El Reinado De Juliette

Juliette siguió a Félix a través de un denso bosque, cada paso que daban parecía adentrarlos más en la naturaleza salvaje y misteriosa que rodeaba Aurora's Haven. Los árboles se alzaban majestuosos a su alrededor, creando una atmósfera de tranquilidad y secreto. A medida que caminaban, el bosque parecía cobrar vida propia, con susurros en el viento y sombras danzantes entre las ramas.

Después de un rato de caminar en silencio, Juliette finalmente rompió el mutismo y preguntó: 

— ¿Cuánto falta para llegar? Ya está oscureciendo.

Félix se detuvo y miró a su alrededor, luego se giró hacia Juliette con una sonrisa enigmática y respondió: 

— Hemos llegado, solo que no es algo que puedas notar a simple vista. 

Confundida, Juliette escudriñó el paisaje circundante, pero todo lo que veía eran árboles imponentes y sombras enigmáticas. En ese momento, Félix desapareció de su lado, dejando a Juliette sola en medio del bosque.

Alarmada, Juliette comenzó a buscar a Félix, llamándolo en vano entre los árboles y la vegetación. Sin embargo, no obtuvo respuesta. Cuando empezaba a sentirse perdida y confundida, Félix emergió de la nada detrás de un árbol cercano, con una expresión traviesa en su rostro.

— ¿Qué tal te fue con la búsqueda? — preguntó Félix con una chispa juguetona en su sonrisa. 

Juliette lo miró con sorpresa y asombro, sin saber si en realidad había visto lo que acababa de suceder.

Félix extendió la mano hacia Juliette y le dijo en tono enigmático:

— Ven conmigo, te mostraré un mundo que va más allá de lo que tus ojos pueden ver.

Intrigada y cautivada por la magia del momento, Juliette tomó la mano de Félix y lo siguió mientras él se adentraba aún más en el corazón del bosque.

Juliette atravesó el umbral del árbol junto a Félix y quedó maravillada al ver una casa antigua pero hermosa y bien cuidada que se alzaba ante ellos. La construcción parecía estar envuelta en una atmósfera de encanto y secretos, emitiendo una sensación de calidez y seguridad que acogió a la joven albina.

Félix soltó la mano de Juliette y señaló con gentileza hacia la casa, indicándole que debían entrar. Aunque llena de asombro, Juliette siguió a Félix hacia la entrada de la casa, donde el joven parecía moverse con una familiaridad sorprendente, como si aquel lugar le perteneciera de alguna manera.

Una vez dentro, Félix se adelantó con gracia y naturalidad, como si estuviera acostumbrado a caminar por aquellos pasillos antiguos y acogedores. Con gestos suaves, señaló a Juliette que tomara asiento en la acogedora cocina y se permitiera descansar mientras él preparaba algo para que disfrutaran juntos.

Juliette obedeció y se sentó en una silla de madera tallada, observando con curiosidad y admiración cada detalle de la cocina. Los muebles de madera pulida brillaban a la luz tenue que se filtraba por las ventanas, y cada objeto parecía estar colocado con cuidado y significado en aquel espacio tan acogedor y hogareño.

Mientras Félix se movía con gracia entre los utensilios y materiales de cocina, preparando con destreza una misteriosa bebida, Juliette no pudo evitar sentir una calidez en su corazón. A pesar de la extrañeza del lugar y la situación, la presencia de Félix y la atmósfera reconfortante de la casa la tranquilizaban y le brindaban una sensación de seguridad inesperada.

Finalmente, Félix se aproximó a Juliette con una sonrisa amable y le ofreció una taza de la fragante bebida que había preparado con tanto cuidado. Mientras la joven albina sostenía la taza entre sus manos, respirando el aroma dulce y reconfortante del brebaje. Juliette observó con curiosidad la bebida que Félix le ofrecía.

— ¿Qué es y qué contiene? — preguntó con inocencia.

El joven peliverde tomó un momento de silencio antes de responder.

— Es una bebida que mi madre me enseñó a preparar, pero por motivos de tradición familiar no puedo revelarte los ingredientes.

Juliette miró con desconfianza la taza que sostenía entre sus manos dudando si beberla o no.

— Sin embargo, te aseguro que la bebida no representa ningún peligro, así que puedes disfrutarla sin preocupaciones.

Con una mezcla de intriga y confianza, Juliette asintió ante las palabras de Félix, aceptando la taza con gratitud y respeto. El joven se sentó frente a ella con una expresión serena y seria, como si estuviera listo para compartir un ¿secreto?.

— ¿Tu nombre es Juliette, verdad? — preguntó Félix, aunque ya conocía la respuesta.

— Sí, lo es. ¿Cómo sabes mi nombre? — Inquirió Juliette con curiosidad.

— Tal vez no lo recuerdes, pero ya nos hemos conocido antes. En fin, hay algo que debo confesarte. — Félix habló con solemnidad.

La expresión de Juliette se tornó confundida ante las enigmáticas palabras del joven.

— Hanz Nebel ha fallecido. — Anunció Félix con tranquilidad.

— ¡¿Qué?! — Exclamó Juliette, sorprendida por la impactante revelación.

— Antes de que te alarmes, déjame aclararte que soy su hijo. Así que no necesitas preocuparte, no te he traído aquí con malas intenciones. Te explicaré todo y además sé por qué has venido a este lugar, por lo tanto, estoy aquí para ayudarte. — Las palabras de Félix resonaron con calma y seguridad mientras transmitía su intención de guiar a Juliette a través de la situación inesperada.

Juliette finalmente accedió a escuchar lo que el joven tuviera que contarle. Fue así que él comenzó a relatarle lo sucedido.