Ming ha amado a Valentina Jones, su mejor amiga, toda la vida, pero nunca se ha atrevido a decirle lo que siente. Cuando su madre, que está muriendo por un cáncer, le pide como último deseo que despose a Valentina, Ming pierde la cabeza. Esa locura temporal lo arroja a los brazos de Valentina, pero el miedo a decirle la verdad arruina todo.
Ahora su mejor amiga cree que la está usando y se niega a escuchar la verdad.
¿Podrá el destino unirlos o las dudas terminarán separándolos aún más?
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Recuerdo
Ming
Abro los ojos y puedo ver como comienza a amanecer. El ruido de la fiesta es tan solo un recuerdo e imagino que todos mis amigos deben estar durmiendo o follando.
Abrazo a Val, que está durmiendo sobre mi pecho, con la boca semiabierta, viéndose tan hermosa que no puedo evitar besar su frente.
Mi hermosa chica al fin es mía.
Mientras la observo dormir trato de entender qué me despertó tan temprano. Si la hora en mi celular está bien, solo he dormido dos horas.
Me tenso cuando lo recuerdo.
Mi mamá.
Me muevo lentamente para no despertar a Val, y cuando estoy fuera de la cama busco mi pantalón y la camisa en el suelo. Me visto rápidamente y salgo de la habitación.
Camino los metros que me separan de mamá y entro lo más silenciosamente que puedo.
–¿Mamá? –pregunto sorprendido cuando la veo sentada en la cama mirando hacia el ventanal que da a un hermoso bosque.
Mamá voltea y me sonríe.
–¿Qué haces despierto tan temprano?
–Podría acusarte de lo mismo –respondo mientras me siento a su lado y la pego a mi costado–. Deberías estar durmiendo.
–Es difícil dormir cuando sabes que te queda poco tiempo –susurra y mi corazón se parte en cientos de pedazos–. No quiero perder ni un solo minuto. Quiero apreciar cada pequeña cosa.
–Si yo pudiera me arrancaría el corazón y te lo daría. Lo sabes, ¿verdad?
Mamá acaricia mi mejilla mientras me sonríe. –Lo sé, cielo. Pero no es tu momento, es el mío. Ya he vivido y he disfrutado todo lo que la vida me ha regalado.
–No –mascullo–. La vida te trajo sufrimiento, lágrimas y golpes. La vida te debe mucho, mamá.
Niega con su cabeza y suelta una risita. –La vida me regaló al mejor hijo que una madre podría pedir –dice–. En lo que a mí concierne, no nos debemos nada.
–Mamá…
–Júrame que harás feliz a Val –pide tomando mi mano–. Júrame que mi niña será feliz a tu lado, y que tú lo serás al lado de ella y de tus hijos.
–Lo juro, mamá –me apresuro en responder.
–Ámala todo los días, incluso en sus días más oscuros, porque es ahí cuando necesitará que la ames con más fuerza. No la lastimes, cielo.
–Te juro que si algún día levanto la mano cerca de ella será para tocarla con amor, porque no podría hacerlo de otra forma.
Mamá besa mi mano. –Lo sé, cielo, sé que nunca la lastimarías como tu papá lo hizo conmigo, pero tienes que saber que las palabras pueden provocar más daño que un golpe. Una frase hiriente de la persona que amas corta más profundo que una navaja. Recuérdalo siempre.
Lucho contra el ardor en mis ojos y el dolor en mi pecho. –Lo recordaré siempre, mamá.
–Sé que lo harás, cielo. Eres un buen hombre.
–He matado –le recuerdo.
–Lo sé, cielo. Pero también sé que amas a tu familia, a tus amigos y a Val. Y al final del día, eso es lo que importa, ¿no lo crees? La forma en que tratas a quienes te aman dice mucho sobre tu carácter.
La abrazo y dejo salir todo el miedo que siento. –¿Qué haré cuando quiera abrazarte y no pueda hacerlo? ¿Qué haré cuando quiera escuchar tu voz? ¿Qué haré cuando ya no pueda recordar tu olor? –pregunto rompiéndome por primera vez delante de mi mamá–. Extrañarte acabará conmigo.
–No, cariño –devuelve de inmediato. Toma mi rostro entre sus manos y me mira con una sonrisa en su hermoso rostro y con lágrimas en sus ojos–. Sufrirás, cielo, pero eso no acabará contigo. Nada lo hará –agrega con vehemencia–. Cuando ya no esté en este mundo y quieras abrazarme…–susurra con la voz quebraza–, abrazarás a tus hijos, cielo. Cuando quieras hablar conmigo, hablarás con Val y con tus hijos. Y cuando no puedas recordar mi olor ya no importará, porque querrás memorizar los olores de tus hijos.
–Te amo tanto, mamá –digo y la abrazo lo más fuerte que puedo sin lastimarla.
–Y yo también te amo, mi pequeñito. Y sé que cuando ya no esté en este mundo seguiré amándote y tú podrás sentirlo.
–Siempre –susurro con la voz quebrada.
Mamá golpea mi mejilla cuando me alejo. –Ahora tienes que hacer las cosas bien, cielo. Tienes que decirle a Val que la amas.
–Lo hice, mamá. Le dije que la he amado durante toda mi vida.
Mamá sonríe. –¿Y qué dijo Val?
–Que me ama también.
La sonrisa de mamá se ensancha más. Lleva las manos a su cuello con torpeza y lucha con el broche de la cadena de oro.
–Tienes que darle esto –dice entregándome la argolla de mi abuela.
–Es tuya, mamá. La abuela te la regaló a ti.
–Estoy segura que mamá me la dio para este momento –dice colocando la argolla sobre mi mano–. Tienes que pedirle que se case contigo, cielo. Y no –declara con una sonrisa triste–, no estoy haciendo esto para presionarte, ni para obligarte a hacer nada. Lo estoy haciendo porque sé que ustedes se aman, y sé que serán muy felices juntos.
–Pero es tu recuerdo favorito de la abuela.
Mamá sonríe. –No necesitaré un recuerdo de ella, estaré con ella –declara con alegría–. Y ahora, tú y Val tendrán un recuerdo de mi mamá y mío, y luego, cuando sea el momento, podrán dárselo a su hijo –agrega–. Ahora, ve, cielo.
Me levanto de la cama y dejo un beso sobre la cima de su cabeza.
–Gracias –susurro–. Por todo.
Mamá asiente, sin dejar de sonreír, mientras salgo en busca de Val.
Espero que ahora diga que sí, porque estoy seguro que será el sí más importante de toda mi vida.
Espero que esto no cambie nada los resultados🥺😬