Emma ha pasado casi toda su vida encerrada en un orfanato, convencida de que nadie jamás la querría. Insegura, tímida y acostumbrada a vivir sola, no esperaba que su destino cambiara de la noche a la mañana…
Un investigador aparece para darle la noticia de que no fue abandonada: es la hija biológica de una influyente y amorosa pareja londinense, que lleva años buscándola.
El mundo de lujos y cariño que ahora la rodea le resulta desconocido y abrumador, pero lo más difícil no son las puertas de la enorme mansión ni las miradas orgullosas de sus padres… sino la forma en que Alexander la mira.
El ahijado de la familia, un joven arrogante y encantador, parece decidido a hacerla sentir como si no perteneciera allí. Pero a pesar de sus palabras frías y su desconfianza, hay algo en sus ojos que Emma no entiende… y que él tampoco sabe cómo controlar.
Porque a veces, las miradas dicen lo que las palabras no se atreven.
Y cuando él la mira así, el mundo entero parece detenerse.
NovelToon tiene autorización de F10r para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
capitulo 19
Narra Emma.
Hoy mamá me llevó de nuevo al médico. Me hicieron algunos estudios de rutina y todo salió bien, gracias a Dios. El doctor me felicitó por lo saludable que estoy y eso me hizo sentirme un poquito orgullosa de mí misma.
Después fuimos a la nutrióloga. Ella me recibió con una gran sonrisa, revisó mis medidas y mi peso, y luego me dijo algo que me llenó de emoción:
—Ya estás en tu peso ideal, Emma. Ni un kilo más, ni uno menos. Ahora solo debes mantenerte aquí.
No pude evitar sonreír. Tanto esfuerzo había valido la pena. La nutrióloga me dio una nueva dieta, más ligera que la anterior, y me explicó que ahora se trataba solo de mantener lo logrado.
Cuando salimos del consultorio, mamá me tomó de la mano y dijo que para celebrar iríamos de compras. Al principio me negué un poquito, como siempre, porque no quería que gastara tanto, pero ella insistió, así que no tuve más remedio que rendirme.
Entramos a una tienda enorme, llena de ropa preciosa, y mientras yo revisaba unos vestidos, mamá comenzó a hablar de Alexander.
—Cariño, —dijo mientras sacaba una blusa verde esmeralda del perchero— ¿y cómo están las cosas con Alexander? Últimamente no los veo juntos.
Yo me detuve, mirando las perchas frente a mí. Sentí que algo se me apretaba en el pecho, pero me obligué a contestar:
—No, mamá… Alexander no quiere estar conmigo. —Tragué saliva—. Me dice que solo me ve como una hermana y que yo estoy confundiendo las cosas.
Silvia se quedó en silencio unos segundos, luego dejó la blusa y me miró con esa dulzura suya que siempre me hace sentir a salvo.
—Ay, mi amor… —susurró mientras me acariciaba el cabello—. Esas cosas pasan. A veces… el amor no es correspondido.
Sentí mis ojos picar un poquito, pero no quería llorar ahí, así que sonreí como pude.
—¿Y… y se me va a pasar? —pregunté bajito.
—Claro que sí —dijo con seguridad, tomándome ambas manos—. Todo se cura con el tiempo, y cuando menos lo esperes, alguien que sí esté listo para ti te va a hacer sentir cosas mucho más bonitas.
Yo asentí, aunque no estaba segura de que pudiera ser así. No podía imaginarme sintiendo algo más por nadie que no fuera Alexander.
—No te preocupes, princesa. —Mamá besó mi frente—. Por ahora concéntrate en ti, en tus estudios, en tus cosas… y lo demás llegará solito.
Le sonreí un poquito más sincera esta vez y seguimos viendo ropa. Aunque en el fondo, una vocecita dentro de mí seguía repitiendo: Yo no quiero a nadie más… yo solo quiero a Alexander.
Pero no se lo dije a mamá. No quería preocuparla más.
[...]
Últimamente, he descubierto un nuevo mundo: el internet.
Como ya tengo celular —que me regalaron en mi cumpleaños— y también una computadora en mi cuarto, me he pasado varios ratos explorando y buscando respuestas a todas las dudas que me vienen a la cabeza.
Al principio era un poquito complicado, porque yo no sabía mucho de tecnología, pero he aprendido bastante rápido. Ahora busco cualquier cosa que no entiendo, y hasta pongo música en la televisión enorme que tengo en mi habitación. A veces, mientras suena alguna canción bonita, voy guardando la ropa nueva que compré con mamá.
