En un pequeño pueblo donde los sueños y la realidad a menudo se entrelazan, Valeria es una joven de 19 años que vive atrapada entre la inocencia de su corazón y las sombras de lo desconocido. Soñadora y curiosa, su vida da un giro inesperado cuando un misterioso desconocido se obsesiona con ella, llevándola a una encrucijada peligrosa. Atrapada en un matrimonio forzado, Valeria descubre que el amor que anhelaba no era más que una ilusión.
En medio de esta nueva vida, se encuentra con su esposo, un hombre de carácter difícil y secretos ocultos. A medida que Valeria navega por las tormentas de su nueva realidad, comienza a desentrañar capas de su propio ser y, poco a poco, descubre que el amor puede surgir en los lugares más inesperados.
Con giros inesperados y emociones intensas, esta historia es un viaje sobre el descubrimiento personal, la lucha por la libertad y la búsqueda del verdadero amor. ¿Podrá Valeria encontrar su voz en un mundo que intenta silenciarla?
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Capitulo XIX Orden de la Duquesa
Punto de vista de Leonardo
Estaba furioso, Valeria salió de la cena y no tenía idea dónde estaba. Fui detrás de ella, pero mi padre me detuvo alegando que ella no era de nuestra clase social y que lo mejor que podía hacer era divorciarme de ella y casarme con la hija de los campos.
“No te voy a permitir que te metas en mi vida. Creo que he sido claro al decir que amo a mi esposa y que no pienso dejarla por ustedes ni por nadie”. Mi padre me tenía harto, si tanto le gustaba esa mujer, entonces que él se casara con ella.
No le di la oportunidad de seguir hablando, salí de la casa y empecé a conducir buscando a mi esposa, pero no la conseguí por ningún lado, estaba desesperado, ella no conocía la ciudad y ni siquiera sabía cómo llegar a la casa. Continúe buscándola por una hora más, hasta que recibí una llamada del imbécil de Miguel, la mano derecha de la Duquesa, ese hombre y yo nunca nos hemos llevado bien, no entendía para qué me llamaba.
“¿Qué quieres?”, conteste de mala gana.
“Valeria está con nosotros. La Duquesa te manda a decir que está noche se quedará en la mansión”. Miguel no explicó nada más, sabía que me estaba provocando. Al menos sabía que mi mujer estaba bien, lo que no me pareció fue que Adela no la haya devuelto a mi casa, ellos sabían muy bien donde vivía yo. Algo estaban planeando y utilizarían a Valeria para hacerlo.
No podía quedarme así, conduje mi auto hasta la casa de Adela, ella tenía que darme una explicación. No me importaba quien fuera, Valeria es mi esposa y nadie tiene el derecho de alejarla de mí.
Llegue a la mansión Del Castillo, los guardias de seguridad no me permitieron el paso, después de insistir por varios minutos, salió el idiota de Miguel con una estúpida sonrisa.
“Señor Rizzo. ¿A qué debemos su agradable visita?”. Dijo el imbécil.
“Creo que es obvio. Vengo por mi esposa”. Respondí. Borrando la sonrisa, su sonrisa.
“¿Tú esposa?”. Pregunto Miguel con cara de sorpresa.
“Así es, Valeria es mi esposa y exijo que la traigas inmediatamente”. Dije con ojos afilados.
“Sabes muy bien, que no puedo hacer nada, la Duquesa dio una orden, además por lo que sé, la muchacha ya está durmiendo. Estaba muy cansada después de caminar un largo trayecto”. Contesto Miguel, dejándome ahí parado tras las rejas de la mansión.
No podía hacer nada más, así que entre a mi auto y me quedé ahí toda la noche. No quería estar alejado de mi Valeria y está era la única forma de estar cerca de ella está noche.
Unos fuertes toques a la ventana de mi auto me trajeron a la realidad, cuando abrí los ojos, pude observar que era de día. La persona que estaba parada al lado de mi auto y que asumí fue quien me despertó, pidió hablar conmigo. Baje la ventanilla para ver qué quería.
