Liliana es una joven a la cual se le ha presentado la oportunidad de trabajar en una de las mejores empresas de la ciudad. El trabajo lo necesitaba tanto que hará lo que sea necesario para mantenerlo... Pero con lo que ella no contaba, era que se volvería el blanco del jefe, volviéndose una presa fácil para el despiadado. Sr Dominante.
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¿Quien es ella?
Me quedé observándolo detenidamente, necesitaba asegurarme de que esto no arruinaría nada en mi trabajo.
—Alejandro— llamó su atención. —¿Prometes que esto no afectará mi trabajo?— pregunté, porque lo quiero a él jodidamente. Y estoy dispuesta a luchar contra mi misma y mis malditas inseguridades por mi pasado.
—Te doy mi palabra, de que eso no va a pasar— su seriedad me hizo confiar en él.
Nuestro momento fue interrumpido con el sonido de su teléfono. Lo saco de su bolsillo y apenas mirando la pantalla lo rechazo. Pero antes de que pudiera volver a guardarlo, volvió a sonar.
—Yo no tengo problemas en que contestes— me miró por un momento y asiento.
—Está bien. Lo siento— dice mientras se levanta. Y le ofrezco una sonrisa.
La comida llegó y pasado varios minutos él aún no regresaba.
Sentí el impulso de levantarme para saber que había pasado. Llegué hasta donde estaba y aún seguía hablando por teléfono de espalda a mí.
—No puedo ir ahora— su voz sonaba enojado.
—Haz lo que quieras Amará. Ya di mi última palabra, y no puedo ir, no voy a ir, ni ahora ni mañana ni nunca. Ya me tienes harto—
¿Quién rayos es Amará?
Por un momento me detuve a pensar si había escuchado ese nombre mientras trabajábamos, pero no, nunca se mencionó a nadie.
Decidí dejar de escuchar su conversación y volví a la mesa.
Después de un minuto, volvió.
Su expresión era aún más seria de lo normal.
Muchas preguntas pasaron por mi cabeza, pero no me atreví a hacer ninguna.
—Te pido una disculpa por eso— dijo de pie junto a mí. Lo miré con una sonrisa, pero esta se esfumó de inmediato. —Tengo que irme, hay un asunto serio que requiere mi presencia—
¿Qué? Pero si le acababa de decir que no iba a ir. ¿Realmente me está dejando sola en una cita a la que el mismo me obligó a venir, para terminar dejándome para irse con otra mujer?
Le mostré mi cara acorde a mi desconcierto.
—Lo lamento de verdad, pero este tipo no me dejará de molestar si no me reúno con él. Hay un problema con un documento y necesito revisarlo— realmente es muy mal mentiroso. ¿En serio me está dando esa excusa?.
Me levanté rápidamente y recogí mi bolso. —Me iré— me quedé ahí de pie un momento más dándole la oportunidad de que me dijera lo que ya sabía. Aunque fue una perdida de comida no diré que el tiempo lo fue.
Está salida me mostró que en realidad él no es para mí, ni siquiera si no se pone en tela de juicio mi trabajo, simplemente no puedo estar con alguien que me miente tan descaradamente en mi propia cara.
—Permíteme llevarte a...—
—No hace falta señor Valero, yo puedo encontrar mi propio camino— lo rodeé y empecé a caminar a la salida dejando todo atrás. Ya había sido suficientemente humillada.
Salí dejando atrás la comida servida, una que se veía muy deliciosa y me apetecía mucho comer, y también dejando atrás al único hombre que me había hecho sentir segura, ahora pienso en que esto no era más que una fachada.
Pienso que el adecuado no me mentiría ni me haría pasar una humillación como está.
[•••]
Solo cuando llegué a mi apartamento fue que me permití mostrar cualquier emoción que había estado ardiendo dentro de mí. Cerré la puerta con fuerza, intenté controlarme pero no pude. Las lágrimas contenidas de ira y vergüenza que me picaban en los ojos durante todo el camino finalmente tuvieron permiso para caer. Todos los sentimientos por los que había estado luchando todos estos años volvieron a mí de golpe.
Sufrí con mi ex lo mismo, él solo me uso, venía a mí solo cuando quería y luego me desechaba. Y ahora viene Alejandro y hace lo mismo, con él me duele más porque sí que estaba dispuesta a entregarme por completo. Me dejé llevar por mis sentimientos, únicamente para que se rompieran con una llamada telefónica.
Si ya estaba viéndose con alguien. ¿Por qué me insistió tanto a mí? ¿Para qué vino a mi casa y me obligó a ir a esa estúpida cita?
Me levanté del suelo y me fui a mi habitación, pero no había entrado en ella cuando un fuerte golpe resonó en la puerta principal.
Me acerqué y miré por la mirilla. Quedé inmóvil sin saber qué hacer, ¿Qué hace aquí?
—Abre la puerta ahora mismo, Liliana. Te he visto entrar—
Seque mis lágrimas y respire profundo para aliviar el dolor que me consumía.
Abrí la puerta con fuerza, quedando cara a cara con el hombre que me había humillado hasta lo más profundo, Pero eso no impidió que mi corazón se detuviera por un segundo al perro.
Tengo que ser fuerte y dejar de estar sintiendo este efecto que él causa en mí, no más después de lo que pasó hoy.
—¿Qué quieres, que haces aquí?— mi voz sonó con dureza, esa que tanto quería demostrarle.
—¿Por qué sigues huyendo?— su voz sonaba llena de ira, se acercó a mí y me tomó por los hombros para que no pudiera moverme. —¿Qué necesito para que me escuches antes de que salgas corriendo?—
¿Qué? ¿Ahora la culpable soy yo? —Suéltame, y yo no hui, te dejé el camino libre para que fueras a reunirte con tu supuesto cliente— me di la vuelta y entré en el apartamento, él entró y cerró la puerta con su pie siguiéndome y como vio que avanzaba mucho más rápido me tomaba el brazo para que me detuviera.
—Si huyes— bramó con furia. En ese momento pude sentir en nuestras respiraciones la ira de ambos. —Siempre lo has hecho, huiste la primera noche, esta mañana y ahora del restaurante. Siempre oyes sin antes escuchar lo que tengo que decir—
Volví a tirar de mi brazo para liberarme de su agarre, —¿¡Que esperabas!? ¡Si vi perfectamente cómo me mentías!—
Pude ver en su rostro que la ira se transformó en confusión. —¿Sobre qué te mentí?—
No pude evitar reírme con desdén. —¿Por qué ahora mismo no estás con tu cliente?—
Vi todo su cuerpo tensarse, ya sea porque no sabía cómo responder o porque simplemente se dio cuenta de que lo tenía atrapado. —Lo cancelé— se apresuró a responder.
—¿Es en serio?— cruzando mis brazos de un paso más cerca de él. —No creo que Jennifer esté contenta con lo que acabaste de hacer, porque por lo que vi sonaba bastante insistente con tenerte a su lado— mi mirada era penetrante y mi posición era de que no estaba dispuesta a jugar más su juego. Lo vi palidecer de inmediato. Y en ese momento sonreía amargamente. —Tan mentiroso y descarado que eres, ¿y tienes el descaro de venir a mi casa a acusarme de que soy siempre la que huyó? Vete en este mismo instante de mi casa, señor valero. No quiero seguir escuchándote más— mantuve mi barbilla en alto, en posición de que estaba harta de sus tonterías...