresión incrédula.
— Es cierto y si llego a convencerme de que molestes a esos dos lo vas a comprobar cuando estemos frente a frente — Dije y salí del depósito.
— Espera ¿Cómo es qué los conoces? — Insistió y recogí el hacha — Nunca los he presentado, por más que intento pensar no...
— Son amistades del duque de Slindar, Edward Delacroix.
Se quedó sopesando mis palabras.
— Ahora que lo recuerdo, una vez el conde, el duque y O'Brian, hicieron un viaje con sus esposas hasta estás tierras, oí que la amiga de ellas se casó con el duque libertino, pero es fue hace tiempo.
— El duque de Slindar también se enfrentó a un noble de mal comportamiento que lo quiso eliminar para quedarse con el título, de no ser por mí y por esos dos, lo hubiesen aventado por un risco junto al conde — Conté y se sorprendió.
— El conde Lean es mi cuñado... No tenía idea de que estuvo a punto de morir por segunda vez.
— Al parecer todos los nobles tienen miembros un tanto desviados en sus familias.
— En fin, deberías pedir la ayuda de ellos...
— No estaré tranquilo si alguien se ocupa de mis asuntos, me quedaré con las ganas de desquitarme — Gruñí, dejamos de hablar cuando lady Emiliana se aproximó, seguía cargando al bebé en sus brazos.
— Sebastian, ayudame con Emiliano, necesito descansar un poco.
— No lo digas de esa forma, Chester va a pensar que no te ayudo en nada — Dijo él, acercándose para cargar al bebé.
— Si me ayudas, pero estoy tan agotada por el viaje, mi espalda duele mucho — Suspiró, llevándose la mano a la espalda baja.
— Más tarde te doy un masaje.
Desvié mi mirada hacia Tiffany, seguía conversando con su tía.
Me aproximé hasta donde se hallaban.
— Señor Chester, este lugar me parece tan tranquilo — Comentó lady Celia.
— No me llame señor, me siento de la edad de mi padre.
— Lo siento, es la costumbre — Rió, agitando su mano — Chester, me gusta tanto ver que te llevas bien con Sebastian.
— Somos adultos y no sería maduro sino lo hiciéramos — Comenté, acariciendo mi nuca — Supongo que el seamos tan parecidos no solo en apariencia facilita las cosas.
Tiffany me evaluó, llevaba una flor silvestre en la mano.
— Cierto, ambos salieron a su padre — Sonrió, observando a William mostrándole unos pollitos a mi sobrina.
No estaba acostumbrado a tratar con la primera mujer de mi padre y menos con la tumba de mi madre estando a unos metros, pero estaba agradecido que esto hubiera acontecido después de su muerte.
— Son idénticos — Dijo Tiffany, oliendo la flor, me desconcentró ese acto — Incluso antes de saber que era su hermano, me parecía mucho a él.
Fruncí el ceño.
— Tampoco es que seamos idéntico — Corté, no me hacía nada de gracia — Él tiene más de su madre.
— Solo en algunos rasgos — Dijo lady Celia.
— Chester es más musculoso y alto — Comentó Tiffany y me tensé, me evaluó descaradamente.
— Es como William en su juventud — Suspiró la dama.
— Creo que ya es hora de almorzar, todos deben tener hambre — Corté ante la incomodidad que me surgió.
— Te ayudo — Se ofreció Tiffany.
— ¡No!
Se detuvo en seco, desconcertada.
— ¿Por qué? Somos varios, necesitarás ayuda.
— Aprovecha de estar con tu tía y tu primo, hace años que no los ves.
Me alejé rápidamente, antes de que Tiffany y alguien más notarán la tensión en mis pantalones.
La casa no estaba sola y no podía tomar a mi mujer en donde me apeteciera.
Que inoportuna la presencia de mi padre y sus invitados, cuando quería que volviera no lo hacía.
Necesitaba más tiempo a solas con Tiffany.
...****************...
William entró a la cocina, no me apetecía hablar con él, no mientras cocinaba.
— Creo que necesitas una mano — Se recogió las mangas y se lavó las manos en el pozo donde lavaba los trates.
— Puedo solo ¿Se te olvida qué me enseñaste a hacer todo por mi cuenta?
— Cierto, pero hace mucho que no te veo y estás cada vez más grande a pesar de que ya eres todo un hombre — Se detuvo a mi lado, teníamos la misma altura.
— Tu estás un poco más delgado ¿La vida de noble no es tan lujosa como dicen?
— Los nobles comen de forma más refinada... — Se cayó en seco — Eso no quiere decir que me este convirtiendo en uno — Tomó un cuchillo y empezó a picar la lechuga que estaba sobre la mesa.
— ¿Te vas a casar con Celia? — Pregunté de una vez.
— No deberías comportarte como un niño...
— No me siento celoso, solo es una pregunta — Me giré para observarlo.
— Solo bromeaba — Elevó una comisura — Nos estamos dando una nueva oportunidad.
— ¿Te vas a mudar a la costa?
Detuvo el cuchillo — Solo si me llego a casar, aunque es obvio que necesitarás tu propio espacio cuando desposes a esa señorita.
— Esta casa y estás tierras, son tuyas.
— Te las cederé con gusto.
— No te estoy pidiendo eso, quiero un sitio propio para vivir, tu parte de las ganancias están dentro de tu cofre, tómala cuando gustes — Gruñí y elevó una ceja plateada.
— Si te vas a casar con esa noble, es mejor que te ceda las tierras, tardarás en establecerte en otro sitio... Trabajé para tu madre y para ti, estás tierras son tan tuyas como mías — Siguió picando la lechuga — No seas orgulloso, hijo, esa señorita necesitará de una vida digna.
— Tengo algo de dinero ahorrado...
— Las tierras son costosas y no tendrás dinero si gastas en ellas, después tomarás más tiempo en sacarle provecho a los terrenos y obtener piezas.
Me quedé evaluando su proposición.
— Eso significa que te vas a ir definitivamente con Lady Celia.
— Llevamos tiempo comprometidos, hemos estado esperando el momento adecuado, la mayoría de los nobles ya me conocen, claro, como un terrateniente, no como el pasado amante de ella.
— Pueden tener sospechas, no hay duda de que Sebastian es muy parecido a ti.
— Después de que una mujer queda viuda, no es tan escándaloso con quién pase el resto de su vida.
— De todas formas te seguiré dando la mitad de las ganancias, no voy a permitir que te quedes sin nada y más siendo el esposo de una noble — Insistí y asintió con la cabeza.
— Estoy ayudando a Sebastian en su negocio de cueros y lanas.
— No puedes depender de las arcas familiares de esos nobles.
— No estoy dependiendo, estoy trabajando, pero de todas formas voy a aceptar el dinero que guardaste.
Puse los ojos en blanco.
Por eso el odio hacia ella