“Señor, la Duquesa pide que por favor pase a la casa”. No lo pensé dos veces, puse en marcha mi auto y conduje al interior del lugar.
Estaba hecho un asco, mi cabello desordenado y mi ropa llena de arrugas, además de unas horribles ojeras pruebas de la mala noche que había pasado, pero no me importó, yo solo quería ver a mi esposa y llevarla a casa.
“Leonardo, pasa por favor”. Me recibió la Duquesa.
Por mi lado busqué a Valeria con la mirada; sin embargo, ella no estaba en la sala.
“En unos minutos envío por Valeria, ella aún no sabe que estás aquí”. Interrumpió Adela mis pensamientos.
“No entiendo, ¿qué quiere de mi esposa?”. Pregunte intrigado.
“Por favor, toma asiento”. La Duquesa no había perdido su amabilidad ni elegancia. Ella siguió tratándome con respecto, a pesar de que yo no estaba siendo cortés.
Después de pensarlo un rato, me senté a escuchar lo que está mujer tenía para decir, aunque no me interesaba en lo absoluto, mi único pensamiento era saber que mi Valeria estaba bien.
“Anoche encontramos a Valeria vagando por las calles, estaba perdida y aunque no me lo dijo, sabía que no estaba feliz. Lo que tu padre hizo fue una canallada, esa niña es una dulzura y me parece ridículo que la humillen solo por no ser de nuestra clase social. Por eso decidí protegerla. Y si ella me pidiera que la protegiera aunque sea de ti. Lo voy a hacer”. La Duquesa se escucha segura sé lo que estaba diciendo, no titubeó ni por un segundo y su mirada era de advertencia.
“No habrá motivos para que Valeria quiera alejarse de mí, nosotros somos felices. Eso se lo aseguro”. Le respondí mirándola a los ojos.
La Duquesa se quedó mirándome, como dudando de mis palabras. Pero no tenía opciones, legalmente Valeria era mi esposa y tenía todo el derecho de llevármela en ese momento, y era lo que iba a hacer. Después de hablar unos minutos más, al fin dio la autorización de que buscaran a mi esposa, moría de ganas por verla, de abrazarla, de cuidar de ella. La noche anterior fui un idiota al pensar que mi familia no haría nada en público para lastimarla, pero para mi sorpresa mi padre la humilló hasta que se cansó. Eso no se lo perdonaría jamás. Mientras reflexionaba en la noche anterior, vi a Valeria bajar aquellas escaleras, se veía tan hermosa. Llevaba un vestido blanco hasta las rodillas, era sencillo así como ella, lo que no me gustó fuera que viniera hablando con Miguel y que además le sonriera, sus sonrisas eran solo mías y no permitiría que nadie más me las robara.
Al llegar a la sala, vi los ojos de Valeria, ella me miró con tristeza y no era para menos, debía estar sintiéndose muy mal.
“Cariño, ¿estás bien?”. Pregunte acercándome a ella para abrazarla.
“Gracias a la señora Adela es que estoy bien”. Dijo Valeria soltándose de mi abrazo y caminando hasta esa mujer con una sonrisa”.
“Sabes que fue un placer ayudarte y sabes que cualquier cosa que necesites puedes venir a mí, yo siempre estaré aquí para ti”. La escena parecía de madre e hija. Eso era aterrador, ya que si la Duquesa se lo proponía podía llevarse a mi esposa con ella y nunca más la volvería a ver. Así que intervine rápidamente.
“Valeria, es hora de irnos”. Dije fríamente.
“Gracias, señora. Es usted muy amable”. Velaría le dio un abrazo a la Duquesa, y está lo permitió. Nunca antes había visto a alguien atreverse a tocar a esa mujer, pues ella siempre mantenía la distancia.
Después de ese momento, agarre la mano de mi esposa y sin mirar atrás la saqué de ese lugar. Algo no me cuadraba y una sensación de miedo abrazo mi corazón.