Adrián, un joven creativo lleno de entusiasmo, comienza a trabajar en una agencia publicitaria donde conoce a Héctor, su exigente y distante director creativo. Lo que comienza como una relación profesional llena de tensiones se transforma en un vínculo inesperado cuando Adrián descubre la vulnerabilidad detrás de la fría fachada de Héctor. Juntos, enfrentarán prejuicios y sus propios miedos mientras intentan encontrar el amor en medio del caos .
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Adrián y Diana no tuvieron tiempo para celebrar mucho su victoria. Apenas recuperaron el control de la empresa, los problemas comenzaron a surgir. Los departamentos estaban desorganizados, los contratos clave necesitaban renegociarse, y muchos empleados seguían leales a Héctor, lo que complicaba la transición.
Adrián se sumergió de lleno en su nuevo rol, dejando de lado sus propios problemas personales. Pero entre las largas jornadas en la oficina y las reuniones interminables, su mente no podía evitar regresar a los eventos recientes. Héctor seguía siendo una sombra que lo perseguía, y aunque había logrado destituirlo, sabía que no sería la última vez que lo enfrentaría.
El Primer Obstáculo
Una semana después de asumir sus nuevos cargos, Adrián y Diana se reunieron con el equipo legal de la empresa para discutir los próximos pasos. Entre los puntos más urgentes estaba la renegociación de un contrato crucial con una de las empresas asociadas, una tarea que Héctor había dejado a medias de manera intencional.
—Necesitamos un mediador externo —sugirió Diana, hojeando los documentos—. Alguien que pueda ayudarnos a reconstruir la confianza con este socio.
Adrián asintió, aunque no le agradaba la idea de depender de alguien más.
—¿Tienes a alguien en mente?
Diana sonrió.
—De hecho, sí. Se llama Diego. Es un consultor muy respetado en el sector, y también alguien con quien he trabajado antes.
—¿Diego? —preguntó Adrián, con curiosidad.
—Diego Sandoval. Es inteligente, persuasivo y… bueno, un poco intenso. Pero confía en mí, es la persona indicada para esto.
Adrián no tenía muchas opciones, así que aceptó.
La Primera Impresión
El día de la reunión con Diego llegó, y Adrián estaba nervioso. No sabía qué esperar del famoso consultor que Diana había contratado. Cuando Diego entró en la sala de reuniones, su presencia llenó el espacio de inmediato.
Era alto, de cabello oscuro y perfectamente peinado, con una barba cuidadosamente arreglada y un traje que parecía hecho a medida. Sus ojos, de un marrón profundo, irradiaban confianza y astucia.
—Diana, siempre es un placer verte —dijo Diego, con una sonrisa encantadora, antes de girarse hacia Adrián—. Y tú debes ser Adrián.
Adrián se puso de pie, extendiéndole la mano.
—Así es. Gracias por venir.
Diego estrechó su mano con firmeza, su mirada evaluándolo con rapidez.
—He escuchado mucho sobre ti. Espero que podamos trabajar juntos para arreglar este desastre.
Aunque sus palabras eran corteses, había algo en su tono que hizo que Adrián sintiera que estaba siendo puesto a prueba.
El Inicio del Trabajo
Durante las siguientes semanas, Diego demostró ser todo lo que Diana había prometido. Era meticuloso, carismático y extremadamente eficaz. Gracias a su intervención, lograron asegurar el contrato clave, lo que dio a la empresa un respiro necesario para seguir adelante.
Pero a medida que trabajaban juntos, Adrián empezó a notar algo más. Diego era increíblemente exigente, pero también tenía un lado más humano que surgía en los momentos menos esperados. Había un humor sutil en sus comentarios y una paciencia inesperada cuando Adrián cometía errores.
—¿Siempre eres tan perfeccionista? —le preguntó Adrián un día, después de una reunión particularmente tensa.
Diego se encogió de hombros, sonriendo.
—Solo cuando sé que las cosas pueden hacerse mejor. Y tú, Adrián, tienes potencial, aunque aún no lo veas.
Adrián no supo cómo responder a eso. Había algo en la forma en que Diego lo miraba, una mezcla de desafío y admiración, que lo hacía sentir incómodo y curioso al mismo tiempo.
Un Giro Inesperado
Una tarde, mientras revisaban algunos contratos en la oficina, Diego mencionó algo que dejó a Adrián sin palabras.
—Sé que Héctor no va a quedarse tranquilo —dijo Diego, con seriedad—. Pero también sé que podemos enfrentarlo.
Adrián frunció el ceño.
—¿Cómo estás tan seguro?
Diego lo miró directamente a los ojos.
—Porque yo también he lidiado con personas como él. Y porque creo en ti.
Adrián sintió que algo se movía dentro de él, una mezcla de gratitud y confusión. Nadie había dicho algo así desde hacía mucho tiempo, y viniendo de Diego, lo tomó por sorpresa.
Aunque la amenaza de Héctor aún pendía sobre ellos, Adrián no pudo evitar sentirse más fuerte, más seguro. Por primera vez en mucho tiempo, tenía aliados en quienes podía confiar.