La verdad… me gusta ocuparme de cosas. En el orfanato siempre estábamos haciendo algo: doblando sábanas, limpiando, organizando. Así que me cuesta un poquito no hacer nada aquí, aunque haya tantas empleadas. Por eso no dejo de ayudar en lo que puedo, aunque me regañen con cariño y me digan que no hace falta.
Estos días he tratado de ser un poquito feliz… incluso sin pensar tanto en él. En quien me rompió el corazón.
Pero hoy… hoy sí me desperté emocionada.
Mis primas cumplen años y me invitaron a su fiesta.
Desde temprano estuve pensando en qué ponerme. Pasé la tarde entera en mi cuarto, domando mis rizos frente al espejo hasta que quedaron bien definidos y brillantes. Elegí un vestido largo y rojo, con cuello redondo y ajustado al cuerpo. Cuando me lo puse, me sorprendí un poquito al verme… porque realmente me quedaba bonito. Creo que he cambiado bastante desde que llegué aquí.
Me puse unas plataformas negras, no tan altas porque no quiero caerme, y una bolsa negra para combinar. Me miré al espejo una última vez antes de salir.
El vestido largo y pegado me hacía ver un cuerpazo, como dirían mis primas.
No pude evitar sonreírme.
Por un momento, mientras ajustaba un tirante del vestido, me sentí… bien.
Sin pensar en Alexander, ni en sus rechazos, ni en nada de eso. Solo en mí, y en lo bonita que me sentía esa noche.
Así que, con el corazón ligero y una sonrisa en los labios, salí lista para disfrutar la fiesta.
La fiesta de mis primas estaba preciosa.
Todo el jardín de la casa estaba lleno de luces, globos dorados y blancos, y una mesa larguísima con dulces y flores. Desde que llegué, ellas corrieron a abrazarme y a decirme lo linda que me veía. Eso me hizo sonreír, aunque yo ya venía sintiéndome bonita desde que me miré al espejo en casa.
Había mucha gente, música, y todos estaban muy alegres. Me senté un rato con las mellas y con Wily, riéndonos de cualquier cosa. Luego ellas se levantaron a bailar y me jalaron con ellas a la pista. No soy muy buena bailando, pero me dejé llevar y no dejé de reír en ningún momento.
Uno de los amigos de las mellas, que nunca había visto antes, se acercó.
—Hola —me dijo con una sonrisa—. ¿Eres la prima famosa?
—¿Famosa? —pregunté, un poco confundida y divertida.
—Sí, la que llegó hace unos meses y que las mellas no dejan de mencionar.
Me reí bajito y asentí.
—Soy Emma.
—Osvaldo —contestó él, inclinándose un poco, como si hiciera una reverencia juguetona.
Era un muchacho alto, con el cabello oscuro y unos ojos que brillaban mucho cuando sonreía. Me pareció simpático desde el principio.
Pasó el resto de la canción a mi lado, preguntándome de dónde venía, qué me gustaba hacer, cómo me estaba yendo aquí. Hablaba mucho, y yo me limitaba a responderle con amabilidad y alguna sonrisa.
Notaba cómo me miraba… con esa forma en que uno sabe que alguien está fascinado.
Pero yo… no podía sentir nada así por él.
Era un buen chico, sí. Y me agradaba conocer gente nueva y hacer amigos. Así que no fui grosera, claro que no. Le contestaba, incluso me reí de sus chistes, y cuando me ofreció una bebida, acepté.
Pero en mi corazón no había espacio para verlo como algo más que un nuevo amigo.
De vez en cuando, mientras Osvaldo hablaba, mis ojos se perdían un poco entre la gente, como si inconscientemente buscara otra mirada.
Pero no la encontré.
Así que seguí sonriendo, escuchando lo que él me decía, bailando con mis primas y disfrutando de la noche, sin pensar demasiado.
Osvaldo me acompañó casi toda la fiesta.
—Eres… diferente —me dijo al final, mientras me ayudaba a tomar mi bolso.
—¿Diferente? —pregunté, arqueando las cejas.
—Sí. Tú no eres como las demás.
Me sonrojé un poco, porque no supe qué contestar.
Le sonreí y solo dije:
—Gracias, Osvaldo. Eres muy amable.
Y así terminó la noche. Con un nuevo amigo y con la sensación de que, aunque no había encontrado lo que buscaba, al menos no me sentía sola